Precipitado e inesperado
-Te amo Elizaveta- Soltó de repente y me envolvió en un abrazo que no alcancé a corresponder.
Cuando me soltó simplemente me quede plantada en la puerta, como una estatua, ambos en silencio. Lo mire inexpresiva, quizás confundida. ¿Cómo podía alguien amarme? Cerré la puerta en sus narices en un repentino ataque de pánico sin entender completamente mi reacción. Apoyándome de espaldas a la puerta como impidiendo que se abriera nuevamente.
Escuche sus pasos al bajar las escaleras del pórtico y la reja rechinar cuando salió de mi casa. Lo imagine cruzando la calle, alejándose con ese caminar desgarbado tan suyo. No me importó mucho en ese momento, probablemente lo lastime. No, seguro lo lastime, pero regresaría siempre lo hacía.
Tarde unos días en darme cuenta de que ya no volvería y mucho más en comprender que sentía lo mismo. A veces me encuentro pensando en él; ¿En qué dedica su tiempo? ¿Duerme bien? ¿Aún me ama? ¿Pensara en m? ¿Sera feliz con alguien mas?
Quizás nunca seré capaz de admitir que extraño platicar con él, divagar juntos, pasar la tarde entera riéndonos, mirar sus ojos, tocar su cabello, oler su perfume. Entre más intento dejar de pensarle más lo recuerdo, porque parece que no hay ningún lugar en el que no hubiésemos estado y cuando camino por ahí llegan a mi mente los recuerdos.
Lo extraño demasiado, quisiera verlo una vez más y comprobar lo que siento, pero ya no es posible. Esa tarde se fue muy lejos, esa tarde se fue de mi vida.
