Nada me pertenece, jeje ya lo saben no?? bueno namás la trama si es mía
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Perdóname mi amor
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― No, no. voltéate, ya te dije que no lo mires.
― ¿Que no lo mire? Tú compañera estas mal de la cabeza, pensaría que eres lesbiana si no fuera por que...
― Shhh, no hables de eso, y bien sabes que no soy nada de eso.
― Es que no entiendo como no puedes mirar a ese tipazo. Esta para comérselo, si fuera tan descarada como ellas, y un poquito más joven, no dudes que ahí estaría sobre el tipo-Karen miro al hombre que rodeado por varias chicas reía despreocupado.
― Si claro, lo que digas.
― Hay mujer, no arruines mi entusiasmo.
― Ok, reconozco que es guapo, pero no me interesa, él es un... – Candy se quedó callada al darse cuenta de lo que estuvo a punto de decir -.. ahh no importa, es como todos los tipos de su estilo, nunca sabes como son realmente cuando nadie los ve, nunca sabes como se portan realmente con sus esposas...
― A ver, a ver, un momento, hasta pareciera que tienes algo en contra de él - le dijo Karen suspicaz – ¿Lo conoces Candy? De hecho se me hace conocido, pero no por haberlo visto en publico...
― No es nadie - apretó los dientes, un poco mas que dijera algo y Karen lo podría descubrir.
― ¡Bingo!
― ¿Perdón? ¿Estábamos jugando bingo?
― No tontita, ya se por que se me hizo conocido – Karen se le quedó viendo, claro, aquellos ojos como el mar Caribe en tempestad, aquellos cabellos que brillaban sedosos invitando a acariciarlos, ¡cómo pudo olvidar de donde se le hacía conocido! – Pero si él es tu ex...
― Shh, cállate de una buena vez Karen. Al parecer no tiene ni idea de que yo estoy por acá.
Candy cerro los ojos mientras los recuerdos se agolpaban.
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― ¡Es que eres una inútil completa! ¡Qué demonios eran tan difícil de sólo separar los tomates de mi ensalada!
― Perdóname, cariño, lo siento, he estado muy atareada con la casa, mi trabajo y me he estado sintiendo mal.
― Puras excusas. No sirves más que para dar problemas y calentar mi cama. No sé que diantres pensaba cuando me casé contigo.
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― No me hables, tuve un día espantoso. Y cuando al fin algo bueno estaba saliendo me llaman porque te desmayaste en el trabajo. Me arruinaste un importante contrato Candice.
― Perdóname.
― ¡Bah! Una disculpa no me salvará de esa inversión perdida.
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― Terry...
― ¿Qué quieres?
― Yo... yo, que... quería decirte que... que yo
― ¡Mujer! Por que no puedes si quiera hablar bien y claro. En serio que eres una completa inepta. Lárgate de aquí.
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― Lo mejor Karen será que nos pongamos a trabajar, dudo que el nuevo jefe nos pague por flirtear con él descaradamente.
―Y si me le arrimo como Susana, ¿crees que funcione?
― ¿¡Qué dices!? – Candy miró hacia donde se encontraba su ex esposo, Susana estaba casi encimada en él y ella reía de una manera grotescamente sensual – No importa, ni que me importara mucho – Candy se volteó y siguió revisando las propuestas que tenía enfrente, debía organizar sus próximas reuniones con clientes para la agencia de publicidad. A ella no le pagarían si coqueteaba con el nuevo jefe, de hecho era más probable que en cuanto la viera le gritara inútil y luego la despidiera.
― Ok, sabes, ya hablando en serio. Si lo observas bien tiene la mirada apagada.
― Ajá.
― No, hablo en serio. He visto la foto que tienes de tu boda, y otra de un paseo y la mirada de él se veía mas, no se, con más vida. Creo que le haces falta.
― Mira Karen, te diré esto una sola vez. Sí, Terrence y yo estuvimos casados, pero de eso fue hace mucho tiempo. Y aunque al principio fue algo hermoso, después se convirtió en una pesadilla. Ya son ocho años de que me fui. Y si realmente le hiciera falta, que lo dudo, me habría buscado desde hace mucho tiempo, o en todo caso no me habría dejado ir.
