Sígueme...

Summary:...Le dijo Catilina, sonriente. El español dudó un instante, pero decidió obedecerla e ir con ella. Pero lo que no sabía es que ese encuentro cambiaría el resto de su vida (y de su historia). Fic EspañaxOC!Vaticano. Propuesto por Gordafabi.

Personajes:

-Antonio Fernández Carriedo (España)

-João Caiceido Carriedo (Portugal y mi OC)

-Catilina Vargas (Vaticano/Santa Sede y OC de Gordafabi)

-Lovino Vargas (Romano/Italia del Sur)

Palabras: 1094

Disclaimer: Hetalia no me pertenece (ya me gustaría...^^)

Sígueme...

Capítulo 1

España se despertó. Salió de un salto de su cama, lleno de energía, como cada mañana y abrió la ventana. Era un caluroso día de agosto. Por la ventana vio como su hermano João, sentado en el césped del patio de su casa, tocaba la guitarra portuguesa enfrente de unas cuantas chicas de su país que lo observaban con atención. Cuando acabó de afinar las últimas notas de su fado que él mismo cantó, se giró y vio a su hermano, se levantó del suelo y lo fue a saludar.

-¡Buenos días, irmão! ¿Has dormido bien esta noche? –Preguntó el luso, sonriente, peinándose con los dedos su cola de caballo del mismo color castaño que su hermano español. –Hoy marchas a Roma, ¿não é?

-Sí... A las doce sale el avión. Por cierto, ¿qué hora es? –Contestó Antonio, bostezando.

-Las nueve. ¿Qué, tienes ganas de visitar la capital italiana?

-Bueno... Lo cierto es que tengo más ganas de deshacerme de ti unos cuantos días... ¡Estoy ya harto de oírte cantar fado cada día! ¡Y la guitarra portuguesa! ¡Parece que sea tu novia! –Se burló un poco de él el mayor. Sin embargo, el portugués no se molestó en absoluto al oír aquello, parecía acostumbrado a todo tipo de bromas por parte de su hermano.

-Oh... ¿A guitarra portuguesa? Ela é minha amada... –Sonrió el más joven. –Espera un momento, ahora me acabo de acordar. –Y el hermano menor de España salió corriendo hacia la casa donde vivían ambos, que quedaba en la frontera entre los dos países. Cuando volvió, un par de minutos más tarde, llevaba en la mano un ramo de hermosas flores rojas.

-Son claveles de mi país. Si vas a Roma y ves a Cati, dáselas de mi parte. ¿Lo harás, verdad? –Le pidió el portugués. Sus mejillas se ruborizaron.

-¿Quién? –Preguntó el mayor de los Carriedo, pero João ya había desaparecido.

-¡Romano, tu ciudad es maravillosa! –Gritó el español a su compañero y guía italiano. Lovino Vargas, sonrió, algo halagado por el cumplido. No solía sonreír mucho, y aún menos a Antonio, pero el comentario le hizo feliz.

-Y la comida es aún mejor. –Contestó Italia del Sur, conduciendo al español hacia un conocido restaurante romano. –La pizza que hacen aquí es deliciosa.

Hacía dos días que España había llegado a la capital italiana. Romano lo había invitado a pasar unos días en su casa y él, obviamente, aceptó la propuesta de inmediato. Pero pasaron los días y el castellano aún tenía las flores que Portugal le había mandado dar a una tal Cati, que no conocía. Y, mientras devoraban con hambre las pizzas que habían pedido, Antonio decidió preguntar a su compañero si conocía a esa Cati.

-Romano...

-Me llaman. –Contestó el italiano, algo burlesco. Levantó la mirada de su pizza cuatro estaciones para observar al castellano.

-¿Conoces a una chica llamada Cati? –Preguntó España. No sabía si era una chica o un chico, pero por la cara que puso su hermano cuando le dio las flores dedujo que era mujer, y también que João estaba bastante interesado por ella.

Lovino no contestó. Esperó unos pocos segundos para hablar.

-¿Qué quieres de ella?

-Mi hermano me pidió entregarle unos claveles...

