Por fin la oportunidad de mi vida se presentaba ante mí. Ir a la prestigiosa academia de artes musicales Saotome. Según escuché, de ella salieron los mejores ídolos y compositores más famosos del mundo de la música. Ese era mi sueño, convertirme en una de las mejores compositoras del mundo y componer las canciones de mis ídolos. Había estado practicando, ensayando con la guitarra, el piano, y escribiendo alguna que otra canción. Pero todo eso no me había servido de nada, para entrar en la academia era necesario pasar un examen de acceso. Mi mundo giraba entorno a la música. Cuando era pequeña solía estar siempre sola, por que mi madre siempre trabajaba y mi padre nos había dejado, por lo que siempre me había refugiado en la música. Ella era la única que me hacia salir de mis pensamientos, la única que me hacia ser quien era, la única que me comprendía en los peores momentos, que por desgracia eran bastantes. Harta ya de las continuas salidas de mi madre, y de que viniera ya una vez que la luna estaba en lo mas alto del cielo, decidí presentarme al examen. La academia Saotome era un internado, por lo que si me cogían podría vivir en ese lugar, si no, tendría que volver a casa, ya que no tenia otro sitio al que ir. Y seguramente mi madre, al ver que no me habían cogido me llevaría a otro internado. Era diciembre, las vacaciones de navidad estaban a la vuelta de la esquina. Pero no había tiempo para nada, y menos para pensar en vacaciones, tenia que estudiar. El examen de acceso a la academia no era sencillo que se dijera. No mucha gente, por no decir ninguna, consigue pasarlo. El día anterior al examen estaba tan nerviosa que no podía dormir. Me levantaba una y otra vez, caminaba por la habitación, miraba la ropa que estaba encima de la silla, la cual tenía preparada para ponerme al día siguiente. Miraba la guitarra, los papeles que había sobre la mesa, los pósters que había en las paredes con todas aquellas personas que yo admiraba. Las admiraba por la su música, sus canciones, su estilo, sus voces… por que habían conseguido llegar a ser lo que ellos deseaban, los admiraba por todo eso y mas. Al final, volví a tumbarme en la cama y me quedé dormida hasta el día siguiente. Por fin era el día del examen. Me vestí tranquilamente con una sonrisa en el rostro y sin nervios. Entré en la cocina para desayunar y al ir a coger una taza, los nervios pudieron conmigo y se me cayó…En ese momento, me desperté sobresaltada. El despertador estaba sonando, con su horrible sonido. Miré la hora y vi que ya era casi la hora del examen.

-¡Mierda! Me he quedado dormida.- me levanté rápidamente de la cama dejando el despertador en el suelo.

Cogí la ropa y rápidamente me lavé un poco y me vestí con la ropa que había dejado. Una camiseta de tirantes anchos lisa de color rosa, y un chaleco negro encima de esta. A modo de mangas, pero sin ser mangas, me abroché dos telas, cada una en un brazo, por debajo del hombro. Ambas mangas eran rosas, como la camiseta con decorados en negro. Medias a rayas negras y rosas y pantalones cortos. Botas hasta la rodilla. Y como decorativo una gargantilla. Me arreglé el pelo lo mejor que pude, ya que tenia bastante prisa, me recogí un poco el pelo, dejando bastante de el suelto y me hice una trenza, me arreglé un poco el flequillo y salí del baño escopetada. Cogí la mochila el abrigo, la gorra de tela negra, que me la puse antes de salir para que no se me congelaran las orejas y salí corriendo de casa. Miré la hora, era tarde, no sabia si iba a llegar a tiempo ya que por lo menos se tardaban unos 15 minutos de carrera desde mi casa hasta la academia.

Mientras corría no tenia mucho tiempo de ver lo que pasaba a mí alrededor, aun así podría ver como los niños ya estaban de vacaciones y se divertían en la calle con sus amigos. Pero yo no paraba de seguir corriendo. Salí de la ciudad, corriendo como todo el camino, con la mochila acuestas. Todo el camino estaba rodeado de árboles, pero poco a poco estos árboles iban a menos. Lo que había en uno de mis lados, no eran árboles, si no un muro de piedra de varios metros de alto, que no dejaba visión a lo que había dentro. Por delante de mi podía ver como la gente llegaba sin cesar. Me resultaba extraño que no hubieran cerrado las puertas. Volví a mirar el reloj, y por la hora que ponía solo quedaban 10 minutos para la prueba. Llegué al portón y me paré a su lado para recobrar el aliento. Me apoyé en la pared, respiraba con dificultad debido a la carrera que me acababa de dar y a que el aire frío del exterior estaba entrando en mis pulmones. Cuando puede respirar tranquila

-¿Te encuentras bien? –me dijo una voz delante de mí.