― Sí, pero por si no lo recuerdas ni le dijiste "agua va", por lo que me contaste sólo tomaste maletas y te fuiste de regreso a Lakewood, sólo dejaste una nota diciendo que te ibas cuando él no estaba en casa por un viaje de negocios.
― Tienes razón, no dije "adiós", pero era muy lógico el lugar al que me fui. Creo que hasta elegí ese destino con la estúpida esperanza de que así pudiera ir por mi para pedirme que regresara – para ese entonces los ojos de Candy se había cristalizado y ella luchaba por que su voz no sonara mas estrangulada y no escaparan las lágrimas – ¿Sabes cuántas noches pasé llorando y soñando que él por mí volvía? Ya no soy tan tonta como para creerlo.
Karen la abrazó y trató de calmarla.
...
― Jajaja, señoritas ha sido un placer conocerlas y platicar con ustedes.
― Claro jefe, ya sabe, cualquier cosa que necesite sólo dígame – dijo Susana con una voz que pretendía ser sensual.
Terrece rió por lo bajo por las tonterías que hacían esas mujeres para conseguir que les hicieran un favor de una noche o de un rato.
Entró a su despacho luego de despedirse y lanzar una última mirada a la rubia que trabajaba junto a una mujer pelirroja. Sí, rubia, porque aunque usara cabello castaño meloso, él sabía perfectamente que esos ojos esmeraldinos eran de una preciosa rubia rojiza.
Candy
Hacía años que no sabía de ella, hasta que un día compró una nueva agencia de publicidad. Estuvo a punto de no hacerlo hasta que vio un nombre: Candice White Andrew. Su ex mujer. Se le había encogido el corazón al saber que ella nuevamente usaba su apellido de soltera. Por poco y se va de largo al verla de cabellos castaños y medio ondulados y el hecho de que sus pecas se habían difuminado hasta parecer pequeñas manchas rosillas. Pero esos ojos nunca los confundiría.
Hacía diez años se habían casado, eran muy jóvenes, pero se amaban. De alguna forma consiguieron la firma necesaria, Albert confiaba mucho en que él amaba a su pequeña hija y se la había confiado sin miramientos. Qué mal había pagado esa gracia. Cuando se habían casado ella tenía apenas 17 años, pero cómo la amaba, él tenía 19, era dos años mayor, pero gracias a ciertos contactos había conseguido un buen puesto en una prestigiosa firma de publicidad, sólo le hacía falta su título y había demostrado ser muy competente.
El primer año había sido de ensueño. Candy era todo lo que podía haber pedido. Pero entonces comenzaron los problemas. Se dejó influenciar neciamente por la prima de Candy, Elisa, quien le decía que ella mantenía un romance con Anthony y Archie, dos primos lejanos, a la vez que estaba casada con él. El problema era que le había mostrado "pruebas" que él en vez de ratificar que fueran ciertas, las había creído ciegamente.
Comenzó a tratarla mal, llegó incluso a golpearla, aunque no muy fuerte, sólo para que le doliera y que no dejara marca. Llegó incluso a usar la intimidad para herirla. Le decía cosas que la herían sentimentalmente, echó por el suelo cualquier seguridad mental y sentimental de ella, redujo su autoestima a cero. Recordaba que los últimos días que ella estuvo con él apenas si podía decir una palabra frente a él sin trabarse. Ni mirarlo a los ojos podía sin reflejar pavor en ellos.
― ¡Eres una cualquiera! ¡Lárgate de mi vista! – y zaz, ahí había ido un golpe que la mando al suelo. Se alejó de ella dejándola tendida en el suelo llorando.
Cerró los ojos. Cómo pudo haber sido tan tonto. Había perdido a la mujer de su vida.
Miró la foto que guardaba en el cajón de su escritorio. Era de los días felices. Cuando entre ellos hubo romance, antes de que él lo echara a perder. Era ella sonriente, le miraba con ojos de amor, unos que hacía tiempo no veía en su dueña. Él desde atrás le abrazaba y le plantaba un beso en la mejilla.
Recordó con vehemencia cuando descubrió que lo había dejado, que se había ido...
