El sol se estaba ocultando, sus rayos cansados se van de a poco desvaneciéndose sobre el cielo que añora la llegada de la luna y sufre la ida del hermoso sol, puede percibirse la melancolía del cielo por la venida del obscuro abismo. La brisa dulce de la tarde trae los aromas de la tierra y de las flores.

Pincelado de topacio el cielo ilumina los arboles y una figura, un hombre se encuentra entre las sombras, un destello de luz ilumina ese extraño color cobrizo que poseen sus cabellos. Su rostro hermoso se muestra impaciente, sus ojos verdes se encuentran con los míos un segundo para después desviarse al horizonte, que da muestra de unas cuantas estrellas que se adelantaron a la llegada de la oscuridad, para no perdernos en ella.

Unas pisadas hacen eco en aquel hermoso lugar, él también escucha ese sonido, su rostro busca a la dueña de aquella anticipada llegada, la belleza de sus rostros opaca totalmente el hermoso atardecer, sus ojos verdes parecen brillar al entrar en contacto con aquella mirada cálida color chocolate, una sonrisa se hace presente en su rostro perfecto, ella le corresponde, sus mejillas se tiñen de un hermoso sonrojo.

Quise captar aquel encuentro con una fotografía, pero fue imposible, la foto no mostraba aquel brillo, cómo la poca luz que había bañaba sus cuerpos, las palabras no eran necesarias entre ellos, sus miradas parecían decirse mutuamente todo aquel amor que sentían.

-cuéntame, que tal ha ido tu día—su voz era aterciopelada, parecía que quería envolverla en caricias mientras la observaba hablar.

Su aliento dulce la envolvía haciendo que se perdiera totalmente en él, podía sentir su aroma, su calidez y sin darse cuenta se acercaba a él, buscando el abrigo y protección de sus brazos.

Él quedó hipnotizado en aquellos ojos color chocolate, se había vuelto adicto aquel olor a fresas de su cabello color caoba que caía en ondas hasta su cintura, sus labios añoraban perderse en el sabor de su boca, no era indiferente a aquel gesto que hacia ella, quería liberar el labio inferior que ella inconscientemente mordía en un gestó de reprimir aquella pasión que sentía por él.

Las nubes plateadas dan paso a la sombría obscuridad, la soledad se cubre de la música de los grillos, todo alrededor es fantasía, un cuadro sin final, la melodía de sus risas es más bello que la luna que ya ilumina la esperanza dentro de este obscuro abismo.

Sus manos comenzaron a dibujar su figura, sus cuerpos se acercan, él se acerca a su rostro poco a poco, disfrutando el aroma de su aliento, escuchando como se acelera su corazón, para después sentir aquel delicioso sabor de aquellos labios, ella se pierde en él, sus manos van a su cuello en un intento de acercarlo más a ella. Él la sujeta por la cintura eliminando cualquier espacio que pueda separarlos. Fue un beso cargado de amor, ternura y necesidad.

Yo me quedo ahí pequeña bajo las sombras de los arboles, la belleza de aquel encuentro, de aquel beso cargado de amor, aprieta mi corazón, mi alma se desliza entre los árboles, entre las hojas hasta acercarse a ellos, mi alma se llena de esperanza añorando poder sentir un poco de aquel amor que mis ojos contemplan.

-Hace frio, es tarde y tienes que volver, que hay alguien que te espera seguro, una vez más el tiempo se nos fue—la miró con melancolía.

-¿Volverás? Dime si mañana volverás—le suplico

-Volveré, como lo he hecho cada tarde, porque a tu lado puedo olvidar—su voz salió en un susurro.

Se marchó, ella se alejo de él.

Él se quedó observando su partida hasta que se desvaneció entre las sombras. El jamás podrá ser más feliz, había encontrado la luz que lo iluminaba en su eterna oscuridad, no se podrá perder en el obscuro abismo porque su amor brilla con más fuerza que un millón de soles.