Miré al propietario de aquella voz, era un chico de cabellera negra y con gafas de sol haciendo que no le viera los ojos.

-Si, estoy bien, solo cansada. ¿Ya ha empezado el examen?

-No tranquila –dijo él con una sonrisa- Aún queda una hora para que empiece no te preocupes.

Miré el reloj y me di cuenta de que se me había roto y se había quedado en las 14:30 dos horas antes de que empezara el examen.

-Vaya, en menudo momento se me ha roto –dije golpeándome ligeramente la frente.

-Vamos, aún tienes tiempo –dijo el chico antes de marcharse.

Cuando el aire volvió a entrar en mis pulmones con normalidad me decidí a entrar. Aquel lugar era enorme. El edificio que había delante de mi parecía un castillo, tenia varias ventanas, y una puerta lo bastante grande para que entrara un caballo. Pero delante del enorme edificio había un enorme jardín con lo que parecían ser cuatro pequeños laberintos, dos a cada lado. Después de admirar aquel lugar me encaminé hacia el edificio. Cada vez que andaba el edificio se iba haciendo más grande, parecía de verdad un castillo. Por dentro debía de ser enorme y majestuoso. Ansiosa por verlo con mis propios ojos, entré con una pequeña carrerita y cuando estuve dentro de él me quedé sin palabras. Por dentro era más grande de lo que me había imaginado, el techo más alto de lo que me esperaba, aunque en realidad no me esperaba nada de lo que estaba viendo con mis ojos. A ambos lados de la sala había pequeñas taquillas en las cuales las personas que entraban dejaban sus pertenencias, ya que eran las normas para hacer el examen, no se podían llevar pertenencias, ni siquiera el abrigo, aunque no hacia falta, en aquel lugar hacia bastante calor. Caminé hacia un hueco que había en uno de los lados donde se encontraban las taquillas, abrí una de ellas que aún tenia la llave. Era grande, por lo que me cabían la mochila y el abrigo sin problemas. Me quité la mochila y la metí en la taquilla después de coger el monedero y de metérmelo en el bolsillo del pantalón.

-Me alegra haberme puesto esto- me dije en voz baja a mi misma mientras me quitaba el abrigo. Metí el abrigo y cerré la taquilla sin problemas, eché la llave y me la guardé en el bolsillo recordando el número para ir directamente a ella.

Me senté en una de las sillas que aun quedaban vacías. Después de unos minutos de intentar, sin éxito, que el reloj volviera a su hora y siguiera avanzando, levanté la mirada y la moví por todos los rincones de la sala. Era una sala bastante amplia, podrían caber al menos mil personas. Y los sitios eran individuales. En la pizarra estaba escrita la palabra "Examen" y por las ventanas entraba la luz natural que el sol nos permitía por lo que no era necesario encender las luces para nada. Seguí recorriendo cada rincón de la habitación, viendo las cosas de música que había en aquella sala. Notaba ligeras miradas en mi cogote, me giré lentamente como si fuera a ver el resto de la sala pero en vez de eso lo que hice fue mirar a las personas, que efectivamente estaban hablando de mí. Tenía la habilidad de leer los labios, por lo que pude saber que se estaban refiriendo a la chica de las medias de payaso y el gorro en la cabeza. No era la primera vez que me decían algo como eso, por lo que supe perfectamente que estaban hablando de mí. No les di importancia. Y me giré para darles la espalda que siguieran con sus cotilleos.

Al pasar la vista por la puerta, un reflejo azul pasó por mis ojos. No supe lo que era, cerré los ojos por si algo se me había metido en los ojos y me había nublado la vista. Al volver a abrirlos vi pasar a una persona por la puerta. El reflejo azul que había visto era el pelo, de una chica que caminaba hacia los asientos mas cercanos a la pizarra, que era completamente azul, de un color cian, como el cielo en un día despejado. Lo llevaba recogido en una coleta alta dejándose caer el flequillo que tenia. La chica miró el aula buscando un sitio en el que ponerse. Cuando se hubo decidido se fue directamente a él. Por alguna extraña razón no podía dejar de observarla. Tenía la piel blanquita, y los ojos azules como su pelo. Caminaba decidida y sin mostrar nervios algunos. Cuando ella comenzó a caminar por la clase observé que las gentes que allí habían dejado de hablar de mi y ahora se dirigían a la chica. Observé detenidamente a los chicos más cercanos que tenía para saber de que hablaban y por que la estaban mirando, y pude escuchar un poco de su conversación.