Regresaba de un viaje de negocios, para firmar con una cadena de ropa para hacer su publicidad por un año entero. Cuando entró por la verja sintió un extraño escalofrío, el cielo curiosamente estaba encapotado, la lluvia caía recia sobre la tierra. Entró a la estancia y vio todo apagado. Le dio un mal presentimiento y soltando sus maletas corrió hacia su cuarto, el viento silbaba por entre las rendijas de las ventanas. Cuando entró encontró vidrios rotos, casi le da el infarto, pero de suerte no encontró nada de sangre. Eran del florero que le había mandado con rosas blancas y orquídeas. Las flores estaban regadas, con los pétalos y hojas destrozados, algunas pisoteadas. El agua que debió derramarse en la alfombra frente a la cama al caer el florero ya estaba seca así que seguro eso lo hicieron cuando recién se las mandó tres días antes. Cuando recién se había ido. El corazón se le había oprimido en el pecho. Le había mandado esas flores tratando de arreglar las cosas. Desde las puertas correderas de vidrio las cortinas se ondeaban con el viento, la lluvia entraba por entre las puertas abiertas.
Cuando había llegado a Nueva York se encontró con Anthony y Archie y no resistiendo más las dudas les había pedido explicaciones, la cara de confusión que pusieron fue todo lo que necesitó para ver lo tonto que había sido, a parte de que iban acompañados. También que ellos sabían que él había estado tratando mal a Candy y se lo reclamaron. No podría decir que fue una plática civilizada.
Ahora regresaba y ella no estaba en casa. Salió de la habitación y recorrió toda la casa buscándola. El jardín, la cocina, el patio, las habitaciones. Marcó a su celular, a su trabajo. El celular marcaba como número inexistente y en el trabajo le dijeron que había renunciado. Hacía tres días. Desesperado volvió a su cuarto y revisó los roperos, vacíos, cajones, closet, todo había desaparecido. Se derrumbó frente a la cama que habían compartido. Fue cuando vio el sobre. Abrió la carta y la devoró queriendo saber algo de ella.
Terrence:
Como habrás notado ya no estoy ni estaré en casa nunca más. Me voy porque es lo mejor para mí, para ti, siento que si continúo en este lugar moriré, es imposible vivir contigo, con tus celos enfermizos por cosas que no entiendo ni sé de donde vienen. Sabes que yo te amo a ti, pero mi vida ahora es asfixiante. Tal vez debí haber escuchado a Stear cuando me dijo que era demasiado pronto para casarme, tal vez si hubiera esperado un poco me habría dado cuenta de que te convertirías en alguien así, pero ¿qué querías? yo te amaba con demasía, tal vez tanto amor es dañino. Lo siento, créeme que no hubiera querido irme nunca, pero por el bien mío y de otra cosa que hoy ni nunca te podré explicar, es mejor poner distancia. Y estoy segura que ahora podrás dormir tranquilo. Estoy segura de que ahora podrás vivir mejor, ya no tendrás a esta pobre idiota, inútil y estúpida para estorbarte.
Lamento haber roto las flores, sé que no te importará, que lo más seguro es que las mandaste por compromiso, pero aún así lamento haberlas destrozado, fue por un ataque de histeria, lo siento.
En verdad deseo que ahora seas feliz.
Candice
Se había sentido morir. Compró el primer boleto para poder ir hacia Lakewood, estaba seguro de que ahí estaría ella. Ahí era donde había crecido. Donde ella siempre gustaba estar y sentirse segura. Donde vivía su padre.
Cuando llegó se había encontrado con Anthony, le había preguntado por ella, pero él no supo decirle nada. Nunca más la volvió a ver.
Había pasado mucho tempo buscándola, lo ultimo que supo de ella fue cuando le llegó la solicitud de divorció que se vio obligado a firmar. Era casi como si hubiera desaparecido del mapa. Y entonces un día la vio en la lista de administradores en una compañía publicitaria en venta. La verdad no tenía idea de porque compró tan impulsivamente con sólo ver que ella trabajaba ahí. Ahora estaba seguro que si lo hubiera pensado no habría hecho eso.
― Candy, ¿porqué tuvimos que tener tan mal final?
Por que había reparado en la tensión que ella demostró cuando le vio llegar y cómo se clavó en su trabajo para evitarlo. Se talló la cara frustrado. Todo el mundo creía que su vida era perfecta, que le iba mejor desde su divorcio. Claro, podría tener la mujer que quisiera con una mirada, Susana era una gran prueba, pero la única que quería no le bastarían sus encantos para atraerla. Se maldecía por haber caído en el alcohol, ya que una vez la forzó al llegar muy tomado a casa. Fue la última vez que estuvieron juntos íntimamente, después de eso ella prácticamente huía de su presencia. Tres semanas después él salía de viaje y ella hacía maletas a escondidas para abandonarlo.
