ADVERTENCIA: Esta historia transcurre en el futuro alternativo de Grant Morrison en el que Damian es Batman.


CAPITULO 1:

Podría resultar vergonzoso admitirlo, pero Damian se había perdido. Perdido en su propia ciudad. De alguna manera el jodido GPS del mustang se había muerto tres manzanas antes y había acabado dando vueltas en la parte este de la ciudad.

¡Dios!

¡Aquello era vergonzoso!

Se suponía que conocía aquella jodida ciudad como la palma de su mano.

¡Era Batman! ¡Y aquella ciudad le pertenecía! ¡Joder!

Pero al parecer había estado dependiendo demasiado del puto GPS. Conclusión había acabado dando vueltas en el Barrio Viejo, la zona de prostitución por excelencia.

Las putas llenaban las calles como un colorido mercado humano. Las había de todos los colores, razas y edades. Acababa de encontrar una de las avenidas principales cuando algo choco contra el cristal del mustang.

Debería haber sabido que era una trampa y haber continuado recto hasta su vida normal. En su lugar paro el coche y salió a comprobar los daños. Tres sombras se escabulleron en un callejón. Críos. Lo que fuese que había golpeado el cristal lo había agrietado en tres sitios. Rechino los dientes luchando contra la necesidad de salir a la caza de aquellos putos mocosos cuando la vio. Pequeña y menuda apoyada a solo dos metros de él.

¿Cuántos años podría tener?

Las prostitutas en aquella ciudad empezaban a trabajar cuando todavía deberían estar llevando coletas y jugando con muñecas. A Damian nunca le habían importado realmente. Aquellas jodidas preadolescentes, no eran pequeñas víctimas inocentes, eran retorcidas y maliciosas mocosas. La mayoría elegía aquella vida por voluntad propia. Y la mayoría de todas eran drogadictas.

El trafico humano, no solía afectar aquella clase de niñas. Los traficantes preferían chicas algo más mayores, a partir de los 13 o los 14 años, daban menos problemas que niñas de 10 que lloraban llamando a sus mamas.

Pero aquella maldita cría no tenia ojos acuosos de víctima inocente, ni enrojecidos por un chute de heroína. Estaba apoyada en la pared con sus enormes ojos verdes oscuros y despiertos. Tenía la mirada de una mujer completamente lucida aún a pesar de que no podía tener más de 11 o 12 años. Demasiado joven para estar en un callejón, demasiado serena para ser una puta.

La niña lo miró, lo evaluó y sonrió perezosamente, como si fuese una gata apunto de tragarse un ratón.

Damian quiso avanzar, ignorarla y olvidarla, pero no se pudo mover. Algo en aquella maldita cría lo atrajo de manera irresistible.

Cuando se movió lo hizo hacía ella.

Usaba una peluca pellirroja, se había maquillado en exceso para parecer mayor pero su pequeño y menudo cuerpo la traicionaba. Era tan delgada y esbelta, como una pequeña reina de la belleza enfundada en medias negras y cuero.

Trago saliva.

-¿Cuántos años tienes?- le preguntó.

-¿Cuántos años quieres que tenga?.

Debería haber esperado aquel tipo de respuesta.

Tenía voz de puta, melosa, para complacer y atraer a sus clientes. Debería haberlo repelido, como le pasaba con todas, pero no se pudo mover.

-No juegues conmigo, niña, nunca podrías ganar. Compláceme y seré la más generoso de tus víctimas.

Ella sonrió, todo malicia y estasis en un rostro infantil. Se inclino hacía delante y apoyo su pequeña mano en uno de los muslos de Damian. Era increíblemente pequeña en comparación, la cima de su cabeza apenas le llegaba al ombligo y su cara de muñeca maquillada estaba a la misma altura que su vientre. Damian mentiría si dijese que eso no lo excito.

Y ella era la clase de niña que sabía como aprovecharse de aquella clase de cosas. La punta de su nariz rozo la fina tela de su camisa, justo en el contorno de sus pantalones.

