Hola de nuevo a todas :D , les traigo una nueva historia :D espero que sea de su agrado y aún seguire con Peligrosa Atracción, pero se me vino esta loca idea al ver un cuadro en oleo pintado por un alumnos de la universidad que voy y no podía sacarme esta espinillita de hacerlo historia, si quieren que siga solo dejen un review :D
Capitulo 1. Aroma
Podía escuchar claramente el sonido de las hojas ondearse por el suave viento, los búhos cantaban su sonora melodía del anochecer, las pequeñas criaturas salían para alimentarse y no ser descubiertos por sus enemigos. Todo por la noche cambiaba, todo era protegido por la obscuridad, no existía la realidad durante la puesta de la luna, la realidad se convertía en una fantasía casi como una máscara cubriendo el verdadero rostro de las personas, era el momento adecuado para nosotros, o eso parecía pues yo me encontraba encadenado, encerrado en una cueva oscura y húmeda en donde ninguna persona o animal se acercaba, pues el aura maligna que despedía mi cuerpo y alma eran capaces de ahuyentar hasta el más valiente. No deseaba abrir mi ojos, me encontraba débil al no tener en mi cuerpo aquel líquido vital para nosotros, anhelaba probar entre mi boca aquella bebida color carmesí, necesitaba de ella para seguir con vida, los que me habían atrapado fueron demasiado inteligentes como para dejarme varios años sin probar de mi alimento y después encerrarme en esta maldita cueva. Había sido un estúpido al confiar en aquella mujer de risos dorados; aún recuerdo su rostro, era tan perfecto que me había sido imposible ignorarlo. Traté de pensar en mi venganza una y otra vez, era la única forma de mantenerme con vida y no dejarme vencer.
El ardor de mi garganta crecía constantemente, el hambre me obligaba a jalar de las cadenas pero no romperla, estaba débil, lo sabía, pero el odio y la venganza eran más fuertes que mis deseos de comer. Siguieron pasando los años, ya no distinguía en que día, mes o año me encontraba, perdí la noción del tiempo. La luz se había extinguido de mi vida en el momento en que mi cuerpo toco la oscuridad, en el instante en que mis ojos se cruzaron con los de ella, en el día que nuestras bocas se conocieron y comenzaron una danza sin final, aunque mi corazón estaba congelado ella podía hacerlo latir descontroladamente, había sido tan incrédulo al creer en ella y en sus falsas palabras. Recordar aquellos momentos me hacía rabiar y jalar de las cadenas desesperadamente, necesitaba correr y arrancarle la cabeza, deseaba verla morir entre mis manos pero todo aquello se alojaba en mi mente, pues sabía que nunca saldría de ahí con vida. Mis brazos quedaron colgados por las cadenas, la vieja camisa que portaba mi cuerpo había desaparecido dejando todo mi pecho desnudo, mi cabello chino se encontraba alborotado y sucio, necesitaba tomar un baño y remover cualquier rastro de polvo en mi cuerpo.
El día había llegado de nuevo lo sabía por el canto de las aves y la risa de las personas que se encontraban cerca del bosque, escuchaba como el latido de su corazón bombeaba sangre por todo su cuerpo, me deleitaba saber cuanto de ese liquido carmesí atravesaba por sus venas, al pensar en ella el ardor de mi garganta aumento más y el deseo por alimentarme era casi descontrolado, la bestia que habitaba en mi interior estaba apunto de salir y matar a cualquiera que se encontraba frente a mi, solo pensaba en el deseo de zacear la sed. Intenté distraerme en otra cosa pero era imposible, la cercanía de las personas provocaba perder mi autocontrol; hasta que escuche una melodiosa voz a lo lejos de la cueva, era sin duda ella, podía reconocer el timbre de su voz, las palabras que pronunciaba eran sin sentido. Agudicé más mi oído hasta entender con claridad lo que decía, al parecer se encontraba alegre y sin saber porque se exponía a los rayos del sol, ¿acaso no temía a que alguien la viera resplandecer? Había cientos de personas a su alrededor pero ella podía ignorar el sabor de la sangre humana inclusive convivía con ellos como si fueran de la misma especie. Escuchaba con claridad como sus pasos eran lentos y próximos a la cueva, ella me había sentido, lo sabía y ahora mi venganza sería al fin realizado.
