LA EXCURSIÓN (I)

A continuación, un minificha dedicado a Fiera Fierce por su cumpleaños (felicidades, Fiera. Que lo disfrutes aunque estés lejos de casa). Pilar, Charo, Carmen y Marcos Aguirre son OCs suyos, magos hispanii de entre catorce y diecisiete años que, como todos los años, acuden en el mes de julio a los Campamentos Mágicos que completan su formación, desarrollada durante el curso en pequeñas scholas de magia, simultáneamente al colegio muggle.

La Excursión tiene lugar la primera semana de julio de 2013, una semana antes de que ocurran los acontecimientos que se desarrollan en La Palabra Secreta, fic de Fiera altamente recomendable.

Campamentos mágicos. Picos de Europa. Julio de 2013…

Fue la musiquilla suave del móvil de Charo la que se escuchó primero en la cabaña. Babe se sentó de golpe en la cama, extendió la mano para asir el suyo y desconectar la alarma y después se fijó en su compañera. Charo se desperezaba lentamente con los rizos revueltos y desparramados por la almohada.

- Buenos días.- Susurró Babe a la par que saltaba de la cama presta a vestirse a todo trapo. Si hubiese compartido habitación con su hermana Mencía o alguna de sus amigas, ni se le habría pasado por la cabeza. Pero como estaba con una chica algo mayor con la que no tenía la misma confianza, alguno de los genes heredados de su madre, que hasta el momento había permanecido latente, se había activado haciéndola reproducir la manía de Cecilia de dejarles la ropa lista por la noche, algo que ya solo hacía con la pequeña, si bien insistía con los tres mayores para evitar carreras, gritos y demás alborotos mañaneros. También había dejado preparada la bolsa de loneta que podía colgarse a la espalda como una mochila junto con el gorro y las gafas de sol. Y la varita, por supuesto.

La primera semana de los campamentos había sido bendecida con un tiempo extraordinario, casi mas propio del Levante que de Picos. Y los profesores no habían perdido tiempo para reorganizar horarios y actividades, todo ello orientado a aprovechar al máximo el aprendizaje de la magia en el exterior.

Y precisamente eso iban a hacer ese día los alumnos mayores: una excursión a una mina ya agotada, explotada antaño por enanos, cuya ruta había sido reconvertida en paraje mágico natural. Tras el alborotado desayuno les aguardaba un viaje en autobús hasta la falda de un monte, y después algo mas de seis kilómetros de marcha, atendiendo a las explicaciones de los profesores. Babe se enfundó unos vaqueros, una camiseta de manga corta, calcetines tobilleros y zapatillas de deporte, y se entretuvo deliberadamente algo mas de la cuenta haciendo los nudos de los cordones, una especie de cortesía hacia su compañera que andaba todavía en camisón.

Las instrucciones de la profesora que dirigía la excursión habían sido claras: nada de shorts o pantalones cortos porque podían rozarse con alguna planta irritante; algo para la cabeza porque habría tramos en los que el sol podía pegar fuerte y protección solar. No hacía falta que les recordara que los móviles eran inútiles porque prácticamente no habría cobertura, aunque la profesora, en el fondo de su ser, dudaba muy mucho que alguno o alguna no se lo llevara.

Poco hablaron las compañeras de alojamiento aquella mañana, ambas presurosas para terminar de arreglarse y salir corriendo hacia los comedores para desayunar. Iban a salir temprano porque estaba prevista la vuelta para antes de comer.

Ya en el comedor, Mencía alzó un brazo largo y fibroso en el que destacaba una extensa colección de pulseras anudadas en torno a la muñeca y Babe, tras un breve "hasta luego", se apresuró a unirse al grupo mientras Charo por su parte se juntaba con sus inseparables. Aguirre parecía enfurruñada y no hacía mas que señalar la esfera del reloj y hablar muy deprisa, mientras que Calatayud permanecía atenta e imperturbable.

Pero Babe no se detuvo a prestarles mas atención. Corrió hacia su hermana y su grupo de amigas sonriendo. Alicia, Lola, Bárbara y Renata. Todas lucían atuendos similares con vaqueros o leggings y largas melenas al viento, aunque la única que se protegía la cabeza con una gorra negra con la constelación de Orión pintada en el frente era Mencía. Al parecer, también ella había heredado su correspondiente lote de genes de la sensatez. Aunque tal vez los suyos vinieran por el lado de su padre.

- ¿Qué tal por Jellowstone? – Preguntó Mencía divertida cuando se dejó caer en el hueco que habían guardado para ella entre Lola y su hermana.- ¿El oso Yogui os visita por las noches para robar comida?

