Los personajes de Final Fantasy VII no me pertenecen, estos son propiedad de Square Enix y esta obra es sin fines de lucro.
Bueno por fin pude publicar este fanfic después de una hora de edición, estoy muy inspirada y aunque la trama va a ir lenta desde ahorita pondré la categoría del fanfic, la dejaré en M a pesar de que no publicare Lemon en esta página, por el reglamento, en el capítulo en que lo incluya pondré una nota y en las notas de la autora, al final, colocaré el Link en el cual se podrán dirigir a la página donde lo tendré publicado explícitamente.
En el pueblo se respiraba paz, todo el caos y el terror ya habían quedado atrás, había pasado un año desde la caída de meteorito y las cosas seguían su curso, los aldeanos se dedicaron a reconstruir el pueblo y sus vidas. El tiempo pasaba lento y la tranquilidad inundaba, al menos entre los sobrevivientes, porque él seguía siendo atormentado por sus pecados y su agonía jamás le permitiría encontrar la verdadera tranquilidad.
Tenía ya cuatro meses que había dejado la Ciudad de los Ancianos a petición de Reeve, ahora vivía en un pequeño apartamento en Kalm, que el ex-Shin-ra le había conseguido, el bullicio del pueblo no era algo que le reconfortara pero al menos lo distraía un poco de su sufrimiento.
Las estrellas brillaban con intensidad adornando a la luna como si fueran un collar, suspiró, el mirarlas siempre le traía recuerdos de cuando era joven. Recordaba las noches que pasaba en vela observando las estrellas de aquella manera con su querida Lucrecia, hablaba de ellas con gran fascinación haciendo énfasis en términos científicos y en los nombres de cada una, la pasión con la que hacia su trabajo, el hambre de conocimiento, misma hambre que llevo a su perdición y hacer lo inimaginable y ese era su mayor pecado… ya que no la pudo detener, así como tampoco pudo hacer absolutamente nada por su hijo.
Los horrores que el sufrió después no se comparaban con lo que ella padeció. Después de que Hojo le disparó y experimento con él, ella se quedo sola a merced de ese desgraciado e hizo y deshizo con su amada y su hijo no nacido.
Después del tiro que atravesó su pecho, todo se convirtió en pura agonía y dolor, su cuerpo ardía como si este estuviera siendo abrasado y sintió la muerte rasguñar su espalda pero, lo único que lo mantuvo cuerdo y vivo fue la voz de su adorada Lucrecia, sus palabras de aliento y las lagrimas sobre su frente.
—No te preocupes… yo te salvare, Vincent… todo va a estar bien —El salvarlo fue su último sacrificio y lo hizo todo por él.
Se levantó del techo de su apartamento, tenía como costumbre subirse de vez en cuando a admirar el cielo nocturno, dormía la mayor parte del día y de noche se dedicaba a recorrer la ciudad para verificar que todo estuviera en orden, después subía a su techo y pasaba las horas torturándose con su pasado.
Bajó a las calles y sin rumbo fijo comenzó a caminar, las pocas personas que se encontraban despiertas ya no se acongojaban de verlo, por el contrario estaban acostumbrados a que el ser sombrío deambulara por las noches cuidando el orden y la paz del pueblo, se sentían protegidos y de alguna manera eso le traía un poco satisfacción al ex-Turco, era todo lo contrario cuando estaba en Shin-ra, las personas le temían y preferían mantener la distancia.
Continuo hasta que estuvo en el centro de la ciudad, tan calmada y sumida en el silencio, la mayoría del pueblo se encontraba dormido, lo único que se escuchaba era el silbido del viento.
—Nibelheim.
Sus ojos se abrieron de par en par, conocía aquella voz y sabía perfectamente de donde venia, apretó los dientes molesto, Chaos, el demonio encerrado dentro de su cuerpo le atormentaba. Llevaba tiempo dormido y el escuchar sus acosos de nuevo le hacían perder la cabeza.
