Disclaimer: Todos los personajes mencionados pertenecen al maravilloso tío Rick (Rick Riordan).
¿Aliados o una nueva familia?
La niña se arrinconó en la cama envolviéndose con las mantas, simplemente ya no podía más, sus cabellos rubios se pegaban a su rostro empapado por las lágrimas, cerró los ojos esperando que aquellos seres se fueran, pero nada, podía escuchar sus colmillos chocando y el correteo de sus patas por las paredes y suelo.
"Por favor, has que se vayan."- Pensó aún llorosa en la esquina de su cama, apretó las manos en sus orejas queriendo acallar todo ruido, podía sentirlas por sobre su manta, su corazón se aceleró expectante… Entonces una luz se encendió, la niña parpadeó y observó con gran alivio que las arañas ya no estaban ahí; sin embargo, una mujer de mirada severa la observaba desde la puerta.
-"Deja de hacer tanto ruido niña, tus hermanos no pueden dormir por tu culpa, ¿no ves que no hay nada?"
- "Lo… lo siento". – musitó la niña mientras la mujer volvía a apagar las luces y se marchaba. Ella no planeaba quedarse ahí y esperar que los arácnidos volvieran a atormentarla, iría al despacho de su padre, aquel lugar le gustaba, el olor a libros nuevos y viejos, las colecciones de aviones de su padre, estando a sólo unos pasos de la puerta escuchó una voz salir del despacho.
-"Es un peligro para los niños Frederick, tenemos que hacer algo"
-"No hay nada que se pueda hacer, ella nunca me dijo qué hacer cuando me la dejó."
Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas, sabía que hablaban de ella… otra vez. Ellos no la querían en casa, su madrastra la odiaba y ya estaba cansada de tener que lidiar con ella y con sus pesadillas. Annabeth sabía que la mujer tenía razón, era un peligro para sus hermanastros, aunque desconocía los motivos. Se dirigió a su habitación y tomó su mochila para salir de la casa… ¿Era aquello lo más sensato?
Sí, definitivamente no regresaría jamás.
El ulular de un búho llamó su atención, aquello lejos de asustarla la hizo sentirse reconfortada, como si el animalejo pudiera comprender lo que ella sentía; el búho voló sobre ella y se posó en su hombro, acercó su pico a la mejilla de la niña y picoteó con suavidad, la pequeña rubia sintió que su madre le había enviado para que la ayudara.
¿Cómo era eso posible? No lo sabía.
Aquel animal la guió a lo largo de su viaje, no sabía a dónde la llevaba pero confiaba en él. Estuvo días vagando por la calle y huyendo de monstruos que ni siquiera sabía que podían existir, en uno de sus escondites había encontrado un martillo y lo había transformado en su arma.
Annabeth llegó hasta un callejón cerca de un almacén, la niña no era la misma que había escapado de su casa, su mirada era salvaje y desconfiaba de todos; además se encontraba sucia, sin querer chocó contra una lámina de metal, entonces el búho se elevó dejándola sola, quizá espantado por el ruido, la niña quiso gritar pero no lo hizo, escuchó pasos que se acercaban y decidió esconderse cerca de un montacargas. Era de noche y estaba empezando a asustarse; una lámina de plomo cayó sobre la niña sin llegar a dañarla, la silueta de dos personas se formó delante de ella, entonces uno de ellos levantó la lámina y la niña no lo dudó, tomó el martillo que se había convertido en su fiel acompañante y lo agitó en dirección de la persona que había levantado la lámina, para sorpresa de la niña, él lo esquivó y sujetó su muñeca, pero ella no se daría por vencida.
–"¡No más monstruos!" – Gritó, pegándole patadas en las piernas–. "¡Largaos!"
–"¡Tranquila!" – Gritó el muchacho tratando de frenarla sin éxito alguno, la niña estaba demasiado asustada para dejar de luchar, sobre todo porque su acompañante estaba armada, la rubia no quería escucharles, temía que fueran monstruos disfrazados.
–"¡Monstruos!"– Repitió temblando histérica, el miedo se hacía más que presente.
–"No. Pero sabemos de monstruos"–dijo el chico–. "También luchamos contra ellos".
Él la sujetó con más fuerza tratando de reconfortarla, ella dejó de patearle y dirigió sus ojos grises a los azules del chico.
–"¿Son como yo?" –preguntó, recelosa, pero también esperanzada.
–"Sí. Somos…"–el chico dudó sin saber cómo explicarle, ella lo observó esperando una respuesta–. "Bueno es difícil de explicar, pero combatimos a los monstruos. ¿Dónde está tu familia?"
Al oír la pregunta la barbilla de la niña tembló mientras su mirada se volvía seria.
–"Mi familia me odia. No me quieren. Me he escapado".- musitó, tratando de esconder el dolor tras aquellas palabras, no lloraría, no se mostraría débil frente a ellos, su orgullo se lo impedía.
–"¿Cómo te llamas, pequeña?".
–"Annabeth".- El chico sonrió al oír su nombre y ella no pudo evitar ponerse a la defensiva, había pasado tanto tiempo en las calles…
–"Bonito nombre"–dijo–. "Mira, Annabeth, eres fiera y una luchadora como tú nos sería útil".
Los ojos grises de la niña se abrieron de par en par, sorprendida, no recordaba que alguien hubiera tenido un gesto lindo con ella en mucho tiempo, quizá desde que su padre se había vuelto a casar y aquellos chicos querían que fuera parte de ellos.
–"¿De verdad?"
–"Oh, sí" –el chico buscó algo entre sus cosas y sacó una daga -"¿Qué te parece tener un arma que mate a esos monstruos? –le preguntó–. Esto es bronce celestial, funciona mucho mejor que un martillo".
Annabeth tomó la daga entre sus manos y la observó estudiándola, era realmente hermosa, le gustaba y definitivamente le sería útil.
–"Los cuchillos solo son para los más bravos y rápidos luchadores"–la voz del muchacho la sacó de sus pensamientos–. "No tienen el alcance o el poder de una espada, pero son fáciles de manejar y pueden encontrar puntos débiles en las armaduras enemigas. Se necesita un guerrero inteligente para un cuchillo y tengo da la sensación de que tú eres muy lista".
La niña le observó sonriente, ella era inteligente.
–"¡Soy lista!" –dijo con orgullo, la chica pelinegra le alborotó el cabello con cariño.
–"Será mejor que nos movamos, Annabeth"–dijo Thalia–. "Tenemos un lugar seguro en el río James. Te conseguiremos ropa y comida".
La sonrisa de Annabeth desapareció y volvió a tener aquella mirada salvaje en sus ojos.
–"¿No iréis a devolverme a mi familia, verdad? ¿Me lo prometéis?".
La voz de la niña demostraba terror, no quería regresar a su casa, donde no la querían, se había dado cuenta de muchas cosas y entre ellas estaba el que sus padres le habían fallado. Luke apoyó una mano en el hombro de Annabeth.
–"Ahora formas parte de nuestra familia. Y te prometo que no te voy a fallar como lo hicieron nuestras familias. ¿Trato hecho?".
–"Trato hecho"–dijo, alegremente, enfundando su nueva daga, aquel chico le inspiraba confianza y una parte de ella quería sentirse parte de algo, sentir que tenía alguien en quién confiar.
