El Cielo y la tierra

En el principio solo el cielo y la tierra existían. El mundo era joven y no había vida. El cielo lanzo un trueno a la tierra y le arrebato el agua. Pero la tierra guardo el trueno en su interior. Con el agua seca de la tierra el cielo hizo el aire y las nubes. En el sitio en donde el cielo y la tierra se tocan el cielo unió al aire y al agua, así fue creado el primer hombre. Pero la tierra estaba seca y muy caliente. El primer hombre siempre estaba excitado, con su miembro viril erecto siempre. No había mujeres y el primer hombre desesperado metía su miembro dentro de hoyos de tierra, en tortas de barro, se la pasaba masturbándose todo el tiempo hasta eyacular y calmarse para luego volver a lo mismo. Entonces un día exploto y el agua volvió al cielo y se quedó retenida en las nubes. El viento fue retenido por la tierra.

El cielo le exigió a la tierra que le devolviera al viento. Entonces la tierra le exigió al cielo que le devolviera su agua. El cielo se enojó y las nubes se cargaron más y más de agua hasta volverse negras. Pero el cielo había olvidado que la tierra tenía el relámpago y con él le lanzo a las nubes rayos y truenos. El cielo quedo vacío por completo y por primera vez llovió en el mundo. La tierra lo tenía todo el semen del primer hombre, el agua, el viento y al trueno. Con todo eso creo al primer árbol y este solo crecía y crecía desmesuradamente. Con sus ramas y hojas la tierra quería abarcar y llenar todo el cielo. Pero en su arrogancia olvido que el relámpago era en realidad del cielo. En donde el cielo y la tierra se tocan el relámpago volvió al cielo y el gran árbol estallo en llamas hasta volverse puro humo y cenizas.

El agua, el viento y el relámpago volvieron al cielo. Esté le pidió a la tierra no pelear más y vivir en paz. El semen del primer hombre era aún retenida por la tierra y está como gesto de paz le dio la mitad al cielo y se quedó con la otra mitad. El cielo hizo lo mismo con el agua. Con el humo del primer árbol y el semen del primer hombre el cielo y la tierra hicieron todas las semillas y el viento las esparció por toda la tierra llenándola de verdor cuando el cielo las rego con la lluvia. El cielo y la tierra estaban contentos con lo que habían hecho, pero todo era silencio. No había palabras o pensamientos.

Entonces mezclaron las cenizas del primer árbol con el semen del primer hombre y así surgió la primera mujer. Pero ella solo comía y comía todo sin control porque estaba hecha de cenizas. Su vientre se llenaba de agua y siempre estaba excitada y cachonda. Se metía palos y piedras, frutos y verduras en su sexo, o en su ano. Pero no podía llenar el vacío que había en su interior con nada. Entonces se sintió mal y comenzó a vomitar, a orinar y a cagar sin control hasta morir. Su cuerpo y sus inmundicias contaminaron la tierra y es por eso que las plantas nacen, crecen, se marchitan y mueren.

Entonces el cielo y la tierra tomaron polvo y viento creando una segunda mujer, luego con el fuego y el agua crearon a un segundo hombre. El cielo y la tierra se unieron en un único ser y fue el primer hermano mayor. Mientras el segundo hombre y la segunda mujer fueron niños no había problemas y el primer hermano mayor les enseño todo lo que era necesario para vivir y ser felices, que animales y plantas eran buenos para comer. Pero el segundo hombre estaba lleno de agua y fuego. No sabía cómo manejarla, ni controlarla. Se llenó de deseo por su hermana y cuando el hermano mayor se fue a cazar, traerles frutos y verduras para comer, el menor la agarro por los cabellos a ella y la tiro de bruces en el suelo. A la fuerza le abrió las piernas y metió su miembro erecto en su vagina. La segunda mujer se deshizo en lo que era, polvo y viento, y murió.

El hermano mayor regreso y pregunto por su hermana pequeña. El segundo hombre le dijo que estaba por allí, pero ¡no sabía dónde! Así se creó la primera mentira. El hermano mayor al saber la verdad mato al segundo hombre. Este solo se convirtió en humo y cenizas porque era solo agua y fuego. Nadie bebió sus cenizas y el viento las esparció sobre la tierra. El primer hermano mayor creo de nuevo dos seres, pero hizo a la mujer de agua y fuego, y al hombre de polvo y viento. Pero la mujer de agua y fuego era irresistiblemente hermosa. El primer hermano mayor se hizo arrogante por ser cielo y tierra en uno solo, en su deseo por ella. Siempre ridiculizaba y se burlaba de su hermano menor que era de polvo y viento porque era su creador y le había dado la vida ¡Si quería también se la podía quitar en el momento que quisiera! Este, harto de sus malos tratos, se fue y los dejo solos.

Su deseo por su hermana pequeña lo corrompió y lo hizo impuro al primer hermano mayor. Con la mujer de agua y fuego tuvo a las bestias, a los animales, que solo heredaron todos los defectos de los seres anteriores. Solo vivían para comer, dormir y fornicar siendo esclavos de sus deseos y más bajos apetitos. Las bestias y alimañas llenaron los cielos, las aguas y la superficie de la tierra. La enfermedad, la vejez y la muerte llego al mundo. Cuando murieron sus cuerpos y las de sus hijos se cubrieron de gusanos y de un hedor insoportable. El mundo se hizo oscuro, como una noche eterna sin luna ni estrellas

Sobre una tierra impura y bajo un cielo cruel el hombre de polvo y viento deambulaba haciéndose viejo y sabio. Estaba muy viejo y sabiendo que se aproximaba la muerte creo una niña pequeña de barro y con su aliento le dio vida. La crio como una hija y le enseño todo lo necesario para que pudiera sobrevivir en un mundo tan hostil. Antes de morir le dijo que le daría un regalo. Que reuniera todas las ramas secas que pudiera e hiciera una pira. Al meterse en la pira el hombre de polvo y viento se transformó en una gran hoguera y ascendió como el sol. Del aire y el fuego surgió un hombre adulto de humo y este tomo a la mujer de barro como mujer. De allí en adelante todos empezamos a nacer como carne y sangre que se forma en el vientre de una mujer. También fue el primer amanecer del mundo. Desde entonces el hombre y solo el hombre es el único ser de carne y sangre que domina el fuego

La mujer tuvo muchos hijos e hijas. Los hermanos más grandes cuidaban a sus hermanos más pequeños. Ella al ver que sus hijos mayores ya no eran niños, pero tampoco adultos, tuvo miedo de que se corrompieran como todos los seres anteriormente creados a causa de no saber dominar el agua y el fuego. Le pidió al sol su ayuda en una oración y este le envió a la primera hermana mayor de cielo y tierra. La mujer de barro y su hombre de humo le enseñaron todo. Cuando ella supo todo, el hombre de humo junto a la mujer de barro se convirtió en el primer caballo y la primera yegua.

La primera hermana mayor de cielo y tierra se encargó de enseñar a nuestros primeros padres a ser hombres y a nuestras primeras madres ser mujeres de verdad en el primer Ghutol. Ella enseño a las mujeres como cuidar el campamento, como gobernar Yurta, como preservar costumbres y tradiciones. Sobre todo lo más importante que era como mezclar el agua con el fuego en donde el cielo y la tierra se tocan.

Luego cuando todos los hijos e hijas de la mujer de barro eran adultos y padres de sus propios hijos adultos. Cuando hijas e hijos pequeños en Ghutol y el primer campamento con niñas y niños. Entonces la primera hermana mayor de cielo y tierra ascendió al cielo para convertirse en luna. Los hombres y mujeres al morir ascendían al cielo como estrellas cuando sus hijos e hijas quemaban sus cuerpos y bebían sus cenizas. Así cuando menos es como cuenta a niños Kurghán madres y abuelas. "¿Es verdad o es mentira estas historias?-Suelen preguntar los niños- ¡No sé! ¡No soy dueña de la verdad y yo solo te cuento lo que mis madres y mis abuelas me contaron a mí!-Responde madre y abuela"

Para el pueblo de las estepas el caballo es muy importante y gracias a él es que los Kurghán de las estepas son muchos más, muchísimos más, que otros Kurghán. Pero al norte en tierras frías de Siberia, en sus bosques, sus madres y abuelas dicen la misma historia, pero la mujer de barro y el hombre de humo se transforman en renos. Mucho más al norte, en las tierras de la tundra y de la taiga las madres y las abuelas dicen que se transforman en perros. Así sucesivamente el animal que es el más importante para que el Kurghán pueda sobrevivir en el cielo y en la tierra que le toca vivir es su primer padre y su primera madre. Por eso decimos que uno es hijo del caballo, de la cabra o del halcón, etc. No es verdad, pero tampoco son mentiras esas historias. Con ellas Kurghán aprende a ser humilde y si su corazón es humilde aprende del que sabe, respeta a sus mayores y obedece a sus jefes. Gracias a eso pueblo Kurghán sobrevive en las duras condiciones que le toca vivir.

En Ghutol hermanas mayores les dicen la verdad que saben a los hijos pequeños del pueblo que ya no son niños, pero todavía no son adultos. Esta es la verdad que sabemos y lo demás historias para niños grandes y pequeños. El agua y el fuego pasan, solo el cielo y la tierra son eternos. En el principio todos eran hijos del cielo y de la tierra. Hombres cazaban y mujeres buscaban raíces y frutos para comer. Todos andaban desnudos y los campamentos eran chozas de ramas y barro. Hombres y mujeres eran iguales, pero cada quien hacía su parte. Los que demostraban que sabían mucho sobre algo eran escuchados y obedecidos sin importar su edad o si eran hombres o mujeres.

Luego el mundo cambio y el clima se hacía cada vez más frío e inhóspito. Ya no éramos hijos del cielo y la tierra, sino del agua y del fuego. Las mujeres tenían que recoger todos los frutos y raíces que se pudieran para almacenarlos en chozas aparte. Los hombres tenían que cazar más por lo mismo. Todo para pasar los inviernos, que todos los años se hacían más crudos y rudos. Entonces solo los ancianos y nuestros padres eran los que sabían y por lo tanto eran escuchados y obedecidos. Pero eso los convirtió en arrogantes y orgullosos. Se creyeron dueños de la verdad y en su arrogancia no escuchaban a los jóvenes.

