Líquido Carmesí Naciente Del Deseo Y El Anhelo II (Cap 1. Un Nuevo Comienzo):

Chicos a petición de una amiga mía muy querida, y varios que deseaban que continuase la historia, aquí les traigo el primer capítulo de la segunda parte de mi encantadora historia ;)

Abriendo sus ojos con cierta pesadez, Lambo se removió entre las mantas de la cama intentando recordar si después de eso tres meses, el pelinegro y él habían estado haciendo algo más que no fuese solo joder como animales en celo. En definitiva la respuesta fue no. Su bendita libido estaba fuera de control y tal parecía que aquel encantador hecho tenía muy satisfecho a Reborn.

— Bien, bien, tal parece que nuestra pequeña princesa al fin despierta. — Hablando con ironía, el mayor se hizo notar sentado junto a la ventana con una toalla alrededor de la cintura y el cuerpo mojado. Tal parecía que había tomado una ducha.

— ¿Desde hace cuánto estás levantado? — Preguntó, suspirando al sentir como sus colmillos volvían a salir libres ante la sola vista de Reborn semidesnudo y con el cuerpo escurriéndole de forma tentadora pequeñas gotas de agua.

— Yo, a diferencia de ti no suelo quedar noqueado después de una buena follada, y también a diferencia de nuestra "damisela", yo tengo asuntos que resolver. Asuntos que no involucran estar echado en la cama todo el día.

— Tú sarcasmo es encantador. — Incorporándose sobre la gran cama hiso una mueca al sentir como su boca se secaba y se sentía caliente como le había estado ocurriendo cada vez que sus nuevos apetitos le venían.

— Y tú forma de ocultar que tienes hambre es patética. — Resoplando se acercó a la gran cama nuevamente, dejando su ropa ya escogida sobre la silla que había junto al ropero. — Abre la boca. — Ordenó

— Puedo controlar perfectamente mi hambre, muchas gracias.

— Deja de ser tan infantil. — Estirando su mano, tomó el rostro del chico.

— No estoy siendo infantil. — Dijo entre dientes, apretando la mandíbula en una clara pose de negación y rebeldía.

— Abre la boca o te la abriré yo.

— No voy a… — Antes siquiera de que pudiese terminar su protesta, los labios del moreno capturaron los suyos, presionando hasta que su boca cedió dando paso a la lengua ajena.

— Mucho mejor. — Murmuró, separándose de la boca contraria, aprovechando la repentina desorientación de niño para poder abrirle la boca, revisando las enrojecidas encías. — Parece que aún no ha pasado la primera etapa de alimentación. Creo que contigo tardará un poco más. — Con su dedo sintió el filoso colmillo del oji-verde, percibiendo al momento en que éste se alargaba en busca de la piel en donde encajarse. — Tendremos que buscarte un donante pronto.

— No quiero a ningún donante.

— Tú terquedad es fastidiosa, entiende que si no te alimentas de forma adecuada comenzarás a volverte violento. — Con un suspiro aburrido soltó el mentón del chico.

— Ni siquiera sé qué diablos se supone que debo hacer cuando lo único que hay en mi cabeza es poder aplacar el hambre sin importar si desgarró la garganta de quien sea que me esté alimentando. Así que no estoy dispuesto a abrirle a nadie la yugular. — Dándose la vuelta se preparó para salir de la cama. Si no podía aplacar sus ganas de un buen vaso de sangre, al menos iría a comer un poco de comida humana.

— No debería preocuparte por eso, nosotros seguimos nuestro instinto y sabemos controlarnos. - Dijo con calma.

— Tú mismo dijiste que lo recién convertidos son inestables y no saben controlarse, realmente no puedes esperar que me arriesgue a que en medio de mi "antojo" me cargue a una persona inocente.

— Dios tú necedad me provoca migraña, iré a vestirme y tú puedes bañarte. — Negando con la cabeza se puso en pie y fue en busca de su ropa para comenzar a vestirse. — De todas formas así lo quieras o no, hoy te alimentarás del donante que consigan Derek y Haig.

— ¿¡Qué?! — Exclamó con aprensión

— Lo que oíste. Debes alimentarte de un donante humano y eso es todo.

— ¡Es increíble que no hayas prestado atención a nada de lo que dije! — Tenso y molesto, se dio la vuelta yendo al baño, abriendo la puerta del cuarto antes de cerrarla de un portazo.

Negando con la cabeza se dijo que esos caprichos de crío terminarían por hacerlo enloquecer. Fijando su vista al frente siguió arreglándose.

Mientras tanto, en el cuarto de baño, Lambo se metió dentro de la ducha dejando que el agua cayese sobre el limpiando las últimas y calientes horas con el mayor, al tiempo que despejaba un poco su cabeza. Estaba molesto de que Reborn no entendiera que él no quería alimentarse por miedo a dañar a un inocente, temor de que aquella hambre insaciable lo dominase llevándolo a cometer una tragedia.

— Cuando piensas te vuelves molesto. — La sedosa voz resonó en la habitación por sobre el ruido del agua.

— Creía que ibas a arreglarte. — Apartando su mirada algo incómodo se negó a observar a Reborn.

— Mi reunión es hasta las seis y media, tenemos más o menos hora y media. Quería averiguar que tanto puedo hacerte en ese lapso de tiempo. — Pronunció ronco, sacándose la toalla que cubría su cadera al momento en que entró a la ducha para proseguir a acorralar al menor contra uno de los rincones de la regadera.

