Disclaimer: Nada del mundo de Merlín me pertenece, todo a sus respectivos dueños.

N/A: Este fic participaba en el reto "Viñetas de emociones" del foro En una tierra mítica y en una época mágica. Lo cuelgo a pesar de no participar finalmente porque ya lo tenía acabado.

- Gaius, no voy a repetirlo. Cuanto antes acabemos mejor para todos.

Los dedos se le clavaban en la carne como las espinas de un pequeño zarzal, quizá el chico por fin había descubierto que aquel anciano de aspecto cansado era el único que intentaba hacer algo por él.

- Pero señor… Son solo niños.

El rey suspiró y a partir de aquel momento todo pareció ir muy despacio, como si aquello no fuera más que un sueño y pudiera controlar la velocidad de la escena.

Vio cómo la mano del rey se movió de aquella manera exasperada, como si se hubiera visto obligado a hacer lo que hacía. Vio sus pupilas llenas de rencor y su mandíbula cuadrarse. Al momento siguiente las capas escarlatas de los guardias ondeaban a cada paso, anunciando la tragedia con el tintineo de las espadas en sus cinturones.

Y la pila de niños junto al pozo.

Afianzó la mano arrugada al hombro del muchacho y lo pegó a su cuerpo tanto como pudo. Quizá para infundirle todo el valor que pudiera, o para robárselo. Quizá solo por egoísmo. Cerró los ojos y contuvo el aliento.

Notaba los tirones en su manga y el escozor en su brazo. Aún con los ojos cerrados podía ver al chico en volandas revolverse con todas sus fuerzas, llorando como solo los niños saben llorar, de aquella forma continua y desesperada. Y atrás, distorsionada, la figura de un rey impaciente.

Si de algo estaba seguro era de que jamás olvidaría el chapoteo. Ni de los cuerpos muriendo en rápidas sacudidas. Ni de la culpa.

Cuando por fin se vio con fuerzas para abrir los ojos hacía un rato que todo había acabado, que el último de los chicos descansaba con ojos vidriosos junto a los demás, enfriándose a cada segundo.

-Señor… Solo eran niños.

La voz le salía entrecortada, ronca. Como si una mano acabara de soltarle la garganta. A su comentario le siguió un largo suspiro, quizá para demostrarle que, como había pensado, Uther seguía allí.

- No importa qué forma adopte: en Camelot no hay sitio para la magia.

Al día siguiente la plaza estaba limpia y las calles secas; algunos olvidaban que apenas unas horas antes el pozo del que sacaban agua para beber y cocinar estaba infectado de rostros inocentes. Olvidaban los pozos porque ahora intentaban ignorar las hogueras.