-¿Portugal? –Dudó el romano. –Está bien. Esta tarde iremos a verla. –Concluyó. Luego esbozó una ligera sonrisa. Parecía que, aunque tratara de esconderlo, en el fondo tenía ganas de visitarla.

Y así hicieron. Cuando acabaron de almorzar (pagó España, por supuesto), el español y el sur italiano fueron a visitar la plaza de San Pedro que, como siempre, estaba llena de turistas y de laicos que habían venido para ver el Vaticano.

Entre el montón de gente que había, Antonio se fijó en una joven chica que estaba inmóvil, en el centro de la plaza, observando todas y cada una de las personas que había. Aparentaba unos veinte años, tenía largo cabello rubio oscuro y unos preciosos ojos color zafiro. Era de constitución delgada y de mediana estatura. Lo que más le sorprendió de ella fue su elegante forma de vestir: llevaba un vestido blanco como la nieve de manga larga y que llegaba hasta el suelo y un colgante con un crucifijo plateado en el cuello. También llevaba unas bonitas sandalias blancas y una diadema en el pelo del mismo color.

-España, ¿qué haces ahí plantado?, tenemos que encontrarla. –Se quejó Lovino, cuando vio que el castellano había encontrado a Cati, fue corriendo a su lado para saludarla, agarrando de la mano a su compañero.

-Romano... –Murmuró la chica, con una voz dulce y melódica. Sus ojos brillaron de satisfacción y esbozó una sincera y hermosa sonrisa. El corazón del español paró de latir por un segundo. Cati era preciosa. –Oh, yo a ti no te conozco. –Dijo, mirando a Antonio. Intentó que su voz sonara un poco más dura, ya que desconocía al chico de España.

-Me llamo Antonio Fernández Carriedo, soy el representante de España y estoy de visita unos cuantos días aquí a Roma. Mi hermano Portugal me mandó traerte unas flores de su parte.

El castellano sacó de una bolsa que llevaba el ramo de claveles que le había dado y las entregó a Cati.

-¡Ay, João...! –Suspiró la joven, mientras olía el delicado perfume que dejaban ir los claveles escarlata. De pronto cambió de postura, como si se hubiera dado cuenta de que estaba expresando demasiado sus emociones, y con voz más seria, dijo:- Gracias por traérmelas, Antonio. Y dale las gracias a tu hermano, por supuesto.

Cuando el español se giró para encontrar a Romano, no lo vio, había desaparecido. Se quedó unos segundos mirando a Catilina a los ojos, sin añadir palabra, pero ella apartó la mirada, avergonzada.

-Lo siento. –Se disculpó Antonio.- No te quería molestar. Es solamente... que eres muy guapa.

La chica se puso aún más roja. Dirigió su mirada de hielo hacia el suelo para luego contestar:

-E...es normal, supongo. –Murmuró Vaticano. Se podía percibir en su voz un poco de irritación en su voz, estaba muy incómoda en aquella situación.

Segundos más tarde, Catilina levantó la mirada hacia el español, forjando una sonrisa algo insegura también. Después de aquello, salió corriendo.

-¿Cati? ¡Cati! ¡¿Adónde vas!? –Chilló Antonio, detrás de ella. La chica se paró un poco para coger aire y luego contestó, en voz no demasiado alta, para no dar la nota en medio de tanta gente:

-¡Sígueme!

-¡¿Pero adónde vas!?

-Sígueme...

Aquella palabra quedó gravada en la mente de Antonio. Él dudó un momento, mas luego siguió corriendo detrás de ella sin saber adónde iba ni por qué.

¡Hola! Aquí está el último fanfic en el cual estoy trabajando ahora mismo. Me lo propuso para escribir Gordafabi. ¡Y aquí estoy, encantada de estar escribiéndolo! Espero que os haya gustado el primer capítulo. Aún no tengo muy clara la extensión que va a tener este fic, pero prometo segunda e quizás tercera parte. (Intentaré que sea pronto).

¡Muchas gracias por haber leído y nos vemos en el siguiente capítulo!

Deolinda