Nota de autora: HAPPY PARTY TRAIN arruinó mi vida y me inspiró para escribir esto. Voy a actualizar todos los domingos. También, estoy experimentando con mi estilo de escritura de nuevo al hacerlo más "simple" y menos tedioso…

Resalto que este es un Fic futurista desarrollado en el 2025, y me he esforzado en mantener todo lo más canon posible junto a los headcanons que tengo de Hikari.

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Carta 1: Mil luces


Nadie escribía cartas hoy en día, por eso ella se quedó confusa mientras firmaba el papel del cartero de manera automática al recibirla sin siquiera mirar el remitente. El papel desprendía un aroma a flores y le recordaba a un campo de jazmines cubierto del rocío de medianoche. Podía sentir la textura húmeda de los pétalos, ella caminando con sus pies desnudos en el lugar. Era fresco y refrescante; nostálgico. Cerró la puerta y se dejó desplomar sobre el metal, acabando con el rostro entre sus rodillas y la carta en el suelo. Después de unos minutos retomó la compostura y se levantó, no era momento de ponerse en ese plan. Tenía muchas cosas que hacer. Observó el reloj de la cocina y este marcaba las 6:15AM. Sí, tenía un largo día por delante.

Salvo que no contó perder el equilibrio con una pequeña bola anti-estrés colocada justo entre la entrada del apartamento y la cocina. Fue capaz de mantenerse y recurrió a apoyarse contra una pequeña columna de donde colgaban los implementos de cocina. Los cucharones de metal chocaron uno contra el otro, haciendo un ligero estruendo. Una vez que todo retornó a la normalidad, se agachó y recogió con sus delicados dedos el culpable de su predicamento solo para esbozar una pequeña sonrisa. Ya con 34 años, Hikari Yagami tenía la bendición de no presentar arruga alguna. Dejó la pelotita, junto a la carta, en un cenicero que jamás ha visto un rastro de tabaco y se concentró en hacer el desayuno. Fue hacia la refrigeradora y le dio una ojeada al menú que andaba pegado con imanes multicolores y fotografías. Hoy tocaba huevos revueltos con pechuga de pavo, tofu y espinaca, ingredientes que sacó y empezó a cocinar.

A los pocos minutos un exquisito aroma invadió el departamento, junto al sonido de unos pequeños pasos que, tambaleantes, iban hacia donde ella se encontraba. Virando el rostro, el mandil rosa pastel yendo junto a su grácil movimiento, una pequeña Salamon se tropezaba. Una sonrisa se esbozó en el rostro de Hikari al verla caminando dormida tan solo guiándose del aroma que parecía haberla despertado. En cuestiones de segundos alguien más apareció y parecía apresurado, yendo directo hacia Salamon quien acababa de chocar contra el tobillo de Hikari. Se sobó los ojos y bostezó, aparentemente sin saber en dónde estaba. Gatomon acudió y la cargó, lista para dar el sermón de todas las mañanas.

—¿Cuándo vas a dejar de caminar dormida?—echó un suspiro—. Tienes que aprender a controlar tus impulsos.

Salamon abrió con lentitud sus ojos, y su voz, suave y airosa reflejando su actitud despreocupada, salió adormilada.

—Buenos… días, Gato...mon—una pequeña burbuja salió de su nariz.

—¿Qué voy a hacer contigo…?—Gatomon caminó y la dejó sobre una almohadilla en la sala de estar. Ese era el lugar favorito de Salamon para tomar una siesta sea la estación que sea. Ahora mismo era invierno, entonces la felina la cubrió con una manta de polar—. Me cuesta comprender cómo está agotada todo el día si lo único que hace es dormir.

—Está en plena etapa de crecimiento—Hikari agregó una risa mientras movía los huevos.

