Hola a todos!! Para todos los que creyeron que estaba muerta, pos déjenme informarles que no, solo estoy un "poco" ocupadita con el cole.
Como sabrán, la historia es de mi pertenencia, por tanto los personajes son utilizados sin fines lucros y son propiedad de Rumiko sensei.
Este es un oneshot, por lo que solo tiene un único capítulo. Si se diera el caso de que ustedes les gustara y quisieran que la continuara, saben cómo hacerlo... pero ya advierto, es un solo cap.
Sugerencia: mientras leen, pueden escuchar las siguientes canciones:
"We might as well be strangers" de Keane
"El tacto de su piel" de Lydia
"¿Por qué es cruel el amor" de Ricardo Arjona
Y "That's what you get" de Paramore
Y sin más, espero que sea de su agrado. Nos vemos abajo!!
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Una vez más jugó con el pie que le colgaba de la silla. Volvió a mirar hacía arriba. No consiguió nada solo apaciguar las lágrimas que se agolpaban cruelmente en sus mejillas. Se las limpió rudamente.
Un viento frío pasó, despeinando su cabello negro azabache ondulado y acariciando a sus sonrojadas mejillas. Lo volvió a recordar, sus ojos ámbares tan perfectos, tan fríos, tan calculadores…
No aguantó más. Se levantó y tomó su bolso. Su castaña mirada, ahora media roja producto de su llanto, se posó una vez más en aquel cielo, ahora negro por ser de noche.
-Dentro de poco deberé ir hacía ti.
Odio tu fría mirada
Odio tu perfecto porte
Caminó cabizbaja en todo el parque, daba pena su aspecto desliñado. Sus cuencas almendradas habían detenido ese flujo de agua salina que salía de improvisto.
-Ya no más.
Miró su reloj de mano. Las 7:30 p.m. Y su cita era a las 8:30p.m en el mismo lugar. ¿Sería capaz de ir, sabiendo que esto la atormentaría nocturnamente? Dudó por un segundo, pero al fin recordó lo que había decidido aquella tarde en el parque en el que estaba. Dejaría aquel juego que la empezaba a lastimar.
Sin poderlo evitar, miró instintivamente hacía el cielo, lleno de un manto estrellado y teniendo como pieza clave aquella media luna. Sus ojos se volvieron a nublar, pero ya no lloraría por él, eso lo juraba por su vida.
Odio tus apetecibles y perfectos labios
Odio tu egocentrismo
Odio tu maldita seguridad
Había pasado por allí unas cuatro veces, pero hablando con sinceridad ¿a quién le importaba? A ella, eso era lo menos relevante en esos precisos instantes.
Su mundo estaba a punto de dar un giro de 360º y ella ni se inmutaba por lo que pasaba por su exterior, lo que pasaría esta noche le dejaría un sabor amargo en la boca.
Y era así como lo había planeado, era mejor abandonar a aquel hombre con un gran tamaño en su ego, sabiendo que nunca le perdonaría lo que haría. Derribaría esa maldita seguridad que tanto lo caracterizaba, solo para verlo como un niño pequeño tiritar.
-Juro que no es mi intención hacerlo.
Bien, no era precisamente dejar a aquel hombre en esas condiciones, simplemente era pasar su última noche con él, nada más. Sonrió o lo intentó hacer, teniendo como resultado una mueca que mostraba el dolor que le provocaba todo aquel plan trazado con cuidado y perfeccionándolo para aplicarlo.
Odio tu caminar
Odio tu nívea piel
Odio tu perfecto y corpulento cuerpo
Su reloj ya marcaba las 8:00 p.m. Y a ella ni le importó. Solo consiguió que su nerviosismo acrecentara.
-Cálmate, que no es primera vez que te encuentras con él.
Se habló internamente. Esta vez si sonrió, estaba paranoica, ¿Cómo que hablar con ella misma se había vuelto un hábito? No lo sabía, pero eso si, resultaba un buen intento de auto análisis para descubrir cada cosa que había hecho. Y entonces, el recuerdo de su piel blanca se coló por su mente. Y a ella ya no le importó tenerlo ahí una vez más.
Aquellos fuertes y poderosos brazos que siempre la protegían, que la abrazaban por la cintura y la hacían sentir esos choques eléctricos; sus grandes manos que recorrían su pequeña silueta de mujer con suma delicadeza, que agarraban y acariciaban sus pómulos, el tacto de su…
Sintió que alguien la abrazaba por la cintura. Estuvo apunto de gritar para que alguien la socorriera, pero sintió una fría mejilla situarse en la cavidad de su cuello.
