¡Hola! Bueno, acá les traigo una adaptación de un fic escrito por est cullen. Sinceramente me gustó mucho la trama y espero que a ustedes también les guste. La historia no me pertenece como ya he dicho y tampoco los personajes, yo solo la adapto sin fin de lucro. Sin mas, ahí les va.
1 .KPOV
Siempre me he considerado una chica sencilla a pesar de estar rodeada por el lujo, provengo de una familia acomodada, mi padre es dueño de la mayor editorial del país, eso nos ha llevado a estar entre las familias más ricas e importantes de todo Estados Unidos, pero mis padres siempre han sido amorosos y nunca me han desatendido, nuestra relación es buena, la normal entre padres e hijos.
A parte de ser una persona sencilla, ya que odio que me regalen cosas caras o que se gasten mucho dinero en mí, soy la típica chica formalita, siempre he preferido quedarme en casa con un buen libro a irme de fiesta, prefiero la tranquilidad, por eso me han tachado de formal, aunque esta llegando un punto en que eso me está cansado, ya que cada dos por tres me lo están recordando y a veces odio que me vean así, pero no tengo el valor de cambiar.
Mi nombre es Katniss Everdeen, aunque me gusta que me llamen Kat, tengo 24 años y acabo de terminar mi carrera, dirección y administración de empresa, mi objetivo y mi ilusión es llegar a ser un día la presidenta de Everdeen Editorial, puesto que ocupa ahora mi padre, he destacado en la universidad pero no por mi popularidad sino por ser uno de los mejores promedios, ahora tenía que enfrentarme al mundo empresarial, duro y frío donde todos compiten por ser el mejor y llegar a lo más alto, sin importar a quien tienen que pisotear por el camino.
En cuanto a los amigos, se puede decir que tengo muchos, pero solamente algunos pocos los puedo considerar realmente mis amigos, los demás solo están a mi alrededor por lo que mi apellido representa y las oportunidades que pueden conseguir con eso, entre los que puedo considerar mis amigos tengo que destacar a mis dos locas amigas, Annie Cresta y Glimmer Sugger, las tres éramos inseparables desde pequeñas, sus familias también eran acomodadas por lo que siempre habíamos estado juntas, cada una somos muy diferentes a la otra, por ejemplo Annie era una persona llena de energía, nunca se cansa en cambio Glimmer, a simple vista te parece una mujer soberbia y fría, pero eso era solo lo que aparentaba porque luego era encantadora y una persona atrevida, todo lo contrario a mí.
Me fijé en el reloj de la mesilla que marcaba las 7.30 de la mañana, una vez más fijé mi vista en el espejo que estaba frente a mí, sonreí al verme vestida con una falda de tubo, una camisa blanca y una chaqueta, el traje resaltaba mi figura, me fijé en los zapatos que me tenía que poner, suspiré, era imposible que no me cayera con esas armas mortales, pero según Annie, era requisito indispensable llevar tacón, así que resignada me los puse y recé por no caerme.
Me reuní con mis padres en el comedor donde ambos ya estaba desayunando, mi madre Effie, se dedicaba a colaborar con distintas fundaciones y organizaciones, además que era una apasionada de las compras, ambos me saludaron y me dieron los buenos días.
- Bueno hija, ¿preparada para tu primer día de trabajo? – preguntó mi padre apartando el periódico que minutos antes había estado leyendo.
- Si, la verdad es que estoy muy emocionada, estoy desando empezar – había esperado esto desde que era una niña, por fin iba a trabajar con mi padre.
- Me alegro, esa es la actitud – sonrió mi padre.
- Mucha suerte hija, además estas guapísima con ese traje – agradecí a mi madre su apoyo y opinión y tanto mi padre como yo nos despedimos de ella para ir rumbo a la oficina.
La empresa estaba en el centro financiero de New York, mi padre me había contando que a primera hora tendríamos una reunión para que todo supieran el puesto que iba a ocupar, me imaginé que me daría la vicepresidencia o algún cargo similar, pero no iba a ser así, no entendí esta decisión, se supone que un día tendría que manejar la empresa y cuanto antes empezara mejor, pero al parecer todavía no tenía la formación precisa para desempeñar un cargo de esa altura, no discutí la decisión, mi padre sabía más que yo y confíe en él, pero me aseguró que tendría un cargo digno a mi apellido.
