Un Nuevo Milenio

En un lugar oscuro y frio se movía una delgada figura sin rumbo fijo, se encontraba cabizbajo, caminaba torpemente de vez en cuando se tropezaba, el temor de ser encontrado era mas fuerte que su propio cansancio así que no podía darse el lujo de descansar y se levantaba lo mas rápido que su cuerpo le permitía.

La fuerte lluvia entorpecía aun mas sus pasos, su única salida era aferrarse a las paredes en un intento de no caer, no detenerse, para el pobre hombre el tiempo se hacia eterno ''es solo cuestión de tiempo para que me encuentren'' decía para el mismo, sus pocas esperanzas comenzaron a desvanecerse, solo le quedaba una salida, lo que el consideraba correcto en ese momento, la muerte.

Se interno en una de las edificaciones, todo era oscuro, aterrador pero ser encontrado era mas aterrador para el, mientras subía las interminables escaleras al techo, pensaba todos sus buenos momentos junto a su familia, amigos y su ultimo equipo de trabajo, los responsables de su actual sufrimiento.

-lo he perdido todo, la muerte es lo único que me queda – decía para si mismo el hombre con una voz que estaba entre el cansancio y la locura.

Si ''ellos'' lo encontraban sufriría un destino mucho peor que la muerte, esa era la razón mas importante para quitarse su propia vida, de forma rápida e indolora.

-ellos no me podrán encontrar en el mas allá ¿verdad? – le pregunto a la nada con completo desgane

Ya en el techo se dejo caer, pero no se detuvo a descansar, decidió arrastrase por el sucio suelo y seguir gimiendo de cansancio, hambre y cualquier mal que pudiese tener, aunque en lo personal a el ya no le importaba nada, solo quería irse de este mundo lo mas rápido posible, no podía darse el lujo de perder ni un segundo, ya cuando llego al borde de la enorme estructura, la cual rondaba por los veinte o treinta pisos, tomo sus segundo aliento, se paro débilmente en el borde, extendió sus brazos y se dejo caer.

Todo era silencio, sus vida paso frente a sus ojos, incluso maldijo a aquellos que lo habían convertido en un criminal, solo era un científico que quería mejorar la calidad de vida de las personas, pero su trabajo consistía en experimentar con seres vivos, sus objetivos pudieron ser buenos, pero sus métodos eran crueles, ''pero no le hago daño a nadie'' era lo que siempre decía, sus conejillos de indias eran Pokémon salvajes, el no lo veía incorrecto.

En esta ocasión sus experimento fue más allá, se le obligo a mesclar el ADN de tres diferentes especies para conseguir el ''ser perfecto'' todo parecía ir bien, estaban cerca de conseguir la ''perfección'', todo se empezó a desboronar, fueron descubiertos, no por sus incontables experimentos fracasados, sino por jugar con la vida de una pequeña niña. Si no la hubieran usado a ella, de seguro nadie se daría cuenta de lo que hacían, era demasiado tarde para lamentarse, lo hecho, hecho esta.

Después de una larga caída logro llegar al suelo, no sintió nada, no sufrió, fue rápido, el se auto convencía, todo se veía negro a sus alrededor, pero ¿por que seguía consiente?, ¿su cuerpo estaba muerto y su mente viva? Era imposible desde esa distancia, sumado su agotamiento el debería estar muerto.

-¡¿Qué demonios está pasando? – grito el hombre con todas sus fuerzas mientras las lagrimas caían por su mejillas.

-es bueno ver que aun tienes fuerza para maldecir- era una voz grave, que parecía provenir de todos lados o directamente venia de su cabeza.

-¿Quién eres o que eres? ¡¿Tú eres el que no me deja morir?- preguntaba el hombre con completa desesperación.

-en efecto soy yo – decía la voz, con un cierto tono de orgullo – pero no te sale por que te lo merecías, solo lo hice porque me convenía, no espere encontrar a alguien tan rápido, no eres el más apropiado pero no tengo tiempo para ser exigente.

-¿Qué quieres de mi?

-lo único que tienes, tu cuerpo, ¿puedo tomarlo prestado? – pregunto arrogantemente la misteriosa voz.

-¿no era mejor tomar mi cuerpo muerto e inconsciente, en vez de preguntarme personalmente?

Era una pregunta obvia, pero.

-¡no seas estúpido! – Grito con tono amenazador e imponente – no puedo tomar un cadáver, tiene que estar vivo.

-¿Por qué yo? – su voz estaba apagada, las lagrimas no dejaban se salir, la sensación de impotencia era cada vez mas grande.

-ya te lo dije – soltó una pequeña risa entre dientes – no tengo tiempo para ser exigente, no se cuando vendrá el próximo moribundo, si me das tu cuerpo, no tendrás que temerle a tus verdugos, tengo el poder suficiente para protegerte a ti y a quien quieras, pero no tengo un cuerpo físico, solo existo en este mundo.

No había respuesta, nada podía oírse, solo había oscuridad en ese mundo, lo único que el hombre sabia, era que no estaba solo, ''¿debería responder?'' no dejaba de pensar eso.

-te lo pregunto amablemente, ¿puedo tomar tu cuerpo?

¿Tenía otra opción? no, no la tenía, él le tenía miedo a una eternidad de sufrimiento, al parecer esa eternidad se estaba cumpliendo en ese mismo instante, así que decidió terminar con eso.

-aaa acepto- titubeo dudando por un momento, pero todo ya estaba hecho.

-felicidades, ilustre humano, me acaba de conseguir la libertad – la voz dejo ir una aterradora risa que haría temer incluso al más valiente.

El pobre hombre sintió como algo entraba en su cuerpo, se apoderaba de el, ahora su propio cuerpo ya no le pertenecía.

La lluvia había cesado, un hombre que se encontraba en el suelo se empieza a levantar torpemente, le costó ponerse en pie cuando al fin logra ponerse erguido, miro sus manos como si estos fueran algún raro objeto que necesitara ser estudiado, toco frenéticamente su rostro, cuerpo, como si estuviera buscando algo, cayó de rodillas al piso con la cara mirando al suelo, después empezó a reír de forma completamente desquiciada, cuando recobra la calma.

-Bien, no hay tiempo que perder – el hombre se levanta, sacude el polvo que acumulo en las rodillas y emprende rumbo.

-Deténgase, queda bajo arresto por crímenes inter dimensionales – la voz provenía de un robot de color blanco y purpura, el cual tenía su cañón derecho en la cabeza del hombre.

El hombre voltea y se percata de la existencia de aproximadamente más de 50 robots iguales detrás de aquel apático robot que le apuntaba.

-no me hagan reír- el hombre levanta su mano derecha dejándola justo en la cara del robot - ¡basura!

Una brecha en el espacio no más grande que la mano de un hombre adulto se abre justo en la cara del robot, absorbiendo a este, a todos los demás robots presentes y a cualquier otro objeto o criatura que por desdicha estuviese ahí. Después de que la brecha se cerrara lo único que quedo fue terreno árido, imposible para que vuelva a haber vida en él, el hombre simplemente continúo su rumbo sin darle importancia a lo ocurrido.