A LAS LECTORAS QUE SIGUIERON EL FIC DESDE UN PRINCIPIO: ESTO NO ES UN NUEVO CAPÍTULO, SOLO ESTOY EDITANDO LOS CAPÍTULOS. SIENTO LAS MOLESTIAS DE LOS AVISOS DE FF.


-N.A. Original-

DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

AVISO: Este fic participa en el reto "Visitando a los muggles" del foro "El triángulo, donde tres, están unidos".

Gracias a mi amiga Gizz Malfoy Granger por betear esta historia.


-N.A. Editada, 22/05/2017-

Como dije, iría editando este fic poco a poco. No me quedaba tranquila sin corregir algunos fallos ortográficos y de estilo que tenía; además, puede que cambie algún elemento o añada elementos de alguna trama que dejé ahí colgando.

El fic es un gran WI: Está ambientado en el siglo XXI y Voldemort nunca ha existido. En él, veremos cómo es la vida amorosa de seis personajes (Draco, Hermione, Blaise, Ginny, Theo y Luna) y eventualmente entrarán en escena Harry y Pansy, pero todavía faltan muchos capítulos. También advierto que es un fic básicamente cómico (dentro de mis limitadas posibilidades) con algunos toques de drama (porque sin drama no sería un fic mío) que suceden aquí y allá. Nada que no sea necesario para la historia.


UNA RÁPIDA SUCESIÓN DE TERRIBLES INFORTUNIOS


CAPÍTULO 1: Una rápida sucesión de terribles infortunios

··Hermione··

Hermione estaba empezando a preocuparse seriamente por su salud.

Era mediados de abril, estaban a cinco grados y la minifalda negra que llevaba cubría lo mismo que un cinturón ancho. Miró con rencor a Ginny, que estaba espectacular enfundada en un vestido pegado de color verde y parecía inmune al viento frío que empezó a soplar justo cuando salieron de casa de Hermione, un par de horas antes.

Los padres de Hermione se habían ido de vacaciones de Pascua, dejando a su hija sola en casa. Había creído que sería una idea estupenda invitar a Ginny y Luna a pasar esos días con ella. Todo había ido genial hasta que la pelirroja propuso que salieran de fiesta como hacían los muggles.

Ahora, allí estaban las tres amigas, haciendo cola para entrar en una de las discotecas más populares del momento en Londres. Ginny miró divertida a Hermione, que no paraba de tiritar y dar saltitos para entrar en calor. Hermione la fulminó con la mirada.

—¿Tienes alguna idea de cómo conseguiremos entrar? Solo te dejan pasar si eres mayor de veintiún años —dejó caer, rezando mentalmente para que sus amigas entraran en razón y volvieran a casa. Hermione suspiraba por enrollarse en una manta y ponerse a ver la tele en el sofá.

—¡Oh, no pasa nada! —exclamó Luna, abriendo el diminuto bolso rojo a conjunto con el vestido, del mismo color, que llevaba—. Ginny y yo hemos creado… ¿Cómo dices que se llaman estas cosas? —preguntó, mostrando unos cartones plastificados.

—DNI —respondió enfurruñada Hermione. Enarcó una ceja, mirando a la pelirroja—. Lo tenías todo planeado, confiésalo.

Ginny sonrió mientras se echaba el pelo hacia atrás con un movimiento de mano. Hermione vio de reojo que los chicos que llevaban detrás, llevaban un buen rato babeando ante la visión de la pelirroja.

—Nunca —repuso Ginny. Enlazó un brazo con el de Hermione—. Vamos, Herms, disfruta un poco. Dentro de nada empezarán los ÉXTASIS y lo único que harás será estudiar y estudiar.

—¿Y qué tiene eso de malo? —musitó la castaña.

Ginny no tuvo tiempo de responder, pues llegaron al inicio de la cola. Un guardia de seguridad que estaba cuadrado como un armario las miró de forma sospechosa mientras inspeccionaba los carnés que Luna le había entregado. Hermione tragó saliva, pero la rubia supo salir del paso:

—Hay bastante cola, sabe… —dijo con una sonrisa inocente, señalando la larga fila de personas que esperaban su turno para entrar.

El guardia les lanzó una última mirada escrutadora antes de devolverles los DNI. Cuando pasaron dentro, Ginny soltó un grito triunfal:

—¡Por fin! Empezaba a congelarme ahí fuera.

—No me digas —replicó Hermione con todo el sarcasmo que pudo—; apenas lo había notado.

La discoteca resultó ser una sala enorme que ya estaba repleta de gente. Solo Merlín sabía cómo iban a caber todos lo que aún esperaban fuera.

—Vamos a tomarnos algo —exclamó Luna, acercándose a la barra. Hermione la miró con asombro: ¿Desde cuándo era la rubia tan eufórica?—. Estoy deseando probar eso que llaman Coca-Cola —dijo, sonriendo de oreja a oreja.