Estos, en su furia y frustración, se iban con sus seguidores. Entonces cada campamento tenía un jefe que al llegar a viejo dejaba el cargo a alguien más joven y preparado. Los ancianos eran respetados y escuchados por su sabiduría y experiencia, pero el jefe era obedecido. Todo fue bien por un tiempo. Pero los jefes se volvieron arrogantes y orgullosos también. Cada uno empezó a abusar de su cargo y buscar la forma de sacarle el máximo provecho en perjuicio de los demás. En su locura y arrogancia dijeron que ellos eran dueños de la verdad, del cielo sobre sus cabezas y de la tierra bajo sus pies.

Entonces cada loco quería imponer su locura a los demás a golpes, a palos y piedras. El que tenía más gente o estaba mejor armado era el que imponía su locura y tiranía. Pero de entre sus mismas filas estaba su destrucción, porque muchos que los seguían se decían "Este es uno como yo, solo que tiene mucha gente o mejores armas consigo. Si yo tengo más gente y más armas ¡seré jefe y todos harán lo que yo diga!"

Entonces vino el invierno y pocos pudieron sobrevivir. En primavera todo el mundo se dispersó y se fue con su mujer y sus hijos a vivir solo. Por un tiempo eso funciono. El hombre que era buen cazador podía tener más mujeres y estás más hijos e hijas que los cuidarían y honrarían en su vejez y al morir beberían sus cenizas. Pero de tanto cazar y recoger los frutos y las raíces de los bosques ya no hubo nada que comer. Vino una gran hambruna y muy pocos pudieron sobrevivir. Entonces los que quedaron mataban a las niñas cuando nacían prefiriendo tener pocas y dejaban a los niños vivir, pensando que estos eran más valiosos y mejores. Funciono por un tiempo. Pero luego había más hombres que mujeres y estos peleaban entre sí por ellas. Los más sabios y sensatos prefirieron compartir su mujer con otro y prepararse para el invierno. Fueron muy sabios y muy sensatos. Al llegar el invierno fueron los únicos que sobrevivieron.

Entonces se hizo el primer Ghutol. En el principio los hermanos mayores enseñaban a las hermanas menores y las hermanas mayores enseñaban a los hermanos menores en chozas de agua y fuego. Cuando a un niño le salía la leche de hombre, una hermana mayor lo llevaba a la choza de agua y fuego. Primero estaba encima de él una noche y luego él estaba encima de ella la otra hasta aprender. Con las hermanas menores era al contrario cuando les llegaba la sangre, su hermano mayor estaba encima de ella una noche y luego era ella quien estaba arriba la otra hasta aprender todo también.

Pueblo Kurghán próspero y se multiplico. Los hombres podían ir ahora mucho más lejos para ir a cazar. Cuando llegaban a otro campamento tenían choza y si quería podía pedir mujer, hija, hermana o amiga de amigo para calentar cama. "Yo lo hago, pero cuando yo vaya a tu campamento con mi gente ¡tú tienes que hacer lo mismo!" ese era el trato. Hombre mentiroso, ingrato, grosero y arrogante ¡duerme solo!... y no tiene ningún lugar que lo quiera recibir. Nadie bebe sus cenizas y no puede subir al cielo como estrella. Los hombres tenían que ser muy respetuosos y galantes con las mujeres. Madres, hijas, hermanas y amigas hacían frente unido cuando un hombre se pasaba y los hombres eran solo extranjeros de paso en el campamento.

Madres y abuela con sus hijas adultas son las que mantienen la paz y la armonía en campamento. Son las que mejoran y embellecen la raza. Al principio solo evitan que haya más gente de que cielo y tierra donde viven puede mantener. Luego solo los más sanos y fuertes son los que deben dejar descendencia. Ellas dominan agua y fuego primero que los hombres siempre y primero que los hombres son hermanas mayores de cielo y tierra.

A tierra Kurghán llegan otras gentes. Pero no hablan lengua Kurghán. Son arrogantes y groseros. Cazan y saquean bosques y luego vuelven a su tierra en otoño. Pueblo Kurghán pasa hambre en invierno. Cuando esos extranjeros regresan son cazados como animales y exterminados como alimañas. Sus huesos y sus pieles desolladas se dejan a la vista colgados en los árboles. Hombre Kurghán se vuelve cazador de hombres. Como caza osos, ciervos y conejos son cazados aquellos que no hablan lengua Kurghán. ¡Este cielo y esta tierra es nuestra! Pensamos, pero el cielo y la tierra se enojan por tanta arrogancia. La tierra se hace caliente y no llueve. Ya no hay cambios de estaciones, solo largas temporadas de sequía y temporadas de lluvias cada vez más escasas. Poco a poco tierra y cielo de origen de pueblo Kurghán se vuelve desierto calcinante. Hay que emigrar en grupos pequeños y dispersarse.

Hambrientos y pocos llegamos a una tierra nueva con un nuevo cielo después de un largo peregrinar de muchas generaciones. Nuestros hombres la exploran y llegan mucho más allá del horizonte. La gente cultiva la tierra y vive en pueblos. Muchos Kurghán intercambia regalos con la gente que siembra y aprenden su lengua. Los Kurghán aprenden a como sembrar con ellos y se llevan semillas a sus campamentos. La tierra muy buena para siembra. Pero gente que siembra es muy infeliz y desgraciada. Jefes malos los explotan, los maltratan y abusan de ellos. Siempre se quedan con lo mejor y la mayor parte de lo que cosechan. Los jefes son los dueños de todo. Reparten la tierra, las mujeres y a la gente que siembra entre otros jefes menores y estos lo hacen con sus hombres. Con armas de huesos, palos y piedras estos hombres los someten y son cazados los que intentan escapar.

Pueblo Kurghán los invita a irse con ellos a otra tierra sin jefes malos, que no sea de nadie. Muchos rehúsan porque no quieren dejar sus casas de piedra, ni sus tierras, ni a sus parientes. Porque temen lo desconocido. Los pocos que se vienen con los Kurghán saben muchas cosas buenas. Kurghán siempre desnudo. En invierno se pone una capa de piel y se unta todo el cuerpo de grasa de animales para conservar el calor. Está gente además de sembrar sabe hacer ropa y nuestro pueblo ahora puede ir mucho más al norte, a tierras con inviernos mucho más duros, pero con tierra fértil para la siembra el resto del año.

La gente que siembra es muy ingeniosa y le gusta mucho la comodidad. Inventan tiendas con pieles y Kurghán ya no vive más en chozas de ramas y barro. Sin embargo dentro de Yurta está siempre desnudo. Todo fue bueno por un tiempo. Kurghán vivía en paz con sus vecinos que hablaban otra lengua e intercambiaba regalos y conocimientos con ellos en cada nueva tierra a la que iba. Campamentos mucho más grandes y la vida era buena y apacible en los bosques con armas de caza y herramientas hechas de piedra, madera y hueso.

Entonces aparecieron los devoradores de hombres. Está gente tenía hachas de bronce, escudos de madera y armaduras de cuero duro. Sus armas eran para dominar y esclavizar a los hombres. Sus jefes eran crueles y hacían sacrificios humanos a ídolos de piedra y devoraban la carne de los hombres vencidos en macabros festines. Violaban a sus mujeres y convertían a sus hijos e hijas en esclavos. Sus jefes decretaron que eran los dueños del cielo y la tierra. Que ellos y sus hijos descendían de los dioses y debían ser reverenciados y adorados. Derrotaron y esclavizaron a los vecinos y a los aliados de los Kurghán. Pero los Kurghán volvieron a ser cazadores de hombres y movían sus campamentos todo el tiempo a sitios seguros. Escondían la comida para el invierno en otra parte en los bosques. No pudieron ser esclavizados.

Entonces los devoradores de hombres empezaron a talar los árboles y a quemar la tierra. Poco a poco, generación en generación, el bosque se iba reduciendo y los Kurghán iban menguando. Ya no quedaba ningún sitio donde esconderse y los hombres les dijeron a sus mujeres que huyeran con los ancianos, los enfermos, los heridos y con todos los hijos pequeños a tierras lejanas. Los enemigos eran muchos y estaban muchos mejor armados y todos los hombres Kurghán, abuelos, padres, hijos adultos y hermanos mayores sabían que morirían en el campo de batalla y que nadie bebería sus cenizas, pero no les importo. Todos los hombres murieron hasta el último en la batalla, retrasaron y menguaron el ejército de los devoradores de hombres hasta una tercera parte con su valor y arrojo. Nuestros enemigos no devoraron a los vencidos, si no que dejaron que los cadáveres se pudrieran y se llenaran de gusanos. Comenzaron a perseguir a los Kurghán sobrevivientes hasta hallar su rastro.

Nuestras abuelas, nuestras madres, sus hijas mujeres se dieron cuenta de que no había otra alternativa que volver a luchar y enfrentar al enemigo. Los bebes y los niños pequeños fueron sacrificados al cielo y a la tierra. Los heridos que no podían pelear y enfermos desahuciados también. Todos aquellos que podían pelear se cubrieron de las cenizas de sus muertos de la cabeza a los pies y cortaron sus cabellos al rape con sus cuchillos de pedernal u obsidiana. Las mujeres se quitaron sus ropas de mujeres y se pusieron las ropas de sus hombres.

En ese momento se les confió el futuro a las hermanas mayores de cielo y tierra. Las hermanas mayores junto a sus hermanos menores debían huir con los niños más grandes. Debían huir y salvar lo mejor de nuestra carne y nuestra sangre de los enemigos para que pueblo Kurghán pudiera tener un futuro libre. Cuando ellas encontraran una tierra nueva, cuando el pueblo Kurghán volviera a ser numeroso y fuerte, ¡debían regresar y tomar venganza!

Entonces los hijos pequeños con los niños grandes huyeron. Se fueron con semillas, herramientas y lo más indispensable que fuera ligero. Como todos eran sanos y fuertes, como eran pocos, no tenían ancianos, ni enfermos, ni niños pequeños que los atrasaran pudieron ir mucho más lejos en poco tiempo. Los enemigos estaban muy menguados y escarmentados cuando pelearon con nuestros padres y al creer que había más hombres Kurghán fueron más prudentes y lentos en su ofensiva. En su desesperación los Kurghán pelearon hasta que el último fue exterminado. Al final de la batalla la sorpresa de los devoradores de hombres fue mayúscula al darse cuenta del engaño. Los Kurghán muertos y derrotados eran mujeres, hombres muy mal heridos y ancianos en su mayoría… Ya los niños estaban muy lejos y en paradero desconocido.