Damian tuvo una jodida erección. La aparto bruscamente de si con brusquedad y en vez de chillar como hacían las putas normales ella estallo en carcajadas.

-No soy barata. – le dijo.- Pero estoy segura de que le complacerá lo que compre.

Una inmensa rabia le recorrió la columna vertebral de punta a punta. Nadie jugaba mucho rato con él. La sujeto del cuello y la aplasto contra la pared. Ni siquiera entonces ella le lanzo una mirada aterrorizada. No temía a la muerte. Pero Damian haría que lo temiese a él. Apretó estrangulándola lentamente con una mano. Él controlaba cuando podía respirar y cuando no.

Los labios de la puta se tensaron y le lanzo una mirada furiosa.

Le gusto esa clase de determinación.

-Se me olvidaba decirte que no juego limpio. No acepto bromas, ni provocaciones. Tengo las cosas cuando yo las quiero. No acepto imposiciones ni demandas. Yo ordeno y obtengo.

Aflojo para dejarla respirar, pero no la dejo ir.

La puta no parecía especialmente impresionada.

-Muy bien- le dijo con cuidado.- Puedo jugar a ser sumisa. Nunca tendrá una esclava más leal.

No la había impresionado, ni un poquito. La rabia le hizo volver a estrangularla lentamente. Quizá domarla iba a costarle más tiempo del habitual, pero tampoco podía dejarla ir sin más. No ahora, no cuando ella le había provocado de esa manera.

-Me gustan mis chicas sumisas, pero también calladas. Hablarás cuando yo te pida que hables, gritaras cuando yo quiera que grites, y si te portas bien, incluso te dejare gemir.

Ella asintió.

Damian la dejo ir.

Casi espero que echase a correr calle abajo hacía su chulo, pero no se movió. Se quedo completamente quieta sosteniéndole la mirada. Le sorprendió lo que encontró en aquellos ojos. Orgullo, decisión. Podía jugar con eso.

Su erección le dio una punzada molesta, recordándole que seguía ahí por ella.

-Sube al coche- se encontró a si mismo ordenando.

Ella obedeció.

No tenía ni puta idea de que iba mal con él. ¡Joder! Vale que lo hubiese provocado, pero era una puta cría. Arranco el coche con más violencia de la necesaria. Nunca en su vida había pagado por una prostituta. Sus amantes eran mujeres maduras experimentadas y con una posición envidiable en Gotham. Las niñas con maquillaje, nunca le habían provocado más que asco, hasta aquella noche, hasta aquella mocosa descarada. ¡Oh, si!, quería joderla. Quería joderla de una manera en la que nunca había jodido a sus elegantes amantes.

¡Mierda! Apenas estaba pensando con la cabeza y cuando pensaba con la polla la cosa nunca acababa bien.

-¿Cuántos años tienes?- le preguntó tratando de tomar el control de su mente.

Ella tardo un poco en contestar. Probablemente pensándose si mentirle sería una buena opción.

-Doce- confesó ella finalmente.

Como él sospechaba.

-¿Desde cuándo estás en la calle?

-Desde los nueve.

-¿Te escapaste de casa?

Ella no contesto. Damian volvió a preguntar con más fuerza.

-Si- admitió ella claramente incomoda.

¡Por fin algo la incomodaba!

-¿Por qué?- le preguntó mientras cogía la avenida principal hacía el centro de la ciudad.

-¿Qué importa?- gruño ella molesta.

-A mi me importa- era una amenaza y ella lo entendió.

-Mi padrastro abusaba de mí. Me largue. Pero resulta que o me habría de piernas en la calle o me moría de hambre.

Una historia tan vieja como el ser humano.

-Quizá deberías haber vuelto a tu casa…

-Prefiero que me empujen en un sucio callejón a que ese cerdo vuelva a meter las manos en mis bragas.

Doce años y la afilada mente de una mujer madura y amargada. Esa era la clase de cosas que hacía Gotham. Él lo sabía mejor que nadie.

