Con odio se amaron esa noche.

¿Había algo por lo que no competían? La edad tal vez, él le llevaba un par de meses; ámbos medían y pesaban lo mismo. Ella era buena en matemáticas y él en historia. Ella era hermosa, pelo negro ondulado y ojos azules con unas cejas y una expresión bien definidas. Él, pelo del mismo color que ella, sin embargo un desastre pero sus ojos verdes y pestañas largas enamoraban a todas las chicas, aunque ellas no lo quisieran admitir y a él tampoco le interesaba, sólo quería ganarle a ella.

"Maldito círculo de amigos" pensaron los dos al mismo tiempo que los dejaron solos en la casa de ella y él a las 4 de la mañana, no tenía cómo volverse solo.

-Me voy caminando -dijo él, parándose en medio de una discusión.

-No -lo detuvo ella. -Tengo una mejor idea.

Él la miró, esperando que diga algo.

-Juguemos al truco.

-¿Por qué? El alcohol y la plata ya se acabaron.

-Por ropa.

La idea le parecía interesante y era obvio que no se lo iba a negar. En el fondo sabía que el mentiroso experto no era él.

Ganando ella, terminaron los dos lujuriosos en la cama, ámbos con ropa interior.

Él encima de ella rozándole la erección mientras él fruncía la cara.

-Qué mal perdedor que sos -le peleó sonriente, después de que él se negara a quitarse su slip color violeta. "¡Slip! Jaja este chico no para de sorprenderme" pensó.

Agarró las manos de el y un poco temblorosas las apoyó sobre sus pechos y se inclinó hacia adelante para susurrarle al oído:

-Ahora sos mío -dijo y la erección de él aumentó, junto con el placer de ella.

La penetracíon dolió y no fue perfecto, ya que los dos eran vírgenes.

"Argh, si hubiese esperado un poco más, yo estaría ganando" pensó ella en todos sus candidatos después de que tuvo que terminar boca abajo y no por elección propia. Ella hubiese sido capaz de acostarse con cualquiera antes que con él para tener experiencia y poder hacerlo bien estando arriba, pero ya era tarde.

Cuando él llegó al orgasmo, mucho después que ella intentó reprimir el gemido, pero no pudo, y después de seguir frotando su miembro contra su clítoris mientras acababa, obligándola a ella a cerrar los ojos de placer, se desplomó a su costado suspirando.

-Nunca más -dijo él, y se quedó dormido.

-Te odio -contestó sonriendo, tapó con una sábana a los dos y lo abrazó por detrás, también sumergiéndose en el sueño.