Al llegar a la nueva tierra, mucho más al sur, los Kurghán se establecieron. Éramos muy pocos y la tierra muy pobre. De nuestros enemigos aprendimos que un hombre que estaba bien armado podía él solo vencer y dominar a muchos. Que pocos, si eran bien organizados y disciplinados, podían vencer a muchos que eran desorganizados e indisciplinados. Así que con los cueros de animales cazados nos hicimos armaduras. Pero no sabíamos hacer bronce, no podíamos hacer escudos de madera fuertes, ni hachas. Tuvimos que conformarnos con tener escudos de cuero endurecido y hachas de piedra para defendernos.

Sin embargo los hombres eran muy pocos y las mujeres muchas. Todos aquellos que fueran mayores de 15 años eran mujeres y el resto variaban en edades, pero ningún varón era mayor de 15 años. Todas las mujeres que eran mayores de 15 años y no eran mujeres embarazadas usaron ropas de hombre holgadas, andaban cubiertos siempre con cenizas de la cabeza a los pies y se cortaron los cabellos. Usaban armaduras de cuero y siempre estaban visiblemente armadas con sus porras, hachas de piedra y escudos de cuero. Así si gente extraña los veía a lo lejos no se daría cuenta que el campamento estaba indefenso y era presa fácil, creería que había muchos hombres armados y no los atacarían.

Tanto hombres como mujeres se comprometieron en aprender a ser disciplinados y organizados. A nuestras mujeres por ser más y la mayoría adulta tuvieron que cargar con todo el peso de sacar adelante al grupo de supervivientes. Muchas tareas y trabajos que tradicionalmente lo hacían los hombres tuvieron que hacerlas ellas. En ellas eran los sentimientos de odio y deseos de venganza más fuertes. No sería hoy, no sería mañana o en esta vida, pero la venganza vendría. Pero primero tenían que sobrevivir.

La tierra era muy pobre y periódicamente se agotaba al poco tiempo. El campamento se mudaba mucho en poco menos que uno o dos años. Las mujeres aprendieron a ser diestras tanto en la caza como en el manejo de las armas. Pero por muy valientes y fuertes que fueran las mujeres, ellas son las que pueden tener hijos. Exponerlas a morir en el campo de batalla o durante las jornadas de cacería era contraproducente. Los hombres adultos eran muy pocos y demasiado valiosos como para exponerlos también. Habían pasado 5 años y quedaban muchas cosas por hacer. Todo el mundo estaba muy conmocionado al principio, pero ahora que lo peor había pasado había que pensar las cosas y planificarlas.

Se habló de hacer crecer el pueblo, pero tenía que ser en forma gradual. Todo aquel que pudiera trabajar se necesitaba para prepararse para el invierno. Los Kurghán prefieren tener sus hijos después de alcanzar por completo la plenitud física, ósea después de los 20 años. En el Ghutol precisamente aprenden los medios y la importancia de eso, sobre todo de que la gente no puede sobrepasar jamás los medios que cielo y tierra tienen para alimentar a todos los seres vivientes. Cada cierto tiempo a la tierra había que dejarla descansar y dejar de cazar algunos animales en temporadas específicas para seguir teniendo alimento en el futuro.

Las hermanas mayores eran quienes tenían más edad en el grupo de sobrevivientes, a pesar que ninguna era mayor de 25 años. Las que más tenían prestigio y respeto. Las más maduras y preparadas. Con todo el conocimiento y la sabiduría de nuestros ancestros inculcadas a ellas para transmitirla a la siguiente generación. Había un jefe hombre y este siempre considero sabio escucharlas. A tontas y locas las mujeres no se podían quedar embarazadas como hasta ahora había pasado con algunas que tontamente e irresponsablemente no habían tomado las medidas necesarias para evitarlo ¡causando problemas y molestias adicionales a la comunidad! Solo aquellos con la plenitud física y el completo desarrollo son los que debían tener hijos y estos venir en lo posible al mismo tiempo, en las condiciones que fueran las más favorables a la comunidad.

Con todo era mujeres por cada hombre todavía y en lo posible los niños debían de venir entre finales de verano y comienzos de otoño. Cuando hubiera bastante comida fresca, cosechada y almacenada para que la leche de sus madres fuera mucho más nutritiva durante el duro invierno. Así que las mujeres hicieron un sorteo entre ellas. Por turnos unas quedarían embarazadas y las otras no. Estas ayudarían a los hombres en sus tareas y guardarían estricto celibato. Los hombres solo podrían tener relaciones con las otras mujeres hasta dejarlas preñadas, luego pasarían a las otras cuando los niños estuvieran más crecidos y su cuidado no exigiera demasiado tiempo, ni fuera difícil. En la medida que los niños fueran creciendo y madurando harían así hasta que la población se emparejara.

Fue entonces que hicimos la división y los grupos por edades. Desde que nace hasta que aprende a caminar es niño nacido. Que es aproximadamente hasta que tiene 4 años. Desde que aprende a caminar hasta ser consciente y responsable de sus actos es niño pequeño. Aproximadamente desde los 4 hasta los 8 años. Desde que es responsable y consciente de sus actos hasta que sangra si es niña o sale leche de hombre si es niño, son niños grandes. Desde los 8 años hasta los 12 años aproximadamente. En el momento en que son hermanos y hermanas de agua y fuego, tienen una hermana mayor de cielo y tierra, son hermanos pequeños. Aproximadamente desde los 13 años hasta que tienen 16 o 17 años. Cuando dominan agua y fuego totalmente, hasta que el cuerpo se les desarrolla por completo son hermanos mayores. Entre 16 y 20 años. Los adultos son los hombres y mujeres desde que tienen el cuerpo por completo desarrollado y en la plenitud de su fuerza hasta el día de su muerte.

En esa época no sabíamos contar hasta más allá de 20 (los dedos de las manos y de los pies) y nadie sabía en realidad su edad en años. Así que la división por edades era más que nada según los atributos y condiciones expuestos. En esa época nuestros padres y nuestras madres solo sabían o estar uno encima o el otro abajo. La leche de hombre, en nuestras creencias, es buena para la niña que empieza a sangrar. Cuando la mujer no sangra, para el niño al que le empieza a salir la leche de hombre es bueno tomar su miel de mujer. A cada niño que le empezaba a salir leche de hombre le tocaba la misma proporción d mujeres cada uno. Entonces se le asignó una hermana mayor de cielo y tierra asistida con otra hermana de agua y fuego.

Lo primero que enseñaba la hermana mayor a sus hermanos menores era a ser limpios y aseados, las normas de higiene fundamentales. ¡A no ser promiscuos y solo estar con los que les habían asignado en el momento en que se había fijado! Como antiguo proverbio Kurghán dice "Tu sabes con quien te has acostado, ¡no con quien se ha acostado el otro!" Como reconocer las enfermedades venéreas y como no contagiarse. Persona sucia, hedionda, llena de piojos y ladillas ¡Que duerma sola y bien lejos! Primero siempre se aprende a controlar agua con mucho ayuno y meditación.

Luego ella acostaba a la hermana de agua y fuego boca arriba en una estera con las rodillas flexionadas apuntando al cielo y le decía que abriera las piernas. El joven podía ver el interior de la vagina de su hermana y la hermana mayor le explicaba cómo se llamaba cada cosa y señalaba. El himen de la hermana de agua y fuego la hermana mayor explicaba que cielo y tierra la había puesto allí para señalar la diferencia entre una que todavía no domina agua y otra que sí para hermano que está aprendiendo a mezclar agua y fuego. Que como hermana tiene mucho fuego y mucha agua la membrana era para que no se saliera. A esa membrana siempre la habíamos llamado piel de agua de niña.

Luego de enseñar todo y que el varón memorizara todo era el turno de la hermana mayor de estar acostada y abrir las piernas. El joven aprendía a tomar y a beber de su miel. Bajo sus indicaciones e instrucciones el joven lameteaba, comía y metía su lengua en la vulva de su hermana mayor de cielo y tierra hasta provocarle un orgasmo. Luego le hacía lo mismo a la otra joven. Con el varón de pie y sus hermanas arrodilladas la mayor le enseñaba a la menor como tomar la leche del hombre. Ella lo hacía primero y luego explicaba para que luego la menor lo repitiera todo bajo su guía y supervisión.

Como los elementos de agua y fuego son más inestables en los hombres o dependiendo del caso particular o del nivel de relación entre los tres hermanos, en vez de una hermana menor estaba una chica más experimentada que ayudaba a la hermana mayor en la instrucción del varón. O era un hermano mayor más experimentado el que bebía la miel de mujer delante de la joven y le enseñaba, para luego ser él quien bebiera de su miel de mujer por primera vez. Si la confianza y el respeto eran sólidos y los tres hermanos eran en verdad muy unidos ¡Todo quedaba entre ellos tres y nadie más! y eso era lo ideal porque aunque parezca lo contrario lo más importante de enseñar en el Ghutol era a no ser promiscuos.

Mediante caricias y sexo oral hermanos de agua y fuego aprenden a controlar y dominar su agua interior. En esa época no sabíamos nada de los besos, solo de caricias. La hermana mayor le enseñaba a sus hermanos como llegar al orgasmo con solo caricias a los genitales primero y después con solo caricias al cuerpo. Luego el hombre tenía que aprender a controlar sus erecciones siendo solo acariciado por sus hermanas. Con sus senos, con sus pies, sus manos, sus muslos, con el miembro del muchacho entre los labios vaginales las dos hermanas le hacían pajas y lo iban preparando para la penetración. De esa forma el hombre aprendía a no ser tosco, ni rudo y a aguantar más. Sobre todo a ser paciente.

-¡Hazme tú mujer!- Le decía la hermana mayor un día, en que consideraba que el joven estaba listo.

En el momento de la penetración la hermana mayor se ponía encima sobre su hermano menor y hacían el amor así por primera vez. Luego la hermana menor se ponía encima y el joven sin penetrarla del todo, con su miembro erecto deslizándose entre sus labios vaginales le daba placer y gozo. Luego solo había penetración con su hermana mayor cuando ella estaba arriba de él, sin penetración con la hermana menor encima. El varón mismo era el que pedía estar arriba un día y si la hermana mayor estaba de acuerdo, lo dejaba. Entonces el joven estaba encima de ella y podía solo preocuparse en gozar y buscar su placer. Para la segunda vez tenía que darle gozo y placer a su hermana mayor estando encima. Si la hermana mayor consideraba que estaba listo, ¡podía desflorar a la menor!, de lo contrario solo pajas con ella y penetraciones con la mayor encima o debajo de él. Si ella daba el permiso, el joven le preguntaba a ella si quería y cuando ella decía:

-¡Hazme tú mujer!-

El joven y ella podían estar los dos solos si querían o con su hermana mayor guiándolos y supervisándolos. La hermana menor podía ser desflorada como mejor lo quisiera, con él arriba o debajo de ella. A partir de entonces el joven podía penetrar a sus hermanas de las dos formas que sabíamos en esa época y estar con otras chicas del Ghutol con las que quisiera para aprender más, practicar más o simplemente por su deseo y querer gozar. Sus hermanas estaban también en igual libertad. Nadie podía ser celoso o posesivo con nadie en la época en que viven en el Ghutol. Todos son hermanos y hermanas.