Aun cuando su comportamiento dejaba mucho que desear, Lambo no hizo nada por protestar cuando el pelinegro lo tomó de la cadera para levantarlo de un hábil movimiento, obligándolo a que sus piernas rodeasen la cintura ajena para poder comenzar a sentirse mutuamente.

— Ahora te aconsejo cierres esa activa mente tuya y me dejes trabajar. — Ronroneó, apuntalando al chico contra la pared de azulejos dejando los juegos previos para entrar de un solo golpe en el estrecho interior del muchacho.

Soltando un jadeo ahogado se abrazó al cuerpo contrario, aferrando con sus manos la fuerte espalda del moreno que ya se encontraba dentro suyo bombeando sin pausa alguna. — Más fuerte. — Gimiendo aquello en una temblorosa súplica, ladeó su cuello para permitir que la boca de Reborn lamiese y probase su piel tanto como lo deseara en aquellos momentos. Después de todo, sus manos estaban muy entretenidas tocando el cuerpo de quien ahora lo poseía.

— Supongo que tú celo… hará que nos la pasemos en grande… por una larga temporada. — Dijo entrecortado, gruñendo mientras embestía con furia y violencia carnal.

— Solo fóllame. — Tajante y sollozando fue pronunciada aquel sucio ruego, ya que, ¿realmente a quién le interesaba cual "mal" pudiese sonar aquello?

Dispuesto y listo estaba, no había nada que lo fuera a detener de llevar a un abismo de goce total al menos, o al menos eso creyó el mayor antes de que la puerta de entrada de sonase. Entrecerrando la mirada el moreno apoyó ambas manos a los lados del rostro de Lambo, mientras el chico se abrazaba y acomodaba en su cuerpo para permitirle el acceso requerido, en el cual solo su cadera actuaba.

Otro golpe sonó.

Gimiendo, el joven miró suplicante al vampiro para pedirle con la enfebrecida mirada que no parase de clavarse dentro de él hasta que el furioso calor se hubiese detenido.

Siseando suavemente se dijo así mismo que ignoraría a quien estuviese tocando la bendita puerta, definitivamente lo haría…Maldiciendo, bajó sus brazos para volver a rodear con una mano el cuerpo del chico y con la otra poder cerrar las llaves del agua. — Calma. — Masculló soltando un ronco jadeo antes de abrazar el cuerpo contrario al suyo, sacándolos a ambos de la regadera sin detener los duros embates que daba dentro de aquellas fogosas paredes. Una vez fuera apoyó al chico sobre el lavabo, dejando que el cuerpo ajeno se aferrase con fuerza al suyo, antes de que gritase para responder al llamado inicial de la puerta principal que tanta molestia le estaba causando. — Más vale que sea importante Haig... o juro por Dios… que tú la pagarás. — Remarcando cara palabra con una nueva embestida, apretó con fuerza la blanca piel de la cintura del chico que en esos momentos estaba aferrado a él; gimiendo, jadeando, ronroneando y sollozando.

— Señor perdón la intromisión pero alguien busca al chico.

— Oh ¿enserio? ¿Y quién es el que lo busca? — Dijo entre duros jadeos, tomando el rostro del chico para trabar ambas miradas en una muda pregunta.

— No lo sé… — Gimoteó Lambo en un susurro roto por el placer que lo consumía como una marea de fuego desde dentro, obligándolo a echar hacía atrás su cabeza y morder su labio mientras mecía su cadera con lentitud. Intentando sentir aún más al mayor.

— Es la joven china de la última vez, pero ahora viene acompañada por un pelinegro idiota y agresivo, a la par de un peli-castaño. Dicen que quieren ver al humano, Amo.

Abriendo los ojos con sorpresa ante las palabras de Haig, Lambo se preguntó qué demonios hacían I-Pin, Hibari y Tsuna ahí. Él realmente no había contado con verlos en una larga temporada, y ahora, después de tres meses ellos aparecían justo cuando su sed estaba en la cima de explotar. No obstante no pudo pensar en otra cosa cuando Reborn empujó aún más fuerte dentro suyo, robándole un grito que pudo jurar había resonado no solo en la habitación sino en todo el piso.

— Lárgate y diles que ya bajara. — Bufando separó sus manos de la cintura del chico para apoyarlas en los laterales del espejo que había frente al lavabo, dejando que el menor se apoyara con ambas manos en el mueble de mármol, enredando sus piernas en su cintura. Apresándolo de forma perfecta.

— Sí Señor. —Tras decir eso la voz se fue alejando y por fin dejó de escucharse sonido alguno que no proviniese del cuarto de ambos amantes.

— Creo que tienes visitas. — Murmuró irónico, abriéndose paso dentro del oji-verde a empujón limpio, con su endurecido miembro.

— Deja de hablar, solo dame… más duro, lo necesito más dentro… — Abrazando con una de sus manos el cuello contrario rasguñó la fuerte piel sin medirse, a sabiendas de que no lo dañaría, solo aumentaría su placer y el propio.

— Más duro, más dentro, tómalo entero. — Exigió sin pudor alguno, penetrando con la fuerza de un semental el pequeño cuerpo el cual quería hacer arder en el fuego que destilaba cada poro de su piel. Aquel fuego que quemó el miembro ajeno una vez que su mano se apoderó de éste, comenzando una rítmica masturbación que en poco tiempo haría correrse al menor.

