Hola de nuevo, por fin estoy empezando esta historia, después de una larga pausa que espero no se repita.

Ojala les guste.


Olvido.

Escuche los murmullos de su llanto, como muchas otras noches. Y una vez más, el corazón volvió a estrujarse dentro de mi pecho. La encontré de rodillas en el balcón, llorando amargamente. No era la primera vez, y me dolía la certeza de saber, que tampoco sería la última.

— ¿Serena?

Ella suspiro avergonzada. Si, una vez más, su llanto me había despertado. —Lo siento— Aseguro poniéndose de pie e intentando robarle fortaleza al viento.

Me acerque a ella y vi en sus ojos el dolor que la consume. Un dolor que soy incapaz de mitigar. Un dolo que yo comparto. — ¿Estás bien?— ¡Pregunta estúpida! Ambos sabemos la respuesta y aun así, ella me miente:

—Sí, fue solo otra pesadilla que logro inquietarme. —Aseguro limpiando el rastro de sus lágrimas. — Discúlpame, soy una tonta…

Intento pasar a mi lado pero mi brazo acorralando su cintura se lo impidió, no dejándole más remedio que girar para lanzarse a mis brazos y seguir llorando— No sé qué me pasa, me estoy volviendo loca— La envuelvo contra mi pecho tratando de darle un consuelo que sin duda es inalcanzable.

—Bombón, no deberías darle tanta importancia a un mal sueño— Se escucha la voz de Seiya acercándose, Yaten viene a sus espaldas y noto como sus puños se cierran tras el comentario de nuestro hermano.

Él tampoco está conforme. Él tampoco está seguro. Él, al igual que yo, cree que Serena merece conocer la verdad. Sin embargo, la posibilidad de aumentar su dolor nos mantiene amordazados.

Ella no lo recuerda. Su vida entera se esfumo de su memoria. Cuando sus ojos se abrieron ante nuestras miradas aquella noche, ella…

A veces la envidiaba, a veces el dolor de los recuerdos era tan grande, que me obligaba a reconocer que sería más fácil haber corrido esa misma suerte. Si, mas fácil, pero no sería justo. Alguien debe recordarlas. Alguien debe llorar sus muertes. Ellas no deben ser olvidadas. No lo merecen.

— ¿Acaso los he despertado a los tres? ¡Lo lamento tanto! Yo…

—Tranquila, yo tampoco he podido dormir, estoy despierto desde hace horas— La mirada de Yaten se tornó melancólica aun cuando sus labios se esforzaron por mostrar una sonrisa. Sus ojos cansados y las oscuras ojeras bajo ellos delataban el porqué de su falta de sueño: Los recuerdos. El dolor de lo perdido.

Solo su dolor era comparable al mío. Los tres habíamos perdido a nuestra princesa, pero a diferencia de Yaten y de mí, en el caso de Seiya la presencia de Serena mitigaba un poco el dolor de aquella pérdida. La mujer que amaba estaba viva, aun cuando no fuera la misma Serena, aun cuando la pérdida de sus recuerdos pareciera haberla cambiado por completo, ella estaba allí. Mientras que en nuestro caso el dolor compartido era aun mayor por las muertes de Amy, Mina y el resto de las chicas.

Seiya se acercó aún más a nosotros, y tomando la mano de Serena la alejo sutilmente de mis brazos. —Esta por amanecer ¿Qué te parece si empezamos el día con un chocolate caliente? —Le sugirió sabiendo cuál sería su respuesta.

Ella sonrió— Jamás desprecio una taza de chocolate. —Y así, ambos entraron a la cocina dejándome solo con Yaten.

El silencio nos envolvió. No era extraño. Los momentos como ese eran muy frecuentes entre nosotros. Habíamos aprendido a comunicarnos con la mirara. El tema siempre era el mismo: Serena, y las dudas eran constantes: ¿hacemos lo correcto? ¿Debemos seguir callando? ¿Y si su memoria vuelve y descubre nuestro engaño?...

Las dudas eran demasiadas y nos atormentaban cada día. La idea de perderla a ella también a causa de nuestro engaño era casi asfixiante. Ella le había dado un nuevo propósito a nuestras vidas. Nuestra existencia había recobrado sentido tan solo para protegerla, para estar a su lado. Para intentar compensarla por una perdida que ella ni siquiera recordaba. Para mitigar un dolor que ella no comprendía, pero que estaba allí, haciéndose más grande cada noche de luna llena.

Ahora nosotros éramos su familia. La habíamos tomado como nuestra princesa, y en secreto habíamos jurado dedicarle nuestras vidas. Y ella, a su vez, era nuestra, nosotros tres éramos todo lo que ella tenía. Había perdido a la mayoría de sus seres queridos en aquella batalla, y del resto la alejamos tras descubrir que no los recordaba.