—Me preocupa que se vuelva una holgazana.. El único ejercicio que hace es jugar con la pelotita anti-estrés.—Gatomon cruzó sus brazos y miró de reojo a Salamon quien había retornado a su plácido sueño. En eso, su mirada da con el reloj—. ¡Hikari, van a ser las siete!

—¿¡Tan rápido!?—apresurada, apaga la hornilla y pone la mesa en un dos por tres. Gatomon ayuda a servir en los platos mientras Hikari se quita el mandil para ingresar a una de las habitaciones de su apartamento. Esta estaba a oscuras, y un bulto parecía estar situado en una esquina. Decide prender las luces y agregó un fuerte saludo—: ¡Buenos días! Van a ser las siete así que es hora de despertar.

Abrió las cortinas. Le sacó el edredón al bulto. Se escuchó un alarido.

—¡Mis ojos!

—Los tienes cerrados, jovencito.

—La luz duele igual…

—Vamos, que si no te cambias rápido llegaremos tarde a la escuela. El desayuno ya está listo. Incluso Salamon se despertó antes—Hikari se acercó al niño y le acarició el cabello, dándole un ligero beso en la frente—. Buenos días, cielo.

—Buenos días, mamá—al ver que Hikari se acercaba, el niño la abrazó del cuello devolviendo el afecto—. Espera, ¿dijiste Salamon…? Ay, no… ¿te causó problemas?

Hikari dejó escapar una risa risueña, sentándose al lado del niño. La suavidad del colchón fue suficiente para que le entrara algo de sueño. Había perdido la costumbre de despertarse tan temprano. El haber tomado unos días de vacaciones ocasionó que el cansancio acumulado saliera sin previo aviso. Puede ser que los niños se encontraran en descanso pero ella, como tutora, debía igual de acudir a la escuela para planear lecciones y estar al tanto de los cambios de curricula. El pequeño acurrucó su cabeza en el hombro de ella, soltando un ligero bostezo. La paz y tranquilidad que reinaba en su interior era suficiente para ocasionar un ligero dolor en su corazón, aguantando un suspiro para así evitar dejar salir su dolor. Alzó la palma de su mano para así acariciar la cabellera del niño, un delicado castaño claro similar al suyo. Entrelazó el dedo con cada hebra, la respiración del pequeño cuerpo a su lado estabilizándose. Los rayos del sol ingresaban por las ventanas, incluso si este estuviese cubierto por nubarrones grises.

—Bueno, podría ser que quizás me tropecé con una pelotita anti-estrés… o tal vez no—confesó ella con un tono burlón.

—Salamon… ¿qué voy a hacer contigo?—suspiró él.

—No hay por qué ponerse así, ahora te dejo para que te cambies. Te espero en la mesa para desayunar, que ya son las siete—levantándose, el niño abre sus ojos de nuevo y Hikari se agacha a su altura. Ella se pierde en los de él, notando un detalle en particular—. ¿Cuántas veces te he dicho que te quites los lentes de contacto al dormir?

El niño pestañeó, tomando noción del detalle. Le ardían más de la cuenta.

—Lo siento...—aguantando otro bostezo, retiró el izquierdo con mucho cuidado.

Un hermoso color vino contrastaba con intensidad al lado del rojizo. Una mezcla inusual de colores que a Hikari cautivaba cada mañana. Se sintió corta de aliento y le volvió a dar un ligero beso en la frente, moviendo ligeramente el flequillo que lo cubría. Él cerró sus ojos por la sorpresa.

—Tan solo procura recordarlo, ¿sí? Te quiero, Chiaki.

—Yo también te quiero, mamá.

Hikari cerró la puerta con cautela, procurando así darle privacidad. Aguantó una sonrisa y miró la ventana. Enero había llegado hace menos de dos semanas, el mes más frío de todos. La calefacción la hacía olvidar ese detalle, y se abrazó a sí misma. De acuerdo al reporte del clima, la temperatura oscilaría entre lo tres y seis grados Celsius, cosa que hizo que preparara tal cantidad de comida para el desayuno. Observó la mesa con los platillos y el excelente trabajo que había hecho Gatomon, quien ahora se encontraba acurrucada en el sofá, rostro contra una de las almohadas, al aire caliente acurrucarla en un profundo sueño al igual que a Salamon. Hikari admiró las partículas de polvo que flotaban entre la luz, y caminó hacia el cenicero del mostrador en donde había dejado la carta sin remitente.

