Sé que tengo otro fic empezado, pero esta historia ha llegado a mi cabeza y no ha dejado de dar por saco hasta que no me he puesto a escribir. Espero que os guste, seguiré con la otra también. Ya sabeis , las criticas son siempre bien recibidas


Un pequeño torbellino salía por la gran puerta saltando los últimos tres escalones, comenzando a correr nada más que sus pies tocaron la tierra. Soltó la mochila lanzándose a los brazos de la persona que le esperaba.

-¿Cuántas veces te he dicho que no saltes tantos escalones a la vez? – le regañaba a la vez que recogía la mochila.

-Venga, soy mayor – se defendía él al tiempo que se abrazaba más a aquel cuerpo.

Ambos de la mano se alejaban de aquel edificio caminando hacia el coche - ¿Tienes que volver al trabajo? – Sabía que la respuesta sería afirmativa, ella nunca iba a buscarlo con el coche si no tenía trabajo.

Le ajustaba el cinturón, y dejaba la mochila en el suelo del vehículo – Lo siento cariño, pero tenemos trabajo de última hora- Tras colocarse su cinturón de seguridad arrancó poniendo dirección a la casa de su padre.

-Prometiste que iríamos a tomar un helado – protestó haciendo pucheros.

-Alex, cariño, sabe que si pudiera iríamos a tomarlo, seguro que si se lo pides al abuelo te lleva encantado – decía mirándolo por el retrovisor.

-Pero no es lo mismo – se cruzaba de brazos y miraba por la ventana- Me lo habías prometido mamá.

El pequeño protesto, lloró, pero no logró su propósito, su madre fue inflexible, le repitió que debía regresar al trabajo y que mientras él se quedaría con su abuelo.

-Te odio – fue lo último que Alex dijo antes de correr hacia su habitación en la casa de su abuelo.

-Katie, ya sabes cómo es, no lo ha dicho en serio – Se acercaba a su hija y frotaba su espalda.

-Lo sé, papá. Pero no por eso duele menos el escuchar de boca de tu hijo que te odia. Tengo que regresar a la comisaría, intentaré venir lo antes posible.

-Katie, si se te hace tarde sería mejor que Alex durmiera aquí – Ella asintió.

-Te llamo luego – salió dejando un beso en la mejilla de él.

Kate salió de aquella casa, sin poder despedirse de su hijo, sabía que de haber intentado entrar en su habitación lo único que habría logrado sería que el enfado de su hijo creciera. Conocía perfectamente a aquel pequeño, necesitaba su tiempo para lograr que el enfado se le pasase, en eso había salido a ella. Pero luego era el niño más dulce y cariñoso que conocía, sensible, a veces ella crecía que demasiado, siempre dispuesto a ayudar a quien lo necesitase. Pero intransigente cuando creía que alguien rompía una promesa.

Paró el coche frente al edificio de la morgue, entrando en él y caminando a la sala dónde se encontraba la forense.

-Dime que tienes algo – dijo nada más entrar y pillando a la doctora comprobando algo en el microscopio.

-Hola a ti también – se giro para mirarla- Se lo ha tomado mal, ¿no?

-No, eso es poco.

-Este sobrino mío tiene un carácter, bueno seguro que en nada te está llamando para pedirte perdón.

-Ya – decía comprobando como no tenía ninguna llamada- ¿Has averiguado algo? – preguntaba señalando el cadáver.

-Sí, la víctima se llamaba Michael Prince, sus huellas estaban en el sistema – Kate la miró.

-¿Por qué?

-Ese es vuestro trabajo, el mío consiste en decirte la causa de la muerte. Fue estrangulado, y por las fibras que he logrado extraer, el asesino usó una pasmina - Kate tomaba el informe que la forense le tendía.

-¿Hora de la muerte?

-Las 11:30 de hoy.

-Gracias Lanie, me voy.

-Kate – la detective se giraba- Tu hijo te adora, no importa que haya sido, te adora.

-Dijo que me odia, eso es la primera vez que lo dice.

-Es sólo un niño, que tiene por madre a una adicta al trabajo.

-Tengo que regresar, no quiero sermones – salió de aquella sala cerrando la puerta tras de sí.

Todo el trayecto entre la morgue y la 12th Kate iba pensando en la frase de su amiga. Era cierto que trabajaba mucho, pero todo el tiempo que tenía libre era para su hijo, tenía que trabajar, sólo estaba ella.

Le encantaría tener un horario mucho más parecido al del resto de los padres, pero ella era policía, y aquello significaba que no siempre sus horarios se cumplían. Demasiadas veces le había tocado cambiar los planes a última hora, cine, cumpleaños, el zoo, nunca salía a la primera. Golpeó el volante del coche, odiaba no poder pasar más tiempo que Alex.

Salió del ascensor, aún con la sensación de haber fallado nuevamente a su hijo – Mamá – la voz de su pequeño hizo que mirase en dirección a su mesa, viendo como el pequeño se bajaba de la silla y corría hacia ella.

Kate le recibió con los brazos abiertos – No era verdad, no te odio – escondió su rostro en el pecho de su madre.