- Nos visitan los mosquitos gigantes caníbales.- Respondió Babe. Y procedió a elevar una pierna y mostrar a sus amigas un bulto rojo en la cara interna del tobillo.

-¡Ostras! ¡Menudo bollo! – Exclamó Lola con una carcajada.- ¿Seguro que son mosquitos? ¡No habrá sido un hadita de jardín!

- ¡Halaaaaaa!- Exclamó Mencía.- Las haditas de jardín dejan bocaos, no esos bultos.

- Carcajeaos lo que queráis, pero de vez en cuando pica que es un horror.- Intervino Babe frunciendo el ceño.- Y es curioso, pero a Charo no le pican.

- Será porque el tocino lo tiene rancio.

Las chicas se giraron todas a la vez, como si las hubiera movido un resorte, para encarar a la propietaria de la voz en cuestión. Pero Santamarta y Coronado – indudablemente había sido una de ellas – se habían apresurado en alejarse hacia el autoservicio.

-¡Las hay pedorras! – Gritó Mencía indignada. Y Bárbara tuvo que sujetarle el brazo a Lola, dispuesta ya a lanzar algún hechizo poco recomendable.

-¿Tu sabes? – Mencía se giró para hablar con Babe.- ¡Se ha metido con Renata! ¡La ha llamado sudaca!

- No se puede esperar nada bueno de esas.- Replicó Babe. Acababa de sentir una punzada de tristeza porque ese año su amiga Millie no había podido venir. Se verían unos días en septiembre, pero Babe se había acostumbrado a compartir campamentos con su amiga inglesa. Millie le había dicho que iba a hacer un interesante viaje por Albania con sus padres, y Babe la creía. Pero también le daba la ligera impresión de que su relación con Manu Azcona se había enfriado últimamente.

-No hase al caso molestarse.- El melodioso acento de Renata la hizo olvidarse momentáneamente de Millie y volver a prestar atención a sus amigas, que hablando deprisa la pusieron al día de lo acontecido últimamente.- Querían armar un pancho pero no les salió ni modo.

Un rato mas tarde, los alumnos de entre catorce y diecisiete subían al autobús. Pilar y Charo se sentaron juntas, mientras que Carmen fue a parar con una chica un poco mayor, portuguesa, que apenas hablaba de puro tímido. El grupo de Babe, por su parte, copó la última fila provocando una gran algarada por parte de los chicos.

- ¡Qué mal andan todos esos! – Carmen se levantó del asiento y se giró para hablar con sus amigas. - ¿Veis si también berrea mi hermano?

- No se. Seguramente.- Respondió Pilar.- Si total lo hacen todos, no veo por qué él no iba a…

-¡CHICOS! ¡CHICOS! – La voz de la profesora, ampliada con un Sonorus, redujo la algarabía en buena medida. Carmen, por su parte, bajó la voz.

- Es que últimamente lo encuentro un poco tonto, que me parece que tiene un buen cacao mental…

- ¿Por qué?- Preguntó Pilar curiosa.- Yo no le he notado nada de particular.- Claro que, tampoco es que ella se fijara mucho en el hermano pequeño de su amiga. Carmen se encogió de hombros.

- Pasa mucho tiempo con Lama Numero Dos. Haciendo deberes y tal…

- Bueno. A lo mejor es que le gusta.- Susurró Charo divertida. Parecía como si Carmen estuviera adoptando una postura de hermana mayor híper protectora y la verdad era que resultaba un pelín gracioso.

- No le gusta. Esa tía no es como Lama Número Uno.- Replicó Carmen.- Para mi que está un poco flipada. Y sus amigas, también.

- Que son las mismas amigas de Lama Número Uno.- Matizó Pilar.- Me parece que estás un poco paranoica y…

-¡Paranoica!

-¡CARMEN AGUIRRE!¡QUE TE SIENTES!

Las tres dieron un respingo. La profesora, varita al cuello para potenciar la voz, las estaba mirando con cara de malas pulgas. Casi refunfuñando Carmen se dio la vuelta y se sentó. Agachando la cabeza en el hueco entre asientos todavía susurró.

-¡Yo no estoy paranoica!

-¡A-GUI-RRE!

El autobús se puso en marcha con su carga de alegres adolescentes mágicos que enseguida retomaron sus charletas.

- ¿Un trozo de chocolate? – Mencía ofreció una tableta que acababa de sacar de su bolsa.

