Disclaimer: Los personajes y lugares presentes en la historia a continuación no me pertencen, sino que son propiedad de J.K. Rowling. Yo escribo esta historia sin fines de lucro.
Este es mi primer fic de Harry Potter, y está basado en "Pigmalión" de George Bernard Shaw. Esta idea lleva un tiempo dando vueltas por mi cabeza, desde que vi la película "My Fair Lady", basada en la misma obra. Mientras la veía se me ocurrió que el carácter de Malfoy coincidía con el del Profesor Higgins, especialmente porque los dos se sienten superiores a todos los que los rodean, y les da lo mismo usar al resto para conseguir sus metas. ¡Espero que les guste!
Mi Bella Bruja
Capítulo 1
Ser la bruja más inteligente de su clase en Hogwarts, una heroína nacional y la mejor amiga de Harry Potter no eran calificaciones suficientes para acceder a uno de los mayores sueños de Hermione Granger: la embajada mágica en París. En lugar de eso, Hermione era una empleada del Departamento de Cooperación Mágica Internacional del Ministerio de Magia en Londres. Y si había algo que quería en la vida era ese traslado. Ella era la candidata perfecta, su desempeño laboral era intachable, sus referencias impecables y siempre había sido la empleada más organizada del ministerio. Pero tenía un gran "pero": era hija de muggles, y los puestos diplomáticos siempre habían sido ocupados por miembros de familias de sangre pura. Y a pesar de que la guerra había terminado, esas estúpidas reglas se seguían aplicando, aunque no estuvieran escritas. Tristemente, esos prejuicios estaban muy arraigados en la sociedad mágica como para borrarlos de un plumazo tras la guerra.
Hermione bufó, y arrugó la carta en la que la encargada de Relaciones Exteriores (muy amablemente, por supuesto), le comunicaba que tampoco había obtenido el traslado esa vez. Frustrada, puso la cabeza entre los hombros, reprimiendo un gruñido de rabia. Ya se estaba cansando de intentarlo, no tenía ni idea de qué podía estar mal acerca de ella. Sus referencias eran excelentes, su desempeño era casi perfecto y sus evaluaciones la mostraban como una trabajadora competente. Y aún así, cada vez que oía que un puesto en la embajada de París se desocupada y mandaba su Currículo de nuevo, la respuesta era siempre la misma:
Estimada Señorita Granger:
Lamentamos comunicarle que usted no posee las calificaciones que nosotros buscamos para el puesto.
Que tenga un buen día
Henrietta Tillwater
Encargada de Relaciones Exteriores
Ministerio de Magia
Después de la guerra, las cosas no podían ir mejor para ella; después de devolverles la memoria a sus padres, volvió a Hogwarts como heroína, siendo admirada por todo el colegio, mientras Harry y Ron siguieron a Shacklebolt en su búsqueda de mortífagos fugitivos. Además, su relación con Ron era perfecta y la hacía sentirse feliz después de todo el dolor que les había causado la guerra. Se graduó con honores de Hogwarts, y entró sin problemas a la Academia de Leyes Mágicas, de donde también se graduó como la primera de su clase. El ministerio le ofreció inmediatamente un trabajo con ellos, que ella había aceptado gustosa. En los últimos años, Hermione había sido parte de las más importantes reformas a la ley mágica, pero eso ya no era suficiente, ella quería algo más y estaba dispuesta a casi cualquier cosa por lograrlo.
En el plano amoroso, por otra parte, Hermione no había sido tan afortunada, su relación con Ron había terminado algunos años antes, los dos querían cosas totalmente distintas y terminaron de mutuo acuerdo, manteniéndose como buenos amigos. Desde entonces, Hermione había tenido algunas citas, pero nada serio. Por su parte, poco después de la ruptura, Ron había empezado a salir con Luna Lovegood. Al principio lo había hecho medio obligado por su hermana menor, pero poco a poco se había enamorado hasta las patas de la original chica. Sólo unas semanas antes, le había pedido a la chica que se casara con él, y ella había aceptado. Harry y Ginny se habían casado hacía algunos años, y ya tenían dos hijos. Molly y Arthur estaban encantados con sus nietos, al igual que sus amigos, quienes parecían preguntarse cuándo le tocaría a Hermione. Pero ella aún no había encontrado a nadie que le moviera el piso de esa forma, y estaba más concentrada en su trabajo.