-¿Qué haces tan tarde por acá? ¿Pensabas no ir a nuestra cita? –Susurró suavemente en su oído, su piel se erizó por aquel cálido aliento.
Odio tus poderosos brazos
Odio tus grandes manos
Odio tu suave tacto
La volteó sutilmente mientras su mano hacía un pequeño viaje por su espalda. Ámbar y chocolate se fundieron, una guerra de mirada se desataba mientras ninguno de los dos movía un solo músculo.
Ella, por temor a caer una vez más en las garras de él, miedo por perder la razón al sentir su fino tacto recorrer su cuerpo y viceversa.
Él, porque quería comprobar de lo que ella era capaz de hacer solo por uno de sus besos, para agrandar su ego y hacerla retorcer de placer.
Kagome se regañó mentalmente al ver que sus fuerzas se desvanecían, pidiéndole a gritos a aquella voz de la razón que la dejara disfrutar una vez más de ese hombre. Pero sabía que él la torturaba lentamente para que al final ella se humillara y empezara ese juego de seducción que tantas otras veces ella incitaba.
Sesshomaru, al ver que ella no movía ni un solo dedo para que él la sometiera, decidió poner en práctica su plan b. Acarició sus pómulos levemente sonrojados, sabiendo que reacciones traerían estas. La azabache cerró fuertemente sus ojos, disfrutando del contacto del que era presa. El ambarino sonrió, ella estaba por sucumbir a sus encantos.
Pero nunca se dio lo que tanto espero, ella volvió a abrir sus ojos desmesuradamente, sus castaños habían tomado una frialdad que él creyó nunca ver. Y no pudo evitar el llamado que sus labios hacían por reclamar aquella boca femenina. Y sin más la beso.
Odio aquel aliento a menta que me altera tanto
Odio cada beso que me das
Odio las veces que me haces el cielo alcanzar
Su interior enloqueció con el solo roce de sus labios. ¿Es que él la había embrujado o qué? Trató de hacerse la difícil y no correspondió a aquel beso lleno de pasión contenida.
Sesshomaru la soltó de inmediato, ¿quién se creía ella para no responder en un beso que él le daba? Estaba furioso, su ego herido y su dignidad de hombre pisoteada. Muchas mujeres darían lo que fuera por un beso de él, y ella se atrevía a rechazarlo, ¿estaba loca?
Sonrió internamente, el hombre de cabellos platinados que estaba al frente suyo la mataba con la mirada. Ja, quién diría que ella resistiría a semejante tentación. Más no todo dura para siempre, el agarre de su cintura se intensificó mientras una boca se le abalanzaba, casi tirándola al piso. Y supo que no podría contenerse más.
Su aliento a menta se mezclo con el de vainilla, dando como resultado uno de los afrodisíacos que la incitaban a las más oscuras fantasías sexuales que su mente podría formular. La lengua traviesa del platinado acarició su labio inferior mientras ella acariciaba los sedosos cabellos platinados que caracterizaban a su familia. La lengua de Sesshomaru no pidió permiso y se adentró a esa cavidad húmeda, una lengua lo esperaba para dar inicio a una batalla en la que se decidiría el más fuerte.
Sus manos quedaron perfectamente instaladas en el cuello masculino, mientras la lengua masculina hacía maravillas en su boca, haciéndole creer que estaban en el cielo.
¿Pero sabes que odio más?
Odio el saber que no te puedo odiar
Odio saber que día a día te amo más
Y su mente volvió a volar. Ya no le importó estar en los brazos de aquel hombre que la transformaba en una fiera. Ya no.
Recordó el por qué había llorado tanto en la tarde. Ese juego de seducción y atracción le calaba más. Y debía detenerlo ahora o terminaría mal parada.
Todo había comenzado cuando había tenido como novio al imbécil de Inuyasha Takedo hace 5 meses atrás (cuando cumplía sus 24 años y 5 años de novios), si, claro que era un ímbecil… el muy idiota le había estado engañando con su prima Kikyo y lo más triste del caso es que a ella le había tocado la difícil tarea de pretender que no había pasado nada para que no él no sospechara que ella conocía la realidad. Y fue entonces cuando lo conoció a él. Sesshomaru Taisho robó su corazón desde el primer momento en el que lo conoció en aquel restaurante, y fue ahí donde se le ocurrió la "grandiosa idea": haría pagar a Inuyasha todas las lágrimas que le había sacado, y VAYA que lo había hecho, pero el precio que ella debía pagar por los servicios que se le prestaban era muy, muy alto.