Espere paciente con la cabeza agachada y los brazos extendidos, sentía como mis dientes estaban listos para arrancar cada miembro de su cuerpo, mis brazos anhelaban destrozar su cabeza y mis ojos estaban ansiosos por verla sufrir. Pero el tiempo pasaba y ella aunque se escuchaba cerca no lo estaba. Ignoré todo los sonidos y cerré mis ojos hasta esperarla. La lluvia caía en el condado, borrando a su paso las marcas de los animales en la tierra, las pisadas de las personas en el pasto y cuando creí que ella no regresaría escuche su agitada voz y sus piernas corrían desesperadamente hasta el interior de la cueva. Percibía su miedo y desesperación por alejarse de alguien que al parecer no tuvo el suficiente valor para entrar a mi nuevo hogar. Sonreí de medio lado al saber que en unos minutos ambos nos encontraríamos después de varios siglos pero algo en ella era diferente, ella tenía ¿pulso? No podía ser una humana, su aroma era diferente, era delicioso, incrementando mi sed, no podía dejar se aspirarlo ni mucho menos deseaba hacerlo, la sangre que circulaba por su cuerpo era tan dulce que mi bestia anhelaba beberla completamente.
— ¿Dónde estoy? — Se preguntó al comenzar a caminar al interior de la cueva. Percibí el olor de la lluvia y pasto sobre su ropa. Se encontraba sola y desprotegía, desconocía el terreno donde se encontraba y peor aun, no sabía sobre su próximo enemigo el cual estaba hambriento y deseoso de venganza.
Detuvo sus pasos a escasos metros de mí, yo no hice ningún movimiento, detuve mi respiración y el movimiento de las cadenas, espere ansioso por tenerla a mi lado, la sed y el ardor de la garganta aumentaba cuanto más cerca estaba, cuando la tuve a escasos milímetros de mi cuerpo su fuerte aroma golpeo mis sentidos, aunque no pudiera ver mi ojos sabía que se encontraban completamente opacados, ni la más oscura noche se comparaba con el negro de mis ojos. Ella me sintió y dio un salto al sentirme, sus manos examinaron mi desnudo pecho asustada retrocedió y encendió la linterna que tría en una pequeña mochila.
— ¿Quién eres? — Pregunto sin dejar de observarme. Yo no respondí a su pregunta y solo me limité a levantar mi cabeza para verla mejor. Me impresiono al ver el parecido que portaba con ella, su cabello rubio caía hasta su delgada espalada, su cuerpo parecía frágil y pequeño, sus enormes ojos azules brillaban con la luz de la linterna. Su rostro era perfecto incluso más que el de ella. Sus labios ligeramente rosados se encontraban entreabiertos incitando a besarlo.
Saboreé su sangre al ver su delgado cuello blanco, era tan perfecto y frágil al mismo tiempo que mis colmillos entrarían sin ninguna dificultad, casi podía sentir el líquido carmesí entrar a mi boca, pero algo impedía realizar aquella acción y era las cadenas que sujetaban mis brazos, primero necesitaba deshacerme de ellas y luego beber toda su sangre.
— ¿Quién eres? — Volvió a preguntar pero esta vez observando las cadenas las cuales me ataban.
—Alguien me jugo una broma y me dejaron encerrado, ¿podrías ayudarme? —Dije usando una sutil voz, durante varios siglos había aprendido a usar su lenguaje así como conocer la forma en que se expresaban las personas de su edad.
—No tengo la llave de las cadenas, dime quien te hizo esta broma para ir con ellos— Respondió acercándose de nuevo a mi y limpiando los rastros de tierra de mi piel. Su piel era tan calidad que la diferencia de temperatura se noto instantáneamente.
—Descuida, la lleve debe estar por algún lado, debes buscarla y liberarme, tengo mucha sed— Hablé sabiendo que ella confundiría la sed que yo tendría.
—Iré por agua, puedo ver como tus labios están secos— sugirió alejándose.
—No lo hagas, primero busca la llave y libérame, eres mi única esperanza, no me dejes— Supliqué conociendo los sentimientos que tenían de protección los humanos al ver a otro de su especie en peligro.
—Esta bien, te ayudare, solo dame tiempo para encontrar la llave, el lugar esta muy oscuro y no puedo ver nada— Respondió buscando desesperadamente la llave.