Quien también trabajaba en esa oficina, era Draco Malfoy. Después de la guerra y tras el encarcelamiento de sus padres, el Ministerio lo había enviado a la casa de una familia leal a ellos, para mantenerlo vigilado. En un principio Draco había actuado como el niñito mimado que siempre había sido, y se encerró en su pieza, sin querer hablar con nadie e insultando a quien se asomara a la puerta. Pero la amabilidad de la dueña de casa, Susan, logró hacer el milagro y unos meses después, al volver a Hogwarts, Draco Malfoy era otro chico. Si bien no estaba dispuesto a dejar caer la máscara de arrogancia bajo la cual se había escondido desde sus primeros años de colegio, parecía estar dispuesto a ser más amable con el resto del mundo, y no se sentía superior a los hijos de muggles, especialmente si consideraba el daño que él mismo había causado.
Las primeras semanas las pasó solo, sintiendo que todos lo culpaban de los errores de sus padres, de la muerte de Dumbledore, de la guerra, de la muerte de tantos amigos y parientes. Ni siquiera Goyle quería hablar con él, porque le recordaba la muerte de Crabbe en la Sala de los Menesteres. Malfoy recordaba a la perfección una de esas noches en las que estaba en su dormitorio, leyendo.
— ¿Quién es? — Masculló Draco, de malos modos. Estaba acostado de espaldas sobre su cama, hojeando un libro.
— ¿Te sientes bien? No te vi en el comedor y quería saber si tenías hambre. — Una voz masculina le respondió al otro lado de la puerta. No esperó la respuesta de Draco y entró de todas maneras. El primero en aparecer en la puerta fue Blaise Zabini, llevando en sus manos un plato dorado con papas fritas y pollo. Detrás de él, apareció una figura femenina, de pelo negro corto y un chico con el que Malfoy nunca había hablado. Era un chico alto y delgado, de pelo castaño y ojos del mismo color, Malfoy lo reconoció como Theodore Nott, hijo de otro mortífago. Los tres entraron a la pieza sin decir una palabra y se sentaron en el suelo.
— ¡Draco Lucius Malfoy, sería tan amable de explicar por qué mierda parece que te has olvidado de tus amigos! —Exclamó la chica, mirándolo con las manos en la cintura.
— No sé. Supongo que creo que ustedes no quieren tener nada que ver conmigo. Ni yo ni mi familia valemos algo ahora. — Dijo Draco, con voz queda.
— Idiota. — Dijo Zabini, con una sonrisa. — Todos podemos cometer errores, Draco. Lo importante es no dejarse definir por ellos.
Ellos eran los tres mejores amigos que Draco pudo haber tenido en esa época. Ninguno de ellos lo culpaba de nada y más de una vez lo defendieron de quienes sí lo hacían, que no eran pocos. Apenas Lucius y Narcissa Malfoy salieron de Azkaban, se dedicaron de lleno a recuperar el nombre de la familia, lográndolo con relativa facilidad, ya que muchos magos desconfiaban de ellos y preferían no asociarse con ellos. Cuando Draco salió de Hogwarts, sus padres ya habían recuperado su lugar en la sociedad mágica, mediante donaciones a diversas organizaciones que se ocupaban de los que habían sufrido las consecuencias de la guerra.
Malfoy entró a la Academia de Leyes Mágicas, al igual que algunos de sus compañeros de Hogwarts. Fue uno de los buenos alumnos de su clase, y al egresar le llovieron ofertas de trabajo. Él aceptó un pequeño puesto en el ministerio, al igual que su mejor amigo Theodore Nott. Ambos se habían hecho especialmente cercanos, porque sus padres habían sido mortífagos, a diferencia de los de Pansy y Blaise, que aunque apoyaban a Voldemort, habían preferido mantenerse al margen de todo el asunto. Malfoy y Nott habían sido obligados a ver como torturaban y mataban a gente que conocían, y eso generó un vínculo especial entre ellos.