Cada vez que él quería la llamaba simplemente para satisfacer sus necesidades sexuales, y ella no debía reprocharle nada porque ella había estado de acuerdo con su condición… condición que no le importaba hace 5 meses atrás por pensar en el mal que le causaría a su ex, pero que se le revirtió a ella sin darse cuenta.
Y ahí estaba el problema que la atormentaba a diario.
Y sin querer, lo besó con furia. El platinado, extrañado del comportamiento de su acompañante, se separó de ella tan rápido que tuvo que agarrarla antes de que ella cayese de bruces.
Él la miró interrogante.
Ella esquivo los dos témpanos de hielo ámbar que le realizaban un escrutinio, analizando la situación. Y se regañó internamente. Todo por reconocer que amaba aquel hombre.
Si, claro que lo amaba… y lo odiaba tanto a la vez.
Odio saber que siempre en mi mente estas
Y que al preguntarle al cielo que me acompaña
el poder dejarte de amar
Me responda que solo yo deberé ser la que te abandonará
Miró al espacio sideral, miles de estrellas podían adoptar la forma que creías o querías, y aquel hombre de 28 años tomó forma, con su sonrisa sensual que la dejaba desarmada. Y ella se maldijo por pensar cada minuto en él. Si, ¿para qué negar que Sesshomaru Taisho ocupaba sus pensamientos a cada hora, cada minuto y cada segundo que aspiraba el aire vital? Ya que más, hasta él lo sabía, pero él no tomaba la debida importancia. ¿Cuántas veces le había dicho que lo amaba mientras llegaban al clímax? ¿Cuántas veces no se había aferrado a su cuerpo para que él no la soltara y se quedase junto a ella en esa misma cama? Contar se le hacía en vano, los dedos de sus manos y pies se quedaban cortos. ¿Había hecho él algo para demostrar algo similar a lo que ella sentía por él? La respuesta era no, pero no más, no se dejaría humillar más.
La brisa nocturna jugueteaba con sus cabellos azulados mientras el convertible en el que estaba (y quién manejaba cierto hombre de cabellos platinados) corría a gran velocidad por las calles de Manhattan. Su mirada castaña se desviaba de vez en cuando al asiento del conductor, quien parecía estar muy concentrado en el manejo.
Llegaron al hotel de siempre. Ambos bajaron del automóvil.
La misma recepcionista. El mismo protocolo. Todo se reducía a eso… y ella sentía que se asfixiaba en el lugar donde se encontraba parada.
La anciana mujer la miró a los ojos, como tratando de descubrir lo que sus castaños ojos escondían, pero la investigación se vio interrumpida por una mano blanca que la jaló sutilmente al elevador. Ninguno dijo nada en su estancia entre las cuatro paredes metálicas. Su cabeza no dejaba darle vueltas al asunto… el sonido del elevador la trajo nuevamente a la realidad…
Como autónoma salió rápidamente mientras las puertas metálicas se abrían. Una vez más quedó al frente de la puerta de la misma habitación que compartían desde hace 5 meses. La abrió sin tocar el interruptor para encender las luces, no era necesario, aquella habitación la conocía de memoria.
Todo pasó tan rápido (como siempre) y cuando pudo reaccionar, su cuerpo se encontraba aprisionado entre la puerta (ahora cerrada) y aquel imponente cuerpo. Y un beso dijo más que mil palabras…
Odio esta noche que me has hecho tuya una vez más
Pero a diferencia de una de las tantas noches compartidas
en este mismo lugar
Su lengua empezó a trazar caminos desde los hombros descubiertos hasta su clavícula, donde mordió una pequeña porción.
Un gemido escapo de sus sonrojados labios.
Terminó por sacarle aquella blusa azul que tenía, mientras la guiaba a la habitación que tantas otras veces habían estado. Tironeó de la corbata negra que tenía mientras besaba fogosamente sus labios. Él por su parte, seguía mordisqueando el cuello de la chica.
Chocaron con el borde de la cama y hasta entonces cayó en cuenta que le faltaba deshacerse de su jeans negro y de sus ropas íntimas. El platinado la tumbó en la mullida cama, quedando encima de ella y volviendo a su ardua tarea de desnudarla por completo. Aquel sostén de encaje se había vuelto un grave problema para poder probar aquellos pechos de perfecto tamaño.