Ahora nos pertenecíamos mutuamente.

La vida que alguna vez conocimos había quedado en Japón hacia seis meses. Fue necesario… en aquel momento así lo creímos.

—Me siento sola— se escuchó su voz en un dolido murmullo a la distancia, mientras veía como se abrazaba a si misma intentando, quizás, darse un poco de consuelo.

—Bombón —murmuro mi hermano quizás sintiendo el corazón quebrantando ante su pena.

La vimos caer cuando sus alas la abandonaron. No hubo grito, ni lamento. La inconsciencia ya la había reclamado.

Corrimos, y Seiya la tomo entre sus brazos evitando que se hiciera daño. Se veía tan frágil, tan débil, tan necesitada de carillo y protección… tan sola.

La desnudez de su cuerpo era apenas cubierta por las doradas hebras de su cabello. Me quite el saco y lo coloque sobre ella. A lo lejos escuchamos las sirenas acercarse— Debemos irnos—sugerí a mis hermanos, y el silencio nos acompañó en aquel recorrido hasta nuestro departamento que nos pareció desierto y sin esperanza.

Seiya dejo a Serena en su cama, y observo sus propias manos por un momento, fue entonces que comprendí que al igual que yo, el también sentía que nuestras manos ahora parecían carentes de propósito. No tuvimos más que hacer que simplemente observar a la vencedora de aquella batalla en la que lo habíamos perdido todo…

Horas mas tarde el silencio aun nos envolvía prometiendo llenar nuestra vida de miseria. — ¿Qué es lo que haremos?—La voz insegura de Yaten fue la primera en formular la pregunta que sin duda rondaba la mente de los tres. — No tenemos un planeta al cual volver, ni una princesa a la que proteger. ¡Hemos fallado!

Mis labios y los de Seiya se quedaron tan mudos como en las últimas 28 horas. Era tan solo el murmullo del noticiero en la televisión el que interrumpía ocasionalmente nuestros pensamientos.

Si, habíamos fallado, aun la última de nuestras esperanzas había quedado destruida en aquella batalla. ¿Qué teníamos ahora? Tan solo una chica inconsciente en la habitación contigua, cuya pena seria inmensa cuando finalmente despertara. Ella también había perdido demasiado.

"Finalmente se ha confirmado la magnitud de la tragedia—informaba el reportero quien tras sus espaldas mostraba las ruinas del que había sido el lugar de nuestro último concierto. — ya que aun sin los cuerpos, se ha podido determinar quienes fueron las trágicas victimas que perecieron tras las explosiones que destruyeron el auditorio. —Tome el control del televisor y subí un poco el volumen. Entre las imagines que se mostraban pudimos distinguir a la mama de Amy, la familia de Serena y el abuelo de Rey, quienes sin duda estaban en aquel lugar esperando que los rescatistas encontraran con vida a sus seres queridos. Muchas personas habían sido sacadas de entre los escombros, pero en las últimas 8 horas no habían encontrado a nadie. Nosotros sabíamos bien que ellas no volverían. —La lista está confirmada, los rescatistas comienzan a retirarse. La noticia es lamentable, entre los fallecidos se encuentran los tres integrantes del grupo Tree Light, así como el grupo de sus amistades más cercanas: sus compañeras del colegio; Mina Aino, Amy Mizuno, Lita Kino y Serena Tsukino, así como la sacerdotisa del templo Hikawa; Rey Hino, la corredora de autos Haruka Tenou y la talentosa violinista Michiru Kaio. Las autoridades determinaron que el fuego consumió sus cuerpos. Esperamos que sus afligidas familias puedan encontrar pronto un poco de consuelo. — Apague el televisor y el silencio volvió a envolvernos. Un silencio fúnebre, cargado de pena y sentimiento de culpa.

¿Aún no vuelven?—La débil voz de Serena nos obligó a mirarla. ¿Cuándo había despertado? ¿Cuánto tiempo tenia parada a nuestras espaldas? Aun se veía cansada, maltrecha, con el cabello desordenado, los ojos enrojecidos y su delgado cuerpo temblando bajo la ropa de gimnasia de Yaten. —Darien y las chicas… ellos siempre vuelven.

Me levante del sillón en que había habitado las últimas horas, Yaten y Seiya me imitaron, pero fue el menor de los tres el que se acercó ella— Bombón… en la batalla… ellos….

Siempre vuelven… tan solo unos minutos…—Su voz tembló y una lagrima surco su mejilla izquierda. — ¡Debimos esperar! Ellos siempre vuelven… ¿Por qué estamos aquí?

Bombón… ellos no volverán.