—Pues yo me voy a pedir un Gin-tonic ―repuso Ginny.

Hermione suspiró.

—Que sean dos.

Hermione apenas había bebido dos sorbos cuando Ginny ya iba por el segundo cubata. Luna miraba embelesada el vaso de Coca-Cola que removía con una pajita de color rosa fluorescente mientras se balanceaba al son de música techno. Hermione tenía ganas de darse cabezazos contra la pared. En cuanto hubo un taburete libre, Hermione se sentó en él y dejó el vaso de alcohol encima de la barra. Ginny volvió a cogerlo y se lo puso en la mano la castaña.

—Bebe —ordenó. Hermione puso los ojos en blanco y pegó un trago largo. Cuando terminó, le lanzó una mirada a Ginny como diciendo: «¿Ya estás contenta?», pero la pelirroja se había quedado boquiabierta ante algo que había visto en la entrada. Luego miró a Hermione y le quitó el vaso de las manos.

—Creo que le han echado algo a la bebida. Empiezo a delirar. ―Señaló hacia la puerta.

Cuando Hermione se volvió, casi se le desencaja la mandíbula por la sorpresa.

··Mansión de los Nott··

Draco cambió de postura en el sofá por enésima vez. Tiró a un lado su varita, cansado de hacerla rodar entre los dedos durante más de media hora.

—Si llego a saber que habíamos quedado para hacer esta mierda, me quedo en mi casa. —Theo levantó la vista del libro que estaba leyendo y lo miró con las cejas levantadas.

—Y yo —añadió Blaise, que daba vueltas por el salón de la mansión de los Nott.

En ese momento sonó un pitido extraño. Procedía del bolsillo de Theo. Cuando el chico sacó la mano, el sonido resultó proceder de un aparato negro. Una de esas cosas muggles… ¿Cómo se llamaban?

—Esto es un móvil, incultos —aclaró Theo, que les había leído la mente. O la expresión de sorpresa del rostro de sus amigos.

—¿Tu padre sabe que andas jugueteando con trastos muggles? —preguntó Blaise—. Pareces un Weasley.

—Por supuesto que no. Me mataría. —Theo rio—. Pero mi vida no gira en torno a vosotros, ¿sabéis? Tengo… mis contactos.

—¿De qué demonios hablas, Theodore? Estás empezando a ponerme nervioso —amenazó Draco.

Theo sonrió sin levantar la vista de la pantalla brillante del móvil ese. Cuando volvió a guardárselo en el bolsillo, miró a sus amigos de forma enigmática.

—Ya tenemos plan para esta noche.

—Ilumínanos. —Draco puso los ojos en blanco. Si estaba relacionado con los muggles, no podía ser nada bueno. O interesante.

—Nos vamos de fiesta —dijo el castaño—. A una discoteca.

Blaise se acercó. Había conseguido captar su atención.

—¿A una discoteca? Me han dicho que en esos sitios hay chicas guapísimas… —Sus amigos vieron el momento exacto en el que el moreno sacaba al depredador que llevaba dentro.

—¿Desde cuándo vamos a sitios muggles para divertirnos? —inquirió Draco, enarcando una ceja.

—Desde que Hermione Granger, Luna Lovegood y Ginny Weasley están allí.

Draco se incorporó. ¿Qué hacía la aburrida de Granger en una discoteca?

—¿Así que quieres ver a Lunática, eh, Nott?

—Cómo si tú no quisieras ver a la Weasley, Zabini —respondió Theo.

—La verdad es que verla es lo último que quiero hacer con ella. No sé si me entendéis… —Blaise esbozó una sonrisa ladeada.

—Weasley y Lovegood. Qué mal gusto tenéis —sentenció Draco, cruzándose de brazos.

Blaise y Theo intercambiaron una mirada cómplice.

—Creo que no me has oído bien, Draco: Hermione Granger estará allí —recalcó Theo, guiñándole un ojo.

Draco permaneció impasible, provocando que Blaise pusiera los ojos en blanco.

—Oh, vamos, todo el colegio ha visto como la miras, Draco.

Draco se sonrojó involuntariamente, pero no pensaba ceder.

—¿O tengo que recordarte aquella vez que estábamos borrachos, cuando dijiste que…?

—¡De acuerdo, de acuerdo! —cortó Draco, levantando las manos en señal de derrota. Se negaba a admitir que había gritado a los cuatro vientos que le gustaba esa sabelotodo de Granger—. Vamos a esa discoteca muggle.

··En la discoteca··

Hermione se dio la vuelta rápidamente y cogió a sus amigas por el brazo.

—Tenemos que salir de aquí —susurró, olvidándose momentáneamente de que no podía oírse ni ella misma.