-Pero que clase de ropas son esas, parece que va a un concierto o ha quedado con sus amigos.- dijo una de las chicas del grupo mas cercano.

-Y que lo digas. ¿Es que no sabe que ha este lugar hay que venir bien arreglados?

Tras escuchar esas palabras, me giré lentamente hasta poder ver la ropa de aquellos que estaban hablando. Todos parecían clones unos de otros. Llevaban ropa muy fina. Como unos pantalones largos, tacones, camisas, jerséis. Para mi gusto demasiado pijo. Giré la vista hacia la chica que acababa de sentarse a unos pupitres por delante de mí.. "esta chica me empieza a caer bien, tiene estilo, y no como estos clones que tenemos" pensé al ver la ropa roquera que llevaba.

Miré el reloj que había en la pared para saber que hora era, y se había pasado mas deprisa de lo que parecía. Entonces, noté como algo empezaba a moverse. Miré hacia atrás. El gorro se me quitó por completo, dejando suelta la melena que había mantenido oculta. Los mechones de color rosa, bastante cantoso, para los colores que había en aquella sala, cayeron por delante de mi hombro dejando ver parte del pelo que quedaba junto al hombro de color negro, y la parte que estaba por fuera de color rosa. Al darme la vuelta vi a una chica de larga melena, recogida en dos coletas bajas. Vestía con un vestido de ricachona con muchos decorados que parecía ser la envidia de todos los que allí estaban. Se había inclinado un poco hacia mi.

- Hola Raisa, cuanto tiempo sin verte.- me dicho sonriendo como siempre lo había hecho, con tono burlón

-Hola Sherry, ¿que haces aquí?- la dije mientras la cogía el gorro y lo dejaba encima del pupitre.

-¿A ti que te parece? Estoy aquí para ser la mejor cantante que haya pasado por la academia. ¿Y tú? ¿Que haces aquí? ¿Tu mamá, te ha vuelto a enchufar como en la escuela media?

Eso era lo que menos me gustaba oír, y ella misma sabia que me ponía de los nervios, lo hacia solo por enfadarme.

-Sherry, sabes que eso no es así.

-¿Qué no?- dijo mientras se pasaba el pelo hacia atrás- quieres que apostemos a ver a cuantos les sorprende que estés aquí, seguro que todos conocen a tu madre, al fin y al cabo tiene contactos en todos los lugares ¿no?- la miré con odio.- ¿entonces que? ¿Quieres que apostemos? Seguro que enguanto se enteren de quien eres no dejaran que hagas el examen.- se preparó para gritárselo a las personas que había allí.

-Siéntense y guarden silencio, el examen va ha comenzar de inmediato.- justo entró uno de los examinadores. Sherry se giró hacia mí, apoyó su cuerpo en una mano que apoyó a su vez en la mesa en la que estaba.

-Has tenido suerte, pero recuerda, la suerte siempre está de mi parte, y lo sabes.- se marchó hacia su pupitre mientras que yo miraba cabreada al examinador que ya empezaba a repartir el examen. Ahora no había tiempo para concentrarse en esa maldita, tenia que hacer el examen para entrar en la academia.

El examen era tipo test, no me pareció difícil, pero había que estar seguro de cada respuesta porque te quitaban la mitad si la contestabas mal. Al entregarlo, salí del aula lo mas en silencio que pude para no distraer a los que estaban dentro. Fuera, en la sala donde estaban las taquillas había bastante jaleo, nada en comparación con lo que había dentro del aula. Aún era muy pronto para comer, pero teniendo en cuenta que no había casi desayunado mí cuerpo pedía comida. Cogí de la taquilla el sándwich que había preparado junto con la botella de agua. Busqué un lugar en el que sentarme para comer tranquilamente. Encontré un hueco en la ventana más alejada. Me senté en el banco y miré por la ventana como nevaba.

-Hola, ¿Podemos sentarnos? –dijo una voz delante de mí- Está todo lleno – Delante de mí estaban, la chica de pelo azul del aula, y una chica rubia a su lado.

-Si claro, no hay problema –dije haciéndolas un hueco a las dos en el banco.

