Buenos días/tardes/noches mis queridos amigos invisibles, aquí les traigo mi primer fanfic de MLP que, en realidad, está ambientado en Equestria y puede que tenga un cameo de los personajes originales de la serie, pero aún así está muy alejada. Una gran parte son OC's.

Antes de empezar, le agradezco a Ricardo Spike por dejarme usar su OC, Havent Fire.

También les advierto que esta historia contiene relaciones homosexuales, sé que algunos no tienen problema con eso pero hay otros que sí. Así que les digo, si no les agrada, no la lean.

Sin nada más que decir, empecemos con el Fanfic.


Conviviendo con un Desconocido.

Prólogo.

Ya era ese día del año. Había salido de su casa hace como 10 minutos o algo así. La verdad, no le importaba mucho, nunca había llevado la cuenta del tiempo, lo que sí sabía era que siempre existía el mismo tiempo de viaje. Se había detenido a comprar un diario. El Equestrian Times siempre tenía buenos titulares, aunque poseía una opinión que apoyaba de sobra al reinado de Celestia.

La detestaba. La detestaba con cada partícula de su alma. Su forma de ser le era elitista en sí, además de ya saber lo que se cocinaba en el fondo de la olla. No es que fuera un loco entusiasmado por las miles de teorías de conspiración en contra de la realeza ni nada por el estilo, sino que observaba la realidad desde un punto de vista realista. Y lo sabía, nada en el mundo es perfecto, y la monarquía en la que vivían era demasiado perfecta para ser verdad.

Esas ideas le rondaban en la cabeza a StarLight Dust mientras seguía trotando lentamente hacia la estación de trenes de Ponyville que ya había crecido un poco. Ya no era el simple establecimiento de madera, ahora tenía una fachada de un mini-centro comercial de Manehattan. La tecnología había avanzado mucho en esos 5 años desde que WhiteStar Invention hizo sus ya conocidas tesis sobre la energía eléctrica y, de ahí en adelante, todo había ido sobre ruedas.

Ya casi llegaba a su destino cuando tropezó con otro poni, de ahí todo había pasado en cámara lenta; las hojas del periódico se dispersaron en el aire, el viaje de cara al suelo era inevitable, por suerte supo colocar sus cascos para defenderse...

— ¡Disculpe! No le había visto. — Dijo el otro mientras ayudaba a StarLight a recoger el desorden de páginas. — En serio, lo lamento. — Quien quiera que fuese sonaba realmente arrepentido.

— Déjalo, ya lo arreglaré yo. — Aclaró mientras lo levantaba todo con la magia de su cuerno. — Sigue tu camino. — Concluyó secamente sin mirar hacia arriba.

Cuando terminó, dirigió su vista para observar con quién se había tropezado. Al parecer, había tomado sus palabras literalmente. Ya no estaba. Lo único que había podido contemplar fue una gabardina negra. No reparó en detalles, no porque no le importara, sino que sencillamente no pudo. Necesitaba sus gafas para poder detallar perfectamente.

Le restó la mayor importancia que le pudo hallar y siguió su camino cruzando las puertas con una total indiferencia al mundo exterior. Al pasar frente de un espejo de una pequeña tienda de postales y recordatorios de viaje vio que estaba algo despeinado, así que ordenó como pudo la crin roja con algunos mechones amarillos que tenía desde el momento de su nacimiento. Aprovechando la situación, se acomodó el traje ajustado azul y el chaleco gris que cubrían su pelaje turquesa.

Se detuvo en la cafetería de la estación y pidió un mocaccino con leche y crema batida. "No hay nada mejor que el dulce por la mañana" pensó con una leve sonrisa de medio lado que pocas veces mostraba ya que siempre se la pasaba serio, parecía no recibir ningún tipo de emoción, aunque demostraba bastante bien la furia.

Cualquiera que le viera a los ojos a través de esos cristales sentiría algo de curiosidad. Su misma mirada era un dilema y un misterio sin resolver, al igual que sus pensamientos.