Kagome desabotonaba la camisa blanca que portaba Sesshomaru, dejando al descubierto aquel perfecto y duro pecho. Sin pensarlo dos veces lo volteó, quedando ella encima de él. Y aquí empezaba la venganza. Llevó sus labios a su cuello, subiendo hasta el lóbulo y lamerle un poco. Sintió su cuerpo temblar ante aquella caricia y sonrió satisfecha. Descendió hasta su clavícula, trazó figuras irregulares con su lengua en aquellos pechos, bajó hasta su ombligo, volvió a subir, lamió aquí y aya, llevó sus pequeñas manos hasta la cremallera del pantalón negro de tela… lo bajó lentamente hasta dejar al ambarino solo en boxers, y justo cuando iba a meter sus traviesas manos en aquel pedazo de tela…
Él volvió a dejarla debajo de su cuerpo y esta vez, no tendría compasión con ella.
Terminó quitando el sostén con una sola mano, mientras que con la otra se encargaba de bajar los jeans. Succionó, lamió, mordisqueó y jugó con uno de sus pechos. Volvió a besarla mientras ella lo apretujaba en el abrazo. Y volvió a recorrer con su lengua toda la anatomía de ella. Su cuerpo frágil se estremeció cuando llegó repartiendo pequeños besos en su estómago. Y no pudo contenerse más… se deshizo de la última prenda que le quedaba: su tanga.
Introdujo un dedo mientras que las piernas de ella atrapaban su cabeza, aprisionándolo.
Y jadeó. Y él siguió torturándola, hasta que se le ocurrió introducir su lengua en aquella cavidad. Y no pudo contener el pequeño gritó que salió de sus labios cuando mordisqueó su labio vaginal.
Y sintió que un espasmo la embargaba por completo (como las veces anteriores) y con sus piernas lo empujó hasta subirlo, quedando como antes: él encima de ella. Lo besó con pasión y con todo el amor que pudo dar. Él no se extrañó de aquel comportamiento, ella siempre lo hacia. Y con la ayuda de las piernas largas y femeninas, sus boxers tocaron piso, quedando a la par que ella.
Sin esperar mucho tiempo se introdujo en ella, fuerte, sabiendo que aquella cavidad se amoldaba perfectamente con su miembro. Embistió salvajemente mientras la azabache enrollaba sus piernas en las caderas masculinas. Siguió embistiendo, ambos cuerpos danzaban aquel baile de vaivén que perfectamente se encontraba sincronizado. Sus labios no dejaron de tener contacto, entregándose de lleno en las llamas del placer, entregándose en un mundo donde ellos dos solamente existían.
Estaba a punto de llegar al clímax, pero quería llegar con aquella azabache que enterraba sus uñas en su espalda, produciéndole más placer de lo que ya tenía (si es que eso era posible).
La embistió cada vez más fuerte, acelerando el ritmo que su cuerpo marcaba, siendo seguido por el otro cuerpo más frágil. Y ella sintió que no solo tocaba el cielo, también volaba. Y los dos gimieron de placer al saber que ambos habían llegado al clímax. Pero a Sesshomaru le extraño que ella no gritara su nombre como siempre lo hacía, que no se aferrara a su espalda… como quien se le iba la vida en ello.
Él se acomodó a un lado de ella, esperando que ella lo abrazara. Pero el abrazó nunca se dio. La miró de reojo y se sorprendió al verla buscar las mantas de la cama y taparse hasta sus pechos, dándose la vuelta y quedando boca a bajo. Y no entendió que le sucedía a ella ese día, pero atinó únicamente a dejarla boca arriba y abrazarla de forma protectora.
Serás tu el que me odiará más
Porque seré yo la que te dejará
Seguía mirando el techo, como si allí se encontrara la respuesta a los grandes enigmas de la vida. Dos malditas horas llevaba en esa misma posición y ya empezaba a incomodarle el respirar el mismo aire que compartía con cierto hombre. Se soltó de aquel agarre al que estaba prisionera, miró su reloj de mano… y vaya que se sorprendió mucho: las 12:27 a.m.
-¿No se supone que debería irme ya?
Estaba harta de quedarse sola en esa cama, harta de saber que él la dejaba a las 3 y ella abandonaba la habitación a las 6…si, ¿Qué hacía tanto tiempo ahí? Fácil, llorar a mares lo que el amor nos hace.
Pero había algo distinto en esta ocasión. Ella se iría y no volvería más.
No, no pensaba ir a vivir a otro país. Cambiaría el chip de su teléfono móvil, si era posible se teñiría el color de su cabello a rubio y utilizaría lentes de contacto. Pero todo valdría la pena: nunca la volvería a reconocer, nunca más tendría que ser humillada a la hora de hacer el amor.
Aunque si se ponía a analizar con la mente fría, él jamás le había hecho el amor. Solo tenía sexo, y ambos términos tenían significados diferentes. Pero para ella siempre sería que él le hacía el amor.