Condujo en silencio los siguientes diez minutos tratando de encontrar la voluntad para girar a la derecha en la calle cuarta y abandonarla delante del albergue de Collin.

Collin le daría ropa decente y trataría de mantenerla alejada de la calle, trataría de encontrar un futuro decente para ella.

En su lugar giro hacia la izquierda en la 4º Avenida directo hacía su ático. Al parecer era un puto bastardo pederasta. Iba a decepcionar a su padre, otra vez. Si esto no lo hacía resucitar para molerle las costillas y caparlo, nada lo movería de la tumba, jamás.

Pero tampoco era como si a Damian le preocupase hacer algo inmoral. Había perdido su alma hacía mucho, mucho tiempo.

La miró de refilón. Tan erótica como una prostituta de doce años podría ser.

-Quítate la peluca- le ordeno- Y el jodido maquillaje.

Ella obedeció lentamente.

Era tan rubia como había sospechado. Tenia el pelo largo y enredado. Damian sintió la horrible necesidad de pasar sus dedos por aquella melena para desenredarla.

Su erección dio otra sacudida incomoda. Si seguía así, pararía en el siguiente callejón para empujarla en el asiendo de detrás.

Estuvo tentado de pedirle que se pusiera la maldita peluca de nuevo. En su lugar observo como ella sacaba un paquete de toallitas del bolso y se restregaba la cara con ellas apartando restos de maquillaje rojos y verdes.

La cosa empeoro sin maquillaje.

Dejo de parecer una muñeca de plástico pero sus mejillas brillaron sonrosadas en su pálido rostro. Y sus labios brillaban gruesos y rojos incluso sin maquillaje. Era fácil imaginar aquella pequeña boca entorno a su polla. Arriba y abajo. Su lengua acompañando el recorrido, la presión de su garganta en…

Apretó con fuerza el acelerador.

-¡Habla!- le rugió.

Quería que hablase, que le distrajese hasta llegar al apartamento o acabaría estampando el coche contra un edificio.

Nunca antes ninguna mujer le había hecho sentir así.

-¿Qué quiere que le diga?- preguntó ella con tono burlón.

-Me importa una mierda, solo habla. ¿Cómo te llamas?

Ella dudo, otra vez considerando si decir la verdad o no. Pero a Damian le importaba una mierda su nombre. Seguro que tenia uno de esos nombres de puta , Jasmin, Sugar, … Mierdas inventadas, escudos tras los que esconder a la verdadera mujer y exponer el objeto.

-Helena- le dijo ella.

La sinceridad de aquel nombre lo estremeció.

No era una muralla, no era un nombre inventado, era ella misma. Sincera. Sin nada que esconder o avergonzarse.

Eso debería avergonzar a un jodido hombre sin alma como él. Pero solo lo empeoro todo.

-Me gusta su coche…-murmuró ella- Ya no se ven coches antiguos como este. Ahora todos los idiotas conducen coches de plástico baratos. Y cuando se estrellan en la carretera por ir borrachos a todo el mundo le extraña que el coche se haya convertido en chatarra. Seguro que si estampases esta preciosidad contra esa pared, todavía quedaría suficiente coche como para hacérnoslo en la parte de atrás.

¡¿A qué cojones se creía que estaba jugando?

La mano de la niña trepo por su muslo, peligrosamente hacía su entrepierna. Su rostro una sonrisa maliciosa.

Damian aparto la mano de ella con brusquedad. Había cosas que le habían costado menos esfuerzo, como cuando se extraía una bala a sí mismo.

-He dicho, que cuando yo lo quiera.

Ella se encogió en su asiento con una mueca enfurruñada. Una niña a la que le han prohibido jugar con un juguete.

Sintió asco de sí mismo, ¡era una niña! Pero su polla no pillo la indirecta de su cerebro.

-Hay un buen motel en la próxima manzana- murmuró ella no distrayéndolo de la forma en la que él quería. – Cinco minutos como máximo.

-No- casi se atraganto con la negativa.- No vamos a ir a un motel.

Ella le lanzo una mirada especulativa.