Los 5 años que habían pasado habían sido en verdad difíciles. Habíamos que tenido que volver a vivir como nuestros antepasados en chozas de barro y ramas. Untarnos de grasa de animales la piel para conservar y retener el calor que se escapaban de nuestras ropas harapientas y desgastadas. Muchos niños o mujeres o los dos murieron durante el tiempo en que hubo embarazos no deseados, ni planificados. Las embarazadas estaban muy mal alimentadas y todo el mundo tenía que hacer trabajos pesados sin excepciones. No había mujeres adultas, ni abuelas, que eran las encargadas de ser parteras y a nuestras hermanas mayores les toco aprender sobre la marcha. Pero ya volvíamos a tener Yurtas de pieles otra vez donde guarecernos y mejores ropas. A comer mejor. Ya conocíamos mejor nuestro entorno y el ser organizados, disciplinados y planificar para el futuro ya estaba dando frutos

El día para empezar a engendrar nueva vida para la comunidad había sido fijado. Los hombres y las mujeres se preparaban comiendo lo más saludable que se pudiera, haciendo mucho ejercicio y sudando mucho. Con celibato y abstinencia total días o hasta meses antes para acumular mucha agua y fuego en su interior. A cada hombre le tocaba d mujeres cada uno y en lo posible querían dejarlas a todas preñadas en la misma noche. Las mujeres querían volver a ser mujeres, sentirse femeninas y hermosas de nuevo. Oler bien y verse bien.

Mientras más se goce y se disfrute más querrá la madre a su hijo, mejor será su leche. En su vientre la carne y la sangre formaran seres fuertes y saludables. Las mujeres deben compartir el hombre que les ha tocado y ayudarlo a usar su vigor y su fuerza para que todos disfruten por igual por el bien del nuevo ser. Sin prisas mezclar el agua y el fuego para que la semilla del hombre encuentre el huerto de la mujer fértil. Ellas ya se han puesto de acuerdo y esperan al hombre que vendrá a preñarlas con alegría y que las convertirá en hermanas de carne y sangre. El hombre es un joven con apenas 20 años cumplidos. Ninguna mujer es mayor de 25 años, ni menor de 20.

Sin prisas hablan primero y pasan una velada agradable. Entre risas y juegos las mujeres sortean sus turnos. Con él hombre encima son fecundadas, con su conocimiento de agua y fuego aprovechan al máximo su vigor y su fuerza. Todas repiten más de una vez y el hombre se vacía en ellas muchas veces. El hombre descansa en el día para en la noche volver con una sola o con todas de nuevo por una luna completa. Todos los embarazos se llevan a buen término y muchas paren el mismo día o con poca diferencia exactamente cumplidos los 9 meses de la fiesta. Los niños nacen sanos y hermosos.

El campamento se había mudado de nuevo y nadie era mayor a 40 años. Entonces un animal nunca visto llego. No le tenía miedo al hombre y más bien buscaba su compañía, descaradamente se metía en las Yurtas balando. Era un cordero. Entonces quienes hacían guardia trajeron un hijo pequeño desnudo que tenía otro animal nunca visto. Era como un lobo, pero este animal obedecía al joven que hablaba en una lengua extraña. El perro nos gruñía amenazadoramente y eran las palabras del joven lo que lo calmaba. Tanto él animal como el muchacho estaban visiblemente asustados. El joven se alegró de ver al cordero. Nadie hablaba la lengua del joven, pero con mímica y buena voluntad se supo que el joven vivía cerca de allí. Con una escolta y con regalos fue regresado con su gente sin que ninguno, (el cordero, el perro y el joven) hubiera sufrido daño o maltrato.

Los pastores venían a esa tierra en primavera y se quedaban hasta finales de verano. En otoño regresaban a su tierra al sur con sus rebaños para no tener que soportar el duro invierno. Vivian en tiendas cónicas de pieles muy primitivas e inferiores a nuestras Yurtas. Nuestro pueblo hizo amistad y alianza con ellos. Así tuvimos perros, cabras y ovejas. Ellos no sembraban, ni sabían nada sobre eso. Pero conocían mucho mejor que nosotros que frutos y vegetales eran buenos para comer en esa zona y sus propiedades medicinales. Tenían también arcos y flechas, hondas, para cazar y defenderse de sus enemigos. Nosotros las añadimos a nuestro arsenal de armas.

Esta gente prefiere andar por completo desnudas a pesar de tener cueros y lanas para hacer sus ropas. Para nosotros no tiene ninguna importancia quien nace primero del vientre de una mujer, porque siempre tenemos hermanos mayores que nos cuidan, de nuestra edad o menores a quien cuidar por nuestra forma de vida. Tampoco damos mucha importancia quien es el padre o la madre de un niño y en sí todos los adultos y los ancianos de la comunidad son nuestros padres y nuestras madres. La comunidad es lo más importante y la familia en sí esta diluida y absorbida en ella hasta el punto de no existir.

Para los pastores es todo lo contario. El hijo primogénito es el más importante y lo demás hijos deben servirlo y seguirlo como líder si es hombre. Si es mujer es la que se encarga de cuidar y honrar a los padres en su ancianidad. En lo posible el hijo primogénito se casa con una hija primogénita o quien le sigue para sellar alianzas entre familias y es muy importante que quede claro fuera de toda duda quien es hijo de quien. Los pastores dependen por completo de sus rebaños y ellos se los llevan evitando los tiempos de invierno, sequia o de tormenta que saben que son periódicos en determinados sitios o porque necesitan dejar que los pastizales se renueven.

El hombre es el amo y la mujer una propiedad que habla. La mujer tiene que llegar con su cortina de agua de niña intacta para el momento de su matrimonio. Con eso es prueba más que suficiente de que el primogénito es hijo de su marido. A partir de allí el marido puede ofrecerla a otros hombres como señal de hospitalidad, si quiere sacarle cría para sellar una alianza con otro hombre o para mejorar la estirpe familiar. En todo caso la mujer es su propiedad y todos sus hijos son suyos aunque los otros sean de otros hombres. Si resulta que el hombre es estéril, uno de sus hermanos o un familiar cercano de reconocida fertilidad puede preñar a su esposa y así tener el preciado hijo o hija primogénita de su carne y sangre que lo cuidara y dará amparo en su ancianidad. Todos los hombres tienen una y solo una esposa, pero si tienen los medios para mantenerla, 2 o hasta 4. Pero las tiene que tener a cada una con su propio hogar aparte. Si muere antes que su mujer, está queda bajo el amparo y la protección de la familia con sus hijos. Pero como propiedad familiar que se puede cambiar o vender con otras familias.

Si la que es estéril es la mujer, el hombre la puede regresar con su familia o quedarse de todas formas con ella para su gozo y deleite personal o para sus huéspedes o para los miembros jóvenes de la familia. Si su barrera de agua se rompe antes de estar casada, así sea por accidente, la mujer es apedreada hasta morir. Por eso la mujer no siente ningún tipo de pudor o vergüenza de enseñar siempre que sea requerido que es virgen tanto a su familia como a extraños. Sus costumbres en verdad que eran bien diferentes a las nuestras y nos chocaban. Pero en general las relaciones eran cordiales y mutuamente beneficiosas. Ellos no se quedaban mucho tiempo y antes de que llegara el invierno siempre se iban con nuestros regalos y nosotros nos quedábamos con los suyos.

Son gente muy alegre. Nosotros no sabíamos bailar y para hacer música cantamos y batimos las palmas. Ellos tienen tambores, pitos y flautas. Hombres y mujeres bailan en parejas haciendo círculos, rozándose y tocándose. Nosotros usamos todo el tiempo ropa fuera de nuestras Yurtas, excepto en verano que por el calor preferimos andar desnudos. A los hombres hay que enseñarles mucho autocontrol por qué tener erecciones delante de otra persona se considera grosero y de muy mala educación. Nuestros hombres jamás bailan con las pastoras en verano o sin tener la ropa puesta. Hasta nuestras mujeres optan por hacer lo mismo porque es muy obvio que se excitan mucho después de bailar con los pastores.

Hasta en mezclar el agua y el fuego han demostrado ser muy superiores y sus mujeres mucho más zorras, lujuriosas, promiscuas, sinvergüenzas y astutas que las nuestras. Sobre todo en la época que son solteras y tienen el peligro de morir apedreadas si no son vírgenes. Las mujeres parecen sumisas, obedientes y calladas delante de extraños, pero cuando están en amistad y confianza con nuestras mujeres se muestran de verdad como son. Entre risas dicen que a la que apedrean siempre es a la que es tonta y estúpida. Que algunas no han llegado vírgenes a sus maridos y que tienen miles de formas de engañarlos para que crean lo contrario. Con todo ellas consideran ir con su cortina de agua de niña intacta en un matrimonio ventajoso como el supremo arte de ser mujer.

Con ellas nuestro pueblo aprendió a hablar con gracia e ingenio. También el juego de sonrisas, insinuaciones y miradas de una mujer. Aprendimos con ellas a besar en la boca y a mamar de sus pechos para darles placer. En caricias, sexo oral, sexo sin penetración y en hacer pajas demostraron también que eran muy superiores a nosotros. Finalmente con ellas descubrimos el sexo anal. Ellas prácticamente hacen lo mismo que nuestro pueblo de tener una que sabe que va enseñando a un chico y a una chica que no saben, pero lo hacen en forma discreta, sutil, oculta y clandestina. También de forma mucho más divertida y emocionante para sus hermanos de agua y fuego. No fuiste joven y no viviste la vida si no tuviste una hermana, prima o amiga adolescente que te haya iniciado en el amor a escondidas de los adultos y que luego te haya buscado una más joven o de tu edad para que le desvirgaras el culito bajo su lasciva guía y lujuriosa supervisión.