—¿QUÉ? –gritó Luna.

—¡TENEMOS QUE IRNOS AHORA MISMO, ANTES DE QUE ESOS TRES IMBÉCILES NOS VEAN! —repitió, esta vez muy alto. Demasiado alto, porque una voz detrás de ella respondió:

—¡Nosotros también nos alegramos de verte, Granger! —Malfoy le dedicó una sonrisa realmente encantadora, si no fuera porque era más falsa que un galeón de plata.

Hermione ignoró al paliducho de Malfoy y miró a Ginny, suplicante. Pero esta estaba demasiado ocupada en sonreír a Blaise, que se la comía con los ojos descaradamente.

—Venga, Hermione, quedémonos un poco más. Te juro que en diez minutos nos vamos —dijo Ginny. Luna sonrió y asintió con la cabeza, secundando la propuesta.

··Una hora más tarde··

«Mierda», pensó Hermione. «¿Cómo me he metido en este lío? ¿¡Cómo!? Con lo bien que hubiera estado en mi casa, sola… ¡Pero no, tuve que invitar a aquellas dos abandona-amigas!». Hermione estaba sentada en una silla, apartada en un rincón. Había pasado una hora, pero seguían allí. Miró a sus amigas con rencor, aunque ninguna parecía darse cuenta.

Luna estaba en una esquina y señalaba a su acompañante algo que había en el aire y que solo ella parecía ver. Pero Nott apenas le prestaba atención; estaba demasiado ocupado en mirar embelesado a la rubia. Hermione no conseguía entender por qué Theo se había fijado en Luna, no porque ella no fuera digna de gustarle a alguien, sino porque tenían los temperamentos más dispares. Su amiga era una chica calmada, que a menudo vivía en su propio mundo, mientras que Nott era uno de los solteros más codiciados de la escuela, que siempre estaba tonteando con todas las chicas del colegio. Sin embargo, allí estaban, charlando y riendo juntos. El mundo se estaba volviendo loco.

Mientras tanto Ginny tenía la lengua de Blaise Zabini clavada hasta la campanilla. Habían empezado a liarse media hora antes y desde entonces Hermione no los había visto detenerse para coger aire ni una sola vez. Aquellos dos llevaban varios años tonteando, pero nunca habían pasado de un par de comentarios subidos de tono al cruzarse en los pasillos. Ahora, al verlos besarse y restregarse como si no hubiera mañana, empezaba a sentirse incómoda, y eso que estaba a varios metros de ellos. «Por Merlín, que se busquen un hotel», pensó.

Malfoy era un caso aparte. Desde que había entrado no había hecho más que tragarse un cubata detrás de otro como si fuera agua. Había bebido tanto que le costó cuatro intentos conseguir levantarse. Hermione se cubrió una mano con la boca para ocultar una carcajada. La verdad es que un Malfoy borracho era bastante gracioso. La sonrisa se le borró de la cara cuando vio que el rubio se acercaba a ella dando tumbos.

El Slytherin se dejó caer sobre la silla que había libre al lado de la castaña. Tenía los ojos brillantes por el alcohol y el pelo rubio platino ligeramente alborotado; también se había desabrochado los dos primeros botones de la camisa negra que llevaba. Era todo un contraste con el Draco Malfoy impecablemente apuesto al que Hermione estaba acostumbrada.

¿¡Pero qué estaba diciendo!? ¿¡Desde cuándo era Draco Malfoy atractivo!?

—Oye, Granger —dijo Malfoy, arrastrando la lengua—, ¿te he dicho alguna vez que eres muy guapa?

Hermione puso los ojos en blanco.

—Malfoy, me importa una mierda que te emborraches hasta caer muerto, pero no vengas aquí a molestar —respondió con sequedad.

Malfoy puso gesto de haber sido herido.

—Oye, Granger, yo… —Parecía tremendamente concentrado mientras hablaba—. Yo… Sé que me meto contigo y todo eso… Pero…

—¿Pero… qué? ¡No irás a decirme que te gusto! —Hermione soltó una carcajada, pero calló de golpe cuando vio que Malfoy permanecía totalmente serio. ¿Podía ser que…?—. Malfoy, dime que no es cierto.

El rubio se encogió de hombros.

—Si quieres te lo digo, pero es verdad.

Hermione se llevó una mano a la frente.

—Esto no puede estar pasando…

—Así que había pensado una cosa —prosiguió Malfoy—: ya que yo estoy muy bueno y tú me gustas, ¿por qué no nos enrollamos?

Hermione lo miró con los ojos como platos. Decididamente, a Malfoy le sentaba muy mal la bebida.

—Malfoy, creo que deberías parar ya de…

No pudo terminar la frase, porque sin saber cómo, había terminado besando a Draco Malfoy.

