Advertencia: Este capítulo contiene situación de sexo no consensuado, se recomienda discreción.
Capítulo I
—¡Maldito! Si vuelve a hacerlo, juro que lo voy a matar...—
Me levanto de la cama tambaleante, aún sintiendo el asqueroso toque de esas manos y el roce de su cuerpo contra el mío. Camino entonces dirigiéndome al cuarto de baño que está pasando el corredor, esperando no encontrarme con ese mal nacido.
El nuevo esposo de mi madre, tenían apenas tres años de casados y ya me había desgraciado la vida. ¡Ese hijo de puta! Lo odiaba con todo mi ser y a ella por haberlo traído a nuestra vida. Desde un principio me daba muy mala espina, pero esa necia no había querido entender razones.
—Algún día te casarás y me quedaré sola... ¡Tengo derecho a rehacer mi vida Kagome! ¿Por qué no puedes entenderme?— Fueron sus exactas palabras, las cuales aún estaban frescas en mi memoria.
Que hubiera dado por estar al lado de mi padre, como mi hermano menor, Sota. Pero no, por alguna extraña razón se empecinaron en que me quedara con ellos. Aún recuerdo las lágrimas de mi progenitor, al ver que nos habían separado, tal vez para siempre.
Giro las llaves del agua, no me importa si está fría o caliente, hago un cuenco con mi mano y con ímpetu lavo todo el líquido seminal que escurre por mis piernas. Quiero llorar de rabia, de impotencia, pero simplemente no puedo. Abro el botiquín, allí están esas píldoras, las denominadas 'del día después', lo que menos quiero es quedar embarazada de ese animal.
Tomó una y evito pensarlo mucho, la trago sin beber agua. De pronto oigo que llaman a la puerta.
—Kagome, ¿estás bien?—
—¡Lárgate!— Grito con marcado enojo para que esa mujer me deje en paz.
—No sé que es lo que le pasa, esa niña está muy mimada, es mi culpa...—Le escucho decir en la lejanía.
Veo mi reflejo en el espejo mientras descanso mis brazos en el lavamanos. Quiero escapar de este lugar... Me siento sucia e incapaz de defenderme. ¿Porqué tenía que pasarme esto a mí? Estaba sola, no había duda alguna.
—¡Kagome! ¡Abre la maldita puerta!— Los fuertes golpes a la hoja de madera me sacaron de mis pensamientos. ¡Era él! Ese infeliz. Comienzo a temblar, no quiero verle. Me siento acorralada y acercó mi cuerpo contra la pared, angustiada.
—¡Qué abras, con un demonio!— De pronto me doy cuenta de la situación, el hombre está arremetiendo contra el único acceso en donde estoy y horrorizada observó que poco a poco el obstáculo que me separa de él va cediendo.
¡No, por Dios! ¡Que no entre! Si existe Dios, que haga algo, lo necesito más que nunca. Mis suplicas no sirvieron de nada, allí estaba él en el umbral, viéndome con aquellos ojos inyectados en sangre.
—¡Solo quiero estar sola!— Le hago saber y trato de alejarme pero no tengo a donde, aquel fácilmente me toma del hombro y me abofetea.
—¿Qué crees que estás haciendo? ¿No ves que tu madre esta preocupada de que cometas una imprudencia?— Se le da mucho la actuación, cínico, de pronto me muestra las marcas de mis antebrazos.
—Pequeña ¿no ves que eres muy importante para nosotros? Si te perdiéramos, no sabríamos que hacer...— Entonces me acerca a él, obligándome a aspirar su aroma. De un empujón lo alejo de mí, me repugna, no quiero que ponga sus manos en mi persona.
—Hija, debes entender. Naraku solo quiere ayudarte a superar esta depresión.—
—Ya me he dado cuenta...— Le suelto con ironía a mi madre. Tuve que sacar fuerzas de flaqueza para contestarle, porque realmente estaba muerta de miedo. Le veo suspirar con cierto cansancio.
—Naomi, ve a descansar, déjame hablar con nuestra hija...— En ese instante comienzo a sudar frío, me dejará sola con él.
