El lago estaba tranquilo, excesivamente tranquilo para su gusto. Desde hacía un par de meses Dean prefería los lugares bulliciosos, allí donde no fuera capaz de escuchar sus propios pensamientos. Pero aquel día, necesitaba estar a solas consigo mismo, con el dolor, su propia pena, con el sentimiento de culpa que le desgarraba por dentro.

Dejó en el suelo la bolsa que colgaba sobre su hombro y se sentó en el borde del embarcadero, con la mirada puesta en el frente, en la nada. El agua se movió por el aire y Dean se estremeció al notarlo sobre su rostro, un aire frío, que se llevó las lágrimas que caían por sus mejillas.

Se quitó la ropa, se levantó y tras unos segundos pensando, se lanzó al lago. El agua dejó paso a su cuerpo y pronto lo cubrió por completo. El mundo desapareció a su alrededor, todo se volvió negro y el silencio lo gobernó todo. Abrió los ojos, no había nada, tan sólo oscuridad, paz y tranquilidad.

Dean era un buen nadador, podía aguantar mucho rato bajo el agua, pero lo que él se estaba planteando en ese momento era dejar de contener la respiración y simplemente dejarse llevar.

Se dio la vuelta al notar que alguien le espiaba desde atrás. Sus movimientos fueron lentos por culpa de la resistencia del agua, pero allí lo vio, fijo en el agua, un fantasma que volvía desde el pasado.

Dean abrió la boca para llamarle, pero el agua entró hasta el fondo de su garganta. Quería toser, pero no quería dejar de mirar aquella visión que le acompañaba en el fondo del agua.

Sam señaló hacia arriba con un dedo, hacia la superficie del lago. No deseaba ver morir allí a Dean, todavía tenía mucho que hacer, antes de encontrarse con él en el otro lado. Sonrió a Dean y alargó la mano hacia él.

"Toma mi mano y salgamos de aquí."

Dean lo escuchó en su cabeza, pero de alguna manera sabía que se trataba de una voz completamente real. Su cuerpo buceó hacia Sam, pero al llegar a él, el cazador había desaparecido. Dean dio la vuelta mientras notaba que los pulmones le ardían, pronto ya no habría más aire que retener.

"No te dejes morir, hazlo por Matt."

Por fin, salió del agua, todo estaba tranquilo, exactamente igual que cuando se había zambullido en las profundidades del lago. Nadó hasta el muelle otra vez, subió arriba y se tumbó en el suelo. El frío ya no parecía gran cosa, ni siquiera cuando el aire daba contra su piel desnuda y mojada.

Había perdido la cuenta del número de veces que había intentado o al menos pensado, en suicidarse. Nunca lo conseguía o más bien nunca se atrevía a terminarlo, pues un único pensamiento, aparecía siempre en su mente, en el último momento.

"Matt."

El pequeño estaba en casa de Bobby, allí lo había dejado Dean hacía un par de días ya. Para el niño, Bobby era lo más parecido que tendría nunca a un abuelo y el veterano cazador estaba encantado de poder sentirse así, como el abuelo del niño.

Dean necesitaba estar un tiempo solo, algo que le pasaba todos los meses en los días que rodeaban el fatídico diez de cada mes. No podía soportar la idea de ver de nuevo es fecha y tener que volver a recordar el día en que había perdido al amor de su vida. Pero mucho menos podía hacerle pasar por algo así a Matt.

Castiel hacía tiempo que no estaba disponible y por más que había intentado dar con él, al final Dean había terminado desistiendo de la idea de que su amigo le ayudara o que al menos le reconfortara.

Por eso, ahora Dean estaba solo con su desesperación, llorando en la orilla de aquel lago, donde habían pasado las mejores vacaciones familiares de toda su vida, Sam, Matt y él, una familia de verdad, unos padres que querían a su hijo. Al menos allí escuchaba, aunque no fuera más que por unos breves instantes, la risa de Matt, aquella que había perdido hacía tres meses y la voz alegre de su hermano, mientras le abrazaba por detrás y le tiraba a la hierba, jugando con él, besándole y diciéndole que siempre estarían juntos.

Un momento más tarde, ese bienestar tan efímero desaparecía y el lugar no era más que un cementerio de recuerdos que nunca volverían a ser realidad.

Pero tenía que ganar fuerzas, porque ir hasta el cementerio a colocar las flores, como todos los meses no era nada fácil. A veces sentía que sus piernas no le respondían y la respiración se le cortaba, otras en cambio la pena no le dejaba levantarse de la cama y otras era el alcohol el que le retenía en la cama.

Aquel día iba a ser fuerte y así se lo dijo la voz de Sam en el viento.

"Hazlo por Matt. Hazlo por mi."

- o -

CAPITULO 01

"¿Vas a venir esta noche a casa a cenar?"

"Aún no he dado con esta cosa Sammy, pero te prometo que llegaré antes de que te duermas."

Sam suspiró, había escuchado tantas veces aquella respuesta que sabía perfectamente lo que iba a ocurrir, cenaría con Matt, el niño le preguntaría por su padre y él pondría alguna excusa y a altas horas de la madrugada, escucharía el ruido de la llave al abrir la puerta. Con un poco de suerte, aquella noche, Dean llegaría de una sola pieza.

"Matt te echa mucho de menos." Sam intentó no sonar demasiado derrotado, pero estaba hecho polvo. "Y yo también. ¿Cuándo vas a impedir que la caza te domine? Tienes una familia, un hijo que echa de menos a su padre y al que casi no ha visto en tres días. Dean, te necesitamos, no se por qué estás haciendo esto, pero sabes que puedes contármelo."

"Lo se, pero… una hora más y estoy en casa."

"Promételo."