...
― Hasta luego Sally.
― Candy, nos vemos.
Se abrochó el abrigo, era invierno y hacía mucho frío en Boston. Hacía ya un mes que Terrence había llegado al estudio para hacerse cargo y que trabajaba para él. Hasta ahora no habían cruzado palabras y ella no le veía a menudo por el edificio, salía mucho de viaje, tal y cómo lo recordaba de siempre.
Se ajustó la bufanda. Albert su padre pasaría por ella para llevarla a casa con Elly. No acostumbraban eso, pero como andaba por la ciudad quisieron aprovechar para verse. Pero aún no llegaba y ya pasaba una hora que lo esperaba.
Ahora anhelaba haber hecho caso de Karen y dejar que la llevara a casa.
Su celular sonó y contestó.
― Cariño, lo siento, ya no pude pasar, la junta se alargó demasiado y tengo que partir hoy mismo por un imprevisto.
― No te preocupes papá. Ya conseguí transporte, gracias. Será la próxima vez que pases por acá o me pueda dar una vuelta por casa. Tengo nuevo jefe y no sé como me vaya.
― ¿Te vaya? ¿No será "nos vaya"? ¿Porqué sólo tú y no las demás? ¿Quién es tú jefe? Por que si la agarra en tu contra por ser quién eres yo lo... –Albert, el padre de Candy hacía tiempo, desde pequeña había aprendido a interpretar sus palabras y leer entre líneas cuando hablaba, en especial luego de que quedara sin madre y él sin esposa.
― No papá tranquilo... – hizo una pausa meditando si sería conveniente decirle la verdad, al final optó por decirle, tarde que temprano se enteraría – es Terrence.
― Voy a matar a ese maldito cretino Candy. No dejaré que te haga daño.
― No, no, no. No pasa nada, creo que ni se ha dado cuenta de que trabajo aquí.
― Esta bien amor, pero si comienza con estupideces no me quedaré de brazos cruzados.
― Gracias, eres el mejor papá empresario del mundo.
― Si, y tu la mejor hija consentida de papá jajaja. Hasta luego hija.
― Chao.
Colgó, ahora si estaba en un aprieto. Ya pasaban de las 9 y el transporte público ya no circulaba en esas fechas. Estaba el subterráneo, pero llegar hasta allí eran seis cuadras caminadas bajo la nieve. No tenía opción, debía llegar a casa o Elly se pondría mal. Se ajustó los guantes, acomodó el gorro que llevaba puesto y comenzó a caminar.
Iba saliendo del estacionamiento cuando un motor rugió, unas luces la iluminaron y segundos después un Honda gris ahumado se detuvo frente a ella. Se llevó una mano a la cara para tapar la luz que la cegó. Al distinguir quién iba dentro del Honda se le detuvo el corazón, sus piernas se paralizaron.
Terrence.
Logró juntar fuerzas y movió sus piernas para darse la vuelta y correr lejos pero de nuevo el motor rugió y el Honda paró frente a ella nuevamente. Terrence bajó del auto cerrando con fuerza la puerta.
― Candy...
Alzó la barbilla y lo vio desafiante, aún sentía parte del pavor que le provocaba hacía años, pero ya era capaz de disimularlo, o eso creía.
― ¿Qué quiere Sr. Grandchester? – trató de sonar lo más impersonal posible y agregó algo para darle a entender que no podía llegar y muy chuchito hablarle como si nada – Le recuerdo que mi nombre es Candice o Sra. Andrew.
A Terrence le dolió que le tratara como a un paria, pero hizo acopio de su autocontrol para disimularlo.
― Está bien, Candice.
― Bien, ¿cuál es su problema como para atravesarse en mi camino Sr. Grandchester?
― Vi que se iría a pie y supuse que iría hasta el subterráneo, y no es muy conveniente dado el clima que impera. Así que quería ofrecerle transporte. Hace una hora que salió y sigue aquí.
Candy se tensó, no podía dejar que él se acercara a casa. Bajó un poco su cabeza hacia la derecha evitando su mirada.