A veces son sorprendidos, pero si el himen de las chicas continúa intacto, solo son castigados con unos buenos azotes… ¡más que nada por dejarse atrapar y no hacer las cosas bien! Los adultos en verdad se ríen y hacen de la vista gorda o descaradamente alcahuetean a los jóvenes. Ellas saben de hierbas y brebajes anticonceptivos para antes o después de tener relaciones, hacen condones con tripas de cabras, pero prefieren y les gusta por encima de todo que les metan una buena verga por el culo. El hombre que habla con gracia, besa bien y por encima de todo sepa culear bien es él que tiene su rebaño de hembras siempre dispuestas para tener sexo con él cuando quiera y le apetezca.

Las mujeres sin embargo no tienen voz, ni voto, ni derechos en nada… formalmente y directamente. Como hija, esposa, hermana, madre, amante, pariente o amiga puede influir en los hombres, siempre y cuando sea prudente, discreta y no se note. Los hombres pierden mucho respeto y prestigio si es muy evidente que los manipula una mujer o que está influye en ellos en forma notoriamente clara. De todas formas cualquier problema o desavenencias que nuestro pueblo tuvo con los pastores de cabras nuestras mujeres primero lo hablaron con sus mujeres y después se encontró una solución satisfactoria para ambas partes. Como ellos dicen: "Es mejor hablar, que no hablarse… No hablarse, que insultarse… Insultarse que golpearse… golpearse que matarse… matar que dejarse matar"

Ellos en sí no son guerreros y en las pocas veces que entablan batalla solo se dan de garrotazos, se insultan y en el momento en que tienen los muertos es que desisten de continuar. Los muertos los pagan; sin importar el bando, si ganaron o perdieron la batalla; con regalos a la familia en cabras, mujeres, comida y mercancías. Las pocas veces que entablamos batallas contra ellos siempre ganábamos porque éramos mucho más disciplinados y organizados. Usando e imitando lo que sabíamos de los devoradores de hombres en el manejo de las armas, protegidos con armaduras y escudos de cuero, peleando unidos en formación. Incluso con nuestras mujeres usando ropa de hombres, con el rostro cubierto, para hacerles creer que éramos muchos más de lo que éramos en realidad. Hasta ellas peleaban mucho mejor que ellos cuerpo a cuerpo y un disciplinado batallón completo de mujeres podían vencer con mucha facilidad (protegidas con sus escudos y armaduras, con sus lanzas y hachas de piedra, con sus máscaras y ropas que ocultan de que en realidad son solo mujeres) a un montón de hombres desnudos que solo tienen como armas un garrote cada uno y atacan sin un plan, sin orden, ni disciplina, ni línea de mando claro.

Para nosotros ganar una guerra con ellos solo bastaba con desarmarlos, tomarlos como prisioneros y negociar un rescate con sus familias y el fin de las hostilidades. De haber muertos de su lado, los pagábamos con nuestras cabras, comida y mercancías. De tener muertos de nuestro lado nunca lo admitíamos, para dar la ilusión de que éramos invencibles en batalla. Siempre peleábamos con nuestras armaduras, con ropas y máscaras que ocultaran tanto nuestros rostros como la forma del cuerpo. A las mujeres las dejábamos en la retaguardia y peleaban de verdad si atacaban nuestro campamento donde ellas protegían a los niños y cuidaban a nuestros heridos. Como siempre íbamos con el rostro cubierto en tiempos de guerra y descubierto en tiempos de paz los pastores nos llamaban en la guerra "gente sin rostro" y creían que las máscaras que usábamos tenían magia.

Las causas de las guerras con los pastores eran más que nada porque sus animales se metían en nuestros huertos y cultivos, porque nosotros poníamos cercas para tener nuestros animales controlados y les cortábamos el paso a los pastizales a los suyos sin querer, por el control de una fuente de agua potable, porque uno de nuestros chicos "jugando" accidentalmente desvirgaba a una de sus chicas (de las tontas y estúpidas) y está nos pedía quedarse con nosotros para que su gente no la matara, o porque uno de sus chicos maltrataba a una de nuestras chicas o la insultaba porque no era virgen y ella ni se avergonzaba o le pedía perdón por eso, etc.

Nosotros éramos muy pocos. Ellos eran mucho más que nosotros y de pelear en serio con sus hondas, arcos y flechas. Sitiarnos y quemar nuestros cultivos, matar nuestros animales. Armar emboscadas bien hechas, ¡Nos podían causar mucho daño! Así que no éramos arrogantes, ni orgullosos, ni insensatos a la hora de negociar la paz. Los pastores de todas formas tampoco les gustaban llegar a esos extremos y preferían mil veces ser malos soldados y malos guerreros, pagar los muertos de lado y lado, que tener campos de batalla cubiertos de muertos y estar estancados en guerras por años. De todas formas en el otoño se irían antes de que empezara el invierno a sus tierras del sur y preferían regresar el próximo año con amigos y aliados esperándolos con regalos que con unos enemigos.

Las guerras con ellos nunca se llegaron a prolongar a más de un mes, eran simples escaramuzas sin importancia y en el momento en que conseguíamos desarmarlos y capturarlos como prisioneros era el fin de la guerra. En todo caso ellos nunca eran un frente unido y la guerra era en realidad entre facciones o contra una familia en concreto. La familia y los lazos de sangre era lo más importante para ellos. Lo que daba legitimidad y poder a sus jefes. En la medida que la familia sea grande, unida y fuerte mayor será su peso en sus comunidades a la hora en que se toman decisiones. Las alianzas familiares son las que crean a la comunidad y está dura o se disuelve, crece o mengua, se debilita o se fortalece en función de ellas. Los primogénitos de ambos sexos son educados aparte y a fondo. Los hombres para cumplir el rol de líderes, administradores y gerentes de su gente y de los recursos familiares. Las mujeres como medio para sellar alianzas y pactos entre familias. Los demás solo los obedecen, son fichas y peones en los juegos de poder de las familias.

Con nosotros es diferente. El que sabía y tenía un talento especial en algo era obedecido en esa área. Nuestros jefes necesitaban el apoyo y la asesoría de nuestros mayores y de la gente que sabe para tener legitimidad. La confianza y el respeto de la gente que tenía más o menos su edad. Nunca nos han gustado los jefes déspotas y autoritarios. La gente en realidad hace lo que le place y lo que quiere. Los jefes solo orientan, guían, median y arbitran entre los demás. Hablan por la comunidad y por encima de todo escuchan a todos. Cuando llega el momento deja que su lugar lo tome alguien más joven y capaz y luego solo se dedica a asesorar y aconsejar. Para nosotros la habilidad y el talento que tenemos para algo, la edad que tenemos, la confianza y el respeto que la gente nos tenga va a ser el grado de poder que tengamos y el nivel de jerarquía en que vamos a estar en la comunidad. Nuestra lealtad individual está con la comunidad y siempre buscaremos lo que la haga fuerte y unida.

En todo caso el no tener caballos, ni animales de tiro es en sí una de las razones por las cuales tenemos ambos pueblos mayor libertad sexual que otros. En primer lugar es mejor ofrecer a unos hombres desconocidos y que llevan mucho tiempo vagando solos a tu mujer, tus hermanas y tus hijas para que se diviertan y se relajen a que ellos te las quiten a la fuerza. No solo eso, enriquecen tu sangre si de esas relaciones ellas se quedan preñadas y tienen hijos de ellos. Muchos pueblos sucumben por la endogamia si solo se cruzan entre ellos o solo con la gente que tienen cerca. El viajar de un punto a otro toma muchas generaciones y un hombre que viene de una tierra muy lejana renueva tu sangre con su semilla. En todo caso en el momento que los hombres aceptan tu hospitalidad se comprometen a ayudarte en tus tareas, a obedecerte y a respetarte, a luchar contra tus enemigos.

Con el tiempo y casi sin darnos cuenta ambos pueblos se fueron fusionando. En todo caso nosotros nos impusimos y fuimos la parte dominante, pero mucho de la forma de ser de los pueblos pastores se conservó y nos enriqueció. Cuando vivimos en comunidad somos Kurghán, pero en la vida familiar somos como los pastores de cabras y ovejas. Poco a poco fuimos olvidando la venganza en cada nueva generación y nuestro pueblo se iba fortaleciendo y creciendo. La lengua y el Ghutol cobraban mucho más importancia y era ya un rasgo por completo distintivo nuestro. Nuestras mujeres eran mucho más libres e inteligentes que otras mujeres de otros pueblos, que eran oprimidas y silenciadas por sus propios hombres en sociedades que se hacían más machistas y patriarcales.

El cultivo de cereales fue una verdadera revolución. Los cereales se pueden almacenar y conservar por años. Lo que te permite tener alimento de sobra tanto para tu gente como para intercambiar por otras cosas que necesitas con otros pueblos. Te permite tener personas que se especialice en distintas áreas como las ciencias, el arte y el comercio. Pero con eso también viene la desigualdad entre los que tienen todo y los que no tienen nada. La guerra y los conflictos como lo resuelven sabiamente los pueblos pastores deja de ser practico. La guerra y los conflictos se institucionalizan y surge un profesional que se lucra y vive de la violencia y la muerte, ¡los guerreros! Al principio solo defienden a la gente, a las cosechas y a la tierra. Pero más tarde o más temprano se dan cuenta que pueden tener todo y la guerra como medio para tener la paz se convierte en un fin en sí misma.

A pesar de tener cabras y ovejas, conocer la agricultura, no nos podíamos comparar en poder y riqueza con las aldeas de casas de piedra que iban surgiendo. Nosotros no teníamos cereales, ni lo sabíamos cultivar. Nuestros granos, raíces, frutos secos, legumbres, hortalizas, carnes y pescados eran recolectados y conservados para el invierno inmediato que puntualmente llegaba todos los años. Antes de conocer a los pastores la carne era lo que menos se comía y solo la conseguíamos por medio de la caza y la pesca. Se consumía muy poco y la mayor parte era ahumada y conservada para los meses de invierno. Lo mismo con las cosechas. Con la cría de animales nuestra dieta mejoro y ya podíamos tener carne fresca en invierno. Pero también necesitábamos tener forraje para ellos guardado y almacenado. Una mala cosecha o una plaga en los rebaños era el desastre para todos nosotros.

La comida que se almacenaba solo duraba lo suficiente para pasar el invierno. Si la tierra necesitaba descansar nos mudábamos a otra tierra para quedarnos allí por un tiempo bastante más prolongado ahora que teníamos la cría de ovejas y cabras como complemento de la agricultura. Había más campamentos y para nosotros lo mejor era tener una población baja, tanto de personas como animales para no agotar los recursos tan rápidos, y muy dispersa los campamentos unos de otros. Si íbamos a ser pocos era necesario que solo fueran los mejores y los más fuertes los que dejaran descendencia. Eso por supuesto que era la tarea de las mujeres y lo mismo que era bueno para la siembra y la cría de animales era buena para la gente.

