Les traigo algo que lleva un par de semanas en mi cabeza, espero que me digan que opinan y si les interesa que la escriba ;)
Título: Tus ojos.
Autor: SSPety
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Resumen: Cuando supe que ella jamás volvería mi mundo se sacudió, pero cuando él llegó a casa con su bebé, esa expresión cobró un nuevo significado. Si tan sólo Damon no viera su rostro cada vez que me mira, tal vez, todo sería distinto.
Pairings: Damon/Elena Damon/Katherine Matt/Elena
AU AH
Disclamer: Los personajes no me pertenecen, sino de la autora L.J. Smith y la CW.
Me asomé a su cuarto, todo estaba tal como lo dejó hace cinco años, daba una extraña sensación de normalidad, pero nada era normal, nada volvería a serlo. Me senté en su cama y miré a mí alrededor, aún había algunas cosas sobre su cómoda, lo poco que dejó para cuando venía de visita. Y en su mesilla junto a la cama nuestra foto, ambas abrazadas sonriendo en nuestra graduación.
Era tan hermosa…
Sé que tenemos el mismo rostro pero ella era mucho más hermosa que yo, tenía una luz, una alegría, unas ganas de vivir que la hacían destacar en cualquier lugar, la hacían brillar.
Hasta que se fue a Londres habíamos sido inseparables, habíamos hechos todas las travesuras de gemelas que se pueden imaginar, habíamos pensado que el mundo sería nuestro si lo intentábamos juntas.
Hasta que se fue… hasta que él se la llevó.
Damon Salvatore. El hombre más guapo que he visto en mi vida. El chico encantador y dulce que conocimos en una feria. El chico que se enamoró de ella y que la enamoró completamente. Era imposible verlos y no saber que eran la pareja ideal, salida de un cuento de hadas. Cuando reían juntos uno sabía que así debía ser el amor, que eso era lo que todos queremos tener en la vida.
Damon Salvatore, mi primer amor, mi primer dolor, mí cuñado…
-¿Estás bien?- Los ojos azules de Matt me miraban preocupados, llenos de dulzura.
-No. Esto no debió pasar, ella debía ser feliz, debía ver crecer a Rebekah, debía darle el pecho, enseñarle a caminar…-Las lágrimas que llevaban varios minutos inundando mis ojos, comenzaron su lento camino por mis mejillas.
Sentí los fuertes brazos rodeándome y esa sensación de tranquilidad, esa calidez, ese inmenso cariño, todo lo que mi novio, mi mejor amigo, aportaba a mi vida cada día.
-Lo sé, cariño. Pero Rebekah nos tendrá a todos nosotros para enseñarle, para amarla y contarle lo hermosa y maravillosa que era su madre.
-Sí, pero no es lo mismo.
Me permitió un minuto para culpar al universo por haberla arrebatado de mi vida y luego me hizo pararme y salir de la habitación.
-Están aquí.- Susurró en mi oído mientras bajábamos la escalera.- Rebe es la bebé más hermosa que he visto en mi vida.
Algo parecido a una sonrisa quiso llegar a mis labios, pero no pudo abrirse camino, porque cuando pisé el último escalón él estaba ahí, y volteó el rostro en cuanto me vio.
Sé por qué lo hizo, porque no me vio a mí, la vio a ella.
Capítulo 1
Me levanté y aún en pijamas bajé a la cocina. La necesidad de café era más fuerte que cualquier otra cosa, como siempre.
Saber que tengo un largo día por delante me da ganas de volver a la cama, las ocho interminables y tediosas horas en la cafetería, las dos horas en el curso y luego el viaje de regreso a casa.
Hace dos años me prometí ahorrar para un coche, pero aún viviendo con mis padres nunca pude hacerlo, no tengo el control suficiente. Esos pequeños vicios que se adueñan de mí… Los libros, las revistas, las salidas al cine, y los viernes de Bowling y tragos.
Siempre me consuelo pensando que ya no fumo y eso me hace ahorrar dinero, pero lo termino gastando en otra cosa. Me rezongo mentalmente por mi forma de ser y luego me digo que la única que sale perdiendo soy yo, que debo pasar casi dos horas de mi día en el transporte público.
Por suerte el viaje de ida lo hago con Matt, cada mañana pasa a buscarme para llevarme al trabajo y si no fuera porque los horarios no le coinciden, seguramente me recogería a la tarde para traerme a casa.