— ¡Reborn! — Gritando el nombre de su amante, se estremeció de forma brutal cuando la experta masturbación del otro lo había empujado directo al borde de la más violenta y deliciosa lujuria. Aquel orgasmo que siempre dejaba en blanco su mente cuando el mayor lo hacía suyo, dejándole una nueva marca a su ser entero.

Gruñendo, hincó sus colmillos en el hombro lechoso del chico para tatuar su huella una vez más, mientras sentía la exquisita pasión envolverlo hasta causarle una corrida de ensueño que libero su incansable libido una vez más. Haciendo descansar momentáneamente esa insaciable hambre de más que el menor despertaba en él, aquel apetito sexual y primitivo que fue saciado cuando su cálida esencia empapó el tentador culo del niño, bañando sus piernas también. — Rápido pero bien hecho, apuesto a que nadie trabaja como yo. — Susurró al oído del jadeante crío, lamiendo su cuello recogiendo un poco de la sangre que manchaba su yugular.

— Presumido, deja de alardear. — Dijo con voz temblorosa, comenzando a bajar del lavabo con ayuda del pelinegro.

— No alardeo, solo demuestro un hecho obvio. — Tomando dos trozos de papel, limpió con uno su cuerpo y el otro se lo tendió al menor.

— Brillante. — Murmuró limpiándose con las manos temblorosas por los nervios.

— ¿Puedo saber que te tiene actuando como un bebé aprendiendo a caminar? Claro, aparte de que te la metí sin descanso. — Preguntó con naturalidad.

— Que mi mejor amiga y mi jefe están haya abajo. — Contestó entre dientes.

— Sí sobre eso, te advierto que si alguno de ellos dice algo indebido o me hace cabrear, no me tentaré con nada. — La sequedad en su voz solo fue aplacada por la posesividad que demostró al momento en que su mano capturó el brazo de Lambo, atrayéndolo contra él. — ¿Comprendes?

— No planeo irme si eso es lo que te preocupa, y agradecería que no empezáramos de nuevo con lo de la última vez. — Levantando con orgullo su mentón, se dio la vuelta para encaminarse de regreso a la habitación dispuesto a vestirse.

— Esta vez nadie me traerá problemas. — Entrecerrando la mirada observó la airada partida del joven, enredando la toalla en su cintura para salir a darle alcance y arreglarse para recibir a las visitas.

Visitas que con gusto eliminaría del mapa.

Tsuna observaba todo a su alrededor, sorprendiéndose ante el dominio y poder que sentía en cada cuadro, mueble y objeto que decoraba la estancia y la misma casa. No conocía directamente al macho con el que se había ido Lambo pero seguía muy preocupado por el chico desde las últimas y desalentadoras noticias que I-Pin les había llevado. Sabía que esta gente era de cuidado, pero por el menor y por cualquier otro miembro de su familia enfrentaría a quién fuese con tal de proteger a quienes le importaban.

— En poco tiempo bajaran el Amo y el chico, es que… estaban ocupados. — Guardándose una sonrisa divertida, Sasha salió del cuarto junto con Audric, dejando en la estancia a los tres humanos junto con Haig y Derek.

Carraspeando un tanto incomodo ante las palabras de aquel hombre recordó los ruidos que habían alcanzado a oír provenientes de la parte alta de la casa, sonidos que ciertamente demostraba que el menor y el vampiro habían estado en definitiva muy ocupados. Aunque Tsuna no quería imaginarse al más pequeño con aquel hombre de aquella manera no le quedaba más que ceder y esperar pacientemente. Era eso o enloquecer y realmente prefería mantener su mente jodidamente cuerda por un poco más.

— Con que invitados ¿no es cierto?

Pegando un bote, el peli-castaño pudo observar como I-Pin volteaba en la misma dirección que él, viendo bajar de las escaleras a un hombre que fácilmente podría robarle el aliento a cualquier, no solo por el hecho de aquella belleza sobrenatural y tan masculina que poseía, sino también por el poder y fuerza que su porte marcaba a cada paso que daba. Diablos, hasta ese momento Tsuna nunca se había replanteado como sería realmente aquel hombre y ahora que lo tenía justo frente a él se daba cuenta que en verdad había algo peligroso y brutal en la aura que rodeaba al pelinegro. A aparte de la fría ironía y la seca sonrisa que plasmaban sus labios. — Un placer conocerlo yo soy…

— Sé quién es usted, no necesita presentarse. La pregunta correcta sería ¿qué hace aquí, tan lejos de su hogar y tan dentro de mi territorio? — Entrecerrando la mirada, el mayor se recargó en el barandal a media escalera, observando con escrutinio al hombre frente a él, pasando por alto a la humana y al que parecía ser compañero de esta.

Apretando sus labios en una fina línea, el Jefe Vongola alzó su mentón con el orgullo que le cedía su posición, algo de lo que nunca gustaba de alardear. Excepto en ocasiones como aquella. — Vine porque quiero saber cómo está Lambo, recibí noticias inquietantes de su amiga y al no tener noticias claras del chico decidí averiguar por mí mismo si él estaba bien.

— Bueno usted mismo podrá constatar del perfecto estado de salud del crío y después le pediré que se marche, tengo asuntos importantes que atender y no tengo tiempo para hacer el papel de anfitrión. — Señalando con su mano a una pequeña sombra que comenzó a descender por la parte oscura de la escalera hasta esclarecer su imagen, Reborn se preparó para cuando el infierno estallase al momento en que los otros se percatasen del nuevo aspecto del menor.