Observé cada uno de sus movimientos, la delicadeza con la cual se movía era sorprendente, casi hipnótica, su corazón latía a prisa al sentir mi mirada posada sobre ella, el flujo sanguíneo aumentaba más, observé su cuello y el ardor regreso, estaba ansioso por probarla, necesitaba de aquel dulce sabor que despedía todo su cuerpo.
— ¿Cómo te llamas? — Le cuestioné curioso.
—Rosalie Hale—Respondió con encanto. — Encontré la llave— Gritó emocionada acercándose a mis cadenas.
Este era su fin, al liberar mis brazos la acorralaría y bebería toda su sangre, era una lastima conocer el nombre de mi victima y más aun al ver la belleza natural que portaba, pero nada de eso se comparaba a mi sed que desde hace siglos la estaba soportando. Abrió el primer candando dejando libre mi brazo derecho, podía sentir el libre movimiento de este, al escuchar como la llave giraba y abría el segundo candado mis brazos quedaron libres y sin pensarlo dos veces la atrapé, coloqué mis labios cerca de su cuello, sentía con facilidad las palpitaciones de su sangre recorrer su vena. Aspiré su aroma una vez más llenando por completo mis pulmones, mi lengua mojó una pequeña parte de su piel, ella gimió al sentir el contacto, pero algo me impidió seguir con mi acción, observé su perfecto rostro, sus ojos se encontraban cerrados, sus labios entreabiertos me incitaban a besarlos pero si lo hacía la sangre que circulaba me obligaría a matarla y aquel deseo lo desechaba, estaba en deuda con ella después de haberme salvado de mi prisión, de mi condena. Debía esperar un poco antes de matarla. La aparté de mi frió cuerpo y caminé en sentido contrario a ella, la rubia siguió mis pasos pero me enfermaba tenerla cerca de mí, no podía soportar su aroma, era tan delicioso que mi autocontrol estaba al limite. Solo corrí lo más rápido que pude hasta perderme entre los densos árboles del bosque. Subí a la copa más alta, seguía con mi mirada el frágil cuerpo de la rubia buscándome con desesperación. Su corazón latía deprisa, su respiración era agitada el viento ondeaba su melena dorada, la pequeños rayos de sol iluminaban su blanca piel, provocando un brillo especial. Me tenía cautivado pero al mismo tiempo la odiaba al tener un gran parecido a ella. Intenté alejarme pero antes de que pudiera hacerlo escuche y olí a otro de mi especie, la había encontrado y se había dejado seducir por su dulce aroma; estaría cerca de ella en cuestión de segundos pero en el estado en que se encontraba sería difícil… protegerla.
Parecía un pequeño conejo encerrado, un lobo hambriento la seguía pero un gran oso la veía desde lejos, cautivado por su dulce aroma pero al mismo tiempo estaba hambriento como el lobo, la cuestión era ¿quién se comerá al pequeño conejo? La frágil rubia seguía buscando a su primer depredador ignorando por completo al segundo, podía sentir lo cerca que estaba y un deseo por protegerla estaba naciendo de mí, pero no sabía como hacerlo, el lobo estaba deseoso por su sangre y él había bebido bastante pero este era un manjar el cual se encuentra en un millón de siglos; sin pensarlo más bajé del árbol y corrí hacia ella, la tomé como si fuese un costal y corrí con desesperación, no sabía hacia donde dirigirme ni mucho menos tenía idea de cómo despejar su aroma, se encontraba esparcido en todo el bosque que encontrarla de nuevo sería demasiado fácil.
— ¿A dónde me llevas? — Gritó golpeando inútilmente mi pecho.
—Guarda silencio rubia— Gruñí con odio al no poder pensar con claridad, tenerla cerca de mi no ayudaba en nada, su aroma era tan dulce, que la tentación de probarla crecía en cada segundo, ya no podía alargar más mi sed, debía zacearla ahora mismo , pero no por medio de su sangre, no, debía buscar otra forma.