En la reunión, en la que básicamente todos eran hombres, me pusieron al día de lo que me iba a encargar, iba a manejar el departamento de ventas y también sería la encargada de descubrir nuevos talentos, esto último fue lo que más me emocionó, ya que una de mis pasiones era la lectura, por lo que era una oportunidad de leer cosas nuevas.
Después de la reunión me dirigí a mi despacho, allí conocí a mi secretaria Madge, una chica de mi edad y que a simple vista parecía muy simpática, le dejé algunas instrucciones y me adentré a mi despacho, era un espacio amplio, de colores cálidos, con un gran escritorio, me senté en la silla y encendí el ordenador, para empezar a trabajar. Tan sumergida estaba en mi trabajo que me asusté cuando mi móvil empeiezó a sonar, vi que se trataba de Annie.
- Hola Annie – saludé.
- ¿Qué tal pequeña trabajadora? – preguntó.
- Muy bien, todos han sido muy amables, y ahora estaba poniéndome al día con el trabajo – expliqué.
- Normal que todos sean amables, eres la hija del jefe, y dentro de poco tu serás la jefa – rodé los ojos ante la explicación de Annie – bueno no te llamaba para molestarte, te informo que mañana salimos por la tarde a comprar, para buscar los vestidos del fin de semana – gemí al recordar que este fin de semana era el baile benéfico, odiaba a ir a esos sitios, pero este era de los pocos eventos que no podía evitar.
- Gracias por decírmelo, y no secuéstrame como la última vez – sonreí ante el recuerdo, tanto Glimm como Ann me habían esperado a la salida de mi casa para cogerme y llevarme a la fuerza al centro comercial, todo gracias a la cooperación de mi madre.
- Fue genial, tendremos que repetirlo otro día – hablamos un poco más y nos despedimos.
Al fin llegó la hora de la salida había sido un duro día de trabajo pero gratificante, por fin me sentía útil, cuando llegué a casa saludé a mi madre y le conté como estuvo mi día, no es que siempre le contara lo que hacía cuando llegaba a casa pero hoy estaba ansiosa por saber como había sido mi primer día, pero llegó un punto donde me disculpé con ella ya que siempre solía salir a correr, era un vicio que tenía y que me ayudaba a despejar mi mente y también me hacía sentir mejor. Mis padres no les gustaba mucho que saliera a correr por la tarde-noche, pero era el único momento que tenía para hacer deporte, ya que era muy perezosa para levantarme temprano.
Así que me puse mi ropa deportiva y salí a correr, siempre iba al mismo sitio Central Park, ¿acaso había un sitio mejor para correr aquí en New York?, lo dudo, una vez que calenté me coloqué mi reproductor de música y empecé a correr, solía estar alrededor de una hora o hora y media depende de como me sintiera y las energías que tuviera ese día. No llevaba más de quince minutos cuando sentí que alguien corría a mi lado, una vez más rodé los ojos e intenté ignorarlo, desde hacía más o menos un mes él siempre hacía lo mismo.
- ¿Sabes que es de mala educación no saludar, Everdeen? – habló un poco más alto para que yo le oyera.
- Solo espero que algún día de estos te canses y me dejes correr sola, Mellark – contesté sin quitarme los cascos de mis oídos y volviendo a ignorarle.
Y es que Peeta Mellark, había cogido la costumbre de correr conmigo cada vez que nos encontrábamos en el parque, no lo podía negar, Peeta era muy atractivo era alto, su pelo de color bronce que siempre lo tenía desordenado dándole un toque sexy, sus ojos color verde, su fuerte mandíbula y que decir de su cuerpo, ¡ohh dios! eso era pecado, su camiseta dejaba intuir unos marcados pectorales y unos perfectos abdominales, y sus pantalones cortos dejaban ver sus musculosas piernas, sacudí mi cabeza para sacar esas imágenes de mi mente, no era cuestión de ponerse a babear delante de él.
