¡! Para Ethereal. CRACK.
!Danger. weird pairing. WEIRD.
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.desired forgery.
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Fuma cómo una reina,
Espera, y cree que el dolor le es ajeno,
La noche la quiebra cómo arena,
Buscando a tientas el oscuro deseo.
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.The refudge.
Karin está asqueada de su vida. Eso es lo que piensa mientras lee y relee una y otra vez el título del libro que yace sobre la mesa, desafiándola con su desmesurado grosor, sus palabras desvanecidas en pensamientos no claros, sus frases inconexas y los cientos de párrafos entremezclados con imágenes que, de ninguna de las maneras, le cuajan en el cerebro.
Pero no es su culpa desesperar, no, en absoluto. Karin sabe que estar sentada en esa mesa desconchada y atiborrada de envoltorios de caramelos de melón, de varios ceniceros colmados de cenizas hirsutas y grises, incluso ese plato vacío, en el que apenas quedan restos del sándwich que se comió dos horas atrás…no es ningún privilegio. Pero no piensa e eso mientras se balancea en la silla, con sus pantalones ajustadísimos y negros resollando cada vez que la carne que aprietan oscila sobre el acochado de la silla, y toquetea casi con ansiedad patológica la cremallera de la cazadora sobre su regazo.
Una chispa de pensamiento conciso llamea en sus ojos antes de volver a desaparecer y dejarla frustrada.
Quiere un cigarro, quiere respirar el aire de la tarde, con el crepúsculo rayando el horizonte y tal vez, un paquete extra de chicles en el bolsillo. Pero no lo hace. Se abanica el rostro blanco con la mano, rematada en largas uñas rojas, mientras recapacita y sus gafas negras se le resbalan hasta la punta de la nariz. No sabe por qué está allí exactamente, debería haberse marchado hacía horas, pero, por alguna razón que se le escapa, permanece sentada y mascando el aire cómo si la vida le fuera en ello. Karin. Karin es preciosa, fuma y bebe y se droga, pero sigue siendo una preciosidad. Los comentarios de los demás le resbalan y son el cemento que pisa al andar. Las personas son molestas, las ignora, y cuando alguien la habla finge no escuchar.
¡CARAJO!
Su psique se descarrila cuando por fin da con el motivo de su vigilia. En la mente le fluyen ideas inconexas, que, de manera escalofriante terminaban en puntazos descoloridos. Karin cree ver un fulgor rojo y el golpe insonoro de tambores en los oídos, un par de violines mientras siente que se cae, al borde de la silla. Se agarra, se asia con desesperación, la vida, como si se le escapara a bocanadas del cuerpo, y entonces lo ve todo con claridad. Pestañea hasta el infinito y piensa que, joder, ha cerrado los ojos, y él, si. Ese chico al que nunca antes había visto, la esta observando entre los pliegues de carcoma del libro que lee.
(El mañana nunca muere y el ayer permanece yerto dentro del cajón)
Se levanta casi revoloteando y, quedándose fija tanto en mente como en cuerpo, agita el vaso de cristal al borde de la mesa, con un cerco de color amarillo cuyo olor roza la pestilencia.
-Perdona, ¿me pondrías otra cerveza? –su pantalón de cuero era una trampa, es tan apretado que cualquiera podría tomarle el pulso sin necesidad de entablar contacto con su piel-.Y hoy si puede ser, tengo cosas que hacer, ¿sabes?
Sonrie como solo ella puede sonreír. A medias entre la amabilidad, a medias condescendiente, airada y con un punto de tensión al final de los dedos.
El tiempo se queda estático, y el camarero se le acerca serpenteando.
-Gracias –lo escupe agitándose la melena, con delicadeza.
Las horas, minutos y segundos pasan cn lentitud, con cuentagotas, mientras Karin se las apaña para intentar no sonreír. El libro, el maldito libro, la tortura en la quietud del silencio en el que se ha metido ella sola. No sabe exactamente cómo termina, el ensayo de internet decía que tenía algo que ver con langostas y el exterminio de la raza humana, pero Karin piensa que todo eso no son más que chorradas científicas, y que el meollo del asunto es el amor ilícito que surge entre el protagonista y la chica flojucha enferma de tuberculosis. Claro. Todo le parece asequible, en su mente, en su caos de mente, pero cuando tiene que escribir, los dedos se le abotargan y se niegan a moverse. Luego ella se enfada, y fuma, y se folla al primero que se le cruza.