— Oh Dios, Lambo. — Ahogando un grito ahogado, I-Pin se cubrió los labios observando como Hibari se apresuraba a escudarla de la mirada de su amigo, viéndolo como una amenaza. Y no era para menos, la belleza sensual e inocente de Lambo se había vuelto casi igual de extravagante y cegadora que la del pelinegro. Además, había algo peligroso y depredador en la forma en que su mejor amigo andaba, con la gracia de un felino y los ojos… coloreados de un profundo rojo.

— ¿Qué fue lo que le hizo? — Conteniendo el aliento, Tsuna se dio la vuelta para encarar a Reborn, observándolo con frialdad.

— Salvarle la vida y no espero sus buenos deseos y su agradecimiento. — Respondió con sequedad.

— ¿¡Acaso bromea?! Usted… usted lo convirtió en, en… — Sin saber cómo terminar la frase, el peli-castaño se preguntó si no estaba próximo a sufrir un ataque. Verdaderamente se sentía al borde del estallo mental.

Lambo observó a todos con cierto recelo, conociéndolos pero precavido ante como actuar. No obstante al momento en que Tsuna lo miró de aquella forma como si fuese un animal, —igual a como lo veían Hibari e I-pin en ese momento— el instinto del chico se puso alerta, haciendo que su encantador par de colmillos saliese libre, mientras sus labios se retraían para mostrarlos a la concurrencia de forma amenazante.

— ¡Es un demente, ¿qué demonios le hizo?! — Tragando saliva, el Jefe Vongola dio unos pasos dispuesto a subir para ir a constatar el estado de Lambo.

— Si yo fuese usted no haría eso, a los recién nacidos no les gusta que los acorralen y los miren como su bello grupo lo acaba de hacer. En lo personal a mí tampoco me ha agradado la forma en que se han expresado de mí y de él. — Señalando al agazapado pequeño, Reborn miró con seriedad a todos los presentes, comenzando a subir nuevamente los escalones para colocarse junto al niño. No le importaba mucho que Lambo decidiese darle alguna mordida a aquellos humanos pero presentía que el chico no estaría muy contento después de hacer tal hazaña. — Ya está bien, retrae esos colmillos, no es de buena educación. — Tomando del brazo al más pequeño le levantó al rostro para observarlo fijamente como antes, concentrando su poder y fuerza para hacer que el animal agazapado que yacía oculto dentro del oji-verde retrocediese.

Perdiéndose en aquella dorada mirada, sintió lentamente retroceder a aquel instinto de ataque y nerviosismo, aquel que siempre se inclinaba frente al mayor. Recordando que Tsuna y los otros eran amigos, el niño se sintió avergonzado por su forma de actuar, agachando la cabeza y abrazando por impulsó la manga del saco de Reborn, yendo a medio ocultarse tras él.

Un tanto sorprendido por aquel gesto de confianza y seguridad que el joven le brindaba, el moreno logró ocultar su sorpresa bajo una capa de tranquila serenidad, antes de escudar con su cuerpo el del pequeño. No entendía de donde provenían aquellos instintos de protección que tenía con el niño, bien quizás si lo hacía, pero no se pondría a develarlos en ese momento. — Como ya vieron el niño está perfectamente bien así que les sugiero se marchen. Tentar a mi paciencia no es buena idea, así que lo mejor es que regresen a su hogar y nos dejen en paz a ambos.

— ¡No me pienso ir de aquí después de ver lo que le hizo! ¡El que usted le haya hecho esto a Lambo es una aberración antinatural! — Exclamó fuera de sí.

Una parte de Lambo se encogió al oír el claro rechazo en voz de Tsuna, pero antes siquiera de que pudiese decir o pensar algo más, sintió como Reborn se separaba de él para aparecer al lado de Tsuna en un instante, rodeando el cuello del peli-castaño con una mano. — ¡Ya basta, detente por favor!

— Escúchame bien humano tonto, no pienso permitirte que ofendas a mi gente en mi propio terreno, si no te largas ahora juro que te romperé el cuello. — Siseó reforzando el agarre que tenía sobre el cuello del hombre.

— Eso está por verse. — Avanzando hacia el frente, Hibari se preparó para defender al inútil de su "jefe".

— Si yo fuese tú retrocedería, no me gustaría dañar a esta joven. — Murmurando con voz fría, Derek abrazó el cuerpo de I-Pin desde atrás, llamando la atención de Hibari quien estaba listo para matar a esa sucia sanguijuela.

— Quítame las manos de encima. — Murmuró con calma la joven china, rozando con una cuchilla el fuerte torso del vampiro que la sostenía.

— Es patético que creas que podrás hacerme algo más que un rasguño con eso. — Sonriendo con perversidad, Derek apretó el agarre sobre la cintura de la humana, robándole un poco el aliento.

— ¿Quieres probar? — Respondió de forma fría.

— ¡Ya es suficiente, Reborn déjalo! — Materializándose al lado del mayor, Lambo agarró con su manos el brazo ajeno, tirando de éste en un intento por que soltase a Tsuna.

— No tengo porque aguantar las ofensas de éste sucio mortal. Es mi casa, mi territorio y yo aquí mando. — Con calma siguió aferrando el cuello del aparentemente tranquilo humano.