Te equivocas, ustedes no conocen nuestra historia… no es la primera vez…— Levanto su mano derecha y acuno en ella su frente, mientras comenzaba a caminar de un costado a otro de la sala, dejando que sus leves balbuceos nos inquietaran aún más: — solo unos minutos… ellos jamás me dejan…

De pronto se detuvo y fijo en nosotros su mirada. Y en ese momento deje de conocerla. Su rostro ahora cubierto de lágrimas nos veía con molestia y desprecio. Sus manos estaban hechas puño a sus costados y su voz denoto una frialdad que jamás creí que ella poseyera — ¿por qué hacen esto?—pregunto entrecerrando sus ojos como si quisiera leer en los nuestros una verdad oculta.

Bombón…—Seiya intento acercarse, y ella retrocedió los mismos pasos que él dio hacia ella.

!Yo no debo estar aquí! Debo esperarlos, buscaran mi rostro al abrir sus ojos . —Su miraba volvió a tornarse temerosa. La vimos girar sobre sus talones y abrir a toda prisa el ventanal que daba paso al balcón. El aire frio de la madrugada nos caló hasta los huesos. Pero a ella no pareció importarle. — Ellos siempre vuelven— Volvió a afirmar esta vez con una sonrisa triunfante.

Sentí pena por ella. Más de un día entero había transcurrido y ninguno de ellos había vuelto de la muerte— Serena… han pasado 28 horas… ellos…

¡Jamás me dejarían!—Detuvo con su grito mis palabras y no encontré dentro de mí el valor para quitarle con un argumento sus esperanzas. Aunque no fue necesario. Nuestros ojos fueron testigos de cómo la ilusión de volver a verlos la fue abandonando en los siguientes minutos: — ¿Qué?… ¿horas?… no… —Susurro mientras su cabeza comenzaba a menearse de un lado a otro— No es posible… ellas… y mi Darién… él….no….

Serena, por favor, entra al departamento— Le suplique tras darme cuenta de que los pasos que la alejaban de nosotros la habían llevado hasta el barandal del balcón.

Ellos no pueden estar… no pueden dejarme sola…

Bombón, nosotros aún estamos aquí, no estás sola.

¡Ustedes no son míos! Ellos lo soy, me pertenecen y yo a ellos… yo… debo llamarlos, debo traerlos de regreso… ¡¿dónde está mi broche?!

Galaxia lo destruyo—Le informo Yaten, y con esas palabras, mi hermano destruyo a su vez la esperanza que aún se aferraba en los ojos de aquella princesa.

Comenzó a hiperventilar, parecía mareada, a punto de desmallarse. El escaso color de su piel la abandono por completo. El ligero temblor que antes la cubría ahora se había intensificado. Ambas manos volaron hasta su cabeza sujetándola con fuerza. Sus ojos se abrían y cerraban como queriendo despertar de una pesadilla. Pero eso no pasaría. Esta era una realidad cruel y dolorosa. Una realidad que compartíamos.

No…no… ¡No!— La negación que comenzó en un dolido murmullo, se trasformó en un colérico grito cargado de angustia y dolor.

¡Bombón!—Seiya corrió hacia ella temiendo que quizás en su desesperación intentara hacerse daño. La rodeo con sus brazos aun en contra de los deseos de la rubia, quien con las escasas fuerzas que poseía intentaba a toda costa que mi hermano la liberara, mientras que de su boca tan solo brotaban agónicos gritos que llamaban a aquellos que ya no volverían.

Aquella escena logro quebrantar el poco corazón que aun subsistía en mi pecho. La vimos llorar amargamente mientras nuestras silenciosas lágrimas acompañaban las suyas. Sus gritos de dolor y negación fueron pronto acallados por los estruendos y el golpeteo de una inesperada tormenta.

Ella continuó llorando entre los brazos de Seiya por más de una hora. Ni yo, ni mis hermanos movimos un musculo en todo ese tiempo. Permanecimos inertes ante su dolor, que también era nuestro, y dejamos que la lluvia nos cubriera ocultando entre sus gotas nuestras lágrimas.

Los amargos gritos de Serena pronto se vieron convertidos en tan solo débiles murmullos. Ya no había fuerza en su garganta para seguir llamándolos. Aun en medio de la lluvia sus ojos parecieron quedarse secos tras tanto llanto, y finalmente se cerraron brindándole un poco de descanso en la inconsciencia.

Al despertar, todo el dolor en ella había desaparecido llevándose consigo sus recuerdos. En ese momento lo comprendí; nosotros éramos todo lo que Serena tenía, y ella, a su vez, era lo único que nos quedaba… y ni siquiera era nuestra.


¿Qué les pareció este primer capítulo?

Estaré esperando sus comentarios.

Besos.

Vinisa.