- HUIDA -

[ Así huye la cordera del lobo, así la cierva del león, así las palomas con alas temblorosas del águila...]

Metamorfosis, Ovidio. I, 505.


Desfallezco. Con dificultad trato de tomar aire que entra cual ánima hasta mis adentros para volver a salir de igual manera convulsa. Mis piernas, doloridas y procuradas de rasguños por huir entre las zarzas que violentas también me apresan, no tardarán en desistir para caer violentas sobre la yerma tierra. Sin embargo me aferro a ese punto lejano del horizonte como mi destino; como única esperanza de poder ser libre, de escapar.

Sé que perderé frente a él. Oigo sus pisadas altivas acercarse cada vez más, intentando darme caza. Pero más siento los deseos que aguarda anhelante dentro de sí: disfruta con saberme indefensa. Quiere que le implore, quiere que me deje caer. Con sus brazos, alargados hacia mí, realiza intentos de asirme y dar así por finalizada aquella huida que con tanto deleite disfruta; no había más objeto que sus carcajadas como respuesta de ello. Por mucho que vocifere a los vientos, a quien sea… nadie vendrá. "Estás sola..." me digo con resentimiento y pena, "sólo te queda huir".

No puedo evitar llorar por mi desafortunada suerte, gritando súplicas que exhalo entre suspiros. Siento que está más cerca, percibiendo su respiración profunda y rápida rozar mi cuello. Cuando me vuelvo y atisbo por el rabillo de mis ojos el brillar de sus cabellos trigueños, mi cuerpo entero tiembla. Sí, él no se rendía. Él deseaba que cayera para rodear con sus níveas manos mi cuerpo, ahora desnudo, al haberme zafado él mismo de mis prendas.

¡Ay, desgraciada! Apenas ya logras ver el camino por las lágrimas que empañan tu vista y hacen que tropieces, con mayor intensidad, contra ramas y rocas esparcidas por el suelo. ¿Por qué intentas oponerte a lo que el Destino ha querido? ¡Moiras, veneradas, ayudadme! ¡Cortad mi hilo y haced que termine así mi sufrimiento! ¡Dioses, sabedores de mi dolor, ayudadme os imploro!

Sin poder sostenerme apenas, por fin noto como una mano masculina y bella me toma por el vientre y me arrastra con dulzura para sí. Horrorizada, entre gritos ladeo la mirada hacia él; alzando aún las manos a los cielos en actitud de plegaria. Al cruzar nuestras miradas, advierto en su rostro, para mi extrañeza, cierto gesto de asombro: ojos tan claros y nítidos me observan desconcertados; como si algo ocurriera…

Entonces comienzo a comprender…

Mis piernas, se aferran a la tierra frondosa perdiendo las heridas y el dolor, para conviertirse así en raíces profundas. Ahora… me sentía firme y pesada. Advierto cómo mis carnes endurecen y se tornan en una textura leñosa. ¡Oh, mi brazos! Éstos, transformados en ramas, se revisten al igual que mis cabellos con extrañas hojas alargadas que desprenden un aromático olor. Entonces observo como, aún abrazado a mí, el joven dios se lamenta con gran aflicción. Yo, sin embargo, sonrío.

Han escuchado mis plegarias.

La presa se ha hecho con la victoria.


Mito: Apolo y Dafne.

Vale la pena ver la escultura de Apolo y Dafne del artista Gianlorenzo Bernini, artista barroco, que realizó esta composición basándose en ese mito y que también empleé yo de inspiración.

Gracias por leer :)