— ¡Por favor detente! — Colocándose frente al pelinegro lo observó con fijeza, rogándole a través de sus claros y sinceros ojos que cediese ante esa locura.

Apretando sus labios en una tensa línea, Reborn soltó con brusquedad al peli-castaño, tomando con su mano la barbilla de Lambo, observándolo, embriagándose en aquella mirada tan luminosa. — Los quiero fuera. — Pronunció con su sedosa voz, llevando su mano al brazo del chico para guiarlo de regreso al cuarto. Sin embargo antes de que pudiese dar un paso más, la mano del antiguo Jefe de Lambo, salió para capturar el brazo del chico.

Poniéndose mortalmente tieso, el joven olfateó el aire que llegaba a él, causando que su cuerpo se pusiera alerta buscando la posible fuente de alimento. Volteando rápidamente su rostro, centró su enrojecida y febril mirada en Tsuna, sintiendo como sus colmillos salían libres dentro de su boca, preparándose para el alimento que pronto probaría.

— Diablos. — Con una calurosa maldición, Derek le lanzó de regreso su mujer Hibari, apresurándose a ir por el hombre llamado Tsuna, sabiendo que si no lo alejaba del chico, esté lo haría su festín del día.

— ¿Pero qué demo…? — Sin poder terminar la frase, el Jefe Vongola fue apartado de un brusco jalón al momento en que Lambo retraía sus labios y se lanzaba al frente gruñendo y siseando. Mirándolo con un necesidad irracional en los ojos.

— Haig, saca a los humanos de aquí mientras Derek va a buscar a Sasha y Audric. — Con un rápido y ágil movimiento sostuvo de la cintura al chico, apresándolo desde detrás para que no se lanzara a por el cuello del peli-castaño. Estaba casi seguro que el estrés ocasionado por los últimos acontecimientos, sumado a aquella hambre y la falta de alimentación requerida que los recién convertidos necesitaban, habían guiado al niño a perder completamente el control. — Diles que consigan un donante, y rápido, lo contendré y alimentaré mientras tanto. — Tranquilamente e ignorando las violentas luchas y los chillidos que el joven soltaba, Reborn comenzó a avanzar de regreso al cuarto con el niño a cuestas, sabiendo que era necesario alimentar esa misma noche al chico. No se podía posponer por más tiempo.

— ¡Espera, ¿a dónde te lo llevas?! ¿¡Qué le ocurre?! — Colocándose tambaleante al lado de I-Pin y Hibari, Tsuna observó asustado las furiosas y violentas luchas que el menor hacía por liberarse, deseando ir con ellos. Corrección, deseando ir a morderlos.

— ¿No es obvio? Tiene hambre, y voy a alimentarlo. — Pronunció con naturalidad, esquivando con facilidad las patadas y golpes que el muchacho repartía a diestra y siniestra. — La visita terminó. — Tajante y conciso como siempre, fue al hablar, subiendo las escaleras con el joven aprisionado entre sus fuertes brazos.

Un ominosos silencio se hizo en toda la habitación, solo cortado por los constantes gruñidos, chillidos y siseos que soltaba Lambo antes de que cesasen por fin. Después de aquello, la tensión siguió presentes hasta que Audric entro junto con Sasha.

— Si no pueden aceptarlo como es ahora lo mejor es que ya no lo busquen, porque esto no es algo que se pueda cambiar. Esta es ahora su naturaleza, lo que es el niño, y si no pueden verlo como tal, no vuelvan a buscarlo. — La ira apenas contenida sonó como un látigo para I-Pin y Tsuna, quienes se vieron unos instantes antes de suspirar con pesar.

— Ahora largo, el Amo ya está lo suficientemente cabreado como para que el coraje contra ustedes le dure unos diez años, no busquen más razones para avivar la ira del Maestro. — Andando a la salida, Sasha les abrió la gran puerta a toda la concurrencia para que se fuesen.

Caminando hacia la puerta de entrada, Tsuna observó unos instantes hacía arriba, deseando con fuerza que Lambo estuviese bien, entendiendo que a pesar de todo tanto él como los otros seguirían queriendo al pequeño y revoltoso crío. Saliendo a la fría noche, miró nuevamente hacia arriba, antes de avanzar junto con I-Pin y Hibari a la limusina que los esperaba para escoltarlos de regreso al hotel.

Lejos del niño que tanto querían.

Recostando al desatado chico, Reborn suspiró maldiciendo entre dientes mientras se sentaba junto al muchacho deteniendo sus constantes pataleos y golpes. — Debes detenerte, tienes hambre por eso te dije que no era bueno posponer la alimentación al ser tan joven como tú. Te daré de beber, solo estate quieto en lo que el donante viene. — Deteniendo con una de sus manos las dos muñecas del chico, lo sujetó contra la cama, agachándose para quedar a pocos centímetros de su rostro. — Dije que basta. — Aferrando con mayor fuerza ambas manos, respiró de forma tranquila, sintiendo como poco a poco el cuerpo bajo él se iba relajando y dejaba de pelear. — Mucho mejor. — Murmuró soltando poco a poco las manos de Lambo, antes de incorporarse nuevamente para comenzar a desabotonar el cuello de su camisa, descubriendo la tersa piel. — Beberás de mí en lo que el donante llega, cuando Sasha y Audric lo traigan te enseñaré a alimentarte de forma correcta sin desgarrar ninguna arteria. — Tras decir aquello, ayudó a que el chico se incorporara acercando sus labios a su cuello, sosteniendo el rostro de este contra el hueco que había en su hombro para regalarle un mejor acceso a la hora de morderlo. — Ahora bebe. — Ordenó de forma calmada, achicando la mirada cuando los colmillos perforaron su cuello comenzando una fuerte succión que hubiese hecho que cualquier otro vampiro o humano se sintiera débil y adolorido. Ese no era su caso, además la mordida más que incomodarlo lo dejaba sumido en sus pensamientos que corrían alrededor del más pequeño, envolviéndolo con ideas que estaban casi asimiladas. Al primer momento de ver al niño supo que sería suyo, aun cuando se negaba a admitir que el deseo no era lo único que lo movía con aquel crío. Sabía perfectamente que aquel instinto de posesión demostraba que ese muchacho solo podría ser de él y nadie más, solo él tendría derecho alguno sobre el menor y nada ni nadie podría cambiar eso. Si lo intentaban el camino que seguirían sería al de una muerte lenta y segura.