- ¿Pero como es posible que ya tengas hambre?

- La comida de la Lutgarda, que cada día es menos nutritiva.

Las chicas soltaron una risotada mientras se pasaban la tableta. En animado alboroto, entre risas y chocolate, la media hora de trayecto se les pasó volando.

Una vez llegados a la entrada, protegida mágicamente por encantamientos de Ilusión para que los no mágicos no se acercaran, la profesora la profesora de criaturas mágicas, una bruja en los cuarenta que vestía un pantalón desmontable, una camisa con muchos bolsillos y botas de trekking, procedió a entregarles las hojas que deberían ir rellenando conforme se desarrollaba la visita. Una vez estuvieron todos listos, los puso de nuevo en marcha. Atravesaron la puerta de madera y comenzaron a subir la senda cubierta de grava que llevaba al inicio de la vía mágica.

- Debería haber ido al baño antes de salir.- Refunfuñó Carmen según avanzaban.

- Pues me temo que por aquí no vas a encontrar un servicio.- Apostilló Pilar.- Y sinceramente, yo no me veo capaz de conjurar uno.

- Ojalá se pudiera.- Suspiró Aguirre.- Oh, cómo envidio en estos casos a los tíos. Se acercan a un matorral un poco apartado, y listos.

- Ya estamos llegando al principio. ¡Oh! ¡Es precioso! – Charo interrumpió con una doble intención. De veras que era bonito el sitio. Tal vez contemplándolo Carmen olvidara por un rato sus premuras.

La senda era oscura y húmeda debido a los árboles enormes y frondosos que la flanqueaban a ambos lados del camino. El suelo era de una tierra un poco rojiza. Arcillosa quizá. Y junto a los bordes del camino crecían diversas especies mágicas. Pilar reconoció de inmediato la Barba de Duente, una especie de líquen que se usaba en muchas pociones. Y un poco mas adentro unas margaritas de umbría que se usaban en brebajes para el estómago.

- Aquí hay mucho verde...- Constató Carmen observando el panorama, mientras mentalmente maldecía la inexistencia de un hechizo desvanecedor del pis en la vejiga.

- Bueno, hemos venido a eso ¿No? – Exclamó Pilar, que aunque no era muy aficionada a las pociones debía reconocer que sus ingredientes, al natural, resultaban de cierto interés.

- Fíjate. ¡qué tréboles tan raros!- Exclamó Carmen.- ¡Y todos tienen cuatro hojas!

- Me parece que no son tréboles.- Advirtió Pilar al ver que su amiga iba a pasar la zapatilla por las matas. Al instante, una bandada de hojas verdes salieron volando mientras Carmen daba un respingo que no ayudó para nada con sus ganas de encontrar un baño.

-¡Son mariposas! – Exclamó Charo entusiasmada. Y enseguida se puso a pasar las hojas que les había entregado la profesora para buscar la especie en cuesión.

-Chicas, chicas…- Dijo Carmen a media voz.- Si, son muy chulis esos tréboles. O mariposas. O lo que sean. Pero os aseguro que como no encuentre un baño pronto los tréboles, las barbas de duende y lo que sea que haya por estos lares me va a traer al fresco.

- Pues no se qué podemos hacer…

- Tal vez si encontramos unos matojos…

Siguieron avanzando unos cuantos metros, elucubrando cómo resolver su problema, hasta alcanzar un recodo en el que el lote de las Fernández de Lama había hecho un sonoro corro de chicas. Un poco a la izquierda, algunos chicos andaban a bromas con las chicas, pero éstas se mantenían bastante inflexibles.

- Y ahora ¿qué les pasa a éstas? - Preguntó Carmen tras haber constatado, disimuladamente, que su hermano no se encontraba entre los varones.

- Me parece a mi que no eres la única con problemas de autonomía de vuelo, Carmen.- Charo fue la primera en darse cuenta de en qué consistía todo aquello y soltó la frase adornada con una alegre risotada.

- Han ideado un baño, parece.- Concluyó Pilar tras otear el panorama. Hacia un recodo del camino cerrado por todos lados por espesos matorrales excepto por uno, donde cinco chicas se habían parapetado entre risotadas. Detrás de ellas, obviamente, estaba la que faltaba.

- Pues mira, Carmentxu.- Dijo de pronto Charo.- Puedes aprovechar para ir al servicio.

- La solución, puesta en bandeja.- Animó Pilar. Pero Carmen no estaba muy por la labor. Simple y llanamente porque tenía que pedirles el favor. Y no estaba muy segura de querer hacerlo.