― No es asunto suyo si voy o no caminando a mi casa Sr., ahora si me permite, tengo alguien esperándome en un café cercano, a no más de una cuadra.
Terrence notó perfectamente cuando giró la cabeza gacha hacia la izquierda con lo cual supo que mentía.
― No mienta Candice, no hay un solo café cerca que siga abierto en cinco cuadras a la redonda.
― Si lo hay y hacia allá me dirigía – contestó Candy entre dientes, cómo pudo olvidarlo.
― A menos de que sea uno nuevo o que alguno haya decidido abrir las 24hrs. ¿Por qué no me deja acercarla a su casa Candice?
― Prefiero caminar y no creo que deba molestarlo. Gracias – Se giró y comenzó a caminar con la cabeza alzada alejándose de él.
― ¡Con un demonio Candy! Deja de hacerte la digna por una vez y deja que te lleve a casa – Terrence exasperado de llamarla como a una completa extraña la agarró por el brazo y la giró para tenerla frente a él, pero usó más fuerza de la necesaria y quedaron demasiado juntos.
Candy no se había esperado esa reacción, y al girar se topó con dos zafiros que brillaban furiosos. De la impresión abrió la boca para gritar, pero sólo salió un pequeño jadeo. Sus caras estaban demasiado cerca y sintió su respiración en su rostro.
― Candy... sólo déjame llevarte a casa.
Candy tragó en seco, se sentía aturdida. Sólo atinó a asentir levemente con la cabeza. Terrence la soltó y se encaminó al auto para abrirle la puerta. Candy aprovechó que se había alejado para pensar con claridad. No podía dejar que Terrence se acercara a su casa y por nada dejaría que él la llevara a la suya. Terrence no podía acercarse y ver a Elly. Aprovechó para girarse y caminar lejos de él.
Cuando Terrence giró no vio a Candy donde la había dejado y tampoco se había acercado. La muy ufana caminaba nuevamente tratando de alejarse. Frustrado bufó y corrió tras ella. La agarró del brazo y la jaló hasta su carro metiéndola casi a la fuerza en el asiento del copiloto.
― Rayos Candy...
― Candice
― Esta bien, Candice, si así lo quieres te trataré como a una perfecta desconocida.
― Gracias Sr. Granchester.
― Ahora dígame dónde es SU casa.
― Vaya por la avenida principal y en la 60th dobla a la izquierda. La casa blanca y verde de jardín grande.
Terrence arrancó el auto y condujo en silencio hasta el lugar indicado. Candy miraba por la ventana con aire ausente.
Cuando llegaron a la casa Terrence notó que era una bella casa. Estacionó el auto y bajó a abrirle la puerta. Le extendió la mano para ayudarla a bajar pero ella paso de largo sin mirarlo. Metió las llaves en la cerradura y entonces una luz afuera se encendió. La puerta se abrió.
En ese momento Terrence logró atisbar una chispa de terror en la cara de Candy y pensó que alguien se había metido a la casa de la pecosa. Miró hacia el frente y lo que vio fue para nada lo que esperaba.
Una pequeña niña de unos 8 años según calculaba los miraba curiosa y a la vez con ansiedad. Tenía unos hermosos ojos azul zafiro y el cabello largo y medio ondulado del color de las castañas. Antes de que pudiera hacer o decir algo Candy ya había entrado y metía a la niña en casa.
― Elly, te he dicho que no salgas así con este clima, ponte una chamarra.
― Si mamá, perdóname, pero no llegabas y ni siquiera me llamaste, estaba preocupada - la voz de la niña se oía desde adentro.
― Se me acabó el crédito del celular. Discúlpame hija.
― ¿Y el abuelo?
― No pudo venir, por eso tarde en venir.
― Está bien. Me voy a dormir.
Candy volvió a salir y mirando fijamente a Terrence le habló lo más fría que pudo.
― Bien, ya me trajo, ya se puede ir.
― ¿Tu hija? ¿Tienes una hija?
― Ese no es asunto suyo Sr. Grandchester. Ahora bien, me haría un tremendo favor yéndose de mi propiedad y olvidando cualquier cosa que haya visto u oído. Permiso.
Candy cerró la puerta dejando a un aturdido Terrence. Sacudió la cabeza y regresó a su carro.