—No sé cómo agradecerte, mi amor...— Le da un beso y la veo desaparecer por la puerta de la habitación principal. Ese tipo se me acerca, dándome la vuelta e inclinándome sobre el lavabo, alzando mi camisón de franela hasta la cintura.
¡¿Lo va a hacer?! ¡¿Lo va a hacer otra vez?!
Quiero gritar pero con energía cubre mi boca y me presiona para que no pueda incorporarme o defenderme.
¡Por favor, no!
Comencé a llorar, mi corazón y mi cuerpo estaban rotos, aquel degenerado había venido violándome desde hacía dos meses. No era que no quisiera decirle a mi madre, por temor o pena, lo intente varias veces al borde de las lágrimas pero solo recibí regaños y burlas de su parte, sin permitirme siquiera explicarle la situación.
Me quede quieta mientras escuchaba los sonidos guturales de ese cerdo. Hasta que se vino de nueva cuenta en mis entrañas.
—Veo que lo gozaste, ahora sé buena chica y ve a dormir, que mañana es día de escuela...— Se apartó y con vergüenza corrí lejos de ahí para encerrarme en mi habitación, mientras juraba que esos dos iban a pagarlo y muy caro.
La luz del sol se coló por la ventana, dándole de lleno en el rostro. Estaba cansada y adolorida por culpa de las acciones de su padrastro. Se levantó como pudo para acomodar su uniforme y tomar un baño, ese día se escaparía de la escuela para rondar por la ciudad y de ser posible llegar muy entrada la noche. Lo que menos quería era estar a merced de ese hombre despreciable.
Bajó las escaleras y un delicioso aroma le dio de lleno, recordaba que cuando era más pequeña, su madre cocinaba lo mismo cada mañana: panqueques y huevos con jamón. Suspiró con melancolía, sabía que ya nada podía ser como antes.
Caminó rumbo a la puerta sin despedirse si quiera y al salir advirtió que Naraku ya la estaba esperando para llevarla al colegio. Se detuvo un instante, viendo fijamente al autor de sus desgracias. Lo detestaba... ¿Pero porqué él tenía que llevarla a la escuela? Si esto pasaba, probablemente sus planes se vendrían abajo.
—Sube al auto...— Ordenó con frialdad.
—¡No!— La joven de cabellos color negro y ojos castaños se negó rotundamente a ir con él. Se acercó y con fuerza la obligó a subirse en el coche.
—No tienes opción— Le dijo y cerró la puerta del copiloto de golpe. Entonces ella lo vio pasar por el frente del vehículo hasta que se metió, poniendo el motor en marcha. Con sobrado descaro posó una mano en una de las piernas de la muchacha y comenzó a acariciarla, para después conducir por esas calles aún desoladas.
—Te tengo grandes noticias, podremos divertirnos por todos los rincones de la casa. Tú madre se va de viaje esta tarde...— Le hizo saber con cierto entusiasmo.
—¡¿Qué?! ¡Estas demente si crees que voy a permitir que me vuelvas a tocar!— Vociferó angustiada, apretándole la mano con fuerza y clavándole las uñas, en un intento por separar esa extremidad de su cuerpo, pero el castaño no se inmutó.
—Muñequita sabes muy bien que no tienes escapatoria ni quién te defienda... Así que... Prepárate para esta noche...— Le murmuró al oído.
Ella se estremeció al escuchar las palabras de su padrastro, no podía creerlo. La adolescente entonces se bajó, sintiéndose aliviada, pues ya habían llegado a su destino. Azotó la portezuela del auto con fuerza, haciéndole saber su rabia.
—¡No! ¡No esta vez!— Masculló entre dientes, viendo cómo aquel se perdía entre el tráfico de la mañana.
Solícita regreso a su casa solo para encontrar a su madre preparando el equipaje. Ella le observó ir y venir por toda la habitación, metiendo varias cosas en la maleta, parecía que el viaje sería muy largo. Entonces se aproximó a aquella mujer de cabellos castaños.
—Mamá ¿podemos hablar?— Preguntó con marcada timidez.