Llegó a las bancas que daban una vista plena de los ferrocarriles. Se sentó levitando el vaso y el diario, esperando que llegara el próximo transporte que venía de Canterlot. Abrió el periódico y empezó a leer mientras daba mínimos sorbos a su bebida diaria que le mantenía despierto, a pesar de no pedirlo cargado. Sólo imaginarlo le causaba una pizca de gracia:si un café normal le hacía mantenerse despierto hasta medianoche, ¿qué le haría uno con una cantidad mayor de cafeína?

...

Habían pasado ya dos horas desde que llegó. Checó el gran reloj analógico de la estación.

— Las tres de la tarde. — Murmuró para sí mismo. — Tres trenes distintos y no salió de ninguno. Es una lástima. — Siguió con su monólogo que sólo él escuchaba. — Ya debería ir a casa. — Pensó en voz alta mientras se levantaba de la banca.

"Otro día desperdiciado" Razonó con cierto odio. Se disponía a salir cuando un grito le llamó la atención, así como a todos en la estación. Giró la cabeza hacia el lugar donde provino.

— ¡Espere! — Esa voz. Sí, esa era la voz. La voz del poni con quien había tropezado en el camino. Ahora sonaba angustiada y desesperada. — ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? — Dijo al borde del llanto ese unicornio blanco con crin tan amarilla como el fuego, al parecer le hablaba a un terrestre de pelaje marrón y crin negra.

— Eso ya no es mi problema, sólo soy un mensajero del patrón. — Respondió el otro mientras se alejaba, dándole la espalda y pasando al lado de Dust.

Por alguna razón, el de pelaje turquesa no dejaba de verle la cara al que se encontraba ya en el suelo sollozando, derramando lágrimas amargamente. Por primera vez en días volvió a sentir compasión y lástima. Seguía sin quitarle la vista de encima hasta que...

No, no podía ser. Apartó la vista lo más rápido que pudo y salió por la puerta casi corriendo.

Lo sabía, no lo pensó. El miedo lo invadió en el momento que cruzaron miradas. Sí, lo había visto directamente a los ojos, y ni siquiera un choque casual, fue algo que debe haber durado como 5 minutos. No es que fuera así, pero así se sintió. Para él todo había sido muy rápido y muy lento al mismo tiempo.

Llegó apurando el paso en cada cuadra y casi tirando la puerta de su casa al entrar. Demonios, debía dejar de ser tan paranoico. Sin embargo, tenía una razón para ello. Sus ojos eran lo único que le delataba, todos lo sabían. Los pocos amigos que tenía, sólo con verle esas pupilas negras, sabían lo que le pasaba. Conocían todo sobre el, su pasado y su presente. Ese era el único método, esa era la única fuente de información que poseía y lo consideraba una debilidad.

Se sentó en su sofá rojo y respiró lo más profundo que pudo, queriendo olvidar todo lo que había pasado. Escuchó un relámpago afuera, pero no le importó, como siempre.

...

En el parque se encontraba caminando lentamente y mirando al suelo. Sólo quedaban las marcas de lágrimas secas y los ojos hinchados. Ya había olvidado la tristeza desde el día en que le dijeron que se le había asignado un nuevo tutor. Y pensaba que por fin saldría de esa prisión, ese miserable orfanato donde todos le molestaban. No tenía amigos, nadie quería acercarse a él. Empezaron a rondar chismes sobre su procedencia, su ya casi extinta familia y de su integridad. Inició con unas bromas, continuó con insultos y llegó al maltrato físico.

No podía mentir, había considerado el suicidio. Imaginó que la muerte no podría ser peor que el infierno de vida que había tenido. Hasta que encontró una forma de expresarse.

Se alegró cuando se enteró que un primo hermano de su padre lo había buscado y aceptado para que viviera con él. La única familia que le quedaba.

Viajó desde Manehattan hasta Ponyville sólo para conocer a su nueva figura paterna. No sabía nada de él, sólo que tenía una gran mansión y ya entraba en sus años dorados, se le calculaban unos setenta y tantos años. Él se burlaba diciendo que eran setenta-y-veinte. Eso le colocaba una sonrisa en el rostro.

Durmió en el tren. Llegó y no encontró a quien iba a buscarle, así que decidió dar una vuelta. Tenía buena memoria, no iría muy lejos, no tardaría mucho. Por el camino tropezó con un unicornio turquesa con crin roja y detalles amarillos que usaba gafas de pasta gruesa de color verde, volvió apurado después de disculparse pues se le hacía tarde.