En primer lugar, se le hizo inusual que el cartero pasase tan temprano. Nadie entrega el correo a esa hora, y le resultaba curioso. La sostuvo entre sus manos, y la miró de un lado al otro. El aroma a jazmín no se iba y la nostalgia la invadía, ella tratando de no recordar. No tenía el tiempo para darse el lujo de meditar más al respecto, así que fue a sacar un sobre de otro lugar, una caja bien guardada entre unos jarrones. Otra carta estaba en sus manos y ella sonrió.

—¿Mamá? ¿Qué estás haciendo?—Chiaki acababa de salir de su habitación, aquel cabello castaño algo despeinado. Su abrigo de lana amarillo le quedaba algo grande y las mangas colgaban, impidiendo ver sus manos.

—Había algo de polvo y tenía que limpiarlo—replicó alegre, ocultando aquella otra carta en su espalda. Decidió cambiar de tema—, ahora, jovencito, ¿qué le he dicho de remangarse las mangas?

—Mm—él desvió la mirada, pretendiendo no haber escuchado.

Hikari se le acercó, acomodándoselas con dulzura. Sabía que no debía engreír tanto a su hijo pero no podía evitarlo. Era lo único que amaba con pasión en este mundo.

Amaba las mil luces* que le transmitía su presencia.

Lo guio a la mesa. Él se sentó; ella fue por unos pomos. Chiaki dudaba por cuál plato empezar; Hikari se sentó. Escogió los huevos revueltos con espinaca; sirvió jugo de naranja en dos vasos. Los minutos pasaban; los hashi sonaban. Chiaki no terminó; Hikari frunció el ceño.

—No doy más...—dijo agregando un suspiro. Por más que se hubiera servido poco, la mitad de los huevos con espinaca seguía en el plato junto a un pedazo de tofu intacto. El jugo de naranja se encontraba en la misma posición.

—Tienes que terminar tu comida—resaltó—. Tienes que estar bien alimentado. Hoy inicia el tercer semestre de clases… necesitas estar lleno de energías al ser un largo día.

—¿Tengo que ir…?—Chiaki agachó el rostro.

Hikari no sabía qué hacer.

—Cielo, prometo que acabará pronto, ¿sí?...—estiró su mano, colocándola encima de la del niño. Pensó que rehuiría pero, no lo hizo—. Solo son un par de meses más y regresamos a Inglaterra.

Chiaki sacudió el rostro con lentitud, una débil sonrisa esbozándose en su rostro.

—No es eso, mamá. Me gusta Japón, por más que solo haya estado un año aquí.

—¿Entonces…?—Hikari era buena comprendiendo niños. Se dedicaba a ello, era su profesión. Salvo que, últimamente, Chiaki estaba siendo difícil de leer. Era bueno ocultando sus preocupaciones, tan bien como ella… Y eso la inquietaba—. ¿Acaso…?

—¡No, no es eso!—apresurado, separó sus manos para agitarlas rápidamente frente a su rostro—. ¡Aquí todos han sido muy buenos y amables conmigo! Demasiado, diría yo… Es solo que… No soy muy bueno con las despedidas.

Hikari sabía que mentía. No exactamente sobre qué pero, sabía que había una mentira ahí. Decidió no presionar o él se cerraría más, tal y como pasó años atrás.

No quiero ver a mi hijo así de nuevo.