Nosotros no nos casamos y en realidad los hijos son responsabilidad y propiedad de la mujer. El hombre se queda con ella y le ayuda, pero ella tiene la última palabra. Hombres y mujeres se quedan juntos por que quieren estar juntos. No importa si la mujer tiene hijos de otros hombres o que el hombre preñe a otras mujeres. Lo importante es que la nueva generación sea sana, unida y que sepa trabajar en armonía. El hombre y la mujer está mucho más apegado a su madre y a sus hermanas y hermanos de vientre, le siguen sus familiares de carne y sangre, por último los adultos y los niños con quienes ha vivido a lo largo de su vida. Con todo y eso, como los pastores, al hijo o la hija primogénita de cada mujer se le da una educación aparte, muchos privilegios tanto como muchas responsabilidades y deberes. Ellos son los que se encargan del cuidado de los ancianos y mantener la familia con lazos de carne y sangre unida.

Los hijos nacidos del vientre de una mujer e hijos del mismo padre son hermanos de carne y sangre. Los hijos de una misma mujer, pero de padres distinto son hermanos de carne. Los hijos de distintas mujeres, pero que tienen el mismo padre son hermanos de sangre. Nuestras mujeres no son promiscuas, si tienen un hijo es bien claro de que hombre es y qué relación tiene con ella. Si es solo un amigo, un enamorado, un amante, su esposo (prácticamente) es algo que todo el mundo sabe y que ella no esconde. Si ella decide ser de un solo hombre, tener hijos solo con él y acostarse solo con él, ¡Nada, ni nadie se lo impide! Con los hombres es igual… solo que si la mujer lo corre de su Yurta se tiene que ir.

El mundo estaba cambiando y los pueblos que venían ya no eran tan pacíficos como los pastores de cabras. Eran mucho más violentos y salvajes. Nos tocó luchar contra ellos, pero nuestras gentes vencían porque estábamos siempre mucho mejor preparados y organizados. Nuestras tácticas y disciplina nos estaban haciendo famosos y éramos conocidos como los "Sin rostro". Nuestro pueblo entonces entro en contacto con las aldeas de piedra y estas nos fascinaron con su riqueza y esplendor. Ya no tenían jefes, si no reyes que vivían con todo lujo y boato. Al principio nos encandilamos y creíamos que en verdad uniéndonos a esos pueblos seriamos felices. Pero los más viejos se dieron cuenta de la podredumbre que ocultaban. El lujo y esplendor de sus reyezuelos era a costa del hambre y la miseria del pueblo. Los pueblos salvajes y primitivos que nos habían invadido y con quienes habíamos luchado habían sido expulsados de sus tierras para tener más terrenos de cultivo para los cereales, más pastizales para las ovejas y las cabras. La gran mayoría había sido esclavizada y los que pudieron escapar en su hambre y desesperación nos atacaron para hacernos lo mismo que les habían hecho a ellos.

Está gente ambicionaba la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nuestras cabezas para sus cultivos y sus rebaños. Para esclavizarnos y usarnos como soldados contra otros pueblos. Nosotros solo tomamos nuestras cosas y nos fuimos al este lejos de ellos en un gran éxodo. De ellos aprendimos a hacer queso y yogurt, el cultivo de algunos cereales como el trigo, la avena y la cebada. Pero no quisimos nada más. Solo queríamos vivir en nuestras Yurtas tranquilos y en paz. Fue en el Este donde encontramos al caballo y lo domesticamos. Al principio solo era para aprovechar su carne, luego vimos lo útil que era para llevar cargas pesadas y por ultimo lo convertimos en montura. Entonces nuestro pueblo se convirtió en el amo y señor de las estepas en tan solo tres generaciones. Nos hicimos tan numerosos como las estrellas en el cielo.

Sin embargo habíamos olvidado por completo la venganza. Todo ese tiempo no había pasado en vano para los devoradores de hombres. Ellos aparecieron mucho más fuertes y numerosos que antes. Con hachas, lanzas y espadas de bronce. Con escudos, cascos y armaduras de escamas de bronce. Una infantería pesada imbatible y temible que aplastaba todo a su paso. Nosotros solo habíamos copiado e imitado lo mejor que pudimos sus formaciones de combate y sus estrategias guerreras, pero todo eso era por completo obsoleto. Los nuevos devoradores de hombres habían totalmente superado a sus antepasados en todo. Si esa gente casi nos llevó al exterminio con solo primitivas armas de bronce, armaduras de cuero duro y escudos de madera… Con solo la capacidad de movilizar solo unos cientos de hombres y como máximo dos mil… ¡Estábamos seguros que seriamos aniquilados por completo ahora que estaban muchos mejor armados y podían movilizar a miles en disciplinados ejércitos de hasta cinco mil hombres!

En esa época montábamos los caballos sin brida y sin silla. Solo teníamos nuestras armas de madera, piedra y hueso. Hondas, arcos y flechas. Nuestros perros, nuestras ovejas y cabras. Nuestros huertos y cultivos. En la estepa había grandes distancias entre un campamento y otro. Habían pasado muchos siglos y nosotros no teníamos en nuestro pecho la rabia y el enojo de nuestros antepasados. En serio pensamos que era posible vivir en paz con los devoradores de hombres o en el peor de los casos seguir huyendo de ellos.

Los devoradores de hombres fueron siempre las peores pesadillas que tuvimos en nuestra niñez al escuchar la historia de nuestras madres y abuelas. Hasta ahora eran solo rumores del oeste y decidimos enviar espías. En efecto nuestros enemigos habían cambiado para peor en su brutalidad y tiranía. Ahora eran una teocracia con sacerdotes eunucos que se cortaban los genitales como ofrenda a su dios, una piedra enorme parada en una punta. Estos hombres estaban cubiertos de cenizas de la cabeza a los pies y vestían sayales negros. Las mujeres, los esclavos y las tierras las acaparaban los jefes y estos los repartían entre sus seguidores. El primogénito varón de cada mujer era entregado a los sacerdotes a los 8 años para ser consagrado al servicio de su único dios. Los otros hijos eran entrenados para ser soldados a esa edad. Las mujeres al nacer eran sacrificadas al dios si eran primogénitas; las otras eran para dar placer y gozo a los soldados, para solo parir soldados y criarlos hasta los 8 años en los harenes.

Los eunucos eran los que sabían hacer el bronce. Eran brujos y magos temidos. Los que le seguían eran la casta de guerreros que hacían la guerra y preñaban mujeres para tener soldados. Mientras el joven soldado no hubiera entrado en combate debía guardar un riguroso celibato y estaba en el nivel más bajo. En el momento en que mataba a su primer enemigo podía ir al harem de los jefes, agarrar a una prisionera o a una esclava por los cabellos y violarla a placer. Entonces ya era un hombre. En la medida que demostraba su valor y disciplina en batalla podía violar prisioneras y esclavas, hacer el amor con mujeres criadas y entrenadas solo para dar placer y gozo o preñarlas para que su jefe tuviera más soldados como él o conservarlas para él con tierras y esclavos. Cuando ya tenía su propio harem, tierras y esclavos era ya un jefe. Si moría en batalla todo lo que tenía se lo daban como premio a otro soldado que se hubiera destacado.

Los harenes eran auténticos gallineros en donde imperaba la ley del picoteo. En que la que estaba arriba picoteaba al que estaba por debajo de ella. Las viejas y secas eran quienes imponían el orden. Las mujeres que parían más varones eran las que tenían mejor status y aprecio. Le seguían las madres y hermanas del soldado. Si este era valiente en combate, leal a su jefe y muy fuerte eran tratadas con la mayor de las consideraciones y eran emparejadas con soldados que debían preñarlas con mucho mimo y cuidado. Si este mostraba por el contrario ser cobarde o desleal, las maltrataban. Las había muy hermosas que eran las favoritas por un tiempo hasta que se pusiera fea y vieja o viniera otra más joven y bonita. Si era hábil e inteligente antes de pasar eso había parido un montón de varones que eran valientes soldados y muy bellas hijas que el jefe podía usar como premio e incentivo para sus soldados. Las de más bajo rango eran las prisioneras y esclavas.

Los esclavos eran los que sembraban y criaban animales. Cualquier soldado podía acostarse con la mujer, las hijas o las hermanas del esclavo en el momento que quisiera. Era cruelmente vejado y castigado si oponía resistencia. Las rebeliones de esclavos eran frecuentes, pero eran aplastadas siempre sin piedad. Los esclavos solo usaban herramientas de piedra, madera y hueso mientras sus amos guardaban para ellos sus armas y herramientas de bronce. Con el tiempo solo ahogaban sus frustraciones con alcohol y golpeando a sus mujeres.

El momento inevitable en que nos volvimos a enfrentar a nuestros antiguos enemigos había llegado. Los enfrentamos con nuestras lanzas y hachas de piedra, con nuestras hondas, arcos y flechas. Protegidos solo con armaduras y escudos de cuero endurecido. Con cada hombre mayor de 15 años que pudiera pelear… y fuimos por completo barridos, aplastados y derrotados por nuestros enemigos. Sus armas eran sencillamente superiores y no pudimos hacer absolutamente nada contra ellos. Solo nos quedó morir para que nuestras mujeres, ancianos y niños pudieran escapar con nuestros caballos, ovejas, cabras y perros. Hasta el último lucho hasta morir y ninguno fue hecho prisionero. Solo los retrasamos lo suficiente para que nuestra gente se escapara, pero su ejército no fue dañado, ni tuvieron bajas importantes como esa vez que pelearon contra nuestros ancestros.

Los sobrevivientes se dividieron esta vez unos yendo al norte, a los bosques. Los otros más al este, a las llanuras. Los devoradores de hombres eran muy lentos y no tenían interés en perseguirnos. Estábamos como al principio con más mujeres que hombres, así que volvimos a usar el viejo truco de que nuestras mujeres se vistieran con ropas holgadas y se taparan la cara con una máscara para aparentar que teníamos suficientes hombres armados para defendernos. Habíamos hablado y acordado que esta vez no cometeríamos el error de dejar que nuestros enemigos se fortalecieran más. De ahora en adelante, aunque nos tomara varias generaciones más, buscaríamos la forma de destruirlos por completo.