- Venga, mujer.- Insistió Charo.- Todas están en las mismas que tu.- Añadió con una risita cantarina que a la pobre Carmen le produjo hasta mas ganas de hacer pis.

- Igual no quieren compartir su "creación" –Espetó Carmen, reconociendo por fin que le daba cierto reparo plantarse delante de aquellas seis brujas, que aunque fueran un par de años más jóvenes ya habían criado cierta fama de no achantarse ante casi nada.

- ¡Qué tontería! – Exclamó la animosa Charo.- Babe está ahí. Ella no te va a decir que no.

- Ella puede que no. Pero hay otras cinco. Y de algunas, como Asenjo, no se yo...

- ¡Buah!¡Venga, que te acompaño! – Charo, un poco harta de las reticencias, empujó a Carmen con decisión. Ciertamente conocía mas y mejor que Carmen a las hermanas Fernández de Lama y estaba segura de que no habría problemas con ellas. Y si no había problema con ellas, tampoco con el resto. Y además, no le apetecía nada en absoluto que Carmen se chupara la hora y media de paseo refunfuñando todo el rato por las ganas de hacer pis.

- ¿Os importa que Carmen use vuestro "baño"? – Preguntó con decisión al llegar hasta las chicas, eso si, echando de reojo una mirada a Babe, que miraba a su amiga con curiosidad. Y no era raro. Le habría propinado un empellón a Carmen, por mantenerse un paso por detrás con esa cara de acelga. ¡Pero si era ella la que necesitaba el favor!

-¡Vale! Vas detrás de Lola.- Respondió Mencía sin dar tiempo a nadie a opinar nada de nada.

-Muchas gracias.- Contestó Charo por Carmen. Y en esta ocasión sí que le pisó el pie sin mucho disimulo hasta que su amiga refunfuñó una palabra de agradecimiento.

Ambas se colocaron a un lado guardando cola justo cuando Pilar, que había permanecido un poco alejada, indecisa sobre cómo proceder, decidió unirse a ellas.

- ¿Tu también tienes ganas de mear, Calatayud? – Espetó Lola López con una carcajada. La aludida estaba a punto de negar con la cabeza, ligeramente impresionada por el descaro de aquellas quinceañeras despendoladas. Pero no llegó a decir nada. Charo acababa de agarrarla por el brazo.

-Ohhh-ohhhh.

Pilar giró la cabeza para ver venir, muy ufanas, a Santamarta y Coronado. Era evidente que iban directas a soltarles alguna fresca, pero en último momento Santamarta agarró del brazo a su amiga y le propinó un brusco cambio de dirección.

- ¿Cómo ha sido eso? - Comentó Charo un tanto perpleja.

- Son tontas, Charo. No hay que buscar explicación a las tonterías.- Carmen, que seguía de mal humor, espetó indignada.

- Yo mas bien creo que Fernandez de Lama Número Dos les da un poco de miedo.- dijo entonces Pilar. Y sus dos amigas la miraron con extrañeza.

- No os habréis fijado, pero Mencía, que dicho sea de paso tiene la varita en la mano...

- Como todas...- Restó importancia Carmen.

-... le ha dedicado una mirada a Santamarta que parecía decir "como digas una sola sílaba te vas a enterar de lo que es tener orejas de trasgo".

Charo y Carmen miraron a Pilar asombradas.

- Caramba, Pilarica.- Carmen fue la primera en abrir la boca.- ¡Quién lo iba a decir! Es mas propio de Charo observar esos detalles.

- Y de Carmentxu mencionar esos hechizo.- Añadió la aludida.- Como dice mi abuelita... ¡Pardiez! Orejas de trasgo... ¿Dónde te has dejado tu parte muggle? ¿En el armario de la habitación?

Pilar no sabía muy bien qué contestar. A pesar del tono jocoso de Carmen y de la fina ironía de Charo, se sentía en el fondo halagada. Era como un reconocimiento tenue de que su condición brujil, a pesar de ser la única en su casa, iba alcanzando las cotas aceptables. Afortunadamente, no tuvo que seguir pensando.

-¡Aguirre! – Mencía bramó con decisión.- ¡Te toca! – Y Carmen se apresuró a pasar tras la barrera de chicas, evitando volver la vista al tontorrón de Moleño, que había soltado un "hay que ver qué meonas sois las chicas". Empezaba a tener premura y no era cosa de que aquellas locas decidieran de repente cambiar de opinión y desmantelaran la barrera, dejándola literalmente con el culo al aire.