-Atraco al corazón-
Disclaimer: Digimon y sus personajes no son de mi propiedad pero los utilizo y escribo sobre ellos.
Hola a todos, aquí llego yo y mi nueva historia, "Atraco al corazón". Espero que disfrutéis leyendo tanto como disfruto escribiendo. Este es un fic basado en T.K. y Kari, los que me conocen saben que es mi pareja favorita. Sin embargo, también incluiré algo del Taiora (mi segunda pareja favorita). Creo que esta historia tendrá seis capítulos y puede que uno de ellos sea un songfic, aún no lo sé a ciencia cierta :) Será un fic un poco distinto pero espero que guste y que dejéis que reviews, ¡que animan mucho!
Takari95
Capítulo 1 - Ojos ciegos...
¿Qué sentirías viviendo siempre en un lugar oscuro? Si no tuvieses vista, si no pudieses ver, tal vez, apreciarías mejor el susurro que el viento te regala cada día, el calor del sol al rozar tu piel, el sonido de una flor mientras sus pétalos se abren lentamente... También sentirías mucho más los sabores: un buen vino, una buena cena o el dulce sabor de un beso. Lo mismo diríamos de los olores y también del tacto. Ser ciego no es sencillo pero cuando lo eres tienes que acostumbrarte a ello y aprender a vivir y disfrutar de lo que el resto de los sentidos te ofrece. Eso mismo tuvo que aprender Hikari Yagami cuando se quedó sin visión a causa de una fatal caída por las escaleras de su apartamento. Su nombre significa "Luz" pero ella no puede verla desde hace tiempo. Sin embargo, ello no la hace sentir desdichada. Sus ojos rubíes aunque vacíos y desorientados siguen siendo hermosos y la incapacidad de éstos para poder ver no le ha arrebatado la sonrisa de su cara. Lo que sí hace que sus ojos ciegos muestren de alguna manera tristeza es recordar cómo perdió su vista y a su hermano.
En eso estaba pensando sentada en su escritorio leyendo un libro escrito en braille cuando oyó los pasos de su madre por el pasillo.
─Kari, Sora ha venido a verte.
─Bien, dile que pase ─ le contestó con una sonrisa.
─Cariño, ¿os importaría ir a las dos ir a hacer unos recados? Tengo que ingresar un cheque pero no me da tiempo antes de ir a trabajar.
─Descuide señora Yagami, Kari y yo iremos a ingresar el cheque por usted, no se preocupe.
Kari estiró el brazo y aferrándose al borde del escritorio se levantó con cuidado y avanzó con seguridad hacia las otras dos mujeres. Sora le acarició la mejilla con los dedos sin decir nada y Kari le cogió la mano. Para Sora se había convertido en costumbre el saludar de aquella manera a Kari, sin saber cómo, al hacerlo, su amiga castaña le suministraba energía para seguir adelante. La joven Yagami sabía que aunque Sora no lo dijese abiertamente estaba pasando por una situación muy difícil por el tema de su ceguera y la desaparición de su hermano.
Kari siguió a Sora y a su madre hasta la cocina donde su madre estaba cocinando. La chica olisqueó el ambiente.
─¿Estás haciendo estofado, verdad? – preguntó a su madre. La señora Yagami asintió mirando a su hija que estaba desarrollando a una velocidad alarmante sus otros sentidos lo que le permitía llevar una vida casi normal.
─Vamos, Kari, ve a cambiarte y saldremos un rato – dijo la pelirroja.
Una vez Kari despareció de la cocina, su madre se apoyó sobre la encimera con gesto apenado.
─No puedo verla así, Sora. No puedo. Además, está el tema de Tai... Dos años... ¿Cree que no le hemos perdonado? ¡Nunca lo culpamos! ¿Por qué no vuelve con nosotros y con Kari?
Sora suspiró mientras le daba unas palmaditas en la espalda a la afligida señora Yagami.
─Estoy segura de que el día en que esté preparado volverá con nosotros –susurró –. ¿Cómo está el tema de la operación de Kari?
─Todavía nos falta por reunir una buena suma de dinero, es una cantidad muy elevada pero todo sea por devolverle la vista a mi hija. Gracias por preguntar.
─Sabe que si necesita algo no debe dudar en pedírmelo.