Los Mellark procedían de Inglaterra, era una de las familias más ricas y poderosas del mundo, tenían empresas por todo el planeta, Peeta Mellark a sus 27 años era un empresario exitoso y rico, pero no todo era perfecto, le gustaban mucho las fiestas y las mujeres, cada día salía en las revistas del cotilleo con alguna modelo o actriz, pero siempre una distinta.
- Eres cruel Everdeen, me duele que me ignores de esta manera, yo que solo te protejo mientras corres y que así no te pase nada – rodé los ojos antes las sartas de tonterías que estaba diciendo.
- No necesito que me protejan, se cuidarme solita – otra vez caí en su juego, y le vi sonriendo, cada vez que sonreía mis piernas temblaban, pero a mi no me interesaba un hombre como él, por muy guapo y atractivo que fuera yo quería a alguien que me quisiera y tener una relación seria, todavía no había conseguido mi objetivo, había tenido un novio anterior pero resultó que estaba conmigo por mi dinero, resoplé ante el recuerdo, no es que me doliera mucho, ya que luego me dí cuenta que no estaba enamorada de él, sonaría tonto pero yo quería encontrar a mi príncipe azul, un hombre que me hiciera suspirar, pero una vez más me di cuenta que tanta lectura me estaba empezando afectar. De pronto sentí como una mano se agitaba delante de mi cara.
- Que facilidad tienes para abstraerte de todo lo que te rodea y sumergirte en tu mente – afirmó Peeta, eso me hizo sonreí.
- Sobre todo las cosas que me molestan – le miré y casi me caigo de culo, era la imagen más sexy que había visto, llevamos corriendo ya un rato por lo que su camiseta ya estaba empapada de sudor pegándosele aun más a su cuerpo. Volví a sacudir la cabeza y a intentar ignorarle.
- Siempre tratas así a tus amigos, llevamos más de un mes corriendo juntos y nunca me has dicho nada amable – podía ver como se divertía poniéndome de los nervios y le odiaba aún más por eso.
No le contesté y seguimos corriendo en silencio, escuchando mi música igual que él, que gracias a dios había decido dejar de molestarme, no entendía porque Peeta Mellark se molestaba en correr a mi lado, éramos totalmente opuesto y estaba segura que no era su tipo, además apenas nos conocíamos, claro que sabía quien era, era imposible no saber quien es cuando estas a todas hora en la prensa, también habíamos coincidido algunas veces en algún evento, pero nunca hablábamos ya que nuestros círculos de amistades eran distintos, pero hacía apenas un mes habíamos empezado a coincidir corriendo, nuestro comienzo fue meramente fortuito, ya que un grupo de persona que también estaban corriendo pasaron por mi lado con tan mala fortuna que me empujaron, y como yo no tengo un gran equilibrio, me desestabilizaron y estuve a punto de caerme, pero mi caída fue evitada por Peeta, desde entonces cada vez que me ve correr lo hace conmigo, al principio intenta sacarme conversación pero después ambos nos sumergimos en nuestra rutina, no es que yo sea así con la gente y la ignoré, pero es que Peeta Mellark siempre saca lo peor de mí.
Después de un rato más corriendo me despedí de Peeta, había estado corriendo muy poco, apenas llegaba a la hora pero estaba exhausta después de este largo día. Apenas cené esa noche, estaba deseando irme a dormir y descansar lo máximo para estar preparada al día siguiente, sabía que sería una larga semana.
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Como predije la semana había sido demasiado asfixiante y agotadora, las horas del día no eran suficiente para terminar mi trabajo, pero era el precio que tenía que pagar si algún día quería estar entre los grandes empresarios, lo que no perdonaba era mi salida a correr y como el resto de los días Peeta Mellark estuvo a mi lado. El miércoles salí con las chicas y tras muchas vueltas y muchas pruebas, cada una encontramos nuestro vestido perfecto para el sábado.