La boca de él sabía a ron, pero tuvo que admitir que no era un sabor desagradable. De hecho, aquella situación no le desagradaba en absoluto.

Draco interrumpió el beso para cogerla por la cintura y sentarla encima de él. Cuando retomaron el beso, las manos de él recorrían su espalda con avidez y las de ella estaban entrelazadas detrás su cuello.

¡Demonios, qué bien besaba Malfoy!

Qué bien besaba Malfoy…

De repente, la realidad la golpeó de lleno. ¿¡Qué diablos hacía ella besando al insoportable de Draco Malfoy!? ¡Pero si se odiaban!

Hermione se levantó rápidamente y dio un paso atrás. Estaba en estado de shock, pero cuando Malfoy se levantó, pasó una mano por su cintura y empezó a besarla en el cuello, volvió al mundo real. Furiosa, empujó al rubio con tan mala suerte que este cayó hacia atrás, dando lugar a una rápida sucesión de infortunios.

Primero, Draco fue a dar contra la espalda de un tipo diez años mayor y que lo doblaba en tamaño, provocando que el tipo se volcara una copa encima.

Después, el tipo cogió a Draco por la camisa y le propinó un puñetazo que le rompió la nariz. Un Draco sobrio quizás hubiera adivinado que era mucho más sabio huir de allí con el rabo entre las piernas, pero el Draco ebrio se sentía invencible.

Intentó devolver el golpe recibido con tan mala pata que le dio al amigo del tipo, que parecía ir al mismo gimnasio puesto que era igual de enorme.

Blaise, que había detenido su intercambio de saliva con Ginny, vio que su amigo estaba en metido en un lío, y como en el fondo era un fanfarrón (y no tan en el fondo también), decidió que la mejor manera de impresionar a la pelirroja era dando una paliza a aquellos dos gorilas.

Theo, en cambio, suspiró y se acercó a regañadientes. Intentó calmar los ánimos, pero terminó recibiendo un puñetazo en el estómago que lo hizo doblarse por la mitad.

Al final, uno de los camareros se hartó del show y llamó a la policía, que llegó a los diez minutos y se encontró con el espectáculo de tres adolescentes menores de edad tirados en el suelo, hechos polvo.

Cuando llegaron a la comisaría, Hermione (que había sentido la necesidad moral de que las chicas los acompañaran) intentó explicar con calma y mucha inventiva por qué había seis adolescentes en una discoteca para adultos, la mitad de ellos borrachos, tres con DNI falsos y los otros tres sin siquiera documentación.

Al final, tuvo que llamar a sus padres.

—Nos hemos metido en un buen lío —señaló Luna como si nada, mientras jugueteaba con la cremallera de su bolso.

—No pasa nada, nena —dijo Blaise, mirando a Ginny—, esto lo arreglo yo con un par de galeones.

Ginny enarcó una ceja y apartó la mano que él había pasado por encima de sus hombros.

—Mira, Zabini, esto ha estado bien, pero no soy tu novia, así que déjate de tonterías.

Blaise parecía confundido.

—Pero… pero…

Ginny le dedicó una mirada cortante y se cruzó de brazos, dando por terminada la conversación.

Un agente de policía se acercó a ellos.

—Dile a tu novio que se calme o lo encierro y tiro la llave —dijo mirando a Hermione.

—No es mi novio —respondió molesta.

—Lo que sea. Me da igual —repuso el agente encogiéndose de hombros—, pero que se calle.

Desde donde estaban sentados podía oírse a Draco, que gritaba y vociferaba para que lo dejaran salir de la celda donde lo habían encerrado.

—¡DEJADME SALIR! ¿ME HABÉIS OÍDO, MUGGLES ASQUEROSOS? ¿SABÉIS QUIÉN SOY YO? ¡SOY DRACO MALFOY Y TENÉIS SUERTE DE QUE NO TENGA MI VARITA O ACABARÍAIS TODOS MUERTOS!

Theo soltó una risita.

Aquello fue la gota que colmó el vaso para Hermione.

—¿¡Se puede saber de qué te ríes!? —increpó a Nott—. ¡Estamos aquí atrapados hasta que expliquemos por qué no tenemos documentación! ¡Además, a nadie se le ocurrió la brillante idea de traer su varita, y ahora no hay forma de que podamos comunicarnos con nadie para que nos ayuden!

Mientras, Draco seguía gritando:

—¡SOY DRACO MALFOY, SACADME DE AQUÍ, PLEBEYOS!

Theodore se limitó a soltar otra risita antes de responder:

—Verás cuando se entere su padre…


-N.A. Editada-

Muchas gracias por todo el apoyo que me disteis en esta historia. Cuando escribí este capítulo, no se me pasaba por la cabeza que se digievolucionara de un OS a un long-fic.

Si por alguna casualidad acabas de llegar al fic, ¿me dejas un review?

MrsDarfoy