─No puedo pedirte más de lo que estás haciendo ya por nosotros Sora. Eres un gran apoyo para Kari.
─¿Nos vamos ya? – dijo Kari apareciendo por la puerta de la cocina.
─Ese vestido es nuevo, ¿no? – preguntó su madre.
─Sí, Sora y yo lo compramos el otro día – la chica llevaba un vestido de verano de tirantes, un poco por encima de la rodilla de color rosa muy claro. Además, se había cepillado su pelo corto y se había colocado una pequeña flor detrás de la oreja. A decir verdad, a sus dieciocho años, Kari era una chica muy bonita, que tenía muchos amigos e incluso novio, un chico llamado Davis.
Sora se acercó a ella y le pasó la mano por el pelo.
─Estás preciosa – murmuró su madre reuniéndose con ellas.
Tras despedirse de su madre, las dos muchachas salieron del apartamento para hacer unos cuantos recados. Sin embargo, Kari se detuvo en mitad de las escaleras.
─¿Qué te ocurre? – le preguntó la pelirroja.
─Nada, solo quería preguntarte algo Sora... –Kari ladeó la cabeza y con una cariñosa y triste sonrisa le preguntó a su amiga –. ¿Echas mucho de menos a mi hermano? –Sora se quedó sin saber qué decir a eso –. Yo sí le echo mucho de menos y estoy dispuesta a encontrarle. Por favor, dime si le echas de menos, quiero saberlo.
─Claro que le echo de menos, era mi... mejor amigo – Kari cogió la mano de Sora.
─¿Sabes qué? Hoy tengo la sensación de que le vamos a encontrar – Sora intentó contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
─Ojalá. Y a ti Kari, ¿qué tal con Davis?
─Bueno, es un buen chico pero...
─Pero...
─No entiende como me siento, no nos complementamos. Sora, ni siquiera nos hemos dado un beso.
─Supongo que para él será difícil salir como una chica como tú.
─Cuando veía no teníamos ningún problema.
─¿Antes te besaba?
─No, tampoco. Quiero decir que nos iba mejor en general. No sé... Sé que es mi primer novio y que llevo casi dos años con él pero no siento ya nada especial. Estoy pensando en decirle que lo dejemos estar.
─Si crees que es lo mejor. Cuidado Kari, vamos a cruzar – Sora la cogió de la mano y cruzaron la calle. Al cruzar entraron en el banco de enfrente. Al entrar, Kari intentó situarse escuchando a las recepcionistas atendiendo a los clientes mientras tecleaban sin freno en sus ordenadores y el cajero automático haciendo ruidos al ejecutar las órdenes de algún particular. Las dos chicas se sentaron en unos cómodos sillones azules que había en una esquina mientras les llegaba su turno.
─¡MANOS ARRIBA! ¡ESTO ES UN ATRACO! – Sora levantó la cabeza del folleto que estaba leyendo para ver a cuatro hombres vestidos con traje y chaqueta y un pasamontañas cubriéndoles la cara armados con rifles de asalto –. ¡AL SUELO! ¡TODOS AL SUELO! – siguió gritando uno de ellos mientras apuntaba con el arma a una de las asustadas recepcionistas –. Llama al director, si me haces el favor – la chica se alejó trastabillando y no tardó ni treinta segundos en volver con el director del banco.
Sora se tiró al suelo junto a Kari rezando por que el infierno terminase pronto. Kari a su lado parecía casi tranquila. La joven Yagami de alguna manera sentía una sensación extraña... Sentía una mirada... Una mirada que la estaba vigilando con ¿curiosidad?, ¿admiración? ¿Por qué uno de los atracadores la estaba mirando? Por extraño que pareciese no la intimidaba, la hacía sentir tranquila... Qué irónico... Sora levantó la cabeza y se fijó en el secuestrador que miraba con unos profundos ojos azules a su amiga. Parecía que aquel chico hubiese olvidado el robo que estaba cometiendo y a sus compañeros al ver a Kari. Otro de los atracadores le dio un golpecito y lo hizo reaccionar. Dos de ellos se quedaron en la sala de espera con los rifles en alto controlando a los asustados usuarios del banco que maldecían el haber escogido el peor momento para ir. Los que se habían ido con el director volvieron con unas bolsas de deporte llenas a rebosar de dinero.