-¿Crees que te dejaran entrar en un hotel de cinco estrellas conmigo? Tu cara estará mañana en todos los periódicos, señor Wayne.

Damian sonrió. Así que la mocosa sabia quien era él, no le extraño, toda Gotham sabia quien era.

-¿Qué crees que diría la prensa de mi?- entró directamente al juego de la niña.

-¡Oh!- ella hizo un círculo perfecto con su pequeña y roja boca- Nada bueno, seguro… Pensaran que es un cerdo pervertido. Un hombre adulto, que podría tener a mujer que él quisiera, se arrastra por lo más bajo de Gotham para conseguir a un pequeña puta de 12 años… Dirán que hay algo malo con su cabeza, que es un enfermo… Los programas de cotilleos podrán el grito en el cielo y la policía se rascara las manos nerviosos por encontrar un motivo para detenerlo… Mientras, en sus casas las amas de casa gemirán celosas de una pequeña niña de mejillas sonrojadas y sus maridos se masturbaran pensando en mi joven y húmedo coño… Mañana todos te odiaran. Pero está noche tu y yo podemos …

-¡Cállate!

Era su culpa, no debería haber caído en su retorcido juego y ahora tenia que pagar las consecuencias.

No era una niña normal, no era una pequeña niña inocente a punto de ser forzada y ensuciada. Hacía mucho tiempo que alguien había destruido su inocencia y machado su alma para siempre. Podía seguir siendo una niña, pero quería aquello tanto como él.

Apretó con fuerza el volante y presiono aun más el acelerador. Ella se río de manera poco inocente.

Dejo de sentirse culpable por lo que le iba a hacer aquella noche.


El ático que ocupaba en el centro mismo de la vieja ciudad estaba oscuro y frio cuando llegaron a él. En realidad Damian pasaba muy poco tiempo en él y más en el bunker subterráneo bajo el mismo.

Helena se escurrió de entre sus dedos cuando la puerta del ascensor se abrió. Camino lentamente por la espaciosa y oscura habitación, solo iluminada por las miles de luces de la ciudad que se extendían al otro lado de la inmensa ventana. Luces que se reflejaron sobre su pálida piel y la iluminaron llenándola de vida. Pero no se trataba de un momento ni dulce ni tierno. Ella no había ido hasta allí a contemplar las vistas. Y de cara al cristal empezó a desnudarse.

Damian aguanto junto al ascensor mirando el reflejo de la chica y su espalda blanquecina.

Ella se deshizo limpiamente de su provocativo vestido de chica mala y lo dejo resbalar entorno a su cuerpo hasta sus pies. Bajo él solo llevaba unas medias negras a medio muslo y un tanga negro. Cuando se inclino hacía delante para retirarse el tanga fue el fin del autocontrol de Damian.

A travesó la habitación directo hacía ella. Helena se volvió antes de que la alcanzase. Su cuerpo pequeño y delgado, de pechos menudos con cimas sonrosadas, del mismo color que sus labios y su sexo. La empujo violentamente contra el cristal, la alzo y la beso. Fue un beso, fiero salvaje, una declaración de intenciones por si misma a la que ella respondió con igual pasión y descaró. Enredo sus piernas todavía enfundadas en medias negras entono a su cintura y gimió provocativamente cuando Damian interrumpió su beso.

Era algo salvaje. Algo plenamente animal y no había tiempo para provocaciones ni caricias. Se desabrocho los pantalones y entro bruscamente en ella. Su interior era cálido y suave, lo absorbió bruscamente. Empujo una vez, dos veces, ella se revolvió entre sus brazos, no adolorida ni asustada, impaciente. Tres veces. Cuatro… Hasta que ambos perdieron la cuenta y él se derramo dentro de ella.

La liberación fue rápida y lo dejo algo aturdido. ¿Qué había pasado exactamente? ¿Cómo había podido perder tan descaradamente los papeles por ella?

Ella se rio de forma burlona entre sus brazos. Y él la miro.