Esta vez éramos muchos y aunque la desproporción de las mujeres era mucho mayor, de 20 a 1, ¡sabíamos que hacer! En las llanuras nuestro pueblo se estableció. Había muchos caballos, pero los otros habitantes de las llanuras eran muy primitivos y solo se contentaban con cazarlos para comérselos. También encontramos vacas y toros, que pudimos domesticar. Nos mezclamos con los habitantes de las llanuras y aprendimos de ellos todo aquello que nos pudo ser útil. Esta vez no nos confiamos y periódicamente mandábamos espías a los devoradores de hombres para estar al tanto de lo que ocurría con ellos.

En el norte, en los bosques, nuestra gente no tuvo tanta suerte. No estábamos preparados y cuando el invierno vino murieron hasta un tercio de los sobrevivientes. Eran parajes por completo desolados y no había ni un alma aparte de nosotros. La tierra era muy pobre y nuestros rebaños y caballos se convirtieron en un estorbo más que en una ayuda. Al final nos los comimos. Solo los perros fueron en verdad útiles y gracias a ellos pudimos sobrevivir. El único animal que se pudo domesticar con éxito en esa tierra inhóspita fue el reno. Tuvimos que reducir drásticamente los campamentos a uno por familia para explotar mejor los recursos y construir un asentamiento fijo de piedra donde almacenar comida para ir todos en el invierno. Allí dejábamos a nuestros ancianos y funcionaba el Ghutol de los jóvenes.

En el norte no había más personas y estábamos muy diezmados. Las muertes por el invierno disminuyo nuestro número e incremento la desproporción entre mujeres y hombres de 30 a 1. No quisimos sacrificar a nuestros ancianos, ni a nuestros niños nacidos como habían hecho anteriormente nuestros antepasados. A partir de esos días hacíamos el sacrificio de invierno. Una mujer en una sentada era penetrada por turnos por 20 hombres jóvenes. Luego un hombre preñaba a 20 mujeres él solo en una noche. Si una mujer se acuesta con 20 hombres solo uno la preñara, pero si un hombre puede eyacular en 20 mujeres, ¡las podrá preñar a todas! El sacrificio de invierno era un compromiso sagrado de nuestro pueblo de sobrevivir y destruir a nuestros enemigos para el descanso eterno de aquellos que murieron sin que sus cenizas fueran bebidas. El 20 significaba el infinito y la eternidad.

Nuestros espías nos informaban que nuestros enemigos estaban entretenidos conquistando y saqueando a las aldeas con casas de piedra. Su infantería pesada era lenta, muy lenta, a la hora de movilizarse pero era invencible en batalla, sin ningún punto débil que se pudiera aprovechar. Las piedras tiradas con hondas y las flechas solo eran un fastidio para ellos. Con poner sus pesados y gigantescos escudos como techos y como muros las neutralizaban y avanzaban. Si íbamos a volver a pelear con ellos necesitábamos armas de bronce para tener aunque sea una oportunidad de ganar.

En el norte, en los bosques, la vida volvía a ser apacible. Las mujeres por la desproporción que había vigilaban y patrullaban la frontera con nuestros enemigos. Cazaban algunas y otras cultivaban los huertos. Había unas gemelas muy hermosas que recién cumplían 20 años. Eran idénticas y les gustaba embromar a todo el mundo haciéndose pasar una por otra. Era verano y una de ellas se bañaba en un rio mientras la otra estaba cerca recogiendo leña. La joven en el rio fue encontrada por cinco devoradores de hombres. La pobrecita fue violada por ellos y está prefirió morir que ser llevada prisionera tragándose un veneno que siempre llevamos con nosotros para evitar ser capturados. Los hombres solo la abandonaron y se fueron.

Entonces la hermana al regresar la encontró muerta. Presa de una gran furia se fue corriendo detrás de los violadores de su hermana con su armadura de cuero y su hacha de piedra y el rostro totalmente descubierto. Los hombres al verla se quedaron petrificados de terror. Ellas los mato a todos con suma facilidad. No se defendieron siquiera y el hacha de piedra les aplasto la cabeza a todos. Fue la primera victoria que tuvimos, que aunque modesta e insignificante, demostró que nuestros enemigos eran hombres que podían morir. Ella les quito sus armas y armaduras, escondió los cadáveres. Se llevó su botín de guerra a su base y luego fue con otras de sus compañeras a buscar a su hermana muerta para la ceremonia fúnebre de beber sus cenizas.

Los hombres no se defendieron creyendo que la hermana era el fantasma de la mujer que habían violado. Las armaduras de bronce eran en verdad pesadas y muy calurosas en esa época del año. Por eso los hombres no tenían puestos sus cascos y las llevaban con mucho descuido. Sus hachas, espadas, cuchillos, lanzas eran en verdad pesados. Ellos no tenían perros. Ni usaban hondas, ni arcos y flechas por considerar esas armas como ineficaces, poco prácticas, de cobardes y de gente primitiva. Fue así como a los del norte se les ocurrió la estrategia de pegar, correr y esconderse. De hostigar al enemigo continuamente sin darle descanso y el usar el terror como arma contra ellos.

De ahora en adelante no ocultarían que eran mujeres por que para el enemigo era mucho más humillante y desmoralizante ser derrotados por ellas que por hombres. Usarían ropa cómoda y armaduras de cuero iguales que les permitiera mucha libertad de movimientos, que mostraría de forma clara que eran mujeres. Las máscaras y los nuevos uniformes serian iguales, todas las mujeres sin rostro debían ser como gotas de agua idénticas una de otra. La nueva estrategia se basaba más que nada en el engaño, confundir al enemigo y cazarlo a la manera antigua de nuestros antepasados como venados.

Si son pocas, hacer parecer que son muchas. Si son muchas, hacer creer que son pocas. Si son dos, que el enemigo crea siempre que es una sola. Cuando sean tres, una es la carnada, otra la cazadora y la tercera vigila. Cuando son cuatro, armen una emboscada para uno de los devoradores de hombres, rodéenlo y mátenlo con sus lanzas, con sus flechas. Siempre sepárenlos del grupo principal. Hagan que rompan sus formaciones. Siempre confúndalos. Nunca los enfrenten directamente, cuerpo a cuerpo, uno contra uno. En los bosques la estrategia funcionaba a la perfección. Aunque en realidad no se le hacía gran daño a su ejército, conseguíamos armas de bronce con cada enemigo muerto.

Otra de las estrategias era llevarlos a trampas y emboscadas. Una era la carnada, se dejaba ver y corría perseguida por un grupo de hombres con pesadas armaduras. En un punto se escondía y otra mujer tomaba su lugar. El grupo de guerreros la perseguía siempre creyendo que era la misma. Después de repetir varias veces el truco los llevaban a un punto en donde eran rodeados y matados a punto de piedras lanzadas con hondas y flechas. Con sus armaduras y escudos podían aguantar un poco, pero el mismo peso de toda su parafernalia de bronce y la persecución los tenían ya muy debilitados. En última instancia las mujeres los podían matar a garrotazos, con sus lanzas y con sus hachas de piedra. Si todavía quedaba uno vivo, era llevado prisionero a la base donde era atado y acostado boca arriba y sentenciado a muerte por "Snu-Snu". Nuestra mujeres lo violaban cabalgándolo, muchas con la clara intención de quedar preñadas de él, las demás por puro sadismo y crueldad. Seguían encima del prisionero por horas y hasta días con una larga cola de mujeres con ganas de montar y hasta repetir más de una vez. El hombre moría con la cadera rota y aplastada.

De todas formas en el norte las mujeres estaban muy conscientes que los fuertes y asentamientos que los devoradores de hombres tenían en sus bosques había que tomarlos y destruirlos. Durante todo el año solo hostigaban sin dar la cara y espantaban la caza en la zona, les envenenaban sus fuentes y pozos de agua, destruían durante la noche sus cultivos. Los mantenían aislados y encerrados en sus fuertes. Con el calor del verano eran mucho más atrevidas y audaces. Salían por completo desnudas a insultarlos y a desafiarlos mientras un destacamento detrás de ellas les tiraba a los hombres piedras con sus hondas y flechas con sus arcos. En el momento en que los hombres salían todas ellas corrían a esconderse.

Los hombres rodeaban el fuerte, pero no se atrevían a entrar a los bosques. Entonces las mujeres se reían a carcajadas y gritaban burlas e insultos desde sus escondites por turnos, en todas direcciones. Algunas tiraban flechas en forma solitaria y certera desde su escondite hiriendo o matando alguno. Los hombres se ponían en formación haciendo muro y techo con sus escudos. Las mujeres solo volvían a reírse, a insultarlos y a provocarlos. Esto lo hacían siempre en las horas y en los días de más calor o cuando llovía torrencialmente. Bajo esas condiciones la armadura de bronce y los cascos que hacían invencibles a los devoradores de hombres era un suplicio tenerlos puestos para ellos.

Siempre nos veían cuando queríamos y era nuestra intención que supiera que solo éramos mujeres, solo mujeres sin ayuda de ningún hombre, quienes los tenían con la espalda contra la pared. Los oficiales y capitanes callaban por vergüenza, se volvían contra sus propios hombres agobiándolos con castigos y con una severa disciplina absurda incrementada y seguida hasta el nivel del ridículo. Para soldados y oficiales era una situación humillante y en todo momento quisieron resolver el problema ellos solos y sin pedir ayuda o informar a sus superiores por no deshonrarse, ni perder prestigio. Finalmente la situación se hizo insostenible y tuvieron que pedir refuerzos, pertrechos y provisiones para pasar el invierno y para acabar de una buena vez con todos los malditos salvajes… sin especificar el sexo, ni el género.

En esos tiempos no existía la escritura y lo más que se le parecía era una tablilla de barro donde se llevaba la contabilidad. El mensaje era oral y lo tenía que llevar un mensajero y repetirlo. Varios mensajeros fueron capturados y mediante torturas le sacamos todo. En la tablilla de barro los puntos eran unidades y se repetían hasta el cuatro uno encima del otro. El cinco era un círculo (una mano) y los puntos encima había que sumarlos con 5 para todos los demás números hasta el nueve (la mano y los dedos de la otra). El 10 era dos círculos (los dedos de las dos manos) y una "X" era el numero 20 (los dedos de las dos manos y los dos pies) Era una matemática simple y rudimentaria, pero les permitía a los devoradores de hombres manejar, contabilizar y administrar sus grandes recursos mucho mejor que otros pueblos.