Mientras más lejos corría del bosque más esparcía su aroma, me detuve a las orillas y vi una manada de ciervos corriendo libremente, bajé a la rubia y le indiqué que cerrara su ojos y cubriera sus odios, no deseaba que ella conociera mi naturaleza, por alguna extraña razón no quería mostrar la bestia que era al tomar mi alimento. Corrí sigilosamente al primer ciervo, este no tuvo tiempo de escapar cuando ya lo tenía entre mis grandes y fuertes brazos, clavé mis colmillos en su yugular y sentí al fin el más anhelado líquido carmesí entre mi boca, la sensación era tan placentera que no pude reprimir un gruñido, di una mirada rápida a la pequeña rubia la cual seguía en la misma posición, volví hacer lo mismo con tres más hasta que sentí que había controlado el ardor. Nunca había probado la sangre de un animal, siempre había sido humana pero aunque no me satisficiera podía controlar un poco la sed hasta encontrar una forma de acabar con el hambriento lobo. Limpié mi rostro con el dorso de mi brazo y caminé hacia la joven, le indiqué que se pusiera de pie y nuestras miradas se cruzaron, mis ojos la examinaron y pude verme reflejado en sus brillantes zafiros. Rosalie levantó una mano y acaricio mi rostro con cuidado, yo instintivamente cerré mis ojos y me obligué a no respirar su aroma, no mientras la tuviera cerca. El rocé de sus dedos eran tan suave y gentil que no pude sentir una pequeña oleada de placer, la cual fue apagada al sentir a nuestro enemigo, la oculte tras de mi al escuchar sus pisadas a escasos metros.
—Veo que hemos encontrado a la más dulce presa— Habló aspirando el aroma que despedía Rosalie.
—Lastima que esta presa sea mía— Respondí tratando de sonar tranquilo y autoritario.
—Es una verdadera lastima, pero creo que ella no la ves como tu presa, aunque no puedes ocultar la sed que sientes ni mucho menos las ganas que tienes de probar su sangre, sería una lastima si no lo haces.
—Tienes toda la razón y si me permites, odio que otros me vean alimentándome— Concluí con la conversación tomando con fuerza el frágil brazo de la rubia.
—Tranquilo grandulón, no mientas y comparte un poco de la presa— Habló corriendo hacia nosotros y aventándome con una gran fuerza.
Sus ojos eran completamente rojos su fuerza era mil veces mayor a la mía, él llevaba años consumiendo sangre humana, yo sin embargo apenas había probado un poco de sangre después de varios siglos y era animal. Vi como el lobo acorralaba al pequeño conejo, sus ojos mostraban pánico, tenía miedo a morir, jamás había visto esa expresión de pánico por morir, me odiaba tener que verlo en su rostro y en cuestión de segundos me encontraba sosteniendo entre mis brazos al vampiro, mi fuerza incremento con el simple deseo de protegerla, la bestia salió sin ser llamada, arranqué primero su cuello y después sus brazos, lo destrozaba sin percatarme que la pequeña rubia me observaba y su miedo aumentaba al ver como era realmente pero era mejor de esta forma. Terminé con él en una fracción de segundos y cuando lo hice busqué con mi mirada la de ella, pero sus ojos estaban cerrados y cubiertos por lágrimas. Me dolía verla a pesar de que no la conocía y solo me trajera malos recuerdos pero algo dentro de mí me obligaba a protegerla sin importar el costo.
Caminé hacia ella y la tomé en modo nupcial, ella enredo sus brazos a mi cuello y soltó un pequeño sollozo sobre mi cuello, acerqué mi rostro a su cabello y aspiré como si fuese una droga su aroma. No pude evitar cerrar mis ojos al sentir aquel aroma entrar por mis fosas nasales y alojarse en mis pulmones, solo estaba torturándome, era un oso tan estúpido al desear un pequeño conejo. Caminé lento, evitando gastar energía mientras conseguía a una presa, la noche casi se aproximaba, las personas comenzaban por abandonar el bosque y mi oportunidad para atrapar a alguien sería inútil.
— ¿Es un sueño?
—Es real.
— ¿Qué eres? — En su voz podía percibir el miedo pero al mismo tiempo la curiosidad la invadía por saber lo que en verdad era.
—Un vampiro— Respondí tras una pequeña risa.
— ¿Vampiro?
— ¿A dónde te llevo rubia?
—No te creo, no puedes ser un vampiro, ellos no existen.
— ¿Dónde esta tu casa rubia? — Le pregunte molesto al no recibir respuesta a mi pregunta.
—Primero responde a mi pregunta— Suplicó con desesperación.
—En otro momento pequeña, ahora debes descansar, quizás en otra ocasión nos volvamos a ver.