¿Candy tenía una hija? se veía de unos ocho años, así que... ¿tan fácil lo había reemplazado? ¿O acaso esa niña sería...? No, no podía ser eso. No había estado con ella antes de que lo abandonara, excepto por la vez que llegó borracho de más.
Llegó a su casa aún meditabundo. Sabía bien que haría. Marcó un número y esperó en la línea.
― Marco Bocciatti, ¿quién habla?
― Marco, amigo, necesito un favor, te pagaré, necesito que me investigues dos personas.
― Terrence, camarada. Déjame adivino. Una es tu ex, y la otra esa si ni idea.
― Si Marco, investiga a Candy, la he visto, trabaja conmigo, es mi empleada. Y la otra persona es una niña que vive con ella. Es su hija, sólo se que le dice Elly.
― Claro compañero, espero tenerte algo la semana próxima.
― Gracias Marco.
― De nada. Ya sabes cuando quieras.
Colgó y se quedó sentado con la cabeza sobre las manos entrelazadas. Por octava vez intentaría saber algo de su ex.
...
Candy se dejó caer por la puerta cuando se la cerró a Terrence. Estaba perdida. Terrence había visto a su pequeña, y estaba más que segura que ya tendría varias dudas y la estaría nuevamente investigando. Lo malo es que ahora tenía material de donde comenzar. Todos esos años su padre Albert había estado al acecho de cualquier investigación que se hiciera sobre ella. Ya eran dos las veces que la investigaba Terrence. La última hacía seis años, antes de que firmaran el divorcio.
Comenzó a llorar cuando escuchó el auto alejarse. Se abrazó las piernas y hundió el rostro en las piernas. No podía si quiera pensar que haría si Terrence descubría que Elly era su hija, si se la quitaba moriría. Terrence era un canalla y estaba segura que se la quitaría sólo para fastidiarla y luego haría un calvario la vida de su hija, Tenía que protegerla a toda costa.
Sacó su celular y marcó nuevamente a su padre.
― ¿Papa? – No pudo ocultar su tartamudeo cuando habló con él, era claro que lloraba a más no poder.
― ¿Qué tienes pequeña? – Albert se preocupó al oír a su hija llorando.
― Es Terrence, tengo miedo.
― ¿Qué te hizo?
― Nada, aún, pero, pero me encontró en el estacionamiento e insistió en llevarme a casa.
― ¿Y eso que tiene?
― La vio papá, la vio. No sé que voy a hacer si me la llega a quitar.
― ¿Ya sabe que es su hija?
― No, pero no dudo que lo averigüe.
― Si investiga no encontrará nada, será cómo si buscara un fantasma.
― ¿Puedes llevártela, que se quede en Lakewood?
― No cariño, no hay nadie allá. Y es fácil saber donde mandarás a tu hija. Mejor que esté contigo allí en Boston. Mantenla vigilada
― Está bien papá – Candy secó sus lágrimas, tenía ya la cara roja de llorar – Gracias por todo.
― No te preocupes hija, Terrence no podrá tocarles un sólo cabello mientras yo pueda evitarlo. Ahora descansa y tranquilízate, no querrás que tu hija te vea así.
― Si papá, de nuevo, gracias.
― Claro pequeña. Descansa.
Colgó y colocó el celular en su bolsillo de nueva cuenta. Se levantó y miró por la ventana del frente. La nieve había arreciado su caída y ella sentía su seguridad caer. No sabía que haría si Terrence le quitaba a su hija tan sólo para fastidiarle la existencia.
Con un suspiro atorado fue al lavabo para mojarse la cara. Ya un poco más repuesta subió al cuarto de su pequeña. Elly dormía apacible sin saber la tormenta que seguro se avecinaría. Candy se acercó a la cama de su hija y le acarició sus cabellos, Elly se removió inquieta para luego seguir con sus sueños.
Regresó a su habitación, se cambió y entró en su cama. Por ahora no le quedaba más que esperar al día siguiente y ver cuál sería la reacción de Terrence si ya sospechaba algo.
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Hey chicas! espero les guste esta nueva propuesta y me dejen review para saber si vale la pena continuarlo o prefieren que mejor lo quite ^^
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*NOTITA EXTRA: estoy resubiendo los capítulos por los horrores ortográficos que se me fueron antes, incluso he juntado los cachos xD Enjoy!