A pesar de que sus padres habían logrado aparentemente recuperar su posición en la sociedad mágica, Malfoy se avergonzaba de que su padre siguiera considerándose superior a los hijos de muggles, después de todo lo que ellos habían hecho para salvar su mundo. Para contrarrestar la actitud servil de su padre cuando de otros "sangre limpia" se trataba, Malfoy había desarrollado una actitud condescendiente y arrogante, que le había traído más de un problema con su padre, especialmente cuando Malfoy trataba con sarcasmo a alguno de los socios de su padre. Su padre había muerto dos años antes, poco después de que Malfoy hubiera empezado a trabajar en el ministerio, desde entonces, Draco había empezado a caminar con la frente en alto por los pasillos del Ministerio.
Ese día, Malfoy y Nott estaban tomando café en donde trabajaban, en la Oficina de Ley Mágica Internacional, sentados sobre el escritorio de Malfoy. Acababan de ver como un avioncito de papel del ministerio volaba hasta Granger y le golpeaba la voluminosa melena. Vieron como abría el avioncito ansiosamente, para luego ver como se dibujaba una mueca de decepción en la cara de la joven. Vieron como ella enterraba la cabeza entre los brazos, con un gesto de frustración que ya les era conocido, después de verlo muchas veces.
— ¿De nuevo la rechazaron para el puesto en París? — Murmuró Nott, destacando que no era la primera vez que pasaba. Los constantes intentos de Hermione por conseguir un puesto en la embajada en París, ya eran conocidos por sus compañeros de trabajo. Cada vez que se sabía de un puesto libre en la embajada francesa, entre los trabajadores de la oficina hacían apuestas respecto a cuanto se iban a demorar en rechazarla.
—Probablemente. — Respondió Malfoy, dándole un sorbo a su taza de café. —Ya debería rendirse, es obvio que nunca se lo van a dar.
— ¿Por qué? No puedes negar que es raro, es una de las mejores trabajadoras del Ministerio, y la mejor amiga de Harry Potter. — Dijo Malcom Ilminster, un joven que trabajaba con ellos. Era arrogante y creído, y pensaba que el trabajo que tenía no era el que merecía. Además de eso, lo único que Malfoy sabía de él era que tenía mucho dinero, y le encantaba desperdiciarlo de las maneras más tontas que se le ocurrieran.
—Claro que es inteligente, no hay cómo negarlo, y es amiga de Potter, pero le falta algo esencial para quien quiere trabajar en una embajada: encanto. — Contestó Malfoy, bajando su taza de café y señalando la desgarbada figura de Hermione.
— ¿A qué te refieres con eso? — Le preguntó Nott, intrigado. Conociendo a Malfoy eso podía significar cualquier cosa.
— Un diplomático tiene que representar a nuestro país en el extranjero, siempre tiene que ir bien vestido, saber organizar comidas de gala y fiestas formales. Por eso, siempre se eligen a miembros de familias sangre pura para esos puestos. Es parte de su educación. En cuanto a Granger, es cosa de mirarla: claramente se pone lo que primero encuentra en el clóset, y si bien tiene buenos modales, no son precisamente los… modales perfectos… Te aseguro que no sabría manejarse en una comida de cinco platos. — Fue la respuesta de Malfoy, que mientras jugueteaba con una pluma que estaba sobre su escritorio.
—Y claro, tú sabes acerca de todo eso. — Se burló Nott, vaciando la taza de café medio frío de un sorbo.
—Claro, y es más… Yo podría lograr que Granger entrara a la embajada de París sin problemas. De hecho, le pedirían a gritos que vaya allá a trabajar.
—Sí, como no, Draco. Eso es imposible, acabas de decir por qué. — Señaló Ilminster, frunciendo el ceño.
—Te aseguro que podría hacerlo, y muy fácilmente, además. — Le dijo Draco, con una sonrisa de suficiencia.