—Mi casa esta al este del bosque, solo sigue derecho y llegaremos— Respondió desanimada. No volvió hacerme más preguntas y solo seguí sus indicaciones en menos de cinco minutos habíamos llegado a su casa, al parecer había alguien mas en ella, mis sentidos se pusieron alerta, no quería que nadie más estuviera cerca de ella, debía protegerla no importa que tan letal sea estar a su lado.
—Alguien más esta en tu casa, no puedo dejarte— Hablé deteniéndome.
—Descuida, es mi hermano Jasper y quizás su novia Alice, yo vivo con ellos— Respondió soltando mi cuello no sin antes aspirar mi aroma.
—No regreses al bosque, y jamás andes sola por las calles, hueles delicioso y cualquier vampiro querrá beber tu sangre.
— ¿Y que hay de ti? ¿También la deseas?
—Jamás había deseado tanto la sangre de un humano. — Respondí acariciando su cuello con uno de mis fríos dedos. –Vete antes de que te mate en este momento— Agregué apartándome de su lado.
—Tengo muchas preguntas.
—Quizás en otro momento pueda responderlas— Reí mostrando mis afilados dientes blancos.
— ¿Puedes beber sangre de animal? ¿Cierto?
—No satisface mi sed.
—Hazlo, no quiero que mates a ningún humano.
—No me des órdenes rubias, recuerda que yo soy el depredador, además creí que no creías en vampiros.
—No lo hagas— Suplicó. Me alejé de ella al adentrarme al oscuro bosque y esperar a que entrara a su hogar.
Rosalie permaneció en el mismo lugar durante cinco minutos hasta que su hermano noto su presencia y le habló desde la ventana de su habitación, ella trató de buscarme pero sin éxito alguno entro a la casa. La contemplé durante largo tiempo hasta que sus ojos se cerraron, me acerqué a la ventana de su habitación y ahí estaba ella durmiendo pacíficamente envuelta en un hermoso sueño. Las sabanas que cubrían su frágil cuerpo cayeron al suelo dejando ver su perfecto cuerpo, me acerqué a ella al aspirar su aroma, busqué con desesperación su cuello y mis fríos labios hicieron contacto con el depositando un pequeño beso el cual provocó que ella gimiera y se retorciera entre sus sueños. Me aparte de ella en el instante en que mi garganta comenzó a arder, la observé por última vez y salí de su cuarto para dirigirme al bosque en busca de alimento. Aunque su petición era inocente me era difícil no cumplir. Lo primero que hice fue buscar un gran animal para zacear mi sed, durante toda la noche bebí cuanta sangre pude, dándome cuenta que la mejor era de los grandes osos pardos junto con los pumas. Sentí mi cuerpo más fuerte, y el ardor casi había desaparecido.
Caminé hasta las afueras del bosque en busca de las riquezas que había adquirido antes de ser atrapado y condenado a vivir en una oscura cueva, necesitaba comprar una casa, ropa y autos para aparentar que era un humano normal; mi creador me había enseñado eso, a vivir como los humanos así que seguiría sus mismas normas. Él me había ofrecido llevar su dieta pero jamás la había adoptado hasta hoy, cuando la pequeña rubia me suplicó que no matara humanos, se preocupaba tanto por gente tan vacía pero ella tenía un fuerte poder en mí que no podía negarme. Durante la toda la noche conseguí un lugar donde habitar y una infinidad de carros, no me importaba gastar el dinero pues había adquirido demasiadas riquezas, cuando mi disfraza estaba hecho, tomé un baño rápido y cambié mi ropaje, abandoné la casa y me dirigí hacia la de Rosalie, en donde ella aún permanecía dormida.
No entendía la razón por la cual ella lucía exactamente igual a mi traidora a la mujer que me había entregado de la manera más fácil, la culpable de mi condena, odiaba su parecido pero al mismo tiempo sus diferencia. Desconocía a Rosalie por completo, pero me atraía más al desconocerla, me estaba obsesionando por saber todo acerca de ella, y más al recordar el dulce aroma de su sangre, necesitaba lidiar con eso para permanecer a su lado.
Los rayos del sol comenzaban aparecer, algunos tocaron mi fría piel mostrando pequeños cristales en todo mi cuerpo, debía regresar a mi casa pues el día indicaba que sería soleado, aspire de nuevo su aroma y huí de su lado, desde hoy comenzaría a vigilarla, me convertiría en su sombra en su protector.