Sin dejar de beber, Lambo se acomodó en brazos del mayor sorbiendo con ahínque el caliente líquido que por aquellos momentos lo mantenía estable, evitando que decidiese salir a desangrar a cualquier inocente. Pero se sentía mal, culpable por haber actuado de aquello forma frente a Tsuna, Hibari e I-Pin, enseñándoles una cara que el mismo temía revelar o aceptar. Su lado animal que solo se controlaba cuando estaba al lado de Reborn, siguiendo una orden de obediencia que solo con el moreno sentía. Había más que respeto, y eso era amor, pero siempre procuraba mantenerse sigiloso a la hora de demostrarle sentimiento alguno al pelinegro, aun cuando sus intentos fuesen tan patéticos.

— Ya es suficiente. — Apartando al chico, no pudo evitar plantar una burlona sonrisa en su rostro al mirar la renuencia con el niño dejaba de morderlo, antes de apartarse y lamer sus labios. — Recuéstate en poco llegara el donante. — Empujando al niño sobre la amplia y reconfortante superficie, comenzó a abotonar su camisa volviendo a cubrir su cuello.

— No quiero hacerlo… temó lastimar a esa persona. — Encogiéndose sobre las mantas de cama, se dio la vuelta dándole la espalda al mayor.

— Ya te dije que te enseñaré a alimentarte para que no dañes al humano. Y aunque no quieras deberás hacerlo a menos que quieras arriesgarte de nuevo a lastimar a un "inocente" como les dices. — Resoplando le dio la vuelta al chico, haciendo que quedase recostado pero viéndolo.

— Eso no me quieta la preocupación. — Farfulló.

— Deja de actuar de esa manera tan necia y date cuenta que debes hacerlo. La sangre es un alimento vital, es vida para nosotros y no podemos darnos el lujo de rechazarla sin perder el control. ¿Lo entiendes? — Preguntó levantando la barbilla del oji-verde.

— Sí. — Después de unos instantes respondió soltando un suspiro.

— Bien, ahora quédate quieto, callado y obedece. En poco tiempo vendrá el donante. —Soltando al chico, se recostó viendo al techo con las manos colocadas detrás de la cabeza.

— Creía que tenías una cita. — Habló tímidamente.

— Nada que no se pueda posponer, toda esa bola de inútiles inservibles me deben tanto que si los mando al demonio ellos irán andando como pequeños y obedientes perros falderos.

— Me sorprende en que gran posición tienes a tus socios. — Dijo con algo de renovada diversión.

— No es menos de lo que merecen. — Soltando un bufido estiró su mano para sacar un cigarro del cajón de su bureo, encendiéndolo y llevándoselo a los labios.

— Imagine que dirías algo así. — Respondió dejando ir un suspiro, antes de acercarse con cierta inseguridad al costado del pelinegro, envolviendo el fuerte torso con sus brazos.

— Sorpresa, sorpresa. — Con su normal ironía, observó de reojo a Lambo, no aponiéndose a que lo abrazara, pero negándose a corresponder al gesto. Para él esa clase de emotividades no existían, solo los hechos valían y nada más.

— Estoy cansado.

— Duerme cuando llegue el servidor te despertaré.

— Bien. —Cerrando sus ojos se quedó recostado contra el costado de Reborn, dejándose llevar por el cansancio, sabiendo que quizás las cosas no irían tan mal mientras el pelinegro estuviese presente.

— No cambiaste tanto, después de todo. No eres diferente a como solías ser como humano. — Murmuró agachando un poco so rostro para observar al dormido chico, sintiendo nuevamente ese compromiso casi de cuidado que tenía con el niño. Ese crío parecía que seguiría siendo un niño necesitado de cuidados. — En definitiva, estoy cuidando de un mocoso. — Pintando una divertida sonrisa en su boca, contuvo la risa que quería dejar ir al momento en que su muslo rozó el medio erecto miembro de Lambo. — Pero un niño muy precoz. — Negando con la cabeza cerró sus ojos dejando que su mente se desconectara temporalmente de su cuerpo sin dejar de estar alerta a cualquier cosa que sucediese. Y así mientras su mente vagaba en un mar de ideas y cavilaciones, él se dijo que ese niño sería su prioridad junto con la de su misma y condenada vida, cuidaría de ambos y daría muerte a aquel que dañase lo suyo. Mío. — Con esa única palabra rondando libre y sin seguro por su mente, el pelinegro sonrió para sus adentros de forma tan perversa y cruel que el mismo demonio hubiese huido aterrado.

