Se despertó con un rayo de sol que se coló por la ventana y le dio justo en la cara. Abrió lentamente los ojos; se sentó y miró a su alrededor. No había duda de que desde que se había convertido en teniente del décimo tercer escuadrón las horas de sueño le parecían muy escasas.
De todos modos eso a ella no le afectaba; hacía ya un tiempo que no le molestaba nada. Y eso era precisamente por que algo le faltaba.
Estaba tranquila en su despacho firmando algunos papeles, cuando la interrumpieron.
-Teniente Kuchiki se le solicita en el cuartel del primer escuadrón de inmediato.- anunció un joven shinigami, que, por cierto había irrumpido en la habitación sin permiso alguno.
-Ahora que hice?- se quejó la chica.
-No estoy seguro del motivo, pero el comandante general quiere verla en este preciso instante.
-Enseguida iré.
La shinigami despidió cordialmente al mensajero y se encaminó hacia el cuartel del primer escuadrón. Para su sorpresa, al entra no solo estaba el comandante general, sino que, también se encontraban, allí, el resto de los capitanes.
-Adelante señorita Kuchiki.- indicó el comandante. – se preguntará por qué está aquí, ¿o me equivoco?
- En absoluto, señor. Está usted completamente en lo cierto.
-Tengo una misión especial para ti.
-Señor?- inquirió intrigada.
-Deberás ir al mundo de los vivos; más específicamente, a la ciudad de Karakura.
Últimamente ha habido una gran concentración de huecos allí. Supongo que la energía espiritual de ese humano que alguna vez nos ayudó, los está atrayendo más de lo normal.
Rukia no podía creer lo que oía. ¿Acaso era eso cierto? ¿Le estaban dando la oportunidad de ir a Karakura?
Está claro, que la noticia además de caerle como un balde de agua fría en la cabeza; había conmocionado a la chica.
-Decimos enviarte a ti porque sabemos que conoces muy bien el lugar.- siguió el comandante capitán- Además, el capitán Kuchiki se tomó la molestia de recomendarte de muy buena manera para esta misión. Así que luego de consultarlo con los demás capitanes accedí a darte este honor.
Rukia estaba estupefacta, ella era una shinigami de alto rango. Teniente del décimo tercer escuadrón.
No era lógico que le asignaran la misión a ella; además ¿por qué su hermano se había esforzado tanto en recomendarla para aquella misión?
-Pero… ¿Por qué a mí Yamamoto Taicho?
-Porque, como ya lo he dicho el capitán Kuchiki te ha recomendado de sobremanera; y, además, eres quien más tiempo ha estado allí.
La pobre chica ya no sabía como no gritar que antes que volver a Karakura se dejaba morir en hueco mundo.
-Partirás mañana en la mañana.- sentenció en anciano shinigami.
-…- Rukia solo pudo asentir con la cabeza y sentir como algo dentro suyo se inquietaba de sobremanera.
-Puedes retirarte.
La pelinegra salió al mejor estilo Kuchiki: es resumen, sin decir una sola palabra y sin emoción alguna en el rostro.
-No es posible ¿por qué a mí?- se quejaba mentalmente
Llegó a su casa se sirvió una taza y se quedó largo rato viendo hacia afuera. Veía como se derrumbaba, frente a ella, el mundo que tanto le había costado construir. Su cuerpo se estremeció ante la sola idea de reencontrarse con aquel chico de cabello anaranjado que fue alguna vez su compañero de aventuras y que… ¿por qué le dolía tanto recordar aquello?
Aquel pelinaranja al que… al que amó más que a nada. No terminaba de comprender por que le molestaba tanto recordar aquello si; ella misma lo había dicho, amó. No otra cosa. Amó pretérito perfecto simple del modo, del modo…
Bueno eso no importaba mucho; esa era una de las tantas cosas que había aprendido en el mundo humano. Pero no había usarla en su vida cotidiana hasta ese día.
Cerró los ojos por un momento, sintiendo la suave brisa que corría, y pudo recordar a la perfección cada rincón de la residencia de los Kurosaki, cada momento con sus amigos, cada momento vivido con Ichigo…
Recordó su aroma, su esencia y… aquel último beso, antes de partir.
Abrió sus ojos, estaban húmedos. ¿Por qué rayos recordaba con tanta nostalgia todo aquello?, ¿por qué sentía un gran dolor en el pecho? Se suponía que todo aquello había quedado simplemente como un buen recuerdo. Tal vez como un juego. Pero nada más.