Todo esto es lo que pasa por mi cabeza mientras recorro el pasillo de la planta alta, bajo las escaleras y cruzo el salón, es la misma cantaleta de todos los días, como un mantra que recita mi subconsciente a medida que voy despertando, para que lo primero que llega a mi mente no sea lo que me espera en la cocina.
-Buenos días cielo- Me recibe mi madre mientras le da el biberón a Rebekah.-¿Dormiste bien?
-Sí mamá.-La beso y rozo los suaves cabellos de mi sobrina con los labios, tratando de no molestarla mientras se alimenta.- Voy a ponerme un café antes de irme a la ducha.
-Matt llegará pronto.-Es su típica respuesta.
Ese cruce de palabras podría perfectamente estar grabado y dejarlo repetirse de forma automática cada mañana, no ha variado ni una sola palabra en las últimas semanas, porque esa frágil rutina parece ser lo que nos mantiene enteras en presencia de la bebé.
Subo de regreso a mi habitación con mi jarro de café en la mano y escucho a Damon cerrar el grifo de la ducha para alistarse e irse a trabajar. No le he visto más que dos veces desde que se mudó a la casa, una por cada domingo que ha vivido aquí. Es el único día en que no puede evitarme, porque ninguno de los dos trabaja y toda la familia almuerza junta.
Termino mi bebida y me quito la ropa para entrar a la ducha, mi mente ya despertó por completo, mi mantra ya no surte efecto, mi realidad me ha alcanzado.
Ya no lloro bajo el agua como los primeros días, el dolor sordo sigue allí, el peso sigue apretando mi pecho, pero ya me deja respirar, ya me ha permitido entender que nuestra vida sigue.
Me seco y me visto con mi uniforme de camarera, me hago una coleta en el pelo y me miro al espejo, allí estoy yo, allí está ella, y lo único que me hace saber que no es ella es que no sonríe y Kath siempre sonreía.
Cuando el claxon suena en mi puerta, bajo corriendo y grito una despedida a mi madre y Damon que están en la cocina, sin nombres, solo un hasta luego.
-Hola amor.- Los ojos celestes me tranquilizan, me quitan parte de ese peso, y me saca la primera sonrisa del día cuando los labios tibios y suaves se posan en los míos.
El coche arranca, veo por el rabillo del ojo una figura en la ventana. No necesito más de un segundo para saber de quien se trata, los cabellos negros, el traje negro, los ojos azules, el rostro perfecto y la inmensa tristeza que lo envuelve.
Hablé con Bonnie sobre eso, sobre como cada día se asoma a la ventana para verme partir y luego me evita cada tarde. Ella dice que lo hace para verme con Matt, que lo hace para convencerse de que no soy Kath, sé que mi amiga cursó psicología en la uni pero no creo que tenga razón, además fue solo un semestre y terminó de camarera igual que yo.
-Estás distante, ¿algo te preocupa?- la voz de mi novio me hizo notar que estaba llegando a la cafetería.
-Esta tarde tengo clases y no podré verte, además creo que el profesor de literatura nos pondrá una prueba sorpresa.
-No puede ser sorpresa si ya sabes que la tendrás.-Bromeó con una sonrisa tocándome con su dedo índice la punta de la nariz, y mi día mejoró al instante.
Casi doce horas después regresé a casa, no hubo prueba, al parecer el profesor corrió el rumor para hacernos estudiar. La cafetería había estado tranquila, como cada martes y el transporte había estado atiborrado de gente como siempre. En resumen llegué deseando sacarme los zapatos y tirarme en el sofá a esperar que mamá me llamara para cenar. En cuanto crucé el umbral supe que eso sería imposible, el llanto de Rebakah llenaba la casa. Nunca la había escuchado así, no era hambre, no era sueño, era un llanto distinto.
En la sala Damon la paseaba, la había puesto boca bajo sobre su brazo, mientras con la otra mano hacía círculos acariciando su espalada. Yo había visto a mamá hacer eso muchas veces. Era algo infalible para calmarla, pero hoy parecía ponerla peor.
-No sé que hacer.- Me dijo lleno de angustia.-No sé que le pasa y Miranda no está.
-Llamaré al pediatra, tal vez nos pueda decir algo por teléfono o venir a verla.
