Disclaimer: Esta es la primera historia que pongo en ff.net, espero que les guste.  Los personajes son del maestro J.R.R. Tolkien, salvo uno que otro que invente para la ocasión. No gano nada con esto, todo es solo con fines de divertirlos a ustedes y entretenerme yo. Es un fanfic slash/yaoi, o sea, relación chico-chico. No quisiera herir susceptibilidades, así que si no te gustan este tipo de relatos, baja el menú que esta arriba y ve al rating correcto a tus necesidades. Si les gusta lo que leen, dejenme reviews, por favor! ¡Disfrútenlo!

Lanthir  

El hombre y el Elfo

Aragorn observó  como Legolas  se internaba en el Bosque de Fangorn, cabalgando con Gimli. Vio la fugaz mirada cargada de significado que le dirigió, para finalmente voltear e irse, el rubio cabello flotando al viento. Desapareció en las sombras de los árboles.

"Hasta la próxima, Legolas" pensó Aragorn, sintiendo que un pedazo de su corazón se iba con el elfo. Los que quedaron siguieron su camino. Aragorn vio a Arwen junto a él, tan dulce, tan bella. Si, la quería con todo su corazón... mas no la amaba.

En el campamento de esa noche, Aragorn recordó como conoció a Legolas...

Tenía 19 años. Para ese entonces era ya un  joven alto y fuerte. Había heredado los ojos grises y el cabello oscuro de la raza de Isildur. Elrond le había dicho hacía poco quien era en realidad, y las responsabilidades y derechos que esto conllevaba. Se sintió feliz y al mismo tiempo temeroso; apenas podía vislumbrar lo que ser el heredero de Isildur significaba, pero presentía que vendrían tiempos oscuros.

Estaba viviendo en Rivendel, el hogar que conocía y amaba. Elrond era como un padre para él, y su madre aún vivía; tenía todo el futuro por delante, y le gustaba pasear por los magníficos jardines para pensar y meditar.

Una mañana, mientras caminaba cerca del puente, escucho a lo lejos los rápidos cascos de un caballo. Luego, a los guardias dando orden de alto, seguido de una rápida conversación y los cascos de nuevo. Aragorn corrió hacia el camino para ver quien venía. Llego justo en el momento en que un veloz jinete pasaba montado en un caballo blanco. Iba cubierto por un manto gris; el largo y rubio cabello subía y bajaba a cada paso del corcel. En su menudo y atractivo rostro elfico había una sombra de preocupación.

Aragorn se quedo parado a la orilla del camino viendo venir al elfo. Nunca lo había visto, y sus vestimentas le eran desconocidas. Sus miradas se encontraron por un momento, y el elfo le brindo una leve sonrisa. Siguió  cabalgando hacia el palacio, y Aragorn fue hacia ahí también.

Cuando llegó, el elfo ya estaba hablando con Elrond. Aragorn entró a la habitación, y esperó en una esquina, mientras escuchaba al desconocido que le daba la espalda.

-Elen sila lúmenn´omentielmo, Lord Elrond. Traigo saludos del Rey Thranduil del Bosque Negro- dijo, haciendo una reverencia.

-Maegovannen Legolas- dijo Elrond, estrechando la mano del elfo –Es un gusto volverte a ver-

-Mi señor- dijo Legolas con pesar en la voz –Ojalá y mi visita fuera en momentos más dichosos. Estamos viviendo tiempos difíciles en Mirkwood, y la necesidad me ha traído con usted hoy. La sombra se ha extendido sobre los dominios de mi padre, y la guardia no se da abasto para defender a nuestra gente. Hemos perdido muchos soldados en batallas contra los orcos, y ahora se avecina una invasión de trolls. Los batidores de mi pueblo los vieron saliendo de las montañas con dirección al Bosque hace tres días, que fue el tiempo que me tomó llegar aquí. Calculo que llegaran dentro de cinco días más. Tememos no poder defendernos, señor. El numero de soldados es escaso para lo que viene, y no podemos evacuar la ciudad tan fácilmente; hay mujeres y niños con nosotros, que podrían ser presa fácil en el camino hacia un lugar seguro. Y aún así, no contamos con otro lugar a donde ir. El Bosque Negro es nuestro hogar...- la voz de Legolas casi se apago. Aragorn sintió compasión por aquel delicado ser; se imaginó que pasaría si algo así sucediera en Rivendel. Si todo lo que tenía fuera a ser destruido sin piedad, y no tuviera un hogar a donde regresar. Un estremecimiento lo embargó.

