KARASO
(cuervo)

Oscurece lentamente en el cementerio, mientras la noche cubre con su paño negro las tumbas de los olvidados, mientras un hombre solitario camina hacia donde están aquéllas que hace poco se cerraron.
No, han pasado ya 15 años, pero el dolor y la culpa lo hieren como el primer día. No parece un hombre viejo, tendra a lo mucho 45 años; pero se ve en sus ojos la eternidad del sufrimiento, el peso de los años que aún no vive. De todas maneras eso no importa, aún cuando viviera por siempre nunca expiará su culpa ni siquiera la horrible muerte hacia la que avanza con pies de plomo, logrará que lave su pecado.
Prometió que se perdonaría por la sangre que derramó su espada, por su pasado como hitokiri y lo hizo. Se perdonó así mismo por las acciones del asesino...pero eso no se compara con lo que hizo el vagabundo. Matando a sus enemigos fue perfecto, pero no había podido salvar a sus amigos, todos murieron y fue su culpa.
Aún podía ver con claridad sus cuerpos bañados en sangre. Seguramente ella trató de proteger al niño pero no pudo y sus cuerpos fueron acuchillados con saña una y otra vez. Verlo le heló el corazón, deseaba haber muerto en ese instante pero ella murmuró su nombre: Kenshin...Cayó de rodillas, tomó su mano, acarició su cabello y le dió un beso: el primero, el único, el último.
En el borde de la muerte él cumplió la promesa que ella le exigió, se perdono su pasado por Kaoru. pero al exhalar su último suspiro ella no imaginó que eso atormentaría a Battusai más profundamente que el recuerdo del destajador. Unos segundos, sólo segundos fueron la diferencia entre su paz y esa vida de agonía que ahora arrastra. Kaoru, Yahiko, Megumi...si él hubiera estado ahí para protegerlos aún podría ver sus sonrisas...Ayame y Suzume, con un sollozo contenido aún se pregunta: por qué? por qué ellas tan pequeñas e inocentes? por qué? Sus muertes fueron las más desgarradoras...y Sano... su muerte fue sin duda la más cruel. Había tratado de protegerlos, dió su vida por ellos, hizo lo que Kenshin no pudo. Sanosuke agonizante se interpuso una y otra vez entre el asesino y sus amigos heridos, sus amigos muertos. Kenshin lo había visto, había entrado y el tiempo se detuvo ante su horror, Sanosuke volteó a verlo y una chispa de esperanza brilló en sus ojos...pero Himura no se movió, se quedó de pie viendo a sus amigos muertos; se quedó de pie viendo como una última cuchillada acababa con la vida del último miembro de la tropa Sekijo.
Un titubeo, una pausa durante el camino, un error...si él los hubiera protegido como se supone que lo haría seguirían con vida, para empezar si él no se hubiera cruzado en sus caminos ellos no habrían estado en peligro, no hubieran necesitado ser salvados ni una vez.
Viéndolo me doy cuenta de que el dolor es cruel, pero la culpa lo es más: borra cualquier dulce recuerdo y lo remplaza con hiel. Algún día el dolor no será tan grande; pero la culpa crecerá aún más, año con año en cada aniversario de muerte, él volverá a esos sepulcros a depositar sus flores y regarlas con sus lágrimas y su sangre.
Y ellos lo saben, año con año regresan también atados a ese lugar por la locura del hombre: espectros sin nombre, que se reflejan en mis ojos negros y que él no puede ver.
Voltea a verme y me maldice. No sabe las únicas almas que se pueden robar son las de los vivos, aquéllas que tienen dueño y que él hace mucho que perdió la suya.
Grazno y extiendo mis alas negras, internándome en la noche tan oscura como mis plumas, tan negra como un cuervo...