Me coloqué los zapatos y me dí el último vistazo al espejo, me encantaba mi vestido, era azul eléctrico, de tirantas y se ajustaba a mi cuerpo como una segunda piel, era largo, siendo un poco más suelto a la altura de las caderas, en la cintura llevaba un cinturón gris dando un toque moderno y elegante, a juego con mis zapatos de tacón, cogí mi abrigo y bajé donde mis padres ya me estaban esperando.
- Simplemente hermosa – alabó mi padre.
- Ese vestido te queda espectacular, algún día me lo tienes que dejar – así era mi madre, todavía se creía que tenía 20 e insistía en ponerse mi ropa, aunque ya pasaba de los 40 seguía teniendo un cuerpo espectacular.
Los tres nos montamos en la limusina que esperaba en la entrada, siempre solíamos usar este tipo de trasporte para ir a los eventos, ya que mi padre odiaba no poder beber por conducir, cuando llegamos los paparazzis ya esperaban en la entrada del hotel donde se iba a celebrar el baile, posamos para que nos tomaran algunas fotos, y nos adentramos hacía el hotel, nada más entrar pude distinguir a mis amigas esperándome como siempre hacíamos, me despedí de mis padres para reunirme con ellas.
- Hola chicas, estáis guapísimas – saludé una vez que llegué donde estaban.
- Pues tu tampoco te quedas atrás, te dije que ese era tu vestido – dijo Annie, ella fue la que insistió en que me lo comprara.
Decidimos entrar al salón donde se celebraba la fiesta, cuando un gran revuelo en la entrada nos hizo darnos la vuelta para ver que ocurría, por la puerta aparecieron Plutarch y Portia Cullen, hacían una pareja hermosa, pasaban de los 40 pero ambos seguían conservando su belleza, Plutarch era rubio con los ojos azules, y a pesar de su edad tenía un cuerpo de infarto, Portia tenía el pelo color caramelo con unos profundos ojos verdes, su cara tenía forma de corazón y siempre tenía una sonrisa en su cara, de pronto me fijé en una figura que aparecía detrás de ellos, Peeta Mellark, era la primera vez que veía que venía solo a un evento de este tipo, él dijo algo y su padre negó resignado, los tres comenzaron a caminar y la vista de Peeta se posó en mi, sentí como me ruborizaba y de pronto me guiñó un ojo y se dio la vuelta para seguir a sus padres.
- ¿Por qué Peeta Mellark te ha guiñado un ojo? – preguntó incrédula Glimmer.
- No creo que haya sido a mi, eso ha sido imaginaciones tuya – comencé a caminar para que dejaran correr el tema.
- Hemos visto como te ha guiñado un ojo y tu estás roja como un tomate – dijo Annie.
- Tonterías vuestras, no conozco a Peeta Mellark – di por zanjado el tema, no iba a contar como me acosaba cada tarde en el parque cuando corría.
Llegué a la mesa donde estaban mis padres y donde se serviría la cena, como casi siempre mis amigas y sus padres estaban en la misma mesa que nosotros, así se me hacían más amenos estos eventos, de pronto sentí un par de brazos en mi cintura y como mis pies dejaban el suelo.
- ¿Como esta la chica más guapa de todo Nueva York? – dijo una voz fuerte a mis espaldas.
- ¡Gale, dios no puedo creer que estés aquí! – grité mientras él me daba la vuelta y le daba un fuerte abrazo - ¿Cuándo has llegado?¿Por qué no me has avisado? – pregunté poniendo mis manos en la cintura, Gale era mi mejor amigo, siempre habíamos estado juntos, pero se fue a Europa para mejorar sus estudios, hacía casi un año que no le veía.
- Era una sorpresa, y he llegado hoy, pero tranquila vengo para quedarme, me han ofrecido un puesto que no he podido rechazar – explicó.
Pasé casi toda la noche hablando con él, teníamos mucho que contarnos y ponernos al día, él se disculpó para ir a saludar algunos amigos y conocidos, y yo volví con mis amigas, ellas no estaban molesta por ignóralas la mayor parte de la noche, todo lo contrario sabían lo especial que era mi amistad con Gale y lo entendía, estábamos hablando cuando Glimmer me dio un codazo.