—Nibelheim.
—¿Qué diablos quieres? —no quería empezar una disputa interna, pero le intrigaba por que ahora hacía mención de aquella ciudad que fue su prisión. Continúo preguntándole lo mismo pero sin respuesta, poco a poco se fue disipando la presencia del demonio dentro de él, había vuelto a dormir. La mente del pelinegro se volvió un lio ¿Qué pretendía Chaos? ¿Por qué ahora después de tanto tiempo? Sacudió la cabeza intentando relajarse, de seguro solo quería burlarse de él.
Volvió a su apartamento e intentó aclarar sus ideas, por más que quería ignorar los llamados del ente no podía, sentía una presión en el pecho y le mortificaba el hecho de que no continuo con su insistente acoso, generalmente lo martirizaba hasta el cansancio y esta vez solo se limitó a mencionar el nombre del pueblo que había traído su ruina. Se encontraba recostado en la cama intentando descansar pero le era imposible, el dormir no sería una opción lo único que le quedaba era ir a la aldea y cerciorarse de que no ocurriese nada.
Viajaba a toda velocidad en una motocicleta que Reeve le había proporcionado, sabía que le tomaría días llegar hasta Nibelheim, sobre todo porque tenía que tomar un barco en Junon para llegar hasta ahí. Cuando por fin arribo a Costa del Sol salió a toda marcha, no había tiempo para descansos, entre más cerca se sentía del lugar más fuerte se hacia la presión de su pecho.
Llego al desolado pueblo, el cielo despuntaba rayos violáceos anunciando que se acercaba la noche. Después de meteorito, los habitantes, empleados de Shin-ra que cuidaban el secreto de Nibelheim, desalojaron el lugar dejándolo como un pueblo fantasma. Recorrió la zona, asomándose de vez en cuando por las ventanas para ver si había algo o alguien, pero solo se encontraba con muebles polvorientos y habitaciones a obscuras, no había nada interesante ni de suma importancia, solo le quedaba un lugar por checar.
Sentía un nudo en la garganta, pero tenía que revisar aquella mansión que había sido su prisión por años, donde había sido sometido a toda clase de horrendos y dolorosos experimentos, donde perdió al amor de su vida y donde se encerró como castigo de todos los pecados que cometió en su vida humana. Tomó un respiro y se dirigió a la lúgubre mansión.
—¿Pero qué demonios? —Impresionado al ver la imponente mansión su corazón comenzó a palpitar violentamente, el lugar no estaba como recordaba, la casa estaba en ruinas y ahora, parecía que alguien se había tomado la molestia de repararla, no por completo pero si la gran parte.
Corrió hacia la entrada como poseído por algo y abrió abruptamente las puertas, algo no muy común en él pero la desesperación sacaba lo peor de su ser. El lugar se encontraba en buen estado, limpio y en orden, los candelabros tenían velas nuevas y se encontraban encendidas, los muebles ni siquiera eran los originales de la casa y las ventanas que estaban rotas habían sido reparadas también ¿Quién diablos querría habitar una casa que escondía tantos secretos? Y peor aún, que estaba situada en una aldea vacía.
Caminó despacio y con sigilo, sabía que, quien fuera que viviera en esa casa, estaba al tanto de su llegada debido a su entrada escandalosa, se arrepentía de ello pero no había más remedio que revisar de arriba abajo. Reinaba el silencio y eso lo ponía en estado de alerta, sentía el peligro, el individuo que habitaba el lugar se estaba escondiendo de él, eso lo tenía por seguro, lo que le daba más mala espina, cualquier persona saldría escandalizada a enfrentar al intruso que se atrevió a invadir su territorio.
Escuchó una carcajada, era Chaos, gruñó molesto, no era el momento para que estuviera ridiculizándolo, tenía demasiada tensión acumulada y además llevaba días sin dormir por el viaje, su concentración no estaba al cien por ciento y la risa del ente le hacía más difícil la tarea.