La chica rubia vestía un vestido corto con tacones, como los demás, pero ella lo llevaba con un toque distinto, algo me decía que ella no era como los clones que había en la sala.

-Me llamo Raisa –me presenté.

-Yo Akane –dijo la rubia.

- Yo soy Juvia, encantada –dijo la peli-azul con una sonrisa.

Las tres nos pusimos a comer.

-¿Os ha salido bien el examen? –dijo Akane después de varios minutos en silencio.

-Si, yo creo que sí –contestó primero Juvia- Había alguna pregunta enredada pero no era muy difícil si tienes algo de conocimiento de música.

-Si, ha salido bien, pero no sé yo si lograré entrar –dije dando un mordisco al último trozo de sándwich-. He fallado muchas, o eso creo.

-Ya verás como si que has entrado.

-Ojalá, pero hay tanta gente y tan pocas plazas que no quiero alegrarme y después tropezarme… -Me di cuenta de que las había desmotivado un poco-. Lo siento, no quería desmotivaros, esa es mi manera de pensar –dije intentando borrar lo que dije. Suspiré.

Pasamos el rato hablando, eran chicas agradables. Las dos tenían muchos sueños y querían ser las mejores cantantes que hubieran salido de esta academia. Al escucharlas hablar me sentía bien.

Cuando el sol ya casi se estaba poniendo sacaron las listas de las personas que estaban en la academia. Las gentes que estaban allí se fueron apelotonando a mirar las listas que habían colgado en el tablón de anuncios.

-Bueno, suerte chicas –dijo Akane con una enorme sonrisa.

-Suerte –dijo Juvia mientras se levantaba y caminaba hacia las listas

Suspiré y caminé hacia las listas de entrada. Tuve que hacerme algo de sitio para poder verlas. Llegué delante del cristal y busqué la primera letra de mi apellido "M". No me fue difícil encontrarlo ya que era la única con un apellido que empezara por esa letra. ¡Sí! Estaba dentro de la academia. Salí de aquel montón de gente y busqué a las chicas que estaban perdidas.

-Raisa, escuché que decía alguien-Me di la vuelta y encontré a Juvia sonriendo -¿Has entrado? –Asentí con la cabeza –yo también –dije emocionada.

-Chicas –dijo otra voz, pero al contrario que nosotras vino con una cara de desánimo.

-Akane, ¿Qué ocurre? ¿No has entrado? –dijo Juvia a lo que Akane negó.

-Lo siento mucho Akane.

-¡Inocentes!-dijo ella con una enorme sonrisa en el rostro –si, he entrado –dijo emocionada. Todas nos abrazamos.

-Al menos sabemos que ya tenemos alguien con quien hablar.

Las tres estábamos muy ilusionadas de estar dentro de esta academia. Seguramente ellas, al igual que yo, habían luchado mucho por estar en un lugar como este aprendiendo de los mejores y esperando llegar a ser alguien en el mundo de la música.

-Bien –se escuchó una voz- felicidades a todos los que habéis entrado a la academia y no os desaniméis los que no habéis entrado por que siempre hay más oportunidades – Encima de una tarima había una mujer de pelo rosa y vestido amarillo. Nos lanzó un beso.

Por la sala se empezaron a escuchar susurros de todos los allí presentes.

-Esa es Ringo –escuché que decía uno de ellos.

Miré a las chicas y nos encogimos de hombros al no saber quién era aquella mujer.

-Bien, pues para todos aquellos que han entrado a la academia mañana a las 8:30 de la mañana se abrirán las puertas de la academia para que podáis traer vuestras pertenencias a las habitaciones –la mujer parecía muy contenta mientras nos iba contando todo-. En dos días comenzaran las clases. Mañana será el festival de bienvenida. Encontrareis vuestros uniformes en la habitación que os corresponda. Mañana se os darán todas las normas que esta escuela tiene. Ahora os repartiré las habitaciones, chicos a la derecha y chicas a la izquierda, al subir las escaleras principales el primer piso.

Aquella mujer comenzó a repartir las habitaciones, en todas ellas había dos personas. Nos habíamos conocido hacia solo un par de horas, pero parecía ser que éramos las únicas que íbamos a congeniar con las demás, los demás parecían estar en otra "onda". Las miré a las dos, teníamos una mínima probabilidad de que dos de nosotras estemos en la misma habitación, pero aún quedaba mucha gente para que eso fuera posible. Seguimos escuchando los nombres de aquellas personas que estarían juntas.