¿Acaso el pelinaranja, a pesar de no estar en la sociedad de almas, seguía teniendo el control de corazón?
No, eso era imposible y, aunque fuese cierto su orgullo Kuchiki jamás le permitiría reconocerlo. Sin mencionar que ella era una shinigami y él un simple humano, la sociedad de almas jamás les permitiría tener algún tipo de relación.
Con estos pensamientos en mente la shinigami se dirigió a su habitación donde, rápidamente, se entregó al sueño.
La mañana siguiente la sorprendió con un haz de luz colándose por la ventana.
Se levantó, tomó su zampaktouh y, en completo silencio marchó a su destino.
Por supuesto que antes de marcharse se despidió de todos. Y se tomó unos minutos para intentar interrogar a su hermano.
-Nii-sama ¿por qué me recomendó para esta misión? No se suponía que tenía prohibido todo contacto con el mundo de los vivos y Karakura?
-Así era.
-Entonces…?
-Hubo un cambio de planes.
-Pero…
-Sin peros, espero que cumplas tus misiones con éxito.- dijo hermano sin verle a la cara.
-A que se refiere nii-sama?
-Tienes dos cosas por hacer primero: la que te encargó en comandante general y segundo: lo que yo te ordeno
-¿?
-Segundo: debes recuperar esa sonrisa que perdiste hace diez años.- dijo sin expresión alguna en su rostro y sin mirar a su hermana a la cara.
-No se a que te refieres.
-Lo sabes muy bien.
-Pero como hago eso?
-Eso solo tú lo sabes. Ahora debes irte se te hará tarde.
-Hai.
La joven shinigami se fue más confundida de lo que ya estaba; si es que eso era posible.
Traspasó el portal y llegó a la tienda de Urahara; al parecer no había nadie allí. Pero tampoco quiso buscarlos. Solamente salió y trató de localizar la energía espiritual de Ichigo, sin resultado alguno.
-Tal vez ya ni siquiera vive en esta ciudad y los huecos solo aparecen. ¿Que acaso ese no es un motivo válido?; no todo tiene que ser por él.- se dijo así misma.
No había nada extraño en aquella ciudad, ni siquiera había cambiado mucho en esos años transcurridos.
Siguió vagando por la ciudad sin rumbo alguno. Hacía mucho tiempo que no caminaba por las calles de aquel vecindario y estaba dispuesta a recorrer todo lo que pudiera durante su estadía.
No muy lejos de allí un joven de cabellos anaranjados miraba el techo recostado en su cama.
-Kurosaki-kun – se asomó por la puerta una pelinaranja- saldré de compras con Tatsuki-chan volveré en unas horas.
La chica se acercó a él y depositó un corto pero cálido beso en los labios del chico.
Luego salió por la puerta de entrada y lo último que escuchó el pelinaranja fue el sonido de las llaves.
Se quedó mirando el techo nuevamente, pero esta vez un extraño reiatsu fue lo que lo interrumpió. Ichigo saltó de la cama y tomó su distintivo de shinigami sustituto; y acto seguido de eso saltó por la ventana de su apartamento en dirección a aquello.
Por su parte la pequeña shinigami, que también había sentido aquella presión espiritual. Estaba ya a pocas cuadras del lugar.
-Maldición creí que ya no quedaban más arrancar.- se quejó la chica.
Apenas llegó al parque de Karakura, lugar al que había llegado siguiendo el reiatsu desconocido, desenvainó su zampactouh y miró hacia todos lados.
-Vaya, vaya así que por fin apareció un shinigami. Uno muy pequeño por cierto.- dijo mirando con desprecio a Rukia un hollow que se elevaba detrás de ésta.
-Y parece que aquí a aparecido un apestoso arrancar de segunda categoría.- respondió Rukia.
Definitivamente hoy no era su día, primero la mandaban al mundo de los vivos y ahora aparecía un arrancar. ¿Qué más podía pasarle?
Sin duda al destino le encantaba hacerla sufrir.
Justo cuando la chica iba a darle el golpe final al arrancar sintió un reiatsu, que le era familiar, elevándose.
-Ichigo?- La shinigami volteó, y efectivamente allí estaba el chico de cabellos anaranjados.
El arrancar aprovechó la distracción de Rukia y la atacó.
La morena cayó inconsciente al suelo con un corte en su espalda.
Inmediatamente Ichigo, encolerizó, y acabo de una sola estocada al arrancar.
Una vez acabado su enemigo tomó a Rukia en brazos.
