Haec et talia faciendo

Jack Russel está cenando, por primera vez en el comedor, tras una semana de mordisquear tonteras por sobre el papeleo inmenso de su escritorio. Le gusta mucho el filete bien condimentado a gusto de Jerry, el chef enamoradizo del Cuartel General.

A su parecer, siendo un hombre feo y corpulento, es bastante femenino. Alguna vez escuchó a unos Buscadores señalarlo por lo bajo con una extraña palabra que bien pudo oír mal. Tiene en la cocina una medalla plateada que según River, dice: Geisha del Año, Pekin. Y una fecha que no coincide con los treinta mal llevados que aparentaría, a menos que ganara el premio en pañales.

Los huesos de la espalda de Jack crujen. "Me saldrá una maldita joroba y mi hijo no me reconocerá cuando vuelva", pensó entre divertido y culpable, nostálgico de un par de patines que daban vueltas a su alrededor, entre vitoreos a sus descubrimientos. "Si vuelvo, jo", agregó mortificado, con una risa jocosa, pesada y grave.

No puede evitar suspirar al recordar a su enano de mirada traviesa patinando a su espalda, cada cinco segundos preguntando sobre su hombro, colgándose, interrumpiendo, molestando y llenándolo de un picante orgullo paternal.

Sigue con la vista al quisquilloso jefe de los cocineros, mientras prueba el estofado, razona y mandonea a sus servidores. ¡Cuándo había sido la última vez que probó una mujer! Suspira Jack Russell, limpiándose un hilo de baba del mentón.

Jerry se lleva cada tanto un platillo a los labios y al degustar el preparado gime perdido entre la exigencia del Alto Chef y el éxtasis del cocinero-amante.

Durante el último año y medio, Jack ha cultivado, básicamente, tres famas:

1)La de esclavo burocrático -apodo de Komui Lee.

2)Padre negligente -a los ojos de Allen Walker.

3) "Bomboncito" -como suele llamarlo muy dulcemente Jerry cuando quiere "mimarle". Y es el último el que más le gusta, desde luego. Quizás el único motivo de que se moleste en comer algo en la cafetería.