— Amo, traemos al servidor. — La voz de Sasha se hizo escuchar desde la entrada.

Abriendo los ojos lentamente, el vampiro se dio cuenta que habían pasado casi dos horas desde que Lambo se había dormido y él había ido a tener sus increíbles conversaciones con su yo interno. Incorporándose se dio la vuelta, despertando al chico. — Ya están aquí, date prisa. — Volviendo a tomar el cigarro que había dejado en el cenicero sobre la mesa de noche, le dio una gran calada, soltando el humo antes de ponerse en pie para ir a abrir la puerta a Audric y Sasha.

Tallando sus ojos suspiró resignado, incorporándose igual que Reborn para seguirlo al pequeño salón de estar que poseía la gran habitación del hombre. Una vez que llegó, observó a al pelinegro junto a Sasha, Audric y un muchacho que aparentaba dieciocho años, el cual estaba sentado en uno de los asientos de estar donde el moreno también se había acomodado. En definitiva esa sería una larga noche.

— Nos retiramos. — Inclinándose ante su Amo, Sasha se dio la vuelta saliendo con Audric detrás de él.

— Bien, ahora dime tú nombre humano. — Preguntó con tranquilidad el mayor.

— Mi nombre es Rick.

— Bueno, tú deber será alimentar al crío de por haya. — Con uno de sus dedos señaló a Lambo, el cual se hallaba lo suficientemente incomodo como para causar que su diversión aumentase el doble. Sin embargo, la diversión le murió de súbito al observar la mirada que el humano le lanzaba por entre sus parpados al oji-verde. Diablos definitivamente no. Conteniendo el gruñido que vibraba en su pecho con deseos de ser liberado, el pelinegro apretó sus labios en una seca línea, poniéndose en pie antes de acercarse lentamente a donde el humano estaba sentado, levantándolo de un tirón. — Solo lo diré una vez y espero ser lo suficientemente claro; quiero tus manos fuera del trato y si acaso presiento que tú amigo de haya abajo comienza a formular ideas equivocadas en su mente acerca del mocos de por haya, te castraré con mis manos desnudas. — Tan simple y natural como si estuviese hablando del clima, el moreno se regodeó al sentir como Rick se tensaba, malditamente cerca de mojar sus pantalones después de escuchar su dulce advertencia. — Ahora asiente si entendiste. — Exigió sin apartar su oscura y fría mirada del humano.

— S-sí. — Apresurándose a asentir, sintió como su erección moría súbitamente.

— Perfecto. — Soltando el hombro del humano, de dio la vuelta y le hizo una señal al sorprendido y silencioso niño para que se acercase.

Moviendo su cabeza para despejar su mente se acercó lentamente al sofá del sillón, sentándose donde Reborn le había indicado.

— Primero verás cómo lo hago yo y después lo morderás tú. — Sentándose al lado de Rick, tomó su cuello sin delicadeza alguna, dejando en libertad sus colmillos mientras ladeaba el rostro del donante para permitirle una mejor vista al niño. — Procura relajar primero la zona que vas a morder, sintiendo que el pulso aun cuando lata de forma veloz no ponga en riesgo ninguna arteria vital. Tienes que palpar al principio con el pulgar. — Tocando con suavidad la yugular del humano, en todo momento mantuvo su vista sobre Lambo, relajando el cuello de la presa para poder demostrarle al menor como debía actuar. — Después de algunos siglos de práctica esta preparación no es necesaria porque por instinto sabrás como y donde morder, pero ahora lo haremos así. — Acercando su boca al cuello de Rick, observó que el deseo carnal despertaba en el cuerpo contrario al estar de aquella forma con un vampiro. No era diferente, siempre ocurría lo mismo cuando un Señor se alimentaba, ya que el acto en sí era demasiado íntimo. Sin querer posponer aquello por más tiempo, llevó sus colmillos al cuello del chico, encajándolos mientras seguía observando con fijeza a Lambo. Deseando de cierta forma tener en sus labios el cuello del oji-verde.

Tragando saliva con nerviosismo y cierta excitación deportando en él, siguió observando lo que hacía el moreno, sabiendo que por fin podría alimentarse como su cuerpo le exigía. Pero demonios si no estaba caliente ante aquella escena, deseando lanzar al humano fuera y tomar su lugar él mismo. Acercándose un poco más, se removió intentando acomodar la erección que crecía en sus pantalones y que a cada instinto que pasaba se hacía igual de molesta que su sed.

Separándose lentamente del adormecido joven, lamió sus labios quitando las pequeñas gotas que escurrieron, antes de que pasara a brazos de Lambo el cuerpo de Rick. — Ahora es tú turno. — Poniéndose de pie avanzó hasta colocarse detrás del niño, pasando sus brazos por su cintura para señalar con su dedo la parte de que debía sentir en el cuello del humano. — ¿Percibes como late su pulso? En donde los latidos sean más rápido será donde debes morder, porque allí es donde la sangre fluye rápido… caliente… — Murmuró contra el oído ajeno, acariciando con toda intención el muslo y costado del muchacho. — Siente con tú dedo la vena que late desbocada, y cuando te inclines a morderlo no hagas mucha presión, tus propios colmillos perforaran la piel sin necesidad de que demasiados esfuerzos. Vamos. Hazlo. — Ordenó de forma ronca, llevando su propia boca para olisquear y lamer un poco el cuello de Lambo.