-Normalmente las habitaciones son dobles, pero tenemos una habitación con una cama más. Y por algunos de los profesores nuevos que tenemos este año y que os han observado, las tres chicas que ocuparán la habitación triple serán. Garuko Juvia, Ken Akane, y Masamune Raisa.

Subimos a nuestra habitación. Era más grande de lo que me imaginaba. Tenía una gran ventana, más bien puerta por que fuera había un pequeño balcón. Pegadas a la pared derecha estaban las tres camas separadas por un pequeño pasillo en el que se encontraban las mesillas con una lámpara de noche en cada una de ellas. Al otro lado había tres armarios separados. También había un escritorio al lado de la puerta de cristal que dejaba entrar la luz del atardecer.

Antes de que alguna de ellas dijera algo, yo salí corriendo y me tiré a la cama que estaba cerca de la ventana.

-¡Mía! –grité al tirarme a ella.

A mi lado se colocó Akane y después Juvia.

-No me puedo creer que estemos aquí –dijo Juvia ilusionada mientras miraba toda la habitación.

-Yo tampoco puedo creerlo, pero estamos aquí, por fin.

Echamos un vistazo por la habitación. Desde el balcón había una gran vista de todo el bosque y de la ciudad.

-Esto es enorme –dije mientras volvía a cerrar la puerta.

-Madre mía, todo lo que tiene de majestuosa la escuela, lo tiene de horrible el uniforme –dijo Juvia mientras sacaba de su armario el uniforme que teníamos que ponernos a partir de ahora. Una falda amarilla, una chaqueta azul a rallas, y los zapatos rojo charol que no pegaban para nada.

-Menos mal que vamos todos iguales… si no… -dije mientras abría mi armario y sacaba mi uniforme.

-Pues a mí me gusta, seguro que cuando nos lo pongamos queda distinto –dijo Akane probándose por encima el uniforme.

-No lo sé, no me convencen mucho los colores.

-Seguramente se le pueda hacer un arreglillo –dije mientras miraba de arriba abajo el uniforme, me lo guardé en el bolso y cerré el armario.

-¿Te lo vas a llevar? –dijo Akane.

-Ahora es mío, voy a modificarlo un poco, al menos para que se adecue a mi estilo.

-Eso me parece una gran idea –dijo Juvia haciendo lo mismo con el suyo.

-Creo que puedo darle otro estilo –dijo Akane copiándonos a Juvia y a mí.

Tras aquello salimos las tres de la habitación para ya salir de la academia, en la que apenas quedaban algunas personas en la sala principal.

Tras aquel completo día, me despedí de las chicas y marché a mi casa. Entré con mi llave y la puerta estaba cerrada, mi madre aún no había llegado a casa, no me sorprendía, pero al menos quería darla la noticia, aunque seguramente eso la cabrearía.

Ya era de noche, pero no era muy tarde, así que me puse a meter en cajas algunas cosas que quería llevarme a la academia, cosas que seguramente necesitara siempre. En total llené cuatro cajas más la guitarra y una mochila. Tras aquella noche, y sin que mi madre apareciera por la casa, me metí a la cama con Kyo en mis brazos.

Me levanté muy temprano al día siguiente. La casa seguía igual que cuando me marché a dormir. Me vestí y terminé de recoger algunas cosas dejando en la habitación tan solo los muebles. Llamé a un taxi para que me ayudara con todas las cajas y me llevara a la academia. Por suerte no me cobró mucho y me llevó a la academia. Bajé las cajas del taxi y me quedé en la puerta pensando en cómo iba a llevar todas las cajas que tenía. A mí alrededor todos los alumnos que habían entrado eran ayudados por sus familiares.

Vi que una persona se acercaba con un carro vacio.

-Perdona, ¿me lo puedes dejar? –le pedí amablemente a lo que él no tuvo ningún reparo mientras se lo dejara en la puerta de la academia al terminar. Acepté y subí todas mis cajas sin problemas a la habitación.

Llamé a la puerta, pero en ella no había nadie, solo un montón de cajas.

-¡Madre! Me parece que no soy la única.

Por la puerta aparecieron mis dos compañeras de habitación, las dos ya con su uniforme puesto, y no les quedaba nada mal. Juvia no se había modificado mucho el uniforme, en vez de una camiseta blanca, como era el de antes, se había puesto una sudadera azul, del mismo color que era la chaqueta original, pero sin las rayas. Tenía unas medias que la llegaban por la rodilla y los zapatos rojos que no nos convencían a ninguna pero que teníamos que llevarnos.

