South Park y sus personajes pertenecen a Matt Stone y Trey Parker.


-¡Santo Dios!

-¡Joder!

-Ay, Dios mío, ¡han matado a Kenny!

Cómo si tú no lo supieras.

-¡Hijos de puta!

Kenny McCormick, a sus ya diecisiete años, yacía sobre la fría y dura acera, manchando la blanca nieve de rojo carmesí. El líquido espeso y caliente, derretía la nevada lentamente, sin querer. La cabeza rubia y despeinada del chico estaba apoyada sobre la mano de Kyle, enfundada en un guante de color verde. El chico de la ushanka lo miraba, con lágrimas rodando por sus pecosas mejillas.

La herida era profunda, mortal. Habían estado jugando a tirarse nieve en plena noche, como antaño, porque tenía que reconocer que Broflovski y él conservaban muy vivo al niño que fueron, y a veces provocaban a Cartman y Marsh para jugar, aunque Kyle era el más maduro de los cuatro. Un montón de nieve aterrizó en su cabeza, con tan mala suerte que en el interior de la bola había una piedra con un saliente en pico, que acertó en su cráneo. Kyle la había desincrustado de su cerebro, nervioso, temblando.

Cartman trataba de disimular que lloraba, de pie, secándose los ojos con la manga de su rojo abrigo. Seguía repitiendo la misma palabra: "joder". Parecía sentirse culpable, porque jugaba en el equipo contrario, pero Kenny sabía que la roca que le había atizado había salido de las manos de Stanley, que era el único que sonreía.

Los ojos azules de Kenny buscaron los del capitán del equipo del instituto, que lloraba, pero parecía feliz. Murmuró un "lo siento", por detrás de Kyle, que también sostenía su mano. Kenny le devolvió la sonrisa, cansado, con sueño. Stan era el único que conocía su secreto, y sabía que Kenny se pondría bien pronto.

Hasta luego, Stan.

Kyle se abrazó a su cuerpo sin vida, Cartman rompió a llorar por fin, y Stan se quedó junto a ellos, sin saber muy bien que hacer. Esperó a que pasasen los cinco minutos de rigor hasta que olvidasen la existencia de Kenny.

El moreno dejó a Kyle en su casa y en lugar de dirigirse a la propia, dio media vuelta y cruzó la vieja vía del tren para llegar a la residencia McCormick. Se coló por la ventana del cuarto de Kenny, que este solía dejar abierta, y esperó encontrar al chico durmiendo en la cama, como solía pasar tras sus pequeños accidentes, pero allí no había nadie.

Aquel día, Kenny dejó de morir.