- ¿Qué coño te pasa, por poco me rompes una costilla? – me sobé la parte donde me había golpeado.
- No te des la vuelta, pero Peeta Mellark viene hacia aquí – susurró, vi como Annie giraba disimuladamente su cabeza y una sonrisa se extendía en su rostro, yo iba a decir algo cuando una voz aterciopelada me lo impidió.
- Disculpen Señoritas por la interrupción – yo me giré para quedar frente a él, estaba guapísimo con su traje - ¿serías tan amable de bailar conmigo señorita Everdeen? - ¡Oh dios mío! esto no me podía estar pasando, sentí mis mejillas arder y por el rabillo de mi ojo pude ver a mis amigas sonreír y despedirse de nosotros ¡traidoras!.
- No tiene bastante con molestarme cuando estoy corriendo, que insiste en hacerlo aquí también – se que lo que dije no fue muy amable, pero en mi defensa tengo que decir que cuando me pongo nerviosa suelto lo primero que pasa por mi cabeza sin pararme a pensar.
- Vamos, somos amigos podemos tutearnos – sin darme cuenta habíamos llegado a la pista de baile, y de pronto sentí su brazo rodeando mi cintura y acercándome más a él, todo mi cuerpo se estremeció.
- No creo que podamos llamarnos exactamente amigos – respondí, intenté estar coherente su olor me estaba nublando el juicio, no me extrañaba que las mujeres cayeran rendida a sus pies, yo estaba a punto de sumarme a la lista.
- Claro que sí, nos conocemos hace un mes, y corremos juntos cada tarde, y nos conoceríamos mejor si tu no te empeñaras en ignorarme – rodé los ojos, era imposible llevarle la contraria.
- Esta bien, pero no voy a reconocer delante de las personas que somos amigos, eso puede dañar mi imagen – Peeta estalló en carcajadas, haciendo que varias personas que estaban a nuestro alrededor se nos quedaran mirando, yo me maravillé del sonido de su risa.
- Deberías sentirte alagada porque quiera ser tu amigo – yo me separé y enarqué una ceja – esta bien, no voy a discutir contigo esta noche, ya tengo suficiente cuando salimos a correr.
- Yo no salgo a correr contigo, tu eres el que cada vez que me vez correr vienes a molestarme – no se por qué pero cada vez que hablaba con él terminaba discutiendo.
- Admítelo te encanta verme correr – dijo pegado de sí mismo.
- Ni en tu mejores sueños, Mellark – aunque eso era una pequeña mentira, pero no era necesario que su ego fuera todavía más grande.
Cuando la canción terminó dejamos de bailar y nos separamos, Peeta dejó un beso en mi mano y se despidió, yo me quedé como en shock, volví a la mesa pero intenté evitar a mis amigas, no deseaba que me interrogaran sobre mi baile con Peeta Mellark, así que la mejor forma era huir de la fiesta, me despedí de mis padres y de Gale y me fui directa a casa, ya lidiaría con sus preguntas en otra ocasión.
El resto del fin de semana pasó rápido, pasé básicamente todo el domingo con Gale, recorriendo la ciudad como solíamos hacer antes de que se marchara, le pregunté varias veces sobre su nuevo trabajo pero no soltó prenda, él también había estudiado lo mismo que yo aunque decidió irse para especializarse y mejorar, solamente dijo que pronto me enteraría.
El lunes llegó y con ello el inicio de la semana, y de vuelta al trabajo, me había habituado rápidamente y estaba contenta con mis resultados, estaba segura que haría grandes cosas y así demostrar que llegaría a ser una gran empresaria, hoy estaba un poco más nerviosa cuando me dispuse a salir a correr por Central Park, no lo quería admitir pero deseaba volver a encontrarme con Peeta Mellark, pero después de estar corriendo una hora y media él no apareció, eso me desilusionó un poco, pero me regañé a mi misma por eso, no me podía dejar influir por Peeta Mellark, él y yo éramos totalmente diferentes y fijarme en alguien como él solo podía ocasionar dolor.
