CAPÍTULO 1

Eran casi las doce de la noche, pero a ella no le importaba. Prefería correr a esas horas. No había gente por las calles, ni tráfico, y aunque Los Ángeles era un lugar peligroso para que una chica deambulase sola por ahí ella no le tenía miedo a nada.

Había pasado todo el día colocando las pocas pertenencias que había traído de Iowa, limpiando el pequeño apartamento que había alquilado y necesitaba relajarse. De modo que se puso el chándal, se calzó las deportivas y con Bon Jovi en el mp3 salió a estirar los músculos.

El deporte era la mejor terapia que conocía para aliviar las tensiones, y lo cierto es que los últimos días habían sido de locos. Al fin consiguió el traslado a Los Ángeles, en la misma comisaría que había esperado durante tantos años. Y no veía el momento de empezar a trabajar. Desde la trágica desaparición de sus padres siendo ella una niña, se había propuesto esa meta. Y al fin estaba cerca de lograrlo. La detective Austen, una joven con una brillante y prometedora carrera podría por fin averiguar quién era el responsable del asesinato de sus padres.

Mantenía un ritmo ligero pero constante, con la música a todo trapo mientras observaba la quietud de las calles. Era un buen barrio. Y había tenido suerte de encontrar un apartamento como ese a buen precio. Hubiera querido alquilar algo cerca de donde vivió con sus padres, pero el sueldo no le llegaba a tanto. Quizás con el tiempo, pensó mientras cruzaba una avenida.

No vio llegar aquella moto. Ni tampoco la escuchó. No debía llevar la música tan alta- pensó mientras caía al suelo arrollada.

Desde que había adquirido aquella chopper disfrutaba como un niño recorriendo las calles de Los Ángeles. Sobretodo por la noche, ya que no había prácticamente tráfico y podía sentir el aire dándole en la cara. Era uno de los momentos más gratificantes del día, salir con la moto y tener el control de su vida entre sus manos.

Pero esa noche estaba tan hambriento y agotado que de lo único que tenía ganas era de llegar a su casa y cenar. Y después relajarse. Había sido un día muy duro y aún quedaba el funeral de mañana. La muerte era algo francamente desagradable, pero aún lo era más todo el papeleo que conllevaba. Notificarlo a la viuda, pasar por los peritos, las declaraciones… Estaba muy cansado. Y para colmo había tenido que esperar a Hugo durante dos horas en el maldito hospital para que le suministrase lo único que podía calmarle en esos momentos.

Estaba llegando ya a su apartamento cuando de pronto sintió un golpe y cayó al suelo. No podía ser. Esa chica se había cruzado sin mirar. Maldita sea! Otra muerte hoy no- pensó con desgana

- Estás bien?- dijo acercándose a ella

Ella se sentó en la calzada cogiéndose una rodilla. Menos mal, sólo había sido un susto.

- Me duele la pierna- contestó con gesto de dolor

- Deja que la vea- dijo él levantándole la ropa con suavidad

Tenía sólo un rasguño. Sangraba un poco pero apenas era nada. Entonces fue cuando la miró a los ojos. Unos ojos profundos y verdes que mantenían la mirada fijamente. Las mejillas salpicadas de pecas, y ese olor… No podía ser. Era demasiada casualidad.

Se echó para atrás como si le quemasen aquellas sensaciones en el cuerpo. Como si supiera que permanecer bajo su influjo sería letal. Pero pronto apareció la rabia en su rostro por las estupideces que estaba pensando y que eran totalmente ilógicas.

- Has cruzado sin mirar!- dijo enfadado- Tenía el semáforo en verde y te has tirado sobre la moto! Te podría haber matado, sabes?

- Lo siento- murmuró ella- Llevaba la música muy alta y no te oí llegar

- Bonita excusa!- gruñó él- Puedes andar?- dijo dándole la mano

- Si, no es nada- dijo ella avergonzada- Tú estás bien?

- Perfectamente. Quieres que te acerque al hospital?- dijo él más calmado

- No, no es necesario. Vivo aquí, en el número 15. Un poco de hielo y dejará de doler- dijo ella esbozando una tímida sonrisa

- En el 15?- dijo él sorprendido- No te he visto nunca. Yo vivo en el ático.

- En serio? Bueno, me he mudado hoy. Kate, 6ºB- dijo ella sonriendo ampliamente

- Lo normal es llevar una cesta de magdalenas para presentarse a los vecinos, no abalanzarse contra ellos, pecas- dijo él más relajado

- Bueno, yo no es que sea muy normal- dijo ella riendo

- Vamos, te acompaño a casa- dijo él candando la moto

- No te molestes. Estoy perfectamente

- No es molestia, me pilla de camino- dijo él sonriéndole

Ya en el ascensor, James no podía dejar de percibir ese aroma tan especial que tantos y amargos recuerdos le traía. Y mirarla a los ojos era una auténtica tortura. Pero aquella muchacha no tenía nada que ver con eso. Era su propia locura la que llevaba esas ideas a su atormentada mente.

El ascensor se detuvo en la sexta planta y ella salió caminando con dificultad.