Nuestras mujeres enviaron a nuestros hombres con las armaduras de bronce y sus armas puestas con el mensaje. Estos se hicieron pasar por los mensajeros y repitieron el mensaje tal cual. Altivos y orgullosos las tropas de refuerzo iban en camino con los falsos mensajeros como guías. En un punto medio unas bellas mujeres esperaban a los soldados para su disfrute y gozo como acostumbra hacer un jefe rico y poderoso con sus nuevas tropas. Los falsos mensajeros solo dijeron que les habían mandado lo mejor de lo mejor del harem. La orgia y la bacanal fue en verdad monstruosa. En la comida y en la bebida había narcóticos. Al despertar los hombres se encontraron por completo desnudos, sin nada. Con todas las provisiones y pertrechos robados por nosotros y con los falsos mensajeros desaparecidos.

Como pudieron llegaron a los fuertes y asentamientos en esas fachas. Tanto uno como otros se llevaron una amarga sorpresa y una gran decepción. Las tropas de refuerzo pensaban encontrar un pueblo prospero con los salvajes convertidos en serviles esclavos industriosos. Con jefes generosos, dueños de tierras fértiles trabajadas por esclavos, de harenes llenos de lujuriosas y bellas hembras. Encontraron en vez de eso puras ruinas y hombres demacrados viviendo solos. Para los oficiales y soldados no solo no tenían las provisiones para pasar el invierno y ni más pertrechos para defenderse. Ahora tenían más bocas que alimentar en la tierra donde el invierno era el peor de todos. La proporción entre gente desarmada y la gente con armas era de 10 a 1 dentro de los fuertes y asentamientos. Las provisiones que tenían no iban a durar nada con el incremento de gente. Los que intentaban salir eran cazados y torturados a morir cerca para que se escucharan los gritos. Rodeábamos los campamentos enemigos con los prisioneros empalados y a la vista como arboles espeluznantes y para festín de cuervos. "El veneno, la mentira y la traición son armas de mujer" es un viejo dicho Kurghán.

Al finalizar el invierno, con los pertrechos y las provisiones robadas, se pudo armar un sitio en toda regla contra los enemigos. Nuestros hombres tenía puesto sus armaduras, sus escudos, lanzas y hachas de bronce. Rodeaban al enemigo y nuestras mujeres solo estaban en la retaguardia, siendo solo apoyo. Con todo era una mujer quien dirigía todo y había demostrado con hechos que era la mejor estratega y una buena líder. Nuestros hombres desde el día que habían nacido esperaban ese momento. Hasta ahora habían sido entrenados muy bien y endurecidos en los Ghutols. Ya los que tenían más de 20 años cumplidos habían dejado preñada a alguna chica que querían y apreciaban porque estaban dispuestos a destruir a nuestros enemigos o morir en el sitio. Con un árbol caído habían improvisado un ariete y arremetían contra la puerta. Los del fuerte les tiraban piedras y cascajos desde los muros, pero irónicamente sus escudos, cascos y armaduras protegían a los nuestros con su conocida maniobra de poner los escudos como techos. La puerta cayó y empezó la matanza. No quedo uno vivo. Ya eran cadáveres por el hambre y el frio que sufrieron durante el invierno. Todos los asentamientos y fuertes en los bosques del norte cayeron y fueron quemados y abandonados.

En las llanuras los jinetes también usaban la táctica de pegar, correr y esconderse. Pero sin el mismo éxito. Los del norte siempre se burlan de los de la estepa diciendo que el enemigo para reconocerlos en vez de mirarlos a la cara, ¡le miran la espalda! A pesar de tener caballos, los montábamos sin silla, ni brida. No eran prácticos en batalla contra una disciplinada infantería pesada bien entrenada. La estrategia siempre era huir de ellos y solo hostigarlos con nuestras flechas. Sin embargo los caballos nos daban velocidad, mayor agilidad y maniobrabilidad a nuestros batallones de caballería. El enemigo podía caminar y caminar buscando la batalla, nosotros solo los esperábamos descansados para luego huir a galope. Ellos no usaban flechas u hondas, ni ninguna arma arrojadiza por considerarla arma deshonrosa de cobardes. Así que a volver a caminar y a marchar en nuestra búsqueda. Nuestros campamentos estaban ocultos y dispersos a grandes distancias unos de otro, de ser necesarios los podíamos movilizar en cualquier momento. Nuestra intención fue siempre mantener a nuestros enemigos ocupados y lejos de ellos.

Los que querían arremeter contra el enemigo y tirarles el caballo encima eran ensartados en sus lanzas y no podían penetrar su muralla de escudos. En un bosque lleno de árboles la infantería no puede maniobrar bien, pero en terreno llano sí. No teníamos victorias gloriosas como en el norte, pero tampoco teníamos derrotas catastróficas y teníamos al enemigo estancado en sus fuertes y sus asentamientos, siempre a la defensiva. Les espantábamos la caza y quemábamos sus cultivos o simplemente les pasábamos encima con nuestra caballería. Robábamos sus cosechas, sus cabras y ovejas. Ellos nos odiaban y despreciaban. Decían que solo éramos maleantes y ladrones cobardes que montaban ciervos gigantes. A los perros los mataban en vez de aprovecharlos como nosotros para el pastoreo, rastrear la caza y avisar si venían extraños a los campamentos. Con nuestros perros detectábamos a sus espías y exploradores tanto en el norte como en nuestro territorio.

Tuvimos sin embargo una victoria aplastante, aunque de nuevo no fue tan espectacular como las que tuvieron la gente en el norte. Nosotros habíamos domesticado a algunas vacas y toros. Los nativos originales de las llanuras simplemente los cazaban y conocían sus movimientos migratorios. Un día nuestros enemigos enviaron un ejército impresionante en contra nuestra, pero esta vez no huimos y les presentamos cara. En un momento dado arremetimos y ellos pusieron su muro de escudos, sacaron las lanzas y adoptaron una formación de cuña. Nosotros retrocedimos y nos hicimos a un lado. Una estampida de más de un millar de bovinos salvajes arreados y dirigidos por pocos jinetes les paso encima y se los llevó por delante. Fue la primera y única vez que los derrotamos por completo y en forma contundente.

La venganza y la destrucción total del enemigo sin embargo no vinieron de nosotros. Sus sacerdotes eunucos estaban locos y sus delirios distorsionaban la percepción que tenían de la realidad. No eran dueños de la verdad, solos unos ignorantes que para ser sabios necesitaban que otros fueran más ignorantes y supersticiosos. Fuera del bronce, la matemática rudimentaria de sus tablillas de barro, no crearon, ni inventaron nada nuevo. Despreciaban a los pueblos que conquistaban. No tenían la humildad necesaria para aprender de otros cosas nuevas, ni la curiosidad de probar e intentar cosas nuevas.

Todo el conocimiento acumulado por sus antepasados se estancó y pervirtió. Ahora para ascender y ser considerado sabio y gran mago no necesitabas saber, ni perfeccionar la forma de hacer bronce; ni saber, ni perfeccionar las rudimentarias y primitivas matemáticas que hacían posible la administración y la contabilidad. Solo tenías que tener ataques de epilepsia, botar espuma por la boca y que todo el mundo creyera que eras un iluminado por quien el dios hablaba. Cualquier incoherencia, estupidez y sandez que dijeras era una verdad revelada del Dios. Dentro de la casta de los sacerdotes eunucos se multiplicaron las sectas locas apocalípticas que peleaban entre sí y que llevaban a los devoradores de hombres a la guerra civil.

Los grandes jefes se convirtieron en mercenarios, señores de la guerra. Sus harenes se volvieron repugnantes burdeles, prostíbulos. El orden semi feudal de lealtades se vino abajo y la anarquía, el caos se hizo total. Con nosotros al norte y al este guerreando contra ellos, con más y más esclavos sublevados en lo interno, todo lo que habían conquistado se perdió y fueron borrados por completo de la faz de la tierra. Aniquilados y absorbidos. No quedo de ellos ni el recuerdo, ni un monumento, el idioma, ¡nada! Solo nuestro pueblo los recuerda. Solo nosotros usamos sus tablillas de barro con su sistema de numeración para nuestra contabilidad. El secreto de cómo hacer el bronce murió con ellos y no fue redescubierto independientemente y muchas veces por otros pueblos sino muchos milenios después. Muchas poderosas familias en el norte conservan sus hachas de guerra y estás son mucho más antiguas que las pirámides de Egipto, con un bronce de una calidad superior que hace al hacha más fuerte y afilada con cada siglo que pasa.

Con todo el mundo siguió cambiando. Pero nosotros no queríamos cambiar. Nos gustaba nuestra vida así como era. Pero como una maldición los devoradores de hombres volvían de nuevo con sus armas superiores, con mayor brutalidad y violencia, queriendo imponer su modo de vida a nuestra gente. Con nuevos sacerdotes eunucos que se creen dueños de la verdad, que hacen y perfeccionan sus armas con la que esclavizan y explotan a los demás. Con sus jefes que proclaman que el cielo y la tierra les pertenece. Con sus soldados violadores, hambrientos de botín y sangre. Que necesitan pisotear a otros para sentirse superiores. No importa con que nombre vuelven, egipcios, asirios, romanos, chinos, árabes, turcos, mongoles, rusos, británicos, etc. Ni que loca excusa inventan o de que verdad absoluta dicen que son dueños: Imperio, Civilización, cristianismo, Islam, progreso, patria, democracia, comunismo, capitalismo etc. Ellos al principio se imponen por el agua y el fuego, pero después pasan. Nosotros seguimos aquí siendo menos, pero con el cielo y la tierra de nuestro lado. Porque el agua y el fuego pasan, solo el cielo y la tierra son eternos.

Para proteger a nuestra gente los "sin rostros" y las grandes familias decidieron mantenernos ocultos y aparte del resto del mundo. La sangre, la lengua y el Ghutol es lo que nos definen como Kurghán. Para renovar y enriquecer nuestra sangre hacemos el intercambio de flores y semillas. Mandamos a nuestras hijas e hijos pequeños a otros Ghutols para aprender y vivir cosas nuevas. Para evitar la endogamia y al mismo tiempo mantener pura nuestra sangre. Para que solo los más fuertes y mejores de los nuestros dejen descendencia. Pero la sangre sola no es suficiente. La lengua, nuestro idioma solo lo pueden hablar y aprender quienes tienen nuestra sangre. Pero no podrán hablarla si no aprenden a dominar el agua y el fuego. Si no aprender a mezclar el agua y el fuego en donde el cielo y la tierra se tocan. Eso solo pueden hacerlo en el Ghutol, como hermanas y hermanos de agua y fuego lo aprenden de una hermana mayor de cielo y tierra.