Tienes un color hermoso de cabello. Creo que te lo había dicho ya, y conmigo te lo han de haber dicho muchas personas. Es café, pero no es café lodo, o café madera. Tampoco es café tierra, ni café cobre. Es el café que tienen las cosas bonitas, las cosas simples. Las cosas pequeñas que son mejores que las cosas grandes, como una barra de chocolate, o como tú.

La primera vez que vi ese café fue en tu cabello. Ibas caminando apurada. No sé de qué estabas huyendo o a dónde tenías prisa de llegar, pero el café de tu cabello no quería irse todavía. Bailaba junto al viento, moviéndose horizontal y verticalmente. Se movía con agilidad, con gracia, se movía como si llevara toda la vida bailando, como si fuera lo único que importara. Luego desapareció tras la esquina.

La segunda vez que lo vi fue en tus ojos. Decepcionada por perderme la danza de tu cabello, entré a una cafetería, pedí un café y esperé. Cuando noté que tardaban más de lo normal, busqué con la vista al camarero, pero lo único que fui capaz de ver fueron tus ojos. Y ellos me vieron.

Después, lo vi en la taza de café que me trajeron. Me habías visto, y habías visto la forma en la que mis ojos verdes miraban tus ojos cafés. Detuviste a tus ojos para verme a mí, y detuviste tu cabello, supongo que para que no me enamorara, pero era tarde. Llegó el camarero, puso el café sobre la mesa, y al bajar la vista, era el café de tu cabello y tus ojos. Subí la vista, anonadada, para buscarte y verificar que no era mentira, pero el café de tu cabello y tus ojos se había ido, junto contigo.

Zapatos, chamarras, edificios, carros y marcadores. Sillas, cojines, bolsas, macetas. Nunca había visto un café igual al que tienes en tus ojos, tu cabello y aquel primer café, hasta ahorita. Hasta ahorita que te veo, acostada casi junto a mí, con los ojos casi cerrados y el cabello casi bailando, enseguida de ella, que está enseguida de mí, con sus ojos abiertos, y su corto cabello aprendiendo a bailar. Tú dices que la molestarán en la escuela, por su nombre, por sus raíces. Para eso faltan muchos años, cariño, y la molestarán porque no entenderán la belleza de su nombre. No entenderán la belleza de su cabello, ni de sus ojos, ni de dónde vinieron. No entenderán que es más que un color, más que su nombre, más que tu hija. Es café.