—Detrás de ti, imbécil.
Volteó rápidamente y fue recibido por una acuchillada, de inmediato metió su guantelete para detener el impacto. Las velas se habían apagado y la casa estaba obscuras, pero entre las sombras miraba una figura, esta se abalanzó hacia él y sin pensarlo dos veces disparó su Pena de muerte pero el muy cabrón logró esquivar las balas con facilidad, corrió hacia su contrincante y con su guantelete pudo darle un puñetazo en la cara que lo mandó a volar hacia las escaleras, lo tomó por la camisa y lo acercó al enorme ventanal del segundo piso para ver de quien se trataba… enmudeció y quedó paralizado.
—Otro pecado mas a tu lamentable vida… ¡ja ja ja!
Aquel largo cabello plateado, la piel blanca como el alabastro y los ojos esmeraldas que brillaban con intensidad, con vida, lo miraban de manera desafiante.
—Sephiroth… —Se quedó sin aliento. Tenía la pistola pegada al pecho del más joven, lo miró con detenimiento, estaba demasiado delgado, el pecho firme y los musculosos brazos habían desparecido, físicamente no era el mismo general que encabezaba a los soldados de Shin-ra, pero sería una estupidez de su parte subestimarle.
—Dispara —dijo con sutípica expresión estoica—, no te detendré.
—¿Qué? —el pelinegro estaba confundido, clavó sus ojos en los esmeraldas y pudo darse cuenta que en ellos ya no existía maldad, ya no tenía esa mirada desquiciada, ya no había signos de que Jenova seguía ahí, era libre.
—Si tu no me matas, no me quedara más remedio que aniquilarte —susurró frívolamente e invocó su imponente espada, de inmediato Vincent dio un salto hacia atrás sin dejar de apuntarle, el ex-General se quedó quieto en su posición de guardia, el de ojos escarlata no percibía peligro pero tampoco bajaría la suya.
—Quieres que termine con lo que Cloud no pudo ¿no es así Sephiroth? —Afirmó el ex-Turco, el espadachín frunció el ceño, había dado en un punto sensible.
—Veo que ya no estás bajo la manipulación de Jenova, de lo contrario yo ya estaría muerto —continuó bajando su pistola—. No pienso hacerte daño, ni mucho menos matarte —aclaró caminando lentamente hacia él, aunque a cada paso que daba el otro se ponía más tenso.
—¿Cómo es que sobreviviste? ¿Qué haces aquí? —preguntó sereno el pelinegro ya a escasos centímetros de la espada del ex-General.
—Eso no es de tu incumbencia —De sus labios parecía escurrir veneno.
—De acuerdo —Valentine tomó la punta de la espada con su guantelete y la apuntó a su pecho —. Ya te lo dije, no te matare así que procede a acabar con mi vida.
—¿Qué es lo que quieres Valentine? —susurró peligrosamente presionando un poco la espada en el pecho del pistolero.
—No caeré en tus provocaciones, no pienso asesinarte ¿Qué no lo entiendes? ¡Eres libre! —Manifestó haciendo la espada a un lado— Siempre viviste atado y a las órdenes de Shin-ra — Su voz parecía aterciopelada, hablaba con mucha suavidad.
—Cállate —susurró alterado el ex-General.
—Y después fuiste manipulado por las mentiras de Hojo y el control mental de Jenova —continuo el ex-Turco.
—Silencio —ordenó rechinando los dientes.
—Tienes la oportunidad de vivir, permíteme ayudarte.
—¡BASTA! —Gritó colérico el peli-platinado—¿Ayudarme? ¿Crees que necesito de tu falsa misericordia? —se abalanzó hacia el pelinegro lanzando una estocada directo a la garganta que se detuvo justo antes de tocarle, Vincent permaneció impávido.
—¡No hables como si me conocieras! —bramó el de ojos verdes.