Sus castaños ojos se posaron en aquel ser que dormitaba a su lado. Una lágrima resbaló, empapando un poco la sábana con la que se cubría. Quiso dibujar con sus manos el perfecto perfil sereno que Sesshomaru tenía, pero sabía que él despertaría… y no sería capaz de verlo a los ojos y decirle adiós.
Se levantó de la cama, cuidando de hacer el menor ruido posible. Tomó sus ropajes esparcidos por el suelo y en menos de 5 minutos ya estaba vestida por completo. Se ajustó su abrigo largo en negro, y le echó una última mirada al cuerpo que descansaba en la cama.
-Adiós Sesshomaru, espero que me llegues a perdonar algún día.
Caminó con la frente en alto. Dudó unos segundos girar la perilla de la puerta, pero al final reunió todo el valor que le quedaba. Dio dos pasos hacía el exterior. Cerró la puerta y se deslizó hasta quedar sentada en el piso, con su espalda recostada en la puerta de madera. No aguantó más y libró a aquellas lágrimas que se debatían por salir, por correr con libre albedrío en forma de cascada.
-.-
Estiró sus brazos en un intento de desperezarse. Aquella habitación se encontraba en penumbras por lo que tuvo que esperar a que sus ojos ámbar se acostumbraran a esta. Miró instintivamente a su lado, encontrándose con un vacío que lo alertó inmediatamente.
Buscó con su mirada indicios que le dijeran donde podía encontrase la azabache.
Se colocó rápidamente sus boxers y se levantó. Buscó en el baño, pero ni rastros de ella; en la sala, absolutamente nada. Volvió a la habitación y buscó la ropa de ella, pero no la encontró.
-Kagome.- Susurró a la nada, ya sabía el desenlace de ese capítulo que se terminaba en su vida. Una pequeña lágrima se liberó de aquellas cuencas ambarinas, su estómago se contrajo y una pequeña cajita roja reposaba en el bolsillo de su pantalón: un hermoso anillo de diamantes.
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Porque pienso olvidar que no te puedo dejar de amar
Avanzó hasta quedar en la recepción del hotel. Todos los empleados que la conocían por ser cliente frecuente se le quedaron mirando con curiosidad. ¿Quién no, conociendo la hora que ella partía cada vez que llegaba a ese mundo lleno de exclusividades? No le importó y avanzó con su mentón alzado, señal de orgullo.
La recepcionista anciana se le quedó viendo fijamente, al parecer, ella había presentido todo lo que estaba ocurriendo. Y al parecer, no se había equivocado en nada.
-Hasta pronto, señorita.
-Hasta pronto, señora Kaede.
Abrió la puerta del hotel. La frescura del viento nocturno la recibió con regocijo. Todo había acabado. Ya no tendría culpabilidad por cada dolor que le encogiese su corazón.
Y sintió un vacío en su interior. Y supo inmediatamente lo que era. Sesshomaru había penetrado con fuerza en su ser, pero ya no más. Él se había ganado eso por la simple forma de ser suya.
Y aún así lo amaba como era. Frío, calculador, algunas veces cariñoso y analítico, pero al fin y al cabo, ser simplemente él.
Metió sus manos en los bolsillos de su abrigo y subió su mirada hacía aquel cielo nocturno.
-Juro que no volveré a caer en las redes de alguien más, como que me llamo Kagome Higurashi.
Y continuó caminando.
Y en el cielo no había rastro de una estrella, ni señales de vida de una media luna.
Absolutamente nada.
Y es entonces cuando digo que te odio cada vez más
Fin
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Bueno, esto nació gracias a una amiga que me hizo cometer la estupidez más grande en pleno ejercicio de educación física. Lo más interesante es que la broma fue con el chico que me trae loca… y bueno, el verso lo plasmé en papel, pero al ver que mi furia no se disipaba entonces decidí convertirlo en fic jejeje…
Cami, si tas leyendo esto, espero que te guste y que me dejes un review (no sabes lo feliz que me harías jiji).
Angie, sé que tas ahí así que dime si te gustó bby jiji… Ginna, me dijiste que te avisara si escribía uno nuevo, aquí está así que mándame un review. Ibeth, te reamo nena (y no quiere decir que a los demás no ehhh!!) espero que te guste y me digas si cumplí las expectativas. Y Kt (no menos importante, aclaro) sabes que tenemos una charla pendiente así que más o menos debes saber lo que te quiero decir ehh!!
Y a todos los demás, gracias por leerme. Si desean mandarme unos cuantos tomatazos por darle un final un tanto dramático, pueden hacermelo llegar dando click en el botoncito de go!!
Besos!!
Gene!!