Tragando saliva supo con claridad que después de comer él y el moreno estarían ocupados por un buen rato, y en verdad que esperaba que fuese por un muy largo tiempo, porque su bendita entrepierna estaba tan dispuesta que dolía. — De acuerdo. — Susurró en respuesta, sintiendo como sus colmillos se desplegaban por si solos al momento en que su boca estuvo a pocos centímetro de la yugular del humano. Después de eso, no esperó por más tiempo, sus colmillos se clavaron en el cuello contrario de forma rápida y sin hacer demasiado esfuerzo como le había dicho Reborn.

Rodeando con sus brazos la cintura del menor, siguió lamiendo y acariciando el cuello de éste mientras se alimentaba, presionando su propia erección contra cubiertas nalgas del oji-verde, empujando de forma tortuosa su falo; tentando, provocando. — Eso es, bebe más. Hasta saciarte. — Subiendo su mano por el muslo y torso de Lambo, siguió observando aquella alimentación, ignorando la clara y más que obvia excitación que presentaba el humano por aquella situación. Mío, no tuyo. Mío. Entrecerrando su mirada siguió tocando al niño para mantenerse tranquilo y no lanzarse a desgarrar el cuello del tal Rick. Infiernos si esto sucedía cada alimentación que requiriese el chico, Reborn terminaría follándoselo para evitar lanzarse y asesinar a todos los condenados servidores que llevasen para el crío. Demonios, terminaría siendo un voyeur contra todo pronóstico. — Es suficiente. — Meciéndose su cadera con mayor insistencia contra el pequeño y provocador culo de Lambo, para llamar su atención, se relajó y calentó aún más al ver como el chico alejaba su boca del cuello del humano, lamiendo la herida para cerrarla como él lo había hecho. Mío, mío, mío. La palabra resonaba en su mente como una granada sin seguro, provocada por la vista de aquella rozada lengua lamiendo otra piel que no era la suya. Lo voy a follar hasta hacerlo perder la voz por completo. Con ese tranquilizador pensamiento, el vampiro terminó de separar al satisfecho niño del humano, recostándolo contra el sofá de un ágil movimiento; colocándose sobe él. — Fuera. — Gruñó relamiéndose con ansía.

Antes de que Rick pudiese protestar o decir algo por el calor que literalmente le había dejado en blanco la cabeza, la puerta del cuarto se abrió dejando paso a los dos vampiros que lo habían llevado ahí; el rubio y el pelirrojo. — Pero… — Comenzó a suplicar.

— Sáquenlo de aquí antes de que le arranque la garganta. — Siseando exasperado, el pelinegro desgarró la camisa del niño que se encontraba bajo él, centrando su vista solo en él, malditamente tenado a ignorar a todos y clavarse dentro de su interior sin ninguna consideración. Al demonio, definitivamente la alimentación de Lambo llevaría a una cogida extra entre ellos, y en verdad que no podía quejarse. Ronroneando complacido al sentir las manos del chico envolver su espalda queriendo atraerlo, supo que el crío sería lo único que se interpondría entre la vida de los donantes que llevasen y él. Él y su libido.

— Vamos, te llevaremos al club para que atiendas a otro Maestro. — Jalando del brazo a Rick, Audric lo sacó del cuarto. Sabiendo que en cuanto la puerta se cerrara, Reborn no le daría tregua alguna al menor.

Esa noche harían mucho escándalo.

Había pasado una semana y Tsuna por fin se sentía tranquilo después de leer la carta que Lambo le había enviado. Sentándose frente a su escritorio de vuelta en Namimori, el peli-castaño sonrió divertido, sonrojado y relajado al releer las palabras de su chico.

Querido Tsuna:

Sé que es difícil entender lo que ahora soy y quizás te cueste trabajo hacerte a la idea, pero quiero que sepas que sin importar que haya ocurrido o que cambios haya sufrido, mi lealtad sigue intacta con los Vongola. Sé que quizás quieras que vaya a visitarlos, pero será muy complicado considerando lo de la última vez, —sep mi pequeño par de colmillos no tendrán muy cómodos a todos, uh… además aun no aprendo a manejar mi apetito— de lo cual por cierto estoy muy apenado y pido disculpas. Estoy bien, feliz, satisfecho y seguro al lado de Reborn, el maldito tiene el mismo carácter encantador y efusivo de siempre, pero al menos puedo asegurarte que sé que aquí es donde pertenezco y francamente no me gustaría alejarme nuevamente. No obstante si alguna vez tú, o la familia me necesita no dudes en venir a buscarme ya que siempre sin importar que me mantendré en contacto con ustedes y los apoyaré en lo que sea necesario. Por ahora me despido ya que bueno estoy… emm… ocupado. Sí bueno debo irme antes de que Reborn decida mandar este mensaje al bote de basura.

Muchos saludos y buenos deseos a todos: Lambo.

Negando con la cabeza, el Jefe apresuró el contenido de su vaso, guardando la tranquilizadora y divertida carta del joven chico dentro de su escritorio. — Creo que un nuevo comienzo esta por empezar y presiento que no será tan malo después de todo. — Sonriendo con su alegría y amabilidad de siempre, observó el despejado cielo nocturno, entendiendo y asimilando que sin importar que, Lambo siempre tendría un lugar con Vongola. Vampiros o no este nuevo comienzo deparaba muchos misterios y aventuras para todos, en especial para el oji-verde.

Sobre todo para él.