Akane había pasado de la falda y se colocó un vestido amarillo de falda corta que, marcaba sus curvas completamente. Llevaba una chaqueta torera azul también sin rayas. Las medias las llevaba un poco más arriba que Juvia, hasta el muslo, con los mismos zapatos rojos charol. El día anterior no me había dado cuenta, pero llevaba un tatuaje en la muñeca izquierda.

-Que monas estáis, os queda genial el traje –dije mirándolas a las dos.

-Gracias, ha sido buena idea modificarlo –dijo Juvia más animada que ayer.

-Menos mal que ya has llegado. Será mejor que te cambies, la fiesta de presentación es en una hora.

-Pensé que sería por la tarde –Akane negó con la cabeza.

-En la entrada hay un cartel que lo anuncia.

-Vale, gracias, dejo esto, bajo a dejar el carro y me cambio, no tardaré mucho.

Dejé todas las cajas en mi lado de la habitación y bajé a dejar el carro en donde el chico me había indicado. Volví a subir echando un vistazo a todas las personas que cargaban con las cajas. Llegué a mi habitación, Juvia y Akane ya estaban sacando sus cosas de las cajas. Abrí una de las cajas y saqué mi uniforme ya modificado.

-El baño está al final del pasillo a la derecha.

-Jaja, gracias, pero voy a cambiarme aquí. Al fin y al cabo todas tenemos lo mismo.

No solía tener vergüenza, y menos de cambiarme delante de las chicas. Me coloqué la falda sin modificar. Una camiseta amarilla de tirantes que encontré por la casa, era algo corta ya que dejaba ver mi ombligo y el tatuaje que tenía a su alrededor. En vez de medias me puse unos calentadores de color azul y los zapatos rojos. Y una chaqueta azul.

-Jajaja, también lo modificaste –sonrió Akane.

-Sí, encontré algunas cosas por casa que me servían y las puse como parte del uniforme.

La campana sonó.

-Me parece que ya es hora de ir a la fiesta de presentación.

Las chicas dejaron lo que estaban haciendo, yo coloqué la ropa que me había quitado y la doblé dejándola sobre la cama. Las tres salimos de la habitación y seguimos a la gente que andaba delante de nosotras.

Llegamos hasta la parte trasera del edificio. Había un escenario vacío y una gran vegetación nos rodeaba no dejándonos ver el final del jardín trasero, pero si nos permitía ver un gran lago, de agua cristalina que invitaba a quedarse en ese lugar, a nuestra derecha. Buscamos, entre toda la gente, sitio donde poder acomodarnos las tres juntas. Los encontramos en el medio, ni muy cerca ni muy lejos, lo justo para pasar desapercibidas. Conseguimos sentarnos y esperamos a que todo aquello empezara.

Se escuchó una música inicial. La música paró cuando por el escenario apareció un hombre dando brincos de un lugar a otro.

-¡Bienvenidos! – Dijo aquella persona alargando mucho las vocales- alumnos del nuevo curso de la academia Saotome.

Desde la distancia a la que estábamos no conseguíamos percibir como era aquella persona de voz profunda, pero una gran pantalla, situada al final del escenario, nos ayudó a reconocerle. Era Shining Saotome, un idol famoso en sus tiempos.

-Puedo ver que este año tenemos a gente muy capacitada, pero tened presente que no todos llegareis a graduaros –comenzó a explicar Saotome-. La academia Saotome solo concederá el debut a aquellos que más talento tengan sobre el escenario y fuera de él –dijo con una gran sonrisa. Yo estaba nerviosa, ese hombre me ponía nerviosa. Mañana vuestros profesores os explicaran todas las reglas de esta escuela, y creedme que quien no las cumpla será expulsado para siempre –dijo con una alegre sonrisa que no se nos contagió si no que a la mayoría nos metió el miedo en el cuerpo-. ¡Biiieeen! – Gritó de nuevo- demos un fuerte aplauso a los que este año tenemos como nuevos profesores, dejemos que se presenten ellos mismos.

Saotome desapareció del escenario y todas las luces desaparecieron dejando el escenario a oscuras. Pero no duró, la música comenzó a sonar por todo lo alto. (Hengen Jizai no Magical Star)

En el escenario aparecieron tres chicos, cada uno de ellos distinto, pero con un estilo de canto igual. Uno de ellos estaba a la guitarra, otro a la batería y el otro al micrófono, el cual lo cogía con ganas. Los tres chicos ponían mucha pasión en el escenario, se coordinaban a la perfección. Por un momento pensé que el escenario desaparecía, todo aquello se volvía un lugar muy distinto en el que solo se podría disfrutar de una buena música, solo un lugar en el que poder disfrutar de aquello que me gustaba y me llenaba. Sentí aquella fuerza y el vello se me erizó al escuchar esa música. Hacía mucho que no me pasaba algo parecido.

