Cap. 1 Un cuento

Sherlock despertó en su cama más tarde de lo habitual. Le dolía la cabeza, estaba algo mareado y tenía la sensación de que había pasado una mala noche, como si hubiese tenido una pesadilla muy agitada. Al parecer, pensó, había contraído una especie de gripe. Agotado, se dio la vuelta en la cama y, de pronto, pareció que se le pasaban todas las molestias y eran reemplazadas por una peor. Realmente debía de haber pasado una mala noche, porque a su lado, entre las sábanas revueltas, había un sobre "Para Sir Alardelot". Sherlock abrió el sobre nervioso; sabía de quién era y no era nada bueno. Dentro del sobre había una tarjeta con solo dos frases y una hoja escrita con muchas florituras y adornada como un libro de cuentos infantiles. Leyó primero la tarjeta:

Este es un cuento que he escrito especialmente para ti, Sherlock. No tiene final, espero que entre los dos escribamos uno bueno.

Tu amigo Richard Brook, el cuentacuentos

A continuación, leyó la hoja en la que estaba escrito el cuento, titulado Sir Alardelot y la princesa Traidorinda.

Érase una vez una hermosa princesa llamada Traidorinda. Era la princesa más bella e inteligente del mundo, pero en lugar de ser dulce y delicada como todas las princesas, Traidorinda era ambiciosa, fría y hasta manipuladora si era necesario. Un día, un malvado hechicero propuso a Traidorinda trabajar juntos para conseguir el poder que ambos anhelaban, y ella aceptó.

Todo iba bien mientras trabajaron juntos, hasta que Traidorinda se topó con Sir Alardelot, el peor enemigo de su aliado el hechicero. Ninguno de los dos quiso mostrarlo, pues debían seguir siendo enemigos, pero se enamoraron porque ambos eran muy parecidos. Sir Alardelot acabó venciendo a la princesa y al hechicero porque era su deber; aun así, no dejó de vigilar a su amada y fue a rescatarla a un lejano reino donde querían matarla. Ambos fueron muy felices entonces, ya que nadie, ni siquiera el hechicero, sabía que Traidorinda seguía viva. Así huyó del mago y empezó a vivir de incógnito para poder verse en secreto con Sir Alardelot.

El hechicero intentó acabar con sir Alardelot, y después de un gran enfrentamiento ambos desaparecieron. No murieron, como se hicieron creer el uno al otro, sino que solo desaparecieron, como había hecho Traidorinda. En el fondo, los dos sabían que el otro estaba vivo, así que el hechicero empezó a buscar a Sir Alardelot para acabar con él ahora que estaba totalmente solo. Pero la gran sorpresa del hechicero fue encontrar a Sir Alardelot y a Traidorinda juntos… ¡juntos y felices! Su mejor aliada le había mentido y se había pasado al bando de su peor enemigo, y todo por amor, ese estúpido sentimiento que hacía débiles hasta a los más fuertes.

Ahí estaba la clave, ahora Traidorinda era la mayor debilidad de Sir Alardelot… y Sir Alardelot era la mayor debilidad de Traidorinda. ¡Podía vengarse de los dos a la vez! Una noche, el hechicero entró en la casita donde los amantes dormían plácidamente abrazados, les dio una pócima para no despertarlos y se llevó a Traidorinda a un lugar secreto. A cambio, dejó a Sir Alardelot una nota en la que le explicaba el reto.

Cuando volvió a su guarida, el hechicero se sentó a esperar la llegada de Sir Alardelot mientras miraba a la hermosa princesa, que dormía con una dulce sonrisa, probablemente soñando con los besos de su caballero sin sospechar que ya no estaba entre sus brazos.

Ahora le toca a Sir Alardelot continuar la historia. ¿La princesa y el caballero vivirán felices y comerán perdices? Tú decides, Sir Alardelot…

Sherlock se quedó un rato mirando el cuento. Los había encontrado; Moriarty los había espiado y los había encontrado. Y ahora se había llevado a Irene para ponerle a prueba, para demostrarle que seguía vivo y no se había tragado lo del suicidio. Sherlock no había sido tan iluso como para creer que Moriarty sí estaba muerto, desde luego había contemplado la posibilidad, y por eso vivía con Irene de la manera más discreta posible, pero no había sido suficiente. Como decía el cuento, ahora le tocaba a él seguir escribiendo y decidir quién ganaba esta vez: el caballero o el malvado hechicero…