— Eso suena a un experimento interesante. Te apuesto todos los gastos del experimento a que no lo logras. Si lo haces, te juro que le diré a todo el mundo que eres un maestro insuperable, y te pagaré veinticinco mil galeones. — Lo retó Ilminster, que acababa de ver una oportunidad para ganar algo de dinero, sin demasiados riesgos de su parte.
—Espero que tengas los veinticinco mil, amigo, me vendrían muy bien, pensaba comprarme una nueva escoba. — Le contestó Malfoy, con una sonrisa arrogante en los labios. —Es un trato, Ilminster. —Agregó, tendiéndole la mano, para que se la estrechara. Ilminster no dudó un segundo y sacudió la mano de Malfoy vigorosamente.
— ¡Ilminster! Necesito que me ayudes con unos papeles. — Dijo una bruja mayor, asomándose desde una de las oficinas privadas que rodeaban el área de trabajo común donde estaban. El joven se despidió de los otros dos con un gesto de la mano y fue a dónde estaba la bruja. Draco sonrió burlonamente, al verlo alejarse.
— ¿Cómo piensas hacerlo? — Preguntó Nott, divertido por la sonrisa malévola que acababa de dibujarse en el rostro de su amigo. —Si mal no me equivoco, tú y Granger no están precisamente en los mejores términos.
—Eso, amigo mío, déjalo en mis manos. — Le contestó Draco, antes de desaparecer ante sus ojos. Nott bufó y volvió a su escritorio, que estaba junto al de Granger.
El día no podía haber sido más largo para Hermione, sentía que sus horas de trabajo no iban a terminar nunca. Cuando por fin pudo irse a su casa, estaba agotada y decepcionada. Pero la vida no parecía querer dejarla en paz, al menos no ese día. El administrador del edificio estaba parado en la puerta, lo que no podía significar nada bueno.
—Señorita Granger, le tengo una mala noticia. —
Hermione suspiró, la cara del hombre no auspiciaba nada bueno. Se preparó mentalmente para lo que venía
—Bueno, ha habido una invasión de doxies, el edificio completo está en cuarentena. Pero no se preocupe, señorita, van a fumigarlo.
— ¿Por cuánto tiempo? — Preguntó Hermione, que sentía que el alma se le había ido a los pies al escuchar la terrible noticia.
—Por lo que tengo entendido, la operación completa puede demorar un par de meses. — Contestó el hombre, con una mueca en la cara que demostraba que no le gustaba mucho e asunto. —Lo siento, señorita Granger, pero el edificio estará inhabitable por ese tiempo.
— ¡Un par de meses! — Exclamó Hermione, desesperada. ¿Dónde iba a vivir? Por una parte, Harry y Ginny vivían en el valle de Godric, con sus dos niños y Hermione no cabría ahí, por otra parte, Ron y Luna estaban preparando su matrimonio, y no quería molestarlos. El administrador le pasó una caja de cartón con algunas de sus cosas.
—Los exterminadores lograron sacar algunas cosas de los departamentos. No es gran cosa, lo siento mucho. — Dijo, poniendo la caja de cartón sobre los brazos de la joven.
—Gracias, Hunt. — Le dijo Hermione, sonriendo desganadamente. El hombre le devolvió una sonrisa de disculpas y se volvió para hablar con otros inquilinos.
Hermione se apartó un par de pasos, examinando el contenido de su caja a la luz de la farola de la calle, nada especial, sólo unos libros y sus cosas de baño. Suspiró profundamente, no era mucho, pero tenía algo de dinero muggle y mágico en la billetera, y seguramente podría buscar un lugar para dormir esa noche. Le parecía recordar que un poco más lejos de su casa había un hotelito, quizás podría ir ahí a pasar la noche. Empezó a caminar hacia allá, cuando vio a dos personas conocidas.
— ¡Granger! ¡Qué sorpresa! — Dijo una voz que Hermione reconoció perfectamente, como perteneciente a la última persona a la que hubiera querido ver ese día.
Hermione rodó los ojos, para rematar un día terriblemente malo, tenía que encontrarse con Draco Malfoy. Eso era justo la guinda de la torta, no necesitaba las burlas de Malfoy para que le recordaran que su día había sido espantoso. Los dos jóvenes se acercaron a ella, mientras Hermione maldecía internamente a todo lo que la rodeara.
