-No lo entiendo – manifestó una joven de cabellos rubios como luz de luna mirando enfadada a su padre - ¿Por qué es tan importante asegurar una posición social con matrimonio? Creí que estabas en contra de cosas como esa.

- Solo estaba haciendo un comentario – el hombre se llevó una mano al puente de la nariz y sonrió derrotado – lo cierto es que no dejaría que aparten a mi pequeña de casa todavía.

- Aun así – la niña arrugó la nariz – me parece inaceptable, después de todo nadie le diría que no a un príncipe así que… ¿Para qué molestarse?

En ese momento su madre se hizo presente en la sala, había estado apoyada en la puerta escuchando para poner a su querido esposo en un apuro, pero esa última pregunta despertó un ademán juguetón en ella, cuando la vio entrar el padre soltó un suspiro de alivio.

- Gracias al cielo – murmuró.

- Créeme, Ruuby, conozco a un príncipe al que alguien tuvo el valor de rechazar – le dijo a su hija compartiendo una mirada discreta y cómplice a su esposo.

- ¿En serio mamá? ¿Me contarías esa historia?

- Puede ser un poco larga – consintió la mujer – pero voy a contártela cada noche, hoy te contaré como eran las cosas al principio, cuando este príncipe aún creía que en el futuro se casaría con una joven, una joven de un cabello muy peculiar.

- ¿Y mañana?

- Mañana comenzaré con la primera de veinte noches – la mujer acarició el cabello de su hija – las noches que se demoró un intruso en robarle el corazón. Ve a la cama a prepararte.

- ¡Sí! – la chica no tardó en desaparecer del salón camino a su habitación, el padre sonrió.

- Nunca hubiera logrado convencerla. ¿En serio vas a contarle esa historia?

- Así es, estoy segura de que a Zen no le importará, o no nos habría compartido los detalles.

- Obi también fue abierto al respecto – le recordó Mitsuhide – me sorprende que lo llamaras intruso.

- Es un poco a medias lo que es – negó Kiki sosteniendo un paquetito en alto para que su esposo lo viera.

- Así que ha estado por aquí – Mitsuhide no pudo evitar sonreír – vaya tipo…

- Al parecer Shirayuki sigue preocupándose por nosotros – Kiki examinó las hierbas que traía el paquete tomando su olor – té de Lylias.

- Tal vez, después de que termines de contarle la historia a Ruuby podríamos devolverle el favor.

- Eso sería algo bueno – aceptó ella apoyando la frente en su pecho – volveré.

- Te estaré esperando.

- Sé que lo estarás.

Mitsuhide besó su cabello antes de dejarla ir con su hija, pasó entre sus manos el inesperado regalo de Shirayuki y encontró una pequeña hoja de papel junto a la tapa, la abrió, la leyó, sonrió para sí mismo y agradeció silenciosamente que Kiki no hubiera sido la primera en encontrarla.

Felcidades Mitsuhide, por fin aprendiste como envainar la espada.

Podía ver la expresión burlesca de Obi en su mente.

- Así que… Ya han regresado – murmuró para sí.

Mientras, al otro extremo de la mansión, oculto bajo las ramas de un árbol, Obi se estremecía de curiosidad.

- Veinte noches ¿eh? Espero que mi señorita no se enfade conmigo si vengo a escuchar.

La primera noche fue una conversación entre dos amigos, la señorita se marchaba del castillo por dos largos años, dos años lejos del príncipe, dos años lejos de sus amigos, dos años viviendo el invierno… Y a su lado, como siempre, estuvo él.

"- Esta es la primera vez que me citas – saludó el príncipe caminando despreocupadamente hacia su mensajero - ¿Quieres terminar la postergación? Porque eso es lo que espero.

- Sí. En realidad ya había tomado una decisión hace tiempo. Le había dicho que tenía algo que contarle por mí.

- Entonces… Antes de eso, hay algo que quiero preguntarte.

- Obi, tú me quieres, ¿verdad?

- Claro.

- Que inmediata respuesta… Supongo que está bien.

- ¿Eso es todo?

- ¿Y qué hay… de Shirayuki?

Ambos compartieron una mirad cargada de significado, entonces, a su pesar Obi miró hacia otro lado y luego otra vez al príncipe.

- Me gusta la señorita – ante la declaración Zen quedó boquiabierto – pero estoy seguro de que usted ya lo suponía.

-No hay forma de que lo hubiera sabido – el príncipe parecía pensativo ahora – esta es la primera vez que lo escucho de ti… Pero de lo que estoy seguro es que tú la has estado observando de cerca. Tal vez sea por eso… Que encontré poco sincero obligarte a ir donde Shirayuki sin confirmar tus sentimientos.

- Para mí – Obi se acuclilló sobre la barandilla – Si no digo nada y paso dos años enteros con la señorita mientras que usted no, esto se volvería un secreto y tener que mantener un secreto de mi amo… Es un sentimiento horrible.

- Eres sorpresivamente honesto – la sorpresa no solo venía en sus palabras al decirlo, también en su rostro – Obi… ¿Por qué te gusta Shirayuki?

- Bueno – Obi bajó de un salto de la barandilla – Cuando la señorita me llama… Eso me hace sentir si en verdad estuviera allí con todos ustedes."

Shirayuki estaba sentada en un tronco sobre la nieve con una taza de té caliente en sus manos, llevaba aproximadamente dos semanas de Lylas y este era su primer momento real de descanso en ese tiempo, el paisaje no era desolador como cualquier hubiera pensado respecto al clima, al contrario, resultaba de lo más estimulante.

- Sabía que la encontraría por aquí, señorita – la saludó Obi apareciendo sobre un árbol cercano.

- Tú siempre te las apañas para encontrarme, Obi – lo saludó ella de regreso con una sonrisa tierna que hizo que algo se removiera un poco en el estómago del chico.

- Sí… Bueno… - se rascó la cabeza con dos de sus dedos - el pequeño Ryuu me ayudó esta vez.

- Él te ve como su hermano mayor después de todo.

- ¿Y cómo me ve la señorita? – no pudo evitar preguntarle con una sonrisa un poco más seria de las que le estaba acostumbrado a dar.

- ¿Eh?

- Nada, nada. No se preocupe, señorita.

- Esto… Zen dijo que habían tenido una conversación antes de que vinieras como mi acompañante - ¿eso… está todo bien entre ustedes?

- El príncipe es un joven honesto – Obi le sonrió y miró hacia otro lado – el problema en ello… Es que me está instando a serlo otra vez.

- ¿Y qué hay de malo en serlo?

El chico de ojos gatunos se volvió para mirar a la señorita a los ojos, la tomó por la barbilla y habló.

- Porque hay verdades que no son para todos… Señorita.