Legolas, a pesar de estar abatido, pareció sacar fuerzas de flaqueza, y recobrando el dominio de si mismo, le dijo a Elrond:

-Lord Elrond, he venido a pedir su ayuda. Necesitamos urgentemente un batallón que nos auxilie en la lucha, que nos ayude a salvar Mirkwood. Mi padre peleó junto a usted hace mucho tiempo, y le pide que recuerde esa antigua alianza. Estaríamos eternamente agradecidos si nos concediera este favor-.

Elrond medito un momento, sopesando las palabras de Legolas. Tenía en gran estima a Thranduil, y apreciaba mucho al joven (a sus ojos) príncipe, valiente como un guerrero de la antigüedad, pero noble como solo los primeros nacidos lo eran. Temía por su gente, al mandarlos a una batalla que no les correspondía; sin embargo, no podía dejar a los elfos de Mirkwood a su suerte. El sabía lo que era perder todo lo que se había conocido.

-Legolas, cuenta con mi apoyo en esta lucha. Descansa aquí mientras se organiza la partida que te acompañara- dijo al fin.

-Mi señor, esto no será olvidado, estoy en deuda con usted- dijo Legolas, haciendo una nueva reverencia.

-Estel- llamó Elrond, dirigiéndose a Aragorn. Este se acercó. – Legolas, él es Aragorn, hijo de Arathorn. Ha estado viviendo en Rivendel desde que era un niño, bajo mi protección. Nadie sabía que estaba aquí, y él mismo acaba de enterarse hace poco de quien es en realidad; tu sabes por que no podía decir que lo tenía conmigo, pero es hora de que los aliados sepan que aún existe un heredero de Isildur, y por lo tanto, también una esperanza para la Tierra Media-

Legolas lo miró estupefacto. Aragorn casi se ríe al ver la expresión del elfo, la mueca de sorpresa en ese hermoso rostro. Nunca había visto que un inmortal fuera expresivo de esa forma tan... humana; por lo general, la hermosa gente era mas etérea. Pensó que ese elfo era muy joven aún, y por eso reaccionaba así. De hecho, su aspecto no sugería que tuviera mas de 20 años. Aunque en esa extraordinaria raza, nunca se podía saber la edad basándose solo en el físico. Y después de todo, se le veía en verdad conciente de la situación de su pueblo. Un muchacho no podría haber sido tan apasionado para defender a los suyos. Todo esto lo desconcertó un poco.

-¡El heredero de Isildur!- exclamo Legolas, estrechando la mano del hombre mientras sonreía- En verdad he encontrado en este viaje mas de lo que esperaba. Es un placer conocer al que algún día reclamara el trono-

Aragorn sintió la mano de Legolas, delgada y suave, aunque firme, y los brillantes ojos azules escrutando cada detalle de su cara. Se sintió un poco cohibido, tanto por lo que dijo Legolas como por su forma de mirarlo. Pero no le desagrado... en lo absoluto. -Mucho gusto, Legolas hijo de Thranduil. Nunca había conocido a un habitante del Bosque Negro, y si me permites acompañarte, me gustaría que me hablaras sobre tu hogar- dijo Aragorn, devolviendo el saludo.

Y así lo guió a la habitación de huéspedes, mientras platicaban. Legolas le habló con palabras apasionadas sobre su tierra, dejando entrever que amaba a su país y a su gente mas que a cualquier cosa, y que lo que estaba pasando lo hacía sufrir mucho.

