Fenryr: bueno, otro oneshot. Espero les guste. Por favor dejen comentarios.


Sonríe divertidamente. Lo está disfrutando bastante.

Ella también, aunque no sonríe. Sólo se concentra en dar estocadas de un lado a otro con una espada plateada. El rival desvía cada ataque con una espada del mismo color y de la misma calidad. Están peleando por su vida.

La chica se mueve con bastante gracia, como si cada movimiento fuera hecho por una princesa armada. Cada respiro representa un espadazo más.

Él es alto, de un cuerpo muy bien entrenado y con cabello despeinado verde hacia atrás por una banda. Viste como siempre lo ha hecho, además de la cicatriz que le atraviesa la nariz y muy poco de las mejillas de forma horizontal. Lo conocen como el Tigre del Desierto, apodo que lleva con orgullo. Su talento está basado en años de tremenda experiencia y misiones peligrosas. Y todo lo está dando en esta pelea, pues es a muerte.

Ella es un poco más baja, dotada de un sensual cuerpo y con cabello lila, casi rosado. Tiene una cola de caballo hacia atrás y hacia delante le salta más cabello, atado, haciendo un par de gruesos mechones. Sus ojos morados son intensos como el infinito mismo… tanto que nunca dejan de asombrar al mercenario. A ella le llaman el Centello Carmesí, nombre que también lleva con orgullo.

Ambos entes danzan mortalmente sobre la cálida arena. Es como si el mismo desierto los contemplara de tanto arte en la pelea. Se mueven, se defienden, atacan y se miran. Todo con gran maestría. Tanto que ninguno lleva las de ganar, pareciendo un empate… como en las ocasiones anteriores. Y es que han empatado tantas veces que necesitan declarar a alguien ganador, así que hicieron la pelea a muerte.

Y la batalla sigue, levantando cortinas de arena y de pasión. El cuerpo se les quema a los dos con tanta adrenalina. El corazón les palpita más rápido… es el placer de luchar. Es la sola idea de saber quienes son y de para que vienen a la vida. Es su forma de ser.

Los sentimientos se les arremolinan en cada pedazo de piel, erizando esta. La energía se distribuye hasta cada dedo de tan perfectos cuerpos, creando excitación.

Las estocadas no paran en ningún segundo, escuchándose el solo sonido de los metales chocar fuertemente. El desierto se inunda de ese bello sonido. Pero siguen pasando los minutos y ninguno sigue ganando. Sus cuerpos se empapan de sudor, de debilidad.

Y llega la noche, ahí mismo, en medio de la lucha. A pesar de estar al borde de la inconsciencia no paran. Deben saber quien es más fuerte, deben superarse a si mismos. Como buenos espadachines deben dar hasta la última gota de vida. Hasta que… por gracia divina ambos caen al suelo, agotados. La respiración es agitada y sus cuerpos arden más. Tampoco hubo ganador esta vez. Y suspiran ambos a la vez, cerrando sus ojos. Una noche más en el desierto no les hará mal.

Las hojas de cada arma brillan intensamente con la pálida luna, como si estuvieran locas. Ellas no se han cansado… ya que son la representación misma del alma de sus dueños. Hasta el final siempre, hasta la última gota de sangre derramada. Son espadachines.