Me comuniqué con Alaric y me preguntó varias cosas que yo le repetía a Damon. Luego de descartar la fiebre y el dolor de oído, llegó a la conclusión de que debían ser cólicos estomacales.
Me dio la indicación de unos ejercicios y masajes que debíamos hacerle para aliviar la tensión abdominal y sacar los gases. Si Rebe no mejoraba en quince minutos debía llamarlo y él nos vería directamente en la emergencia de la clínica.
La acostamos en la mesita de café y comenzamos a hacer todo lo que Ric nos había indicado. Diez minutos después ambos reíamos de los sonidos que salían de esa niña tan pequeña, pero cuando el aroma nos alcanzó, nos miramos de otra manera.
-Yo no pienso abrir ese pañal.-Dije completamente seria.
-Siempre la cambia tu madre.-Me respondió mirando a su hija como si no supiera que hacer a continuación.
-Búscalo en Google si quieres pero llegó la hora de que le cambies el pañal a tú hija.- Sin decir más comencé a colocar todo lo que él necesitaría, el cambiador, un pañal limpio, los toallitas húmedas, la crema y una muda de ropa limpia.
Él comenzó a hablarle, a decirle que le tuviera paciencia y que esperaba que todo hubiera salido y no lo sorprendiera a mitad de su trabajo.
Rebekah había dejado de llorar y el ambiente parecía irse relajando lentamente. Mientras él le hablaba con la voz más dulce que oí jamás, ella sonrió, era su primera sonrisa y Damon me miró.
Su cara se transformó en cuanto se dio cuenta de a quién tenía a su lado.
Y yo me sentí una intrusa, porque no era conmigo con quien él quería compartir la primera sonrisa de su hija, era con ella.
Pasó otro par de semanas en el que la rutina sólo había sufrido un cambio, ahora no era Damon quien me evitaba, yo lo evitaba a él. Quizás si le diera la oportunidad él me evitaría, pero yo no se la daba, no quería volver a sentirme así, una intrusa en la vida de mi hermana.
Sé que es una tontería, si lo pienso es una estupidez pero es como me siento. Yo no tengo derecho a disfrutar de las cosas que ella no puede, no tengo derecho a ver sonreír a su hija y más que nada no tengo derecho a ver sonreír a Damon.
Sentada en el porche de casa, envuelta en una frazada, con un chocolate caliente en las manos veo empezar la primera nevada del año, y me dejo alcanzar por los recuerdos.
Lo conocimos cuando una feria llegó al pueblo, él estaba con sus amigos en un puesto de tiro al blanco, Kath y yo acabábamos de comprar algodón de azúcar.
Damon acertó su último tiro y ganó un pequeño osito de peluche marrón, reía y festejaba como si hubiese ganado la lotería porque había apostado una botella del más caro Bourbon con Kol, a que ganaría ese oso. Y entre esos vítores y giros chocó con nosotras, tirándonos los algodones.
-Mil disculpas señoritas.-Dijo con una sonrisa que me paró el corazón.
Entonces notó que yo miraba el oso y me lo tendió.
-Por las molestias- me dijo y yo sentí que comenzaría a levitar en cualquier momento, pero entonces se giró a Kath y yo toqué el suelo de golpe.-Sólo tengo uno, así que deberás acompañarme para que te compre otro algodón.
-¿Planeas convertirte en una paleta?-Mamá se sentó a mi lado y me envolvió en un abrazo luego de meterse bajo la frazada.
-Sabes que me gusta ver nevar.- Respondí quitando importancia a los leves tiritones que hacía rato me recorrían.
-A ambas les gustaba jugar en la nieve, pero siempre preferí que la vieran caer desde la ventana, junto a una chimenea encendida.-Me acarició el pelo y supe que venía una pregunta, la conozco lo suficiente como para saber cuando algo quiere salir de su pecho y su mente trata de frenarlo.
-Dímelo mamá.
-Sé que te duele verlo así, pero debe acostumbrarse y que lo evites no lo ayuda.
Me giré a mirarla, tratando de decidir como interpretar sus palabras.
-Elena, yo también he visto como te mira Damon, sé que le duele ver el rostro de Kath caminando por la casa, pero tiene que aprender a vivir con ello. No le haces ningún bien escondiéndote de él, porque aunque no te vea ella no va a volver. Y tú debes entender que no es tu culpa que él sufra al verte.