- Espero que tu moto no esté muy dañada- dijo ella a modo de disculpa

- Ni yo tu rodilla- dijo él sonriéndola tímidamente

- Bueno, nos veremos supongo- dijo ella

- Cuídate, pecas- dijo él mientras la puerta se cerraba

Cuando llegó a su apartamento salió a la terraza a respirar un poco de aire. Necesitaba quitarse de encima esa sensación tan extraña. Cogió la mochila y abriéndola ingirió la dosis que Hugo le había preparado. Minutos más tarde estaba mucho más relajado, pero seguía sin poder olvidar esos ojos, ese olor, esa voz suave y dulce…

Sabía que iba a cometer un error. Podía sentirlo, pero no pudo evitarlo. Era más fuerte que él mismo. Abrió un cajón y sacó los papeles del seguro de su moto y salió de su apartamento.

Minutos después ella abría la puerta del suyo recién salida de la ducha. Envuelta en una sugerente bata color malva. James supo que no había vuelta atrás. Lo que no entendía es por qué ella no se sorprendía al verlo de pie en su puerta.

- Te he traído los papeles del seguro, por si quieres dar parte o algo- dijo con timidez

- No voy a denunciarte- dijo ella retirándose de la puerta para que él entrase- Ha sido culpa mía- añadió mientras se secaba el pelo con una toalla

- Bueno, pero si necesitas ir al médico o algo… Ni siquiera te he dicho mi nombre- añadió él cerrando la puerta tras de si

- Pues dilo- dijo ella mirándolo con una sonrisa

- James- dijo algo abrumado

- Una cerveza, James?- dijo abriendo la nevera

Más que una invitación era una orden. Había algo en él que la embriagaba. Podía ser el aspecto peligroso que tenía, esos ojos azules y brillantes que la desnudaban con la mirada, su aroma a hierba recién cortada… No tenía idea de qué demonios estaba haciendo, en realidad no había hecho eso nunca. Pero él había ido a su casa a esas horas y no pensaba dejarlo escapar.

Lo sentía a su espalda, acercándose cada vez más a ella mientras buscaba un abridor en el cajón de la encimera. Sus manos empezaron a temblar al sentir las suyas sujetando sus caderas.

Comenzó a besarla suavemente en el cuello mientras sus manos hábiles y ligeras soltaban el cinturón de la bata.

Dios mío! Estaba loca?- pensó mientas levantaba la cabeza para facilitarle la tarea

La volteó y la subió a la encimera mirándola fijamente a los ojos como si quisiera pedirle permiso para continuar. Pero Kate no tenía capacidad de decisión en ese momento, la calidez de sus manos sobre sus muslos y esos ojos penetrantes que no parpadeaban la obligaron a hacer lo único que podía hacer. Besarlo apasionadamente y enredar sus manos en su cabello atrayéndolo hacia si.

Era apasionado, salvaje, casi animal. Su boca recorría su piel como si quisiera saciarse de un modo primitivo. Se enredaba en su cuerpo en una locura que nunca había experimentado, un deseo vital, febril.

En ningún momento cerró los ojos. La miraba fijamente, como si quisiera apoderarse de su alma mientras la penetraba sin descanso.

Kate se sumió en un plácido sueño mientras él acariciaba su cabello en un gesto de ternura que la sobrecogió.

Las primeras luces del alba la despertaron al rozar su rostro. Se desperezó entre las sábanas y comprobó con cierta desilusión que él ya no estaba con ella. Se levantó y se puso la bata arropándose con ella. Qué diablos le había pasado para actuar de ese modo?

Se dirigió a la cocina y se sirvió una taza de café. Todavía estaba intentando analizar lo sucedido cuando de pronto escuchó la puerta del baño. Seguía allí?- pensó dirigiéndose al dormitorio

- Siento haberte despertado- dijo él con indiferencia

- No importa- dijo ella con timidez- Te marchas?

- Si- dijo James abrochándose los pantalones frente al espejo- Tengo un funeral a primera hora

- Lo siento- murmuró ella

- Tranquila. Era un hijo de perra- dijo él sonriéndole

- Quieres café?- dijo ella devolviéndole la sonrisa

- Llego tarde- dijo él marchándose hacia la puerta

Eso era todo. Un polvo y ya nos vemos, pensó Kate con cierta desilusión. Pero qué esperaba? Acaso quería algo más?

Por lo visto si, porque se le iluminó el rostro cuando lo oyó decir mientras se marchaba.

- Esta noche. A las diez. Traeré cena- dijo casi como una orden

Se apoyó contra la puerta con el café entre las manos. Sonriendo con satisfacción. Aquello no había empezado precisamente como algo romántico, pero al parecer no fue solo ella la que sintió esa noche que había algo especial entre ambos.

James salió rápidamente a la calle. Tenía apenas diez minutos para llegar al funeral y ni siquiera sabía si la moto estaba en buen estado o no arrancaría. Se abrochó el casco y comprobó que no tenía más que unos rasguños. Así que aceleró y se dirigió a toda velocidad hacia la iglesia de Saint Patrick sin podérsela sacar de la mente.