—De acuerdo, cielo—opta por recoger los platos y guardar las sobras para la lonchera de su hijo. Ambos Digimon seguían plácidamente durmiendo, entonces les guardó su porción en el microondas. Una vez que todo estuvo limpio, Hikari le colocó un sombrero de lana a su hijo y le acercó un vaso con agua junto a unas pastillas—. Prométeme que comerás todo tu almuerzo. Hoy día hace mucho frío y lo que menos queremos los dos es una visita al hospital.

—Sí—respondió luego de tomarlas, hundiendo su rostro bajo una bufanda gris—. ¿Podemos variar un poco el menú la próxima semana…? No me gusta la espinaca…

—Si encuentras algo que te guste que contenga mucho hierro, por supuesto—sonrió con calidez, su hijo ruborizándose un poco—. Ahora, antes de irnos… ¡Tengo algo para ti!

Los ojos de Chiaki se iluminaron, los dos irises de distintos colores destellando al igual que dos pequeños diamantes. Hikari no pudo evitar sentir cómo su corazón latía con gran intensidad. Reveló en su mano un sobre, siendo aquél que sacó de su escondite. A Chiaki se le hizo difícil contener las ganas de saltar de la emoción que lo primero que hizo fue jalar a su madre de la muñeca, invitándola a sentarse en el sofá. Gatomon saltó al ser despertada, ya que el niño se abalanzó en el asiento, rebotando. La felina brincó como reflejo y cayó encima de Salamon, quien no se inmutó en lo absoluto, murmurando por lo bajo el querer comer más galletas de chispas de chocolate con leche de soya.

—¡Lo siento, Gatomon!—Chiaki se disculpó con rapidez.

—Estoy bien, no te preocupes—suspiró, sabiendo muy bien el motivo de sus grandes energías—. Más bien, me sorprende que Salamon siga dormida con tremendo golpe que le metí al caerle encima.

—Así es Salamon—él soltó una risa risueña, Hikari alegre de verlo tan feliz. No obstante, su corazón dolía por dentro—. ¡Leamos la carta todos juntos!

Gatomon observó a Hikari; Hikari observó a Gatomon. La conexión que tenían como camaradas no había desaparecido. Seguía ahí, latente, fuerte e inquebrantable. Hikari se mordió sutilmente el labio interior. Dolía, dolía mucho pero, debía hacerlo. No podía parar. No lo podía detener. Debía seguir con ello.

Se le partiría el corazón en dos si esto dejara de suceder. Sus ojos brillan con tanta esperanza…

—Vamos, Salamon. Despierta—Chiaki la sujetó con delicadeza, la pequeña Digimon cachorro bostezando como si no hubiese dormido en días. Somnolienta como siempre, se sobó un ojo con su patita derecha, sonriendo con debilidad ante su compañero—. Buenos días, dormilona.

—Ah… Aki-chan, buenos… días...—estirándose un poco, logra acomodarse en el regazo del niño—. Cálido…

—¿Listo?—al ver que todos estaban juntos, Hikari decidió preguntarle.

—¡Sí!—con desbordante felicidad, Chiaki observó con detalle cómo su madre abría el sobre. En eso, ella se detiene—. ¿Pasa algo?

Los labios de Hikari flaquearon.

—¿Por qué mejor no lo abres tú?—pretendiendo que todo estaba bien, le extiende el sobre.

—¡Ah!—exhalado, lo recibe complacido.

Con cada doblez, percibía la suavidad del tacto de la persona quien había escrito la carta que yacía en su interior, con paciencia y dedicación. Intuyó que podría ser que el pasatiempo de esa persona al comprender la precisión en la que había doblado cada extremo. Por poco se sentía abriendo un presente de Navidad, sus latidos incrementando por la sorpresa. No era muy grande, ni muy pequeña. Podría ser que se encontrara vacía. Ese era el miedo más grande de Chiaki al abrirla pero, sabía que eso jamás pasaría. La persona detrás de letras hechas de puño y tinta lo amaban. La saliva que corría por su garganta le sabía a un amargo café caliente, o lo que creía que sería un café al no gustarle el sabor pero sí el olor, quemándosela.

