Anna

Apenas si escuché, mucho menos entendí las palabras que necesitaba repetir. Sólo me importaba una de ellas, la que sabía de corazón.

Mi corazón.

"Acepto."

Ahora puedes besar a la novia.

Un beso prolongado y un fuerte apretón de mano me decían que su necesidad igualaba la mía, sonreí sobre sus labios.

Aplausos y gritos, silbidos y risas se escuchaban a nuestro alrededor. Los rostros de los invitados a la ceremonia mostraban una felicidad completa. Parecían felices por nosotros.

Una declaración oficial de matrimonio seguida de pasos apresurados entre la gente que soplaba burbujas y tiraba arroz, el resto es una imagen borrosa que apenas puedo recordar.

El baile.

El beso.

El pastel.

Todo pasó muy rápido, espero que alguien lo haya grabado.

El viaje en carro fue tranquilo, como si no hubiera sucedido. Mientras miraba la nieve caer en la carretera mi mente comenzaba a desvanecerse, pero sus palabras recorrieron mi espina como una brisa ligera jalándome de regreso a él.

Su tono era bajo y grave, "Eres mía ahora." Jugueteó.

Siempre lo fui.

La iluminación de una pequeña lámpara sobresalía de una de las ventanas mientras nos acercábamos a nuestra nueva casa. Sentí la anticipación trepar por cada una de mis extremidades cuando él abrió la puerta para que entráramos. Tomándome entre sus brazos hicimos nuestra entrada triunfal como recién casados.

Su sonrisa era fascinante. Sus labios aún más, mientras viajaban por mi mejilla, debajo de los mechones sueltos que cubrían mi cuello, hasta llegar, finalmente, a la comisura de mi boca. Estaba en todos lados.

Suave tela rodeaba nuestro dormitorio. Nuestra cama. Me era imposible identificar los colores, pero sentía el morado de las sabanas y el rojo de las cortinas que jugaban con el aire a tocar mi piel como una suave caricia...

"Te necesito."

Me tienes. Por siempre.

Mi vestido pronto se encontró tendido, adornando el piso con su blancura. Su traje negro no tardó mucho en hacerle compañía. Sentí su cuerpo contra el mío. Labios, demandantes, suaves, tiernos trazando un mapa por mi cuerpo hasta mi boca.

Sus dedos, tranquilos y sutiles, acariciaban mis pechos, rozaban mis pezones, bajaban por mi abdomen hasta encontrar la reacción de sus toques entre mi piernas.

Húmeda.

Pequeñas arrugas se situaron cerca de sus ojos cuando sonrió. Esa sonrisa hacia que mis piernas temblaran y que mi corazón trabajara extra.

Conocía esa sonrisa.

Lo conocía a él.

"Siempre te protegeré."

¿De qué? Me preguntaba.

Sus dedos hacían cosas que nunca pensé que fueran posibles antes y, cuando entró en mi, no pude evitar gemir por lo bien que se sentía.

"Te sientes tan bien", suspiró en mi oído, su sutil barba raspaba ligeramente mi mejilla.

Completamente de acuerdo. Se siente taaan bien.

Sentía cada caricia, cada roce de su piel contra la mía. Manos experimentadas que viajaban rápidamente por mi espalda, guiando mi cuerpo, dejándome sin aliento debajo de él.

"Siempre te amaré."

Eso espero.

Empujó dentro de mí y acepté todo lo que me daba, esperando aún más.

Mi orgasmo se acercaba y le rogué que se quedara conmigo, la conexión se disolvía.

"No puedo."

No, no de nuevo.

Sentía como algunas lagrimas se reunían en mis ojos mientras terminaba. Ni siquiera pude callar los sonidos que salían de mi boca mientras sus brazos me rodeaban, haciendo promesas que esperaba que cumpliera.

Los colores desaparecieron.

Los suaves toques se ocultaron.

Su aroma me abandonó.

Y, como lo demás, él se fue.

Mis ojos estaban húmedos cuando desperté, mi mano se encontraba caliente entre mis piernas donde había tenido uno de los orgasmos más fuertes provocado por un hombre imaginario en lugar de uno real, de carne y hueso. Sólo es un sueño, me dije.

Respiré profundo, o traté por lo menos, mientras rodaba en mi cama hasta quedar frente a la ventana. El sol se colaba entre las ramas de los arboles. Como suele pasar cuando tengo ese sueño, traté de recolectar todos los detalles, pero fue inútil.

El endemoniado sueño ha estado en mi cabeza por semanas. Cada vez que me provoca amanezco con mi mano terminando el trabajo que él empezó, y cada mañana intento recordar algo, lo que sea, pero nada, no puedo.

Nunca puedo ver su cara completamente, sólo su voz. O algo así. Como imagino que suena, y con sólo pensar en ella, mi cuerpo se estremece entre las sábanas.

Desde luego, otra voz se entromete en mi cabeza.

"¡Anna!"

No importa en dónde me encuentre, podría reconocer la voz de Kino llamándome, tan clara como el agua. Salí de mi cómodo escondite y me estiré.

Otras personas usaban un despertador, yo tenía a Kino.

Me asomé por la ventana y la miré por un segundo. Ella siempre decía que mis sueños me decían algo, que los escuchara y que intentara adivinar que era lo que decían, pero honestamente, ¿qué mensaje podía tener un sueño húmedo? "Necesitas tener sexo", listo, eso era.

Cuando me atrapó espiándola, se puso en la típica pose de mamá molesta. Colocó dos dedos en su boca y chifló más fuerte que una alarma de incendios.

Rodé mis ojos y suspiré. Tenía que bajar a ayudar con el desayuno o ella vendría por mí. Saque al extraño de mis sueño de mi cabeza y me di un baño tratando de iniciar mi día de la mejor forma, concentrándome en lo maravilloso que es despertar vía orgasmo en lugar de quebrarme pensando en quién diablos era el hombre que sólo me visitaba en mi subconsciente.

Después de todo, hombres como esos no existían.

No en Aomori.

Créanme, lo he buscado.


Lo sé, lo sé, lo sé. Hace mucho que no me doy una vuelta por aquí y no hay ninguna excusa.

Tengo muchas, muchas, ideas para esta historia, así que intentaré no tardarme tanto en actualizar.

Espero que les guste :)