¡Hola de nuevo!

Vale, estoy loca por llevar tres fics abiertos, pero soy así de masoquista. El fic de Serket lo tengo un pelín atascado y tardaré un poco en actualizarlo. El de Kanon sigue un buen ritmo así que no hay problema.

Pero vamos a hablar de lo que importa, éste nuevo frente abierto.

Sí. Efectivamente. Vuelven las peripecias cómicas de mis queridos dorados. Retomando así la trilogía (ahora será una tetralogía) que inicié con "Un día con los Caballero de Oro", "Las Seis Pruebas" y "El balneario de Epidauro".

Retomo la historia donde la dejé, es decir, con los dorados de regreso en el Santuario.
Shion y Arles no pudieron irse de vacaciones porque sus subordinados se llevaron el pergamino promocional para disfrutarlo en Epidauro.
Ahora les toca a ellos disfrutar, pero alguien se tiene que encargar del Santuario.

¡Comenzamos!


1. ¡Ahí os quedáis!

Shion abrió el armario de su dormitorio. La puerta de madera rechinó estruendosamente, de tantos años sin haberse abierto.
Los pocos trapos de civil que tenía estaban, obviamente, pasados de moda, pero a donde iba no la necesitaría.
Sacó un par de camisas que aún eran dignas de ser puestas y un par de pantalones cortos. Ya compraría el bañador en su lugar de destino.
Abrió los cajones y una araña de considerable tamaño salió corriendo apresuradamente. Tras ella, miles de arañitas diminutas correteaban alegremente de un lado a otro encima de la ropa doblada.
El Patriarca observó a los arácnidos con repugnancia y descubrió la multitud de nidos esparcidos dentro.
Llamó a su sirvienta personal.

— ¡Urania! ¡Ven un momento, por favor!

Al cabo de unos minutos apareció la mujer por la puerta.
— ¿Sí, mi señor?—dijo asomándose a la habitación.
—Como bien sabes, me voy de vacaciones con Arles, lejos del Santuario durante unos días. Necesito que limpies mi habitación de arriba abajo y en especial quiero que te deshagas de eso— dijo señalando con el dedo el cajón repleto de arañas.

Urania alzó una ceja y se asomó para observar con detenimiento el punto donde señalaba el Patriarca. Dio un respingo.

—La única solución que se me ocurre es aplicar fuego. Mucho fuego— respondió la sirvienta.
—No desearía que mi habitación se viera reducida a cenizas. Sólo quiero que no haya arácnidos en mi templo anidando.
— ¿Al caballero de Escorpión tengo que echarle también?
—A él sobre todo…¡Urania! ¡Mira lo que me haces decir!— saltó Shion, dejando escapar una risa.

Tras terminar de preparar su pequeña maleta, encomendó una serie de tareas a la mujer, aparte de limpiar su cuarto concienzudamente.
Se despidió de ella y fue en busca de Arles, que llevaba esperando por su superior más de media hora.
—Al fin terminas. ¿Nos vamos ya?

El Patriarca asintió con un leve movimiento de cabeza y juntos bajaron la escalinata que daba a la sala de recepción.
Allí estaban los doce caballeros de oro y Kanon, que como siempre, se autoinvitaba a las reuniones de sus compañeros. Rodilla en tierra esperaban desde hacía un buen rato, cuando empezaron a quejarse de la tardanza del Patriarca.
Éste se asomó por la cortina para espiar a sus subordinados.
—Bien, bien. Sufrid un poquito mis queridos caballeros— dijo frotándose las manos de manera maquiavélica.
Arles carraspeó y le entregó la túnica de sacerdocio y la estola. Él se vistió también y se colocaron los cascos antes de salir a escena.

—Buenos días caballeros— saludaron cortésmente. Los dorados respondieron y Shion indicó con un gesto que podían incorporarse.

Como siempre, tras poder levantarse, los trece muchachos empezaron a conversar animadamente, preguntándose por qué les habían mandado llamar tan temprano.

—Hay costumbres que son muy difíciles de cambiar ¿verdad Su Santidad?— indicó Arles a Shion.
—Menos mal que he encontrado una solución bastante efectiva, no pienso desgañitarme nunca más mandándoles callar— replicó el Patriarca.
A continuación sacó un recipiente cilíndrico con una trompeta de plástico en la parte superior de entre sus ropajes y lo dirigió hacia sus subordinados, ajenos a lo que estaba haciendo su superior.

Se escuchó un bocinazo tremendo que dejó a los dorados al borde del infarto.
— ¡¿Pero qué ha sido eso?!— exclamó Afrodita llevándose una mano al corazón.

Shion sonrió perversamente sujetando la bocina.
—Esto es el arma definitiva contra vuestros parloteos incesantes. No pienso fastidiar mis cuerdas vocales con vosotros para haceros callar, así que usaré este artilugio para ello.

Los caballeros se quejaron mientras sus corazones abandonaban la taquicardia producida por el estruendo.

—Bien, como ya sabéis, Arles y yo nos vamos de vacaciones. Sí, porque vosotros os largásteis con mi pergamino promocional del balneario de Epidauro cuando más necesitaba desconectar de vosotros. Ahora ha llegado mi turno.
En previas ocasiones que he abandonado mi puesto para descansar, he dejado a Arles al cargo. Debido a que esta vez nos vamos juntos, alguien tiene que dirigir el Santuario.