─Que nadie toque la alarma o le pego un tiro – amenazó el atracador que solo había hecho que gritar desde que había entrado en la sucursal. Sora levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los ojos cafés del tercer atracador. Una terrible sensación de reconocimiento la invadió hasta el punto de hacerla palidecer. Ese atracador fue hasta ellas y las hizo levantarse.
─Nos llevamos a dos rehenes – anunció.
─Lléveme a mí – suplicó el director del banco –, pero deje a las muchachas – el atracador negó con la cabeza y las sacó de allí. Los demás salieron detrás todavía con las armas en alto y subieron atropelladamente a una furgoneta negra que les esperaba enfrente del banco atracado. La alarma del banco estalló unos segundos después pero en ese momento el grupo ya desaparecía calle abajo, a toda velocidad, en aquella furgoneta.
─¿Qué vamos a hacer con ellas? – dijo el de los ojos azules mientras le ataba las manos a Kari con delicadeza.
─¿Quién eres tú? – susurró Kari al oído de aquel chico. Él le selló los labios con un dedo y a Kari la recorrió una oleada de calidez.
─Tranquila, no te va a pasar nada.
Sora no decía nada, parecía en shock. El atracador que las había cogido le hizo un gesto para que no hablase.
Tras conducir durante un rato, la furgoneta se detuvo y el atracador de los ojos azules ayudó a Kari a bajar de ella.
─¿Dónde estoy?
─Escucha... – le dijo él desde detrás al oído.
─El mar – susurró Kari al escuchar el sonido de las olas.
─Camina hasta que sientas el agua en los pies y llama para que vengan a buscarte – le dijo dándole su móvil. Él la cogió de la cintura y la ayudó a avanzar unos pocos pasos.
─Dime tu nombre.
─Lo siento... –Kari se volvió hacia él en cuanto el chico le desató las manos. Hasta ahora no había sentido con nadie lo que estaba sintiendo en esos momentos. ¿Por qué le ocurría aquello? Intentó acariciarle el rostro pero él se apartó –. Lo siento... – Se acercó a ella y le acarició la mejilla. ¿Por qué demonios se sentía tan vulnerable ante aquella chica? ¿Por qué le estaba costando tanto dejarla ir? Se levantó el pasamontañas y le dio un beso en la mejilla –. Camina hasta el agua... – le susurró antes de volver a la furgoneta. Kari se quedó quieta un momento y se acarició la mejilla allí donde aquel chico la había besado. Caminó hasta que sintió el agua en los pies y llamó a su madre.
Sora sintió que tras conducir un rato más la furgoneta se volvía a detener. Le habían vendado los ojos en cuanto habían liberado a Kari así que estaba a merced de aquel atracador. La cogió y la ayudó a bajar del vehículo. Sora sintió como el hurgaba en su bolso para sacar sus llaves. La hizo pasar por la puerta y la cerró tras de sí. La pelirroja sintió unas manos que acariciaban su espalda por debajo de la camiseta de tirantes que llevaba. El atracador le desató las manos y le quitó las cuerdas que ataban sus manos. Le pasó los dedos por la mejilla. Sin poder soportarlo más se arrancó el pasamontañas y la besó en los labios con intensidad.
─Tai... – susurró ella. El joven le quitó la venda de los ojos para que pudiera verlo. Sora abrazó con muchísima fuerza a su mejor amigo –. Te he echado tanto de menos...
─Sora...– él la cogió por la nuca y acercó el rostro al de ella volviéndola a besar intensamente. La joven le quitó la chaqueta, le desanudó la corbata y le desabrochó la camisa acariciando su pecho lentamente con los dedos mientras cubría su cuello de besos. Necesitaba sentir a Tai después de dos años de ausencia ya le preguntaría después sobre cómo habían llegado a aquel punto, ahora poco le importaba. Tai apoyó a la chica contra la pared del recibidor no dejando espacio entre ellos. Sora levantó la cabeza y lo besó en los labios mientras el castaño le quitaba la camiseta y la dejaba caer al suelo. La pelirroja desabrochó los pantalones del muchacho y los dejó caer junto a los bóxers que llevaba. Tai hizo lo propio con la poca ropa que le quedaba a Sora, la llevó en brazos a la habitación, la acostó en la cama y la amó.