Todos aplaudimos de emoción cuando la canción terminó. Los tres chicos saludaron y sonrieron.

-Eso es lo que queremos en esta academia, ¡MÚSICA, MÚSICA, Y MÁS MÚSICA! –dijo el director saltando al centro del escenario-, os presento a los tres nuevos profesores que tendremos este año en la academia. Seifer, será el profesor de todos aquellos con el movimiento en sus venas. Goshia os enseñará a perfeccionar vuestra mano con la guitarra. Akira, será vuestro profesor de canto, todas las grandes voces pasarán por él antes de una prueba. BUENA SUERTE A TODOS Y BIENVENIDOS A SAOTOME –dijo por último el director saliendo del escenario.

La fiesta de presentación ya había terminado y todos los alumnos nos levantamos de nuestros sitios. Había mucha gente, pero las tres pudimos hacernos paso hasta llegar al final de las filas de sillas.

-Aún es pronto, yo voy a desempaquetar antes de que se nos haga de noche –dije dirigiéndome a la habitación, pero las chicas me seguían de cerca.

Al llegar cada una se puso a lo suyo mientras pusimos algo de música para hacernos más llevadera la mudanza.

Saqué toda la ropa de las cajas y la fui colgando poco a poco en el armario cada prenda con una o dos perchas, dependiendo de lo que se tratara. Los libros de música, las canciones, los folios para componer, todo eso se guardó en uno de los cajones de la mesilla de noche. Coloqué algunos CDs en la estantería que había encima de mi cama. Coloqué una foto de mi padre y mía, una de mi abuela y otra de mis primos. Solo el ver aquellas fotos se me cayeron algunas lágrimas, pero pude reponerme con rapidez y volví a mi tarea. Dejé la guitarra que me regaló mi padre al lado de la cama en su soporte. Cuando la cama quedó completamente sola puse las sábanas que me había traído de casa. Coloqué las últimas cosas y terminé mi parte.

Juvia y Akane habían terminado hace rato y esperaban que yo terminara. Las tres habíamos cambiado completamente aquella habitación, al principio era una habitación sosa, con las paredes vacías y solitaria, pero ahora se había convertido en un lugar en donde apetece pasar el rato. Akane colocó sus pertenencias en el armario y algún que otro cojín en su cama. Colocó también alguna foto en la que aparecía ella con distintas personas, más mayores y menores que ella, imaginé que sería su familia o conocidos. Juvia hizo lo mismo que nosotras, pero lo que dejó sobre la cama no fue ningún peluche ni cojín, sino una guitarra muy bien cuidada, parecía un tesoro.

-¿También tocas la guitarra? –dije yo. Juvia asintió.

-Si, es muy preciada para mí, me la regaló el marido de mi madre cuando tenía 8 años, el me enseñó a tocarla.

-¿y tu padre? –preguntó Akane, Juvia se encogió de hombros.

-Lo único que sé es que mi madre y él no congeniaron, no sé nada más.

-Vaya, lo siento.

-No pasa nada, nunca le conocí, al menos no tengo recuerdos de él –Juvia se quedó un poco pensativa – ¿vamos a comer algo? Me muero de hambre –Akane y yo aceptamos su propuesta y bajamos las tres al comedor.

El comedor estaba muy vacío, seguramente la gente estaría aún en su habitación colocando las cosas. Seguramente no lo volveríamos a ver tan vacío. Nos pusimos a la cola para pedir la comida.

Lo que me sorprendió de aquel lugar es que la comida era un poco buffet, o McDonals pero con muchas clases de comida. También que no pagabas con dinero, sino con puntos que ibas acumulando en una tarjeta, la cual nos la habían dejado en la habitación, cada una con nuestro nombre, que era intransferible, cada una debía de tener una. Pero por lo que veía, no mucha gente tenía esa tarjeta, aunque no entendía el muy bien porque. Poco a poco, mientras las chicas y yo decidíamos el plato que íbamos a comer, el comedor se fue llenando con todos los alumnos que estaban en la academia. Me sentí bastante agobiada al ver allí a bastante gente.