Permanecieron en silencio por varios minutos, examinó el rostro del hijo de su amada, su expresión era de pura ira, sus mejillas sonrosadas resaltando de aquella blanca piel, los dientes apretados y los ojos hinchados. Algo andaba mal, además de la furia, su cara reflejaba otra cosa que no podía descifrar.
—Es tan parecido a ella.
Frunció el entrecejo enfurecido, gesto que no paso desapercibido por el ex-General, quien solo tensó su agarre en la espada. Intentó ignorarle pero la risa del ente hacía eco en su cabeza volviéndolo loco, justo en ese momento tenía que despertar, justo cuando podía redimir uno de sus pecados. Sentía que el mundo comenzaba a girar y su vista se ennegreció, Chaos estaba intentando poseer su cuerpo, sus músculos se tensaron y poco a poco volvía en sí, agradecía a su adorada Lucrecia por haberle incrustado la protomateria, gracias a ella el demonio que vivía dentro de si no podía tomar control sobre él.
Su visión volvía lentamente y aparecía la imagen del ex-General, desconcertado, había bajado el arma y también alargado la distancia, de seguro notó el cambio en él. Seguía en el frenesí del momento, estaba alterado y lo podía comprobar por la manera en la que el peli-platinado lo miraba. Parecía que su corazón saldría disparado de su pecho.
Se escuchaban crujidos al lado izquierdo de ellos, la cabeza del pistolero estaba nublada y el rechinar de la madera no paraba, Sephiroth volteó al lugar de donde venia el ruido, se miraba preocupado por algo, sentía la presencia cerca de él, de seguro era una criatura, un monstruo, tomó rápidamente su pistola y jaló el gatillo sin pensarlo dos veces.
—¡NO! —gritó el más joven lanzando su cuerpo hacia la criatura. Los ojos de Vincent se abrieron de par en par, la bala le había dado en el hombro.
—¡Sephiroth! —corrió hacia él, desesperado ¿Qué había hecho? Las balas de Pena de muerte eran muy potentes temía lo peor y más porque el ex-General había caído desmayado. Pasó su brazo derecho por la espalda y el otro por las piernas, no tuvo dificultad para cargarlo por el contrario, el cuerpo del joven era muy liviano. Tenia que llevarlo a algún lugar para curarlo, subía las escaleras cuando escuchó una vibración seguida por unos maullidos.
—¿Ah? —Volteó a los brazos de Sephiroth— Así que eso era.
Parecía mentira que el de ojos verdes hubiera arriesgado su vida por semejante criatura, no lo pensó dos veces para recibir la bala, después de todo era un ser humano, aunque en el pasado se jactara de lo contrario. No lo culpaba, nunca lo hizo, él había sido una víctima más, vivió a base de mentiras sin siquiera conocer el nombre de su verdadera madre, carente de afecto y entrenado para convertirse en el arma más letal que jamás haya existido. Lo que encontraba en aquel gatito era más que compañía, era tal vez el amor incondicional que siempre quiso pero que jamás le fue dado.
La soledad era horrible y él lo sabía más que nadie. Las personas le admiraban, si, pero nadie se acercaba a él por miedo, lo consideraban un monstruo, se olvidaban que dentro de él vivía un alma humana, que sentía y sufría como cualquiera.
Lo observó detenidamente, su rostro parecía el de un ángel y su piel se veía tan tersa, su hermoso cabello plata, tan largo, parecía de seda y podía jurar que era tan suave como esta. En su pecho desnudo descansaba la criatura peluda por la que había dado la vida que, irónicamente, era parecido a él, con su pelaje blanco, sus patitas, cola y orejas grises, era un siamés. Se movía al ritmo de su respiración y de vez en cuando se estremecía. Estaba ensimismado con ellos que olvidó por completo su cansancio.