"Sammy…"

"Dean, promételo, sino quieres por mi, al menos promételo por Matt."

Ahora fue Dean el que suspiró.

"Muy bien, tu ganas, prometo terminar en menos de una hora y volver a casa con vosotros."

Sam colgó el teléfono, sin rechistar, aun cuando sabía que Dean no iba a cumplir esa promesa; tal vez fuera por una llamada de socorro o por su propio instinto, pero Dean llegaría tarde a casa.

Se levantó y fue hasta el cuarto de Matt, donde el niño estaba haciendo los deberes. Le acarició la cabeza y le dio un beso; miró por encima de él, en lo que estaba trabajando, con tanta dedicación.

"¿Qué tal los problemas?"

"Bien, me gustan las mates, son muy fáciles."

Sam se sentó en la mesa.

"A mi también me gustaban, en cuanto a Dean, a tu padre le iban más lo deportes que estar estudiando en casa tantas horas."

Matt levantó la cabeza y sonrió. Pese a no ser hijo biológicamente suyo, vio en los gesto del niño, la media sonrisa pícara de Dean y la forma de mirarle tan directa, como si pudiera atravesarle. Tantos años con ellos habían hecho que el niño fuera igual que su padre, exactamente igual que Dean.

No se podía creer como habían cambiado las cosas tanto en los últimos años, observó a su alrededor, a su casa, el hogar que Dean y él habían comprando hacía ya cinco años. Se habían instalado allí en el momento en el que Matt entró en sus vidas.

Sam sabía muy bien que su hermano había tenido que sacrificar demasiadas cosas a la hora de comenzar aquella nueva vida y no se sentía a gusto consigo mismo. En ocasiones, Sam se preguntaba si su hermano le odiaba por haberle hecho cambiar y si noches como aquella en las que Dean pasaba horas y más horas cazando, era para recordarse la parte más importante de su vida que había tenido que dejar atrás.

"¿Papá está enfadado conmigo?"

La voz del niño hizo volver a Sam a la realidad. Sorprendido por la pregunta del pequeño, se arrodillo junto a él.

"Papá te adora, jamás podría odiarte. ¿Por qué piensas algo así?"

"Como no viene a casa y cuando está aquí esta raro, pensaba que era por mi. ¿Papá me quiere?"

Sam sintió que el corazón se le rompía al escuchar aquello.

"Papá te quiere muchísimo, igual que yo. Pero él necesita estar solo a veces para pensar en sus cosas y de paso atrapar algunos tipos malos." Le revolvió el cabello y el niño sonrió. "Pero en cuanto llegue a casa, es todo tuyo, para que le cuentes que tal ha ido el cole y todo lo que me has contado a mi de vuelta a casa."

"¿Puedo quedarme levantado a esperarle? Ya he terminado los deberes."

Matt le enseñó el cuaderno a su padre, ordenado, limpio, perfecto. En lo que a pulcritud y ser ordenado se trataba, había salido a Sam.

"Hacemos una cosa, papá puede tardar un poco a venir a casa, así que ¿Qué tal si te preparo tu cena favorita, te acuestas y en cuanto llegue va a darte las buenas noches?"

Dean todavía tardaría en llegar y el niño tenía que madrugar al día siguiente para ir al colegio.

"Vale, pero que venga a mi habitación. Auque esté dormido, quiero que venga a darme las buenas noches."

- o -

"¿No deberías estar en casa con tu familia?" Dean dejó de golpear el volante con los dedos al ritmo de la música y volvió la cabeza hacia Castiel.

"Dije que volvería cuando terminara el trabajo."

"Si no recuerdo mal dijiste en una hora y está a punto de cumplirse."

Dean miró el reloj, era cierto, como siempre iba a llegar tarde, como siempre iba a romper una nueva promesa hecha a Sam, pero como siempre, la cacería era la prioridad, antes de que aquel licántropo hiciera daño a nadie más.

"Sam lo entenderá."

"No me refería a Sam exactamente. Tienes un hijo, tal vez él no comprenda…"

"Para ser un ángel y vivir separado de los hombres, pareces conocer muy bien la forma del ser humano." Castiel lo miró serio, molesto por su comentario, pues en el fondo, Dean sabía que tenía razón.

Después de tantos años juntos, Castiel conocía perfectamente a su amigo como para saber que estaba escondiendo algo. El silencio se apoderó del coche, el licántropo todavía tardaría unos minutos en llegar.

"¿No tendrás otra relación?" Dean lo miró con los ojos abiertos de par en par, sin poder creer lo que le estaba preguntando Castiel.

"¿Me estás preguntando de verdad si le estoy siendo infiel a Sam? Por favor Cass." Sin embargo, él ángel mantuvo la mirada clavada en él, esperando una respuesta. "Claro que no le estoy siendo infiel. Amo a Sam y adoro a Matt, son mi familia, jamás les haría algo así."

"¿Entonces qué es lo que te ocurre?"

"¿Por qué os empeñáis todos en que me ocurre algo? Estoy bien." De la misma forma que hacía siempre. "Mi vida ha cambiado mucho y no soy como Sam, yo no quería ser normal, nunca he tenido una familia normal, así que ahora Sam no puede esperar que me acomode a esto como si nada."

"¿Eres feliz con Sam?"

"Por supuesto, porque le quiero y haría cualquier cosa por él."

"Incluso sacrificar tu vida."

Dean volvió la mirada rápidamente, aunque en realidad aquello no era tan descabellado, tan sólo era que Dean la había aparcado en su mente hacía meses.

"Mira ahí esta nuestro amigo peludo. ¿Vamos a por él?" Dean bajó del coche, al menos cuando estaba cazando no tenía que pensar lo que dejaba atrás, pues por un momento, todo volvía a los viejos tiempos.