Luego todo se desmoronó, el mundo se le vino encima. Podría jurar que casi tuvo un ataque de pánico. Lo consideraba la única clave a la felicidad que se le había asignado. Y lo perdió todo por un imbécil que decidió arrollar al viejo con su carruaje. Malditos ebrios, seguramente dos o tres o más botellas de sidra de manzana. Al menos eso fue lo que le explicó un ex empleado de su único familiar. Ahí volvió a ver a ese extraño, sintió algo diferente, vio la profundidad de los ojos negros y grandes, parecía la infinidad del universo. Eso le calmó un poco.

Había llorado, sí. Ahora se encontraba caminando por el parque al lado del lago, pasando por unas casas bien adornadas. Observaba los árboles cuyas hojas marrones y naranjas anunciaban ya la llegada del otoño en Ponyville, lo que significaba que ya venía el invierno, unas brisas frías pasaron al lado de él y un escalofrío le recorrió el cuerpo entero.

Decidió sentarse debajo de un gran árbol de manzanas que ya estaba empezando a perder hojas y miró el cielo. Estaba nublado y oscuro. Lanzó un suspiro que daba a entender que, a partir de ese momento, dejaba su vida a la deriva, se rendía, ya no sabía qué hacer.

Cerró los ojos al mismo tiempo que se escuchaba un relámpago no muy lejos de ahí.

...

StarLight Dust ya tenía cinco minutos respirando profundamente con los ojos cerrados cuando un viento helado entró por su ventana. Sintió una sensación desagradable por todo el cuerpo, amaba el frío pero tampoco era para tanto.

— Maldito clima congelador.

Dicho esto, se levantó de su mullido sofá y cerró el único acceso a su casa además de la puerta. También se disponía a mover las cortinas para no tener que ver ese ambiente tan deprimente y gris, pero algo llamó su atención...

— ¡Demonios! — Gritó tirando una mesa trípode que poseía un bordado estilo tela de araña para que su taza preferida no manchase la fornitura.

Era suficiente, por eso había adornado el piso con terciopelo negro. Solía tirar cosas sin razón aunque fueran sus favoritas. Era sumamente explosivo en cualquier sentido, pero eso eran las consecuencias de casi no mostrar ninguna emoción por una gran parte de la vida.

En realidad, era más como un gran berrinche. Gritaba y hablaba sólo, apretaba los dientes mientras tartamudeaba "No" una y otra vez muy rápido. Subía y bajaba las escaleras maldiciendo a su suerte de manera muy infantil, la verdad era muy divertido de ver.

Cuando terminó su ritual, ordenó la casa, levantó la mesa, guardó la taza en la cocina de paredes amarillas pálido y encendió la chimenea decorada con unas fotos familiares.

Volvió a posar su vista hacia afuera y él seguía ahí. recostado debajo del árbol que quedaba justo al frente de su hogar. Ese poni color blanco sólo estaba ahí, acompañado por la soledad, a un lado de la vereda de tierra que marcaba el camino de paseo en el parque. Dust recordó la "escenita" que hizo en la estación. La duda y la curiosidad se adueñaron de él.

*Click clack*

Conocía ese sonido, estaba empezando a llover. Las gotas golpeaban su ventana haciendo un ruido agudo y bajo. ¿Eso era granizo? Genial, si llovía granizo, sus ventanas se romperían. Pero más allá de la preocupación por lo material, pensó en aquel que lo había inquietado tan horriblemente. Ahora estaba teniendo una batalla consigo mismo en voz alta.

— Muy bien, esperaré un poco y veré si sigue ahí.

— ¿Pero y si no se va?

— Tiene que irse en algún momento.

— ¿Y si no es lo suficientemente inteligente para resguardarse de la lluvia? Podría darle una pulmonía y morir por eso.

— ¡Rayos, debo dejar de hablar conmigo! — Dijo mientras daba una vuelta por la sala desordenada y gruñó finalmente. — No puedo creer lo que voy a hacer.

Se acercó al perchero donde descansaba su bufanda negra con líneas amarillas y su paraguas de punta de aguja color azul marino. Levantó ambas con su magia mientras trotaba hacia la puerta.