Después de un rato, entraron al espacioso cuarto; le habían concedido una de las habitaciones mas hermosas, con vista a la cascada. Una suave brisa entraba por las ventanas abiertas.

-Aquí puedes descansar hasta que la partida este lista- dijo Aragorn.

-Gracias- contesto Legolas- este lugar es maravilloso, como todo el Rivendel. Hacía mucho tiempo que no venía-

-Debe de ser, no te había visto antes, ni a ti ni a ningún otro elfo de tu región- le dijo Aragorn, sentándose en una silla. Había algo en la esbelta figura del elfo que lo distraía, mientras caminaba por la habitación observando los muebles y pasando las manos por las cortinas.

-Mi padre tuvo un malentendido con Lord Elrond hace tiempo, y las relaciones entre Mirkwood y Rivendel se pusieron algo tensas. Mis hermanos y yo volvimos a establecer contacto con la gente de este lugar, y ahora estamos bien de nuevo. Por eso me atreví a pedir su ayuda. Espero poder partir cuanto antes. No puedo estar tranquilo mientras mi gente este en peligro- La preocupación se dibujó de nuevo en la cara de Legolas. Dejó de hablar, hundiéndose en sus pensamientos , y distraídamente se quitó el carcaj y la capa. Se sentó en la cama, y su mirada se perdió en la ventana.

Aragorn se sintió conmovido de nuevo al ver a Legolas. La expresión del elfo en verdad había tocado su corazón. Lo miro allí, perdido como si fuera un niño pequeño, con el cuerpo ligeramente encogido y la cabeza baja, perdido en quien sabe que añoranzas de su hogar. Su ojos vibraban como si estuviera aguantando las lagrimas, mas ninguna se asomó; parecía temblar ligeramente.

Aragorn nunca había visto a alguien tan abatido. Había vivido siempre con los elfos, gente con preocupaciones diferentes de las de los mortales, que si tenían alguna  desdicha  sabían sobrellevarla sin mostrarla demasiado. Y he aquí a este ser, que olvidándose por un momento de su acompañante, dejo entrever el sufrimiento de su alma. Aragorn pensó por un momento que Legolas era totalmente transparente, que las emociones pasaban por él como a través de un espejo. Recordó lo triste que había sido para él crecer sin su padre, de lo mucho que le falto una mano amiga que lo consolara en los duros años de la adolescencia. Nunca se atrevió a decirle nada a su madre, no queriendo preocuparla. Y nunca encontró un amigo al cual confiar plenamente sus sentimientos. Eso, con el tiempo, lo fue haciendo mas duro, una parte de él se iba haciendo mas fría, dejando de lado su naturaleza generosa y compasiva, no queriendo exponerse a mas dolor y pensando que las cosas eran así y que todos tenían que ser igual de fríos para sobrevivir.

Pero justo en ese momento encontraba a una persona que parecía tener los sentimientos a flor de piel y que no le avergonzaba demostrarlos. No tenía nada que ocultar. Aragorn se sintió triste al ver que ese hermoso joven sufría por conservar algo que él sentía que ya había perdido: su sensibilidad. Pero no deseaba que el elfo se olvidara de eso; el vacío que quedaba después era inmenso.  A pesar de que apenas lo conocía, sintió como si supiera todo de él tan solo con mirarlo. Se sintió reflejado en él.

Siguiendo un impulso y sin pensarlo, se levanto de la silla y fue a sentarse junto a Legolas. Este no se movió ni levanto la vista. Aunque no era su costumbre con sus conocidos, ni mucho menos con extraños, le paso el brazo por los hombros al elfo.  Sin decir nada, Legolas apoyo la rubia cabeza en el pecho de Aragorn, comprendiendo y agradeciendo el gesto. Rodeó con el brazo la cintura de Aragorn, sintiéndose confortado. Parecía que fuera la cosa mas natural de mundo, como dos amigos de toda la vida que se entienden sin palabras. Se quedaron viendo el atardecer a través de la ventana, abrazados, sin preguntarse cuan extraño era que dos desconocidos hubieran entablado esa comunicación tan pronto.