Karin está asqueada de su vida…pero eso ya lo he dicho, ¿no?
Después se sienta y se cruza de piernas.
Craaaaackjj.
Alguien se sienta a su lado cuando se percata de que el camarero ha dejado la cerveza espumosa en la mesa. Levanta la vista, el lápiz y subraya el libro mecánicamente mientras con la otra mano, apunta y garabatea en una libreta.
-No eres nada agradable –Karin mira al chico al que nunca ha visto cómo si le conociera de toda la vida. Se va a comportar como quiere, como es. Está cansada de tener que fingir que es una borde antisocial…o tal vez…
(El camarero se está evaporizando. Se acuerda de las langostas y la chica enferma. Sonríe)
-Y tú eres un cotilla. Me miras a todas horas, y no –le calla con un gesto, el chico se sienta en la silla junto a la suya-, no me digas que no es verdad porque estoy más que familiarizada con el acoso. No te atrevas a negarlo.
Se retira el pelo de la cara.
(Es un abanico de rojos furiosos)
Él eleva el libro y lee como si en realidad la estuviera escuchando.
Sin cólera te golpearé,
y sin rencor,
tal matarife,
como en la roca Moisés .
Levanta los párpados en un movimiento errático. Karin está centrada en sus palabras y…(oye, el tipo este está de muerte) se le va un poco la mente(el caos de su memoria crepita como fuego líquido). El asiente, sus pupilas queman y la pasta agria del deseo se les queda a ambos atascada en la garganta-.
Yo soy la herida y el cuchillo,
la mejilla y el bofetón.
Yo soy los miembros y la rueda,
la víctima y el verdugo,
soy el vampiro de mi sangre,
uno de esos abandonados,
condenados a risa eterna,
cuya sonrisa es imposible.
Karin se agita y le devuelve la mirada.
-Lo peor de esto es que eres un acosador –le señala con el dedo-, y no sé como te llamas. Si, vale Baudelarie, me encanta. ¿Y? A todos nos pone cachondos la poesía ambigua, no es ningún misterio. Todo tiene que ver con la percepción de la realidad, ¿sabes?
Ella, se acaricia la frente con la uña afilada, le señala, sonríe y frunce los labios a la vez, tiembla, vuelve a moverse…(el cuerpo de Karin es una fiesta de fuegos artificiales).
Él sigue sonriendo, se lanza sobre la mesa hasta la boca de Karin, la besa.
Despacio, tocándola con la lengua como sorbiendo un helado.
Cuando se hace a un lado, los labios de ambos saben a chocolate y tabaco.
-Eres un acosador.
-Y te gusta –es una afirmación, y habla casi como si la poesía le fluyera por las venas.
Karin alza la barbilla hacia arriba con altivez.
-Tal vez si, tal vez no –se inclina de lado y le mira ajustándose las gafas sobre el puente de la nariz-, en cualquier caso, señor acosador. ¿Cómo te llamas?
Suena inquisidora.
Pero él sabe cómo soltarse del yugo de ella, se escapa con una finta y con lo que Karin identifica como "labia".
-De momento, no tienes por qué saberlo. No dudo en que lo averiguarás, pero para cuando lo hagas, ya no tendrá ninguna importancia. –la sonrie de nuevo y se desliza de la silla. Agarra un pequeño petate y con el libro en la mano, camina hasta la puerta y desaparece.
Karin parpadea de confusión, se recoloca en la silla, y mira de nuevo su libro abierto sobre la mesa. Agarra un cigarro, lo enciende y ve como el humo desaparece poco a poco, no muy segura de qué pensar.
Las gotas de arena del tiempo se le escapan antes de darse cuenta de que, efectivamente, el nombre no le importa en absoluto.
Recuerda un verso, y expulsando humo negro y cenizas, sonrie.
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Chapter One. End.