Apenas giró completamente la perilla, el viento hizo el trabajo restante, lo que hizo que la madera golpeara su cabeza, mandándole unos cuantos pasos atrás, además de terminar de abrir la entrada completamente, dejando que algunas gotas se lluvia entraran sin cesar.

En cualquier otro caso preferiría abandonar, pero no, ya estaba decidido. Fue contra el viento, cerrando con llave la puerta para que no ocurriera el suceso reciente.

No sólo parecía el ojo de un huracán, sino que mantenía cierta semejanza con la gran inundación. De seguro Fluttershy estaba construyendo un arca para todos sus animales. Esas condiciones no eran óptimas para ningún ser viviente.

Seguía siendo arrastrado por el paraguas, eran los 15 metros más largos de su vida. Apenas podía ver cómo se bamboleaban las copas de los árboles y sus ramas, los arbustos serían arrancados de sus raíces. No podía elevar la vista. El sonido atronador de la lluvia golpeando el suelo y todo lo demás. Sabía que ya casi llegaba al árbol cuando sintió que empezaba a flotar. Estaba siendo arrastrado. Rápidamente conjuró un hechizo e hizo aparecer dos bloques pequeños de concreto que ató a sus cascos, tocando de nuevo el suelo.

— Ojalá que no sean algo importante. — Gritó al vacío mientras ya estaba en frente de su objetivo.

Se le veía tan calmado, al mismo tiempo que el viento aflojaba un poco, pero dejando la misma cantidad de lluvia. StarLight lo contempló durante un tiempo mientras pensaba cómo era posible que estuviera tan tranquilo con tal desastre natural. Recibía cada gota de lluvia en su cuerpo. "Si sigue así, se enfermará" razonó.

Movió su paraguas y lo posó sobre el otro unicornio, lo que cambiaba la situación, ahora Dust era el que se estaba empapando.

...

Ya no sentía la lluvia, ¿qué ocurría? ¿Había dejado de llover? Abrió los ojos para comprobar pero se llevó una sorpresa; algo lo estaba cubriendo, miró a sus lados hasta descubrir quién lo había hecho, le costó un poco pero lo reconoció, era aquel con quien había tropezado cuyos ojos le dieron una sensación de bienestar. Lo que hizo fue decirle lo primero que se le vino a la cabeza.

— ¿Qué haces?

El de crin roja levantó la vista y vio que le estaba hablando a él.

— Nada. – Respondió evitando el contacto visual.

— ¿No te preocupa estar mojándote en la lluvia?

— Eso mismo te pregunto a ti. — Dijo mostrando una leve sonrisa. Qué ironía. — ¿Qué hacías bajo la lluvia sin más nada?

— Descanso.

— ¿No sabes que puedes tener una pulmonía? — Cuestionó el de pelaje turquesa mientras se sentaba bajo el mismo árbol.

— Sí. — Contestó simplemente, queriendo continuar pero sin saber qué decir.

— ¿No crees que deberías ir a casa? — Ante esas palabras, el de crin amarilla se echó a llorar por segunda vez ese día, lo hacía muy fuertemente. Dust no se esperaba esa reacción. — Oye, tranquilo. Vamos a mi hogar, así nos resguardaremos de la lluvia al menos. — Finalizó ayudando a levantar al otro y trotando hacia donde había dicho.

...

Ya había pasado demasiado ese día. Ahora ambos se encontraban sentados en sillones rojos que hacían juego con las paredes blancas de la sala. Tanto el uno como el otro estaban cubiertos por una toalla frente a la gran chimenea de ladrillos con una gran llama saliendo de la misma, haciendo un ambiente cálido y acogedor.

— Me llamo Havent Fire, por si se lo preguntaba. — Comentó dando en el blanco de los pensamientos de su acompañante. — ¿Y cuál es su nombre?

— No es necesario que me trates de "usted". Tutéame, soy Starlight Dust.

De pronto se llegó a un silencio incómodo. Ninguno de los dos sabía qué decir o que hacer hasta ese punto, lo único que hacían era mirar el suelo como si algo espléndido ocurriera. El anfitrión mantenía siempre su inquebrantable semblante serio.

— No hablas mucho, ¿verdad? — Tomó la palabra el de crin amarilla.

