Alfred estaba enamorado, pero esta vez no era de si mismo, se había enamorado de alguien...
Solo esa persona conseguía sacarle de la amargura de la realidad con solo una sonrisa, y más exactamente solo esa persona conseguía hacer que olvidara por completo el día y la hora en la que vivía, conseguía que Alfred se centrara en él todo el tiempo necesario.
Esa persona era Arthur.
-¡Baka! ¿Sabías que los caballeros de antaño, a pesar de no ser correspondidos, seguían empeñados en complacer a la dama?-Gritó Alfred, dirigiéndose a Arthur con un libro de literatura en la mano.
-Vaya...no sabía que supieras leer Alfred...-cogió el libro que el rubio sostenía y lo apoyó en su regazo.
-Aquí dice que imploraban a la dama y eran sus siervos, o algo así...-dijo mirando el libro por encima.
Arthur dio un sorbo a su taza de té y siguió con la ¿discusión? ¿clase de literatura?. Bueno, con lo que fuera.
-Eso solo son chorradas Alfred, a eso se le llama perseguir una causa perdida ¿sabes?-recriminó muy serio el inglés.
-Bueno, es amor...por amor haces lo que fuera-contestó Alfred con un deje de pena.
-¿Tu perseguirías una causa perdida?
-Soy profesional en hacer eso...-contestó el rubio y, apoyándose sobre una rodilla sacó una rosa de su cazadora y se la ofreció al inglés.
-Tonto...
Alfred sonrió de medio lado, pero no se movió de su sitio.
-Admite que te ha gustado...por poco que fuera, has sonreído-dijo satisfecho.
-Un poco...
-¿Han hecho cosas por ti así de románticas o he de superar a alguien? Pues si es así me sentiría defraudado y ello significaría que mi romanticismo no es suficiente.
-Ya hicieron algo por mi, pero...supongo que se agradece este gesto por tu parte.
Y fue así como el estúpido caballero americano intentó conquistar a lo que sería ¿su amor platónico, su dama...?.
Bueno, lo que fuera.
No obstante Alfred seguiría con su propósito, pues, como bien dijo, era profesional en perseguir causas perdidas.