Para Hikari, esto era cosa de todos los meses salvo que, por algún motivo, hoy se sentía más intranquila de lo normal. Quizás se debía a esa carta sin remitente que recibió en la mañana. Jamás creyó que aquello le causaría tanta ansiedad como ahora.

Chiaki insertó sus manos al sobre, la carta saliendo entre sus dedos. La abrió con cuidado, junto a una sonrisa de esquina a esquina.

«¿Cómo se encuentra mi niño favorito? ¡Espero que muy bien! ¿No le estarás causando problemas a tu madre, no es así? ¡Bah, estoy seguro que no! Eres un niño maravilloso después de todo, Chiaki. ¡Bueno, creo que debería contarte lo de este mes! Podría pasarme todo el tiempo escribiendo cuánto te extraño. Te ves muy guapo en esas fotos. ¡De seguro muchas chicas van tras de ti!

¡Te cuento que esta vez tuve que viajar a Egipto! ¿Te imaginas? Me hubiera encantado pasear en un camello contigo. Subir a uno es muy complicado… El momento en el que se levantan es un suspenso eterno pero, estoy seguro que te hubieras divertido. Me llamaron porque encontraron lo que parecían ser una nueva zona en donde se encuentran artefactos y, a que no sabes… ¡descubrimos muchas cosas! Pasamos muchos días explorando el área y excavando, también limpiando los artefactos. Creo que me dio hasta algo de insolación… ¡es broma! Por más que sea verano, estaba haciendo algo de frío. Incluso empezó a llover, ¡un clima muy loco!

Me hubiera gustado enviarte algo con la carta pero no hubo tiempo… ¡lo compensaré para la próxima vez! Creo que nos toca ir a China ahora, ¿qué crees que debería comer? Al estar cerca, quisiera escaparme un momento del trabajo, subirme a un avión y visitarlos a ti y a tu madre… e irnos a visitar partes lejanas de Japón en tren. ¿No sería fantástico?

Te envío muchos abrazos y besos.

Te quiere, tu papá.»

Chiaki guardó la carta dentro del sobre, para luego abrazarla en el pecho. Hikari ocultó su dolor.

—Cuando crezca quisiera ser arqueólogo como mi papá—dijo con una sonrisa—. Ahí podría viajar mucho y llevarlos a los dos a muchos países…

—Eso sería encantador, me pregunto qué países me gustaría visitar, hm...—Hikari dio lo mejor de sí para ignorar la creciente angustia—. Ahora es momento de ir a la escuela. ¿Vas a ir así o…?

—¡Cierto!—Chiaki salió corriendo a su habitación, Salamon cayendo al suelo al haberse dormido de nuevo y aterrizando en los brazos de Gatomon, quien más que ser su mentora, parecía su niñera a tiempo completo. Pasaron unos segundos y salió con una cajita. Con sumo cuidado, sacó el lente de contacto, ambos ojos ahora siendo rojizos—. Ahora sí.

Hikari sonrió. No le quedaba de otra.

—Pero tan solo pensar que papá estará cerca a Japón… ¡el ir a pasear en tren! Me recuerda a esa vez en la cual estuvo muy cerca a Inglaterra pero le cambiaron el itinerario a último minuto… ¡espero que esta vez no sea así!

—Todo a su tiempo, jovencito. Si se saca bajas calificaciones tal vez no haya viaje.

—A veces me olvido que eres maestra, mamá—respondió con risas.

Hikari abrió la puerta, sus inseguridades carcomiéndola, observando la carta que pretendía ignorar.

Espero que solo sea un mal presentimiento.


Nota 1: Chiaki se escribe 千光, lo cual significa "mil luces". 千 es el kanji de "mil" y 光 el kanji de luz. Aquí el Kanji de 光, que comúnmente se lee como "Hikari", se lee como "Aki".