La cara de Saga refulgió de felicidad y sonrió satisfecho.

—Es por ello— prosiguió el Patriarca – que voy a designar a alguien para ello. He estado dándole vueltas estos últimos días y he decidido que quien me va a sustituir esta semana sea…

"Que me designe, que me designe, que me designe" pensaba Saga con los dedos cruzados tras la espalda.

—…Mü— soltó Shion.

El caballero de Aries miró a su maestro con cara de espanto, mientras un murmullo entre sus compañeros se agigantaba.
—Claro, cómo no. El favorito del Patriarca— masculló Saga maldiciendo su mala suerte.

—…y Aldebarán.

Ahora todas las miradas se dirigieron al brasileño quien miró a Mü, buscando una respuesta lógica.

—…Y Saga, Deathmask, Aioria…— prosiguió el Patriarca, observando las distintas reacciones de los caballeros.

Los dorados volvían a enfrascarse en un vocerío insoportable y Shion tuvo que recurrir de nuevo a la bocina, que pilló a todos desprevenidos.
—Adoro este invento… ¡a ver chicos! ¡Escuchadme! Lo que quiero decir es que, sabiendo que si ponía a uno solo al frente del Santuario levantaría las suspicacias de los demás, como se ha podido comprobar, pues Arles pensó que TODOS participaríais en esto. Y cuando digo todos, realmente digo todos. Desde Aries hasta Piscis. Cada día, uno de vosotros, por riguroso orden, será Patriarca en funciones mientras yo esté fuera. A continuación, Arles os entregará unos portafolios con las tareas que tendréis asignadas para cada día. Son de obligado cumplimiento, pobre de aquel quien no haga lo que digo. Y por supuesto, lidiar con el día a día y los imprevistos. De esta manera váis a sufrir en carne propia lo que supone ser Patriarca, y quizás así os déis cuenta que los continuos dolores de cabeza que tengo no son invenciones mías para escaquearme del trabajo—

Los caballeros se miraron asombrados. Todos serían Patriarca por un día, una decisión que consideraban justa.

—Por supuesto que tendréis que hacer caso en todo lo que ordene el Patriarca en funciones. Independientemente de lo que os pida, puesto que seguramente esté pidiendo algo que he escrito en esos papeles. Nada de desobedecer y tampoco quiero quejas, aunque no sea yo quien esté bajo el casco dorado. A ver qué tal os las apañáis— terminó Shion.

A un gesto del Patriarca, Arles fue entregando los portafolios con los objetivos para cada uno de los caballeros.

— ¿Yo también puedo ser Patriarca?— preguntó Kanon alzando la mano.

Shion dirigió su mirada hacia el aprendiz de Géminis.
— ¿Pero por qué te empeñas en venir cuando sólo he llamado a tu hermano? Claro que NO puedes ejercer de Patriarca. No me fío un pelo de ti, y más te vale que no emplees tus argucias para ocupar el trono, porque juro que el castigo que te di en su día por lo de Poseidón te parecerá una delicia comparado con lo que te haría esta vez— amenazó Shion.
Kanon se entristeció y agachó la cabeza sumisamente.

Aioros alzó la mano para realizar una pregunta.
—Mi Señor, ahora que usted se va de vacaciones, ¿es Mü quien va a ocupar el puesto desde ahora?

—Efectivamente Aioros. Desde este momento, estoy de vacaciones. Así que Mü, puedes pasar a la parte posterior para cederte la túnica, la estola y el casco. Ah por cierto, antes de que se me olvide…nadie debe saber que estoy de vacaciones. Actuad como lo haría yo. Si tenéis un imprevisto y no sabéis que hacer, pedid consejo a Dohko, que es el más sensato…bueno, no siempre, pero me es igual…ni siquiera los caballeros de plata y bronce deben saberlo, porque son los primeros en tomaros el pelo. Sólo hay una persona a la que he informado de esto, y esa es Marin. Ella será mis ojos mientras esté fuera, así que más os vale comportaros porque cualquier incidencia que ella visualice, me la contará. Eso es todo.

— ¿Pero y si…?— trató de preguntar Saga sin éxito.
El Patriarca alzó las manos.
—A mí no me preguntes, oficialmente estoy de vacaciones. Todas las preguntas a Mü durante este día. Adiós caballeros, disfrutad de esta semana—
Y agarrando a Arles y a su discípulo, se dirigió a las estancias privadas, donde entregó sus ropajes a Mü.
—A ver qué tal se te da. Recuerda, la túnica blanca con la estola, para reuniones oficiales y cuando quieras salir por el Santuario. La negra está en mi habitación, esa úsala cuando estés por este templo— dijo Shion antes de esfumarse con Arles.

El caballero de Aries se vistió la túnica blanca y se colocó la estola. Sujetó el casco dorado con el brazo izquierdo y salió hacia el trono.

Sus compañeros se quedaron atónitos viendo al lemuriano vestir las sagradas vestiduras. Llevaba el cabello lila suelto, que caía en cascada por la túnica. El rostro apacible generaba seguridad en ellos.

—Realmente impone verle así— musitó Camus, e hincó la rodilla en tierra. El resto de sus compañeros imitaron el gesto y prometieron jurar lealtad y servir a Mü en aquel día.

El lemuriano suspiró y agradeció el gesto. Se colocó el casco dorado y dio la primera orden de su corto reinado.
—Podéis retiraros.