Salió lentamente de ella, todavía estaba semiempalmado. Pero ya estaba hecho. Se había acostado con una niña. No sintió pena por ella, solo humillación por si mismo. Había caído en las redes de la mocosa.

Su alma tenía un pecado más que purgar en el infierno.

Pero, ¿qué era uno más?

-Si te lo estás preguntando estoy limpia.- le dijo ella.

Limpia… ¡Mierda! Ni siquiera había usado un condón.

-Yo también.- se sintió en la obligación de decirle.

-No, no suelo hacerlo sin protección nunca, es la primera vez. – continuo ella- Y todavía no me ha venido la regla, así que es poco probable que me quede embaraza… ¡Aunque eso si que sería un buen negocio!

Damian no tenía ganas de aguantar sus bromas.

Sin decir una sola palabra la guio hasta la cama y se fue desnudando lentamente por el camino.

-Entonces, creo que nos arriesgaremos y seguiremos como hasta ahora- le gruño mientras la empujaba contra la cama.

Helena coloco una mano sobre su pecho, sus ojos brillaron más fascinados por su colección de cicatrices que por lo que clamaba por ella más abajo.

-Deberías haber muerto diez veces…-murmuró recorriendo con la mano la cicatriz que iba desde su ingle a su esternón.

-¿Quién dice que no lo hiciese?- fue su turno para burlarse mientras empujaba su mano en su sexo.

Ella estaba sorprendentemente húmeda. Se dedico a atormentarla. Le mordisqueo los pequeños e incipientes pechos y hundió los dedos en ella hasta que se revolvió incomoda. Cuando la miró a los ojos, noto su expresión confundida y cuando la hizo llegar al estasis sus ojos se abrieron con sorpresa y cuando grito se llevo las dos manos a la boca sorprendida.

Damian se quedo paralizado sobre ella. ¿Seria posible que nunca…

Podía fingir muchas cosas pero aquello no era fingido. Podría haber recibido a decenas de hombres distintos en mugrientas habitaciones de hotel, pero seguro como el infierno que era la primera vez que tenía un orgasmo.

A Damian le molesto que eso le complaciese tanto. Era como tener a una prostituta virgen en su cama. Decidió comprobar hasta que punto era nueva en aquella clase de cosas. Hundió la cabeza entre sus piernas.

Ella grito, una, dos veces más. Luego incapaz de seguir conteniéndose volvió a entrar en ella. Helena lo recibió con un gemido complacido y a Damian dejo de importarle si fingía o disfrutaba por el resto de la noche.


Damian durmió mal aquella noche y soñó demasiado. Se despertó al día siguiente con dolor de cabeza en una cama de sabanas revueltas que olía a sexo y a pecado.

Se incorporo completamente mareado, como si tuviese la peor resaca de su vida y no una jodida noche de buen sexo. Se sentía como si lo hubiesen drogado…

No, no es que se sintiese drogado, es que lo habían drogado. Podría reconocer los efectos del zolpiden, un potente somnífero, en cualquier situación. Lo habían drogado.

La ira lo incorporo completamente de la cama.

La pequeña puta había desaparecido, al igual que su colección de relojes valorada en 2,5 millones de dólares y su lamborghini gallardo.

La muy puta había estado jugando con él con toda la jodida noche, lo había drogado y le había robado, ¡en su propia casa! ¡Bajo sus narices!

Iba pagarlo caro. Jodidamente caro. No sabía con quien estaba jugando.


Nota:

Así como no me he inventado a este Damian tampoco he tenido que inventar a Helena, es un personaje que ya existía en el universo de DC anterior al "Reboot", del que no queréis oírme hablar. ¿Alguien la reconoce? Creo que solo he cambiado el color de los ojos.

En teoría esto iba a ser un one-shot, pero no he podido resistir la tentación de alargarlo.

Quizá sea una historia un poco cruda, pero fue Morrison quien creó a este Damian y no podía imaginar colgando de su brazo a una chica inocente. Así que cuando perfile el pasado de Helena ella resulto ser tan cruda como el propio Batman o al menos ella se piensa que lo es.