Marinette se encontraba revisando una vez más el horario que traía entre manos. Un suspiro escapó de sus labios. Si bien le habían mostrado el colegio con anterioridad, se había olvidado por completo de cómo llegar a su salón.
─Beneficios de ser nueva─ dijo sarcásticamente. Pensando en cómo llegar a su salón o por lo menos encontrar a alguien que fuera amable de darle la dirección.
Adrien se dirigía al salón del director, debido a que debía entregar unos papeles médicos. Estaba cansado, se le notaba por la mirada que mantenía. Su padre otra vez le había prohibido ir a una fiesta con Nino y sí, su querido hermano Félix no le apoyo.
A lo lejos diviso una muchacha, de cabellos azabaches, que con la luz del sol se mostraban algunos reflejos azulados. Su piel clara y tersa, aunque su cara mostraba frustración.
─ ¿Te ayudo en algo?─ le preguntó el rubio una vez frente a ella.
─Ah...─
Marinette levantó la vista, para ver a su salvador. Encontrándose con un muchacho de hebras doradas y unos hermosos ojos verdes esmeralda.
─Eres nueva- no era una pregunta, aquello era una afirmación -Pues bien, al parecer te has perdido. Yo te llevó a tu salón, pásame tu horario─
La chica se quedó embobada ante tal belleza y como si las únicas neuronas que le funcionaban, le permitieron mover sus manos para entregar aquel papel. Adrien al recibirlo le sonrió por cortesía.
─Al parecer seremos compañeros, Marinette Dupain─
La azabache se sonrojo de sobre manera al escuchar su nombre pronunciados por aquel dios griego.
─ ¿Cómo─
─Salía en el papel- le dijo indicando de donde lo había leído -Encantado de conocerte, mi nombre es Adrien Agreste─
─Bien mocosos, mañana quiero que tengan el ensayo de Romeo y Julieta─ dijo el profesor asqueado, mientras escribía en la pizarra las indicaciones del ensayo.
─Sé que tienes la mano levantada, rubio -el profesor se voltio para comprobar que sus suposiciones eran correctas -¿Que va reclamar ahora, Agreste?─
Félix Agreste, un chico bastante serio, sarcástico, inteligente. Le encantaba ir en contra de lo que dictaban sus profesores. El muchacho anotó algo en su cuaderno, para luego levantar su vista y enfrentar al profesor.
─Opinó que hacer un ensayo es completamente estúpido, dado que la gran mayoría ni siquiera ha tenido la decencia de leerlo. Además de que estamos hablando de un libro cursi, debe haber otro trabajo para esta obra─
─No las hay Félix, que tu no tengas corazón para querer a alguien, no es mi problema─
Una carcajada sonó en el silencioso salón. Todos los pares de ojos se dirigieron al último puesto del salón, en donde se encontraba Bridgette Cheng, la chica más mala del estudiantado. O eso se rumoreaba.
─ ¡Bridgette, a la oficina!─
─ ¡¿Qué?! Ni siquiera había dicho algo─
─No me importa, vete ahora─
─Púdrase─ la muchacha agarró sus cosas y se fue a las canchas. Ni que fuera estúpida para ir donde el director, si perfectamente podría descansar en los relajantes pastizales de la cancha.
─Bueno, ahora lárguense. La clase acabo─
Los alumnos salieron como animales liberados del zoológico. Excepto el rubio que se tomó su tiempo para luego hablar con el profesor.
─Profesor, estoy seguro de que debe haber otra manera─
─Félix Agreste deja de hincharme las pelotas. Así que vete con la asistente escolar, cuéntale los problemas. Yo no te voy a escuchar─
El profesor se fue y el chico soltó un suspiro. Otra vez a suspensión por impetuoso.
─No importa Félix, no importa─.
Era un día normal en el colegio Françoise Dupont, en donde los estudiantes seguían con sus actividades normales, excepto cuatro muchachos.