— No. – Respondió cortante. Hizo una pausa larga hasta que comentó algo. — De hecho, es un milagro que esté charlando contigo.

Eso hizo reír a Fire, aunque StarLight no intentaba ser gracioso. Lo cierto es que ambos tenían muchas preguntas que hacerse, sin embargo, la timidez los vencía, haciéndoles un nudo en la garganta.

— ¿Cuántos años tienes? — Preguntaron al mismo tiempo. Oh, la coincidencia.

— Responde tú primero. — Se adelantó el de gafas, ya sabía lo que seguiría después si esperaba; ambos empezarían a hablar al mismo tiempo y no llegarían a nada.

— D-diecisiete... — Murmuró apartando la vista. El otro apenas había entendido.

— Ah, entonces. Te ves más joven de lo que eres. — Replicó mientras se acomodaba en su asiento. — Yo... Apenas soy dos años mayor que tú.

El menor no se esperaba eso. Bueno... Sí, se lo esperaba, aunque aparentaba más edad. Le calculaba entre 25 y 35. Volteó hacia la ventana y observó que seguía lloviendo, luego desvió su atención al reloj para descubrir que ya eran las 8 de la noche. Su nuevo compañero hizo lo mismo para después levantarse.

— Supongo que debes tener sueño. Acompáñame, dormirás en mi habitación.

Eso hizo que el portador de la gabardina se sonrojara, sencillamente le parecía incómodo. Empezó a ponerse nervioso y a tartamudear mientras hablaba.

— N-no creo que s-sea buena idea. — Alcanzó a pronunciar mientras seguía a Dust mientras subían las escaleras.

— Patrañas, Havent. — Le cortó con un tono de fastidio y cansancio. — No te dejaré dormir en el sofá, ahí estaré yo. — Apenas aclararlo, el invitado dio un largo suspiro, dando gracias a Artemisa. — Bien, el baño es en aquella puerta a la izquierda; ni siquiera pienses en entrar a la habitación a la derecha o ésta será tu última noche. — Le advirtió con un tono cínico y maléfico. Ya había asustado al menor. — Estoy jugando contigo.

— ¿Siempre eres tan cruel con los recién conocidos? — Preguntó aterrorizado mientras temblaba del miedo. Tendría que acostumbrarse.

— Sí.

...

Silencio. Se había quedado callado, ¿pero qué demonios le ocurría?

— Si tienes alguna necesidad o incomodidad sólo grita mi nombre y vendré. Tengo un sueño bastante ligero. — Terminó de explicar para acercarse a las escaleras. — Descansa, buenas noches.

Así le dejó mientras bajaba, sin siquiera darle tiempo para responder. Ya le habían dejado solo antes, aunque ahora sentía algo de seguridad, además de incomodidad ya que nunca había dormido en una cama que no fuera la suya.

— Buenas noches, StarLight. — Dijo susurrando para él mismo, como respuesta a lo que le habían dicho, mientras apagaba las velas de la recámara.

El portador del chaleco se sentó una vez más en el largo mueble. Viendo un sobre que su nuevo inquilino había dejado en la mesa redonda de cuatro patas hecha con madera del propio bosque Everfree. "La leeré mañana" pensó, para no preocuparse por eso durante la noche. Ya tenía suficiente paciencia para esperar hasta el día siguiente.

Ya listo para descansar, se acostó e hizo levitar las gafas hasta la misma mesa. Había sido un día muy largo. Cerró los ojos y respiró profundamente. En menos de 3 minutos ya estaba dormido.

A pesar de ver el sobre, ignoró completamente un pequeño papel debajo de éste que poseía unas escrituras hechas por el menor.

"Cuando piensas que le felicidad vuelve a tu corazon, una nube de tristeza va y apaga con mucha razón, quiere verte con dolor bajo la lluvia negra que ni con la felicidad se te quita. Mientras caminas no puedes dejar de pensar que aunque fuera una noticia buena toda esta afectaría tu débil y frágil corazón" — Havent Fire.


Ese fue el Prólogo de esta historia. El poema que aparece en el final es de puño y letra de Ricardo Spike, además de su OC.

Gracias a todos por leer, dejen reviews por si les gustó la historia o tienen alguna duda, consejos o críticas.

Que tengan un buen día, todos. CSR.