—Te ves terrible. ¿Qué pasó? ¿Qué haces en la calle con una caja de cartón?— Le preguntó Nott, que solía ser más amable que su amigo. Hermione le sonrió, él tenía razón: ella sí se veía terrible.
—Hay una plaga de doxies en mi edificio. Al parecer no puedo vivir ahí por varios meses. — Contestó con un suspiro
—Uh. Lo siento. — Le dijo Nott, dirigiéndole una rápida mirada a su amigo, quien se limitó a mirar a otra parte distraídamente.
— ¿Sabes? Podrías irte a vivir con nosotros. — Le dijo Malfoy, sorprendiendo tanto a su amigo como a Hermione. —Tenemos una pieza extra. ¿Qué crees Nott?
—Eh… Claro que sí, podrías venir a vivir con nosotros por el tiempo que necesites. — Contestó Nott, intentando examinar la expresión de su amigo a la luz del farol, sin éxito. Malfoy no mostraba ninguna emoción, sino que miraba con la cara imperturbable a Hermione.
Hermione estaba helada, Draco Malfoy nunca había sido amable con ella, y ahora la estaba invitando a vivir con él y su amigo. Hacía años que él y ella no se insultaban mutuamente, pero no podían decir que fueran amigos. Nott era más amable, y ella tenía una relación bastante buena con él, pero aún así estaba muy sorprendida por la actitud del joven.
— ¿Qué dices, Granger? Mira que probablemente no te repita la oferta. — Dijo Malfoy, con una mueca sarcástica, que hizo que Hermione rodara los ojos. Malfoy nunca iba a cambiar, pero la invitación que le estaba haciendo era buena, y seguramente al día siguiente podría comenzar a buscar un lugar para vivir por el tiempo que su departamento estuviera inhabitable.
—Está bien. — Aceptó Hermione. Tenía que reconocer que era una buena oportunidad, y sabía que Draco y Nott vivían bastante cerca del trabajo. Y seguramente, su departamento era de lo más lujoso y elegante, con espacio suficiente para ella.
—Me imagino que necesitarás comprar ropa. ¿O no? — Le preguntó Nott, con una sonrisa amable. Hermione asintió, en la caja sólo había algunas cosas de baño, su escobilla de dientes y un par de libros que estaban en la mesita de la entrada de su casa. —Podemos acompañarte a que compres un par de cosas, antes de ir al departamento. Todavía hay algunas tiendas abiertas.
—Muchas gracias, Nott. — Le dijo Hermione, mientras empezaban a caminar a una tienda de ropa cercana. Hermione llevaba la caja apretada entre sus brazos, mientras los chicos caminaban junto a ella, intercambiando miradas divertidad.
Una vez adentro de la tienda, mientras Hermione se probaba ropa, Nott arrastró a Malfoy a una esquina del local, dispuesto a recibir una buena explicación de todo el asunto.
— ¿Tú tuviste algo que ver con lo del departamento de Granger? — Le preguntó, adivinando una respuesta afirmativa por parte de su amigo. — ¿No es hacer trampa?
—Nunca dijimos que no podíamos forzar la situación… — Le sonrió Malfoy, con una mirada que lo decía todo. Luego, volvió su mirada a las corbatas en exhibición delante de sí. —Necesito que ella viva con nosotros. Si no, el proceso de reeducación de Granger sería más difícil de lo que va a ser.
— ¿Y cómo la vas a convencer de que siga lo que tú dices? — Le señaló Nott, Hermione era conocida por su testarudez, y nunca se dejaría manipular por Malfoy tan fácilmente.
—Eso, déjamelo a mí, Nott. — Le sonrió Malfoy, haciendo que su amigo se riera. Ese era el viejo Draco Malfoy, capaz de hacer cualquier cosa por ganar un desafío, incluso convivir con una de sus enemigas.
¿Qué les pareció? Acepto críticas, tomatazos o lo que sea, recuerden que sus comentarios me ayudan a crecer como escritora.
¡Hasta el próximo capítulo!
Muselina