Sentía los hombros rígidos, había logrado sacar del peligro al ex-General, afortunadamente la bala solo le rozó hombro y no había pasado a mayores, consiguió parar la hemorragia, suturar la herida y desinfectarla, lo único que le preocupaba era la temperatura del joven, estaba hirviendo y no encontró ningún tipo de medicación por toda la mansión.
Se levantó de la silla en la que se encontraba y se acercó a la cama, tomó al gato y lo puso enseguida, se estremeció y volteó en dirección del azabache, este enarcó la ceja derecha, ese felino era el alter ego del ex-General, hasta el color de ojos era idéntico. Ignorando al gato, tomó el cuerpo del joven entre sus brazos y lo llevó hasta el baño.
Lo recostó dentro de la tina, la única manera de bajarle la temperatura era dándole un baño de agua fría, comenzó a desvestirlo, solo esperaba que no despertara, sería demasiado incomodo y embarazoso si lo hiciera. Abrió el grifo y dejó el agua fluir, poco a poco se fue llenando hasta que le llegó al pecho. Tomó la cabeza del general y la recargó cómodamente en una toalla.
—Pero que delicia.
Se sobresaltó al escuchar al demonio y fue consciente del tiempo que tenia admirando la belleza del de ojos verdes, su cuerpo desnudo y húmedo, ese rostro que plácidamente descansaba y sus labios entreabiertos rogando atención. Sentía un nudo en la boca del estomago, el parecido que el joven tenía con su madre era insólito y le estaba volviendo loco.
—Es mucho mas encantador que la madre, lo sabes Vincent, te sientes atraído por él.
El deseo de Chaos por Sephiroth estaba comenzando a causar estragos en el azabache, su respiración estaba entrecortada y sentía un cosquilleo en su entrepierna. Sacudió la cabeza en negativa, no podía ceder a las provocaciones del ente, tenía que recobrar su compostura.
—Sería una delicia poseerlo, probar esa piel virgen… seria solo nuestro y nadie nos lo impediría — La voz gutural del demonio llevaba un tono obsceno que lo perturbaba.
—¡De ninguna manera! —le recriminó al demonio. Odiaba lo inoportunas que podían ser sus palabras, sentía el deseo que le quemaba por dentro pero no cedería, no era solo Chaos, también los demás demonios que habitaban su cuerpo sentían una atracción insana hacia el joven, pero jamás lo lastimaría, estaba dispuesto a redimir uno de sus pecados y haría lo que se había reprimido por muchos años, hacerse cargo del hijo de Lucrecia.
—¿Quieres comportarte como su padre? ¡Por favor! ¡Tú lo que quieres es ponerlo de rodillas frente a tu entrepierna!
Gruñó enfurecido, tenía que calmarse o iba a cometer una estupidez. Retiró el guante de su mano derecha y la estiró hacia la frente del ex-General, su temperatura había bajado, era hora de sacarlo. El tocar aquel cuerpo se estaba convirtiendo en una tortura para el ex-Turco, Chaos estaba desmoronando su autocontrol, el deseo que ambos compartían por el joven estaba saliéndose de sus límites. Lo vistió con un pants gris y una manga larga negra, las cuales le quedaban muy holgadas.
Afortunadamente su calvario terminó pronto y lo dejó recostado junto a su mascota, en una de las camas del cuarto enseguida del invernadero. Hacían falta demasiadas cosas, entre ellas, medicinas, víveres y de paso le compraría algo de ropa. Le preocupaba dejarlo solo pero no podía hacer mucho, tenía que alejarse un rato de él para apaciguar aquel fuego que se encendió en su interior.
Salió de la mansión y se dirigió a donde había dejado su motocicleta, no podía ir muy lejos, no quería dejarlo mucho tiempo y le preocupaba que volviera en si mientras él no estaba, su única opción era ir a Rocket Town, aunque eso significaba encontrarse con Cid. Tenía que ser muy cauteloso y entrar rápido al pueblo, evitar todo contacto con los pueblerinos y salir de ahí desapercibido. Suspiró y arrancó su moto.