-Sólo cinco minutos después de que te fueras salió de su cuarto, diciendo que teníamos que venir para arreglarlo – Jim se acercaba hasta su hija y su nieto.

-Te quiero mucho mamá.

-Te quiero mi príncipe – la detective se alzó con su hijo en brazos, sintiendo como la opresión del pecho desaparecía.

El resto de detectives miraban la escena con una sonrisa.

-Esto no es una guardería, aquí se viene a trabajar – aquella voz hizo que todos dejasen de sonreír y volvieran a sus que aceres.

Kate dejó en el suelo al niño, tras besarlo repetidamente – Cariño, mamá tiene que trabajar – acariciaba la cabeza del pequeño.

-Sí, el ogro ha gritado – reía Alex tapando su boca con la mano.

-Alex, sabes que no me gusta que la llames así – le intentaba regañar sin sonreír.

-Yo y el abuelo nos vamos a comer un helado – tomaba de la mano a Jim – coge al malo.

-El abuelo y yo, es como se dice – Le corregía su madre.

-Eso, nos vamos – tiraba de su abuelo.

-No comas muchas guarderías que luego no cenas. E intentaré coger al malo – Jim y su hijo se perdían ya en el interior del ascensor.

Kate se giraba sonriendo encontrándose con la cara de su capitán totalmente sería.

-Detective, sabe que esto no es una guardería, no me gusta que los hijos de mis hombres crean que éste es un lugar para jugar.

-Señor, sólo ha venido a decirme algo muy importante. Alex nunca pasa más de cinco minutos en la comisaria cuando viene – se defendía.

-Espero que no se repita – se marchaba en dirección a su despacho.

Espo y Ryan se acercaban a la detective- Alex tiene razón – decía Espo haciendo que Kate le mirase sin comprender- Es un ogro.

-Lo que me faltaba que vosotros también empezaseis a llamarla así. Tenemos el nombre de la víctima, Michael Prince, averiguar todo lo que podáis de él. Yo voy a investigar las tiendas que venden pasminas con la composición que tenía la que usaron para matarlo.

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El sonido de su móvil hacía que pasase en seco su carrera.

-Castle – contestaba intentando recuperar el aliento.

-Te quiero en el despacho en diez minutos – la voz al otro lado colgó al decir aquello.

Torció el gesto sabiendo que aquello no podía ser por algo bueno y retomó la carrera en dirección a su lugar de trabajo.

Saludó al entrar con un movimiento de cabeza al guardia de la entrada

-Le han dejado disfrutar poco – dijo en hombre mirando la hora.

-El deber me llama – contestó entrando en el ascensor y pulsando el último piso.

Miró el reloj no le quedaba tiempo para darse una ducha sino quería recibir una bronca por parte de su jefe, así que se encamino hacia el despacho aún sudoroso. Golpeó el marco esperando la orden para entrar.

-Pasa – se escuchó al otro lado.

Entró y se quedó de pie esperando que la persona se girase para hablarle.

-Tienes que tomar un avión a NY.

-¿Cuándo?

-Siéntate – aquella persona se giro y camino hacia su mesa- Tienes asiento reservado en el que sale en tres horas – Se sentaba en su sillón mirando a su hombre- Prince ha sido asesinado.

-Iré a hacer mi equipaje – decía con gesto serio.

-Rick, averigua quien ha sido.

-Lo haré Hunt, tranquilo. ¿Qué sabemos de la comisaría que lleva el caso?

-Es la 12th, su capitana es Victoria Gates – repasaba el expediente que tenía sobre la mesa- Tienen la tasa de asesinatos resueltos más alta de la ciudad, casi del país.

-¿Sabe que voy? – Hunt negó - ¿Trabajo en paralelo?

-No, trabajarás desde dentro. En menos de una hora le llegará una orden a Gates, serás un policía en tránsito de Chicago, tiempo máximo de estancia un mes – le tendió un expediente- Apréndetelo durante el vuelo.

-Sí señor. Hunt, era Prince, seguro que no está relacionado con la agencia – dijo poniéndose en pie.

-Ya, pero no está de más cerciorarse de que eso que dices es cierto. Tienes menos de tres horas – dijo mirando su reloj.

-Ya me voy.

Tras salir de aquel despacho, bajó hasta el sótano, se puso el casco y arrancó la moto, poniendo rumbo a su casa.

Dejó la moto en el garaje, subió por las escaleras como cada día, abrió la puerta y entró encendiendo la luz.

-Algún día deberías amueblar esta casa – se dijo mientras se dirigía al baño.

Abrió el grifo y sin esperar a que el agua saliera caliente se metió bajo ella, cinco minutos después, con la toalla enrollada en su cintura se encontraba en su dormitorio preparando el equipaje, tras meter en la maleta todo lo que necesitaba se vistió con un vaquero y un suéter negro de cuello alto. Regresó al servicio, dejó la toalla, se puso su colonia y salió de allí.

Con la maleta a su lado se giró para ver que todo en casa estaba apagado y cerró la puerta tras de sí.

Montado en el avión repasaba la información de su nueva identidad.