-Madre mía, que agobio –dije intentando esquivar a la gente mientras las chicas nos acercábamos al mostrador.

Debido al trasiego de personas que andaban por allí la tarjeta que Akane llevaba en la mano se cayó.

-Esperad, que he perdido la tarjeta –dijo ella separándose del grupo.

La escuché y paré a Juvia para estar las tres juntas.

La gente no paraba de pasar y nos costó llegar hasta ella nuevamente. Pero al llegar nos sorprendimos bastante. Ella no estaba sola. Y quien tenía su tarjeta era un chico alto de melena anaranjada y los ojos azules como el cielo. Vestía una camisa blanca con los primeros botones desabrochados, un chaleco y una corbata desanudada. Miraba a la chica con una sonrisa seductora, una que hacía que cualquier chica cayera rendida a sus pies.

-Parece que ha ligado –dije a Juvia al oído. Ella se rió bajito para no molestar a la parejita que no se movía de su sitio.

Akane cogió su tarjeta completamente sonrojada.

-Ten cuidado querida, no querría que una bella muchacha como tú se hiriera – a la chica se la subieron los colores –Mi nombre es Jinguji Ren, para servirla querida –dijo el chico dando un beso en la manos de Akane al igual que si fuera una princesa.

-Ligando otra vez para variar… –dijo otra voz que se acercó a la parejita.

-Tan estirado como siempre –dijo el chico de melena anaranjada acercándose al que acababa de aparecer.

La gente de nuestro alrededor comenzó a detenerse dejando un espacio abierto entre nosotras y los dos chicos que estaban cara a cara. Escuché que mucho de ellos comenzaban a susurrar pero no entendía nada de lo que decían, Gracias al círculo que se había creado pude ver al nuevo personaje que había aparecido, y que estaba frente al chico de la cabellera naranja. Era otro chico este llevaba el pelo azul desigual, sus ojos también eran azules. Realmente se le veía mucho más estirado que al otro, llevaba un chaleco azul. Miraba fijamente a Ren y él al otro.

-No esperaba ver al hijo mayor de la empresa financiera, y menos que estuviera en la clase A –dijo Ren.

-Será por poco tiempo, mis habilidades en este mundo mejoraran tenlo presente.

Entre los dos se podía respirar una enorme tensión.

La gente comenzó de nuevo a moverse detrás de nosotras, noté que alguien me rozaba por detrás.

-¡Aah! –gritó Juvia. Había sido empujada con fuerza debido al exceso de movimiento que había a nuestro alrededor.

La tarjeta de Juvia cayó al suelo, pero nada la siguió. Cuando miré Juvia estaba siendo sujetada por otra persona, una que se ocultaba bajo un sombrero.

-¿Estás bien? – Dijo el chico con voz jovial y animada-, lo siento, no era mi intención golpearte.

-Sí, estoy bien –dijo Juvia recogiendo su tarjeta mientras seguía siendo sostenida por aquel joven.

Al mirarle me sorprendí tanto que me quedé mirándole. Cuando Juvia ya estaba erguida me vio y también se sorprendió.

-¿Kuru-chan? ¿Qué estás haciendo aquí? –dije al ver al chico.

-¡Raisa! –gritó él sorprendido-. ¡Te he dicho muchas veces que no me llames así! –dijo mosqueado.

-Tranquilo Mochibichan –dijo una relajada voz que se acercó a nosotros quedándose a la altura de Akane. Pero aquel mote no le hizo ninguna gracia a Shou.

-Ren te he dicho muchas veces que me llamo Kurusu Shou –gritó.

Me reí, me encantaba ver como el chico se picaba cuando no le llamaban por su nombre.

-¡Raisa no te rías! –me gritó, pero no podía evitarlo. Me tiré a su cuello-. Vamos primo no te mosquees, si sabes que lo hago con mucho cariño –dije mientras le abrazaba y él intentaba quitarme de encima.

Los dos chicos comieron con nosotras, mientras que el chico de pelo azul, por más que Shou le insistió en que comiera con nosotros, se sentó en otra mesa y no nos miró en ningún momento.

Tras aquella comida salí a despejarme un poco mientras los chicos enseñaban la academia a las chicas. Salí al jardín a relajarme. Me senté cerca del lago admirando su agua cristalina. Estaba deseando que las clases empezaran. Quería demostrar que un compositor a la vez puede ser un idol, no había que quedarse estancado en la antigüedad, había que continuar.

Y con aquella tranquilidad pasó el primer día en aquella alocada academia.