Iban a ser las nueve de la noche cuando llegó a Rocket Town, la mayoría de las tiendas cerraban a esa hora así que debía apresurarse. El pueblo estaba tranquilo y las luces de las casas estaban encendidas. No había mucha gente rondando la calle lo cual le reconfortaba ya que, la mayoría de los habitantes le conocían bastante bien debido a Highwind. Se paró frente a la única farmacia del lugar y entró, había solo 3 personas mirando en los estantes a las cuales no les prestó atención, se dirigió directamente a la joven que atendía.
Era una rubia de ojos azules enormes, era hermosa pero Vincent jamás reparaba en ese tipo de cosas.
—¿En qué puedo servirle? —preguntó la chica adornando su rostro con una enorme sonrisa.
—Necesito algunas vendas, antibiótico, paracetamol y un paquete de primeros auxilios —mencionó suavemente sin siquiera mirarla a los ojos. La jovencita se dirigió a los estantes bastante animada.
—¿No eres de por aquí verdad? —hablaba la joven mientras tomaba el pedido, el de ojos rojos se limitó a negar con la cabeza, charlar nunca había sido su punto fuerte y menos con desconocidos, por alguna razón las personas siempre insistían en hablar con él, sobre todo las mujeres, siempre actuaban de manera extraña. La joven, decepcionada por el rechazo del pistolero, colocó las cosas sobre el aparador.
—Son 525 gil —dijo con desgano, pagó y tomó las cosas, todavía faltaba comprar provisiones y algunos pendientes más, con su garra tomó la manija de la puerta dispuesto a salir.
—¿Valentine? —Se escuchó la voz de una fémina detrás de él, era una mujer de cabello castaño en sus 30.
—Shera.
—Es una pena que hayas venido hasta aquí, Cid salió ayer a Corel a arreglar unos asuntos con Barret —decía la castaña mientras servía te. La acompañó a su casa ya que sabía que esta no lo dejaría en paz, era casi igual de terca que el rubio —Dime ¿estás herido? Me sorprendió mucho verte en la farmacia.
Se sentó al otro lado de la mesa frente a él, su mirada reflejaba preocupación. Aunque el ex-Turco era reservado por naturaleza había cosechado una hermosa amistad con el piloto y se habían vuelto muy cercanos. Después de meteorito todos los del grupo siguieron en contacto y aunque Vincent era el más distante, se mantenía al día de lo que sucedía en sus vidas y de vez en cuando les daba visitas.
—No… y disculpa pero tengo que irme —dijo mientras se levantaba de la mesa, tenía pendientes, pero tampoco quería ser grosero, además podría levantar sospechas.
—¿Qué? Espera, es tarde… puedes quedarte si quieres —Ofreció sinceramente la científica, hacia las cosas difíciles, odiaba dar explicaciones y más aun decir mentiras.
—Lo siento, pero hay cosas que tengo hacer… ¿Podrías mantener esta visita en secreto? —Su penetrante mirada se clavó en la azul de la castaña.
—¿A qué te refieres? —preguntó confundida, Vincent viró su cuerpo hacia la puerta dispuesto a irse.
—Sabes cómo es Cid, no quiero que interrumpa sus deberes por venir hasta aquí… Volveré pronto —La mujer sonrió reconociendo sus palabras, el rubio era muy impulsivo y cuando se trataba del ex-Turco dejaba todo por ir a su encuentro. Salió e hizo las compras que le hacían falta, para después dejar el pueblo.
Había perdido demasiado tiempo, de seguro el de ojos verdes ya se había levantado. Temía que el más joven se fuera del lugar en las condiciones que estaba, fue descuidado pero de nada le servía lamentarse, solo rogaba que el ex-General siguiera ahí para poder ayudarlo.
Para la personalidad de Sephiroth me estoy basando en Crisis Core, en el juego se muestra el lado humano del general y me gusta más así ¿Criticas o comentarios? Cualquiera es bien aceptado.
