De nuevo, una historia corta que salió en una noche de insomnio. Espero seguir escribiendo, ya que la película tiene muy poco fandom y se merece algo más.
Disclaimer: Nada me pertenece, más que la idea misma.
La ciudad era la misma, parecía que realmente nada le inmutaba —O ya lo había visto todo.
De nuevo la gente comenzaba a arremolinarse en los bares, tomando la calle y armando jaleo en todo lugar.
Como si todos los crímenes que sucedían no eran nada más que una realidad alterna—Los humanos se creían intocables, lo que le sucedía a los demás, nunca les pasaría a ellos.
Parecía que toda esa gente que recién fallecía no tenía nombre ni familia. Eran personas que vivían en el anonimato como la mayoría.
Almas y cuerpos que existían, sin embargo no significaban nada para una ciudad.
En los obituarios había numerosos nombres y pésames. Era una desgracia, nadie lo negaba. Pero eso no hacía que no fuera otra cosa que un número más, para una ascendente estadística.
Nada se detenía—Ni por un segundo— Todo seguía su ritmo vertiginoso y temerario. Como si aquella odisea nunca fuera a acabar, como si el hecho de que sobreviviríamos estuviera ya pactado.
La noche apenas comenzaba y ya se encontraba rebosante de vida.
Él también se unió a aquella danza nocturna, donde los extremos se juntaban y jugaban a una maliciosa apuesta nocturna.
Caminaba solo, como solía hacerlo. Su andar era decidido y cada paso que daba parecía un desafío.
Un reto a quien se atreviera a plantarse frente a él—Por supuesto que nadie lo aceptaba, la multitud se partía en dos, dejándolo pasar—Como siempre, él iba en contra de la corriente.
No le tenía miedo a nada—Al menos eso aparentaba Y si fingía, lo hacía perfectamente.
Sus orbes negras como boca de lobo, enfocadas hacia adelante, olvidándose de todo lo que giraba a su alrededor—Lucía como aquellos caballos de batalla a los que les colocaban un par de almohadillas para bloquear su vista periférica, y así lograr que corrieran hacia el frente sin importar lo que sucedía en su entorno.
Portaba un cigarrillo en la mano derecha—Aquel humeaba sin piedad en la noche helada—Eran de buena marca, después de todo si se moriría de ello, al menos que valiera la pena.
De vez en cuando lo dirigía a su boca e inhalaba, mantenía aquel humo en su boca por unos instantes, después de saborearlo lo exhalaba y seguía adelante.
Así es como él vivía. Aunque lo que realmente sucedía es que no encontraba otra manera de hacerlo.
Pero después de una existencia rodeada de cosas que deberían de permanecer ocultas para él mismo; no le quedaba de otra. No podía negar nada.
Él era diferente, diferente a todos nosotros, diferente a todos ellos también.
Una especie de ser intermedio del que no se sabe si está más cerca de la muerte que de la vida o viceversa.
Pero a pesar de todo por lo que había pasado, allí estaba enfrentándose una vez más al destino.
Y eso era porque él era John Constantine.