Sora abrió los ojos, miró por la ventana y era de noche. Miró hacia abajo y pudo ver a Tai dormido sobre su pecho, le acarició el pelo con cariño sin poder evitar sonreír. El castaño se removió en su sueño y entreabrió los ojos. Alzó la cabeza y besó en los labios a su pelirroja.
─Me parece que tienes muchas cosas que contarme, Tai.
El joven bajó la cabeza y asintió.
Kari no dijo nada a su madre cuando le pidió que la recogiese en la playa, tampoco le dijo que no sabía dónde estaba Sora aunque intuía que debía estar bien. Su madre tampoco preguntó al ver que Kari estaba pensando en sus cosas. En concreto, la muchacha estaba pensando en el joven atracador con el que había sentido algo especial o al menos se lo había parecido. Se tocó la mejilla allí donde él la había besado para tranquilizarla, Kari sabía que esto era una locura pero...no podía dejar de pensar en él.
Tras dejar a uno de sus compañeros con una de las rehenes, los otros tres llegaron a un bloque de pisos. Escondieron la furgoneta en el garaje y dejaron el dinero allí dentro. Todos se quitaron los pasamontañas.
─Tendrías que haberte dado más prisa al deshacerte de ella... – le reprochó un chico rubio y alto al chico de los ojos azules –. Nos podrían haber pillado, T.K.
─Cállate, Matt – dijo el de los ojos celestes mirando a su hermano. Empezó a caminar y subió por las escaleras hacia su piso sin dejar de pensar en la chica ciega, preguntándose si estaría bien. Le había costado tanto dejarla allí sola...
Sacudió la cabeza intentando no pensar pero ella y sus perdidos ojos rubís le venían a la cabeza una y otra vez, su voz, sus manos, su suave piel... si hubiese podido la hubiera besado... era como si hubiera estado buscando a una chica como aquella toda su vida. Se metió en la ducha casi con la ropa puesta esperando que el agua fría aclarase sus ideas.
Tai se incorporó en la cama y miró a Sora a los ojos.
─¿Por qué no has aparecido en dos años?
─Sora, ¿cómo querías que apareciese después de que Kari perdiese la vista por mi culpa?
─Ella y tus padres te necesitaban, te necesitan...
─No pienso volver hasta que no pueda pagar la operación que le devuelva la vista a Kari, Sora.
─¿Robando? Tai...
─Es la única manera para poder pagar esa suma, Sora. No hay otro modo de hacerlo. El día en que sin querer empujé a Kari y cayó por las escaleras mientras discutíamos fue el peor día de mi vida... Saber que mi hermana no podría ver más... Por eso, me fui, quiero ayudarla y encontré a tres amigos dispuestos a ayudarme. Así es como he llegado a ese banco esta mañana y al veros a las dos allí en el suelo no he podido evitar cogeros de rehenes. Necesitaba veros... Estar con vosotras... Estar contigo y decirte que te quería tanto como el día en que me fui de aquí. Gracias por haber estado cuidando de mi hermana estos años. Todo lo que pasó fue por mi culpa y tengo que arreglarlo... ¿Me entiendes? Discutí con Kari en las escaleras aquel día y la empujé al enfadarme... Nunca me lo perdonaré pero si hay una única posibilidad de devolverle la vista, se la voy a dar sea como sea.
Sora abrazó al moreno y le dio un beso en los labios.
─¿Vas a volver a irte? – Tai negó con la cabeza.
─Pero no quiero que nadie sepa que estoy aquí, hablaré con ellos cuando crea que es el momento.
─¿Dónde vas a vivir?
─Tengo un piso con mis compañeros...
─Quédate aquí, conmigo.
─¿Y tu madre?
─Mi madre ya no vive conmigo, hace año y medio que se mudó a vivir al pueblo con mi abuela, quería tener más tranquilidad y a mí quería dejarme intimidad. Así que puedes quedarte, si quieres.
─Como podría decirte que no – Tai la abrazó con fuerza estrechando su cuerpo contra el de ella.
─Pero antes que nada voy a llamar a Kari para decirle que estoy bien – Tai la vio salir de la habitación con se camisa puesta. Parecía que después de dos años todo empezaba a ir mejor para él.
"Pronto Kari volverá a ver" pensó mientras se acostaba en la cama a la espera de que Sora regresase.