-Lo escucho llorar cada noche mamá, ha pasado más de un mes y no hay una noche en que no llore por ella, no quiero atormentarlo más obligándolo a ver su cara.- No importaba cuanto intentara no llorar, las lágrimas caían solas, rebeldes y desafiantes por mis mejillas.
No sé cuanto tiempo estuvimos así, llorando ambas, por él, por ella, por Rebe y por nosotras. Era algo que necesitábamos, dejar de aparentar ser fuertes, dejar de consolar a todos, terminar con esa pose que borraba el sufrimiento de los demás y permitirnos sacar todo de una vez.
Y cuando todo salió, el peso en el pecho ya no estaba, el dolor seguía, pero la angustia se había ido, por fin, había dejado ir a mi hermana.
Pasó otro mes en el que lentamente comenzamos a tener una relación cordial, aprendimos a saludarnos, pudimos tener algunas conversaciones sobre su trabajo y mis estudios y sobre todo pudimos comenzar a interactuar con Rebakah al mismo tiempo.
Ya no necesitaba dejarla cuando él llegaba y Damon no se la daba a mamá y se iba, cuando llegaba yo. Todo ocurrió muy lentamente, tal vez demasiado, pero para cuando llegaron las fiestas navideñas, la casa respiraba cierta armonía. Con mamá dudamos mucho si celebrarla o no, pero ganó la idea de que Rebe tuviera su primera navidad, aunque sabíamos que no la recordaría, queríamos que la tuviese.
La mañana amaneció blanca, con ruidos de niños en el vecindario, con música de villancicos en la radio, con el árbol y los regalos. Nos reunimos en torno al árbol y mi padre miró las cajas, todos estábamos tristes, pero queríamos intentar pasar lo mejor posible, así que tomó la primera caja y se la dio a mamá. Era un brazalete muy sencillo pero bonito, que a mamá le encantó. Luego me dio una caja que contenía un dvd de mi película favorita, el cual le agradecí con una gran beso, y después abrió una con un juguete musical para Rebe.
Mamá iba a tomar otras cajas, entonces miró a Damon y él se fue.
Nadie lo juzgó, todos sabíamos porqué lo hizo, el recuerdo debía ser muy fuerte para él. Hacía exactamente cinco años, en esa misma habitación, con un árbol que tenía los mismos adornos, una pequeña caja llevaba el nombre de Katherine.
Cuando mi hermana la abrió y Damon se arrodilló frente a ella, yo sentí mi corazón terminar de romperse a la vez que sentía que era exactamente lo que Kath se merecía, un hermoso príncipe, sacado de un cuento de hadas.
Matt llegó cuando Damon se iba.
Me traía una caja pequeña, y yo no tenía idea de que podía contener, pero la abrí con toda la ilusión de la que era capaz en ese momento. Encontré un e-reader cargado con varios libros y mi sonrisa se amplió. Era algo que tenía planeado comprar hacía tiempo, pero como siempre nunca había ahorrado para ello.
Lo abracé y besé con todo el cariño del mundo, amo esa capacidad que tiene de saber todo de mí, lo que me gusta, lo que quiero y lo que necesito, sin que yo siquiera se lo mencione.
Y cuando lo solté, parado tras él unos ojos azules me miraban fijamente, conteniendo unas lágrimas que se negaban a permanecer ocultas, una sonrisa triste en sus labios y un oso de peluche en sus manos. Uno exactamente igual al que me había regalado hacía tanto tiempo, y que yo había perdido ese mismo día en la feria.
-Había olvidado tu regalo en el auto.- Dijo bajando la mirada.- Feliz navidad cuñada.
Amores! De verdad espero que les guste.
Gracias por leer!
Me han avisado que en inglés hay una historia con una trama parecida llamada Yours, Mine and Ours, de Passion Berry. Reconozco que esa historia no la he leído y no sé cuantas serán las similitudes, cualquiera puede notar que la idea base no es algo nunca antes escrito, yo soy la primera en decirlo, pero si alguien cree que esta historia no debe ser escrita por respeto a la otra autora, lo tomaré en cuenta y si les molesta de alguna manera, dejaré de escribirla.
Estoy segura de que aunque la premisa sea parecida la historia no tiene porqué ser igual pero antes que nada creo que está el respeto a quienes escriben y a quienes leen. Así que está en ustedes decidir si quieren seguir leyendo o si prefieren que deje de escribirla ;)
