N/A: Bueno, antes de comenzar, advertencias: los personajes y el universo de Harry Potter no son míos, ni tengo derechos de autor sobre nada más que mi idea.

En sí, la historia no supone palabras obscenaas ni reiteradas situaciones, ya saben, de rating M (por lo que sea), pero, como pueden suponer, sí, habrá de esto último. O eso creo y espero.

Una última advertencia: es creature-fic, es decir, que no todos van a ser íntegramente humanos.

Ahora, sin más dilación, ¡a leer!


Morder la manzana

Capítulo 1: De camino a Hogwarts

La lechuza, grande y gris y con enormes ojos amarillentos, raspó el cristal sucio de la ventana con la pata. Llevaba una carta ligeramente arrugada atada a su garra. El pequeño niño de once años se revolvió un momento en la cama y abrió los ojos con lentitud. Su nariz anormalmente grande y torcida resaltaba en su cara pálida enmarcada por el pelo negro y grasiento. Miró a la ventana y sonrió, levantándose de un salto. Golpeó ligeramente el marco de madera y consiguió subir la hoja, dejando pasar al pájaro. Revoloteó hasta su silla, donde estaba su ropa arrugada, y esperó a que recogiera la carta.

Severus desató con manos temblorosa la carta. La estiró y observó las palabras escritas en tinta verde: Severus Snape, Spinner's End, el cuarto al lado del baño. Sonrió y la lechuza emprendió el vuelo: asombrado por toda la magia que desprendía el pájaro, se acercó a la ventana, la cerró y observó desde detrás del cristal cómo se iba. Su aliento empañó el vidrio y cuando dejó de ver al pájaro se dio media vuelta y corrió hasta la cocina, bajando las estrechas escaleras de la casa y agitando la carta en la mano con una sonrisa en la boca. Saltó los dos últimos escalones y tropezó antes de llegar a la cocina. Su madre, una mujer de cara alargada y pelo negro y lacio, le miró sin sonreír pero con un brillo entusiasta en los ojos.

— La carta a Hogwarts, ¿eh, Severus? Ábrela, anda. — el niño rompió el sello rojo y la abrió, entusiasmado. La leyó un par de veces con los ojos vidriosos por la emoción y su madre se agachó hasta quedar a su lado. — Feliz cumpleaños, Severus. Toma, tu regalo. — puso en su mano pequeña un billete de diez libras que el niño no tardó en recoger, agradeciéndole en un susurro. Su padre bajó en ese momento y miró la carta con malos ojos.

— Mira, papá, la carta a Hogwarts. — dijo Severus con una pequeña sonrisa. Sus padres siempre andaban discutiendo por la magia pero Severus pensó que él se alegraría. No lo hizo:

— No vas a ir a ese colegio de mierda, así que quita la sonrisa. — Eileen, su madre, frunció el ceño y antes de que comenzaran a discutir a voz en grito Severus se fue a su cuarto con la carta y el dinero bien guardados y se puso la ropa. Era un poco extraña y le quedaba grande pero cuando se puso el abrigo ya parecía un niño más.

Salió rápidamente sin despedirse de sus padres. Escuchó a lo lejos como él le gritaba fenómeno y ella respondía con un "¡borracho!" antes de cerrar la puerta. Corrió calle abajo con la carta estrujada en la mano y llegó al final a casa de Lily Evans. Era pronto todavía pero sabía que Lily estaría ya despierta, haciendo los deberes del colegio al que iban. Era domingo y sólo les quedaba ese día de libertad antes de volver a clases. Severus llamó al timbre varias veces, emocionado, y finalmente abrió la madre de Lily, pelirroja como ella. Le sonrió débilmente antes de dejarlo pasar, sabiendo que no necesitaría indicaciones para llegar al cuarto de su hija pequeña.

— Hola, Lily. — saludó Severus desde el marco de la puerta. Ella estaba haciendo los deberes de Matemáticas, como él había predicho. Lily soltó el bolígrafo rápidamente, sonrió y se lanzó hacia él, aplastándolo en su abrazo. Su pelo rojo como el fuego cayó sobre su cara pecosa antes de separarse levemente. Severus enrojeció al notar su efusividad y sonrió un poco.

— Felicidades, Sev. — Lily le dio un beso en la mejilla y el chico tuvo que controlarse para no echarse a reír nerviosamente. Entraron completamente en el cuarto desordenado de Lily y Severus cerró la puerta por dentro. Con una sonrisa traviesa sacó la carta del bolsillo y dijo:

— Mira, me acaba de llegar la carta a Hogwarts. — Lily le miró con los ojos brillantes y la cogió, leyendo lo que ponía. Su boca hizo una pequeña O al leer la dirección tan precisa de Severus. El niño se acercó y le susurró confidencialmente. — Me la ha traído una lechuza.

— ¿En serio? ¿A mí también me la traerá una lechuza? — preguntó entusiasmada. Se sentaron en la cama desecha y Severus frunció el ceño, recordando lo que su madre le había dicho:

— Creo que no. Mi madre me ha dicho que a los hijos de muggles se las da un profesor. — Lily le miró asustada y comentó:

— ¿No hay ninguna diferencia entre ser hijo de muggles o hijo de magos, no? — Severus la miró apurado y finalmente dijo:

— No, ninguna. — Lily sonrió de nuevo y Severus junto a ella con debilidad. Bajaron, después de mucho insistir por parte de Lily, a la cocina y se tomaron algo hablando en susurros para que no les oyera la madre de Lily, que andaba en la cocina buscando el bote de azúcar.

Los meses pasaron más rápido de lo que esperaban y antes de que se dieran cuenta ya estaban en el primer día de Septiembre. Severus empujó su carrito con fuerza y aterrizó al lado de su madre en el andén nueve y tres cuartos. Su pequeña lechuza gris ululó por el brusco frenazo que dio al llegar. Con una diminuta sonrisa en los labios, Severus buscó con la mirada a Lily, soñando despierto. Irían a Slytherin los dos y serían los mejores amigos para siempre, seguro.

Su madre le puso una mano en la espalda y le empujó hacia delante, dejando pasar a dos hombres rubios. Vestían ropas caras y oscuras y tenían el pelo más rubio y la piel más pálida que Severus había visto nunca. Hablaban en voz baja con las cabezas juntas. Severus les miró con curiosidad mientras los dos, padre e hijo, se paraban cerca del sitio que ocupaban Severus y su madre. El hijo giró su cabeza lentamente y le miró con sus ojos grises y fríos antes de sonreírle depredadoramente.

— Recuerda, Lucius, — dijo su padre, Abraxas. Lucius volvió la mirada a su progenitor y le escuchó. — debes encontrar a alguien débil, que no sea capaz de decir nuestro secreto incluso si tú no estás delante. Un niño de primero, que vaya a Slytherin y que no tenga muchos amigos es la solución ideal. Y recuerda borrar las huellas cuando hayas terminado.

— Sí, padre. No se preocupe, nadie sabrá la verdad. — su padre asintió con la cabeza y miró hacia el niño que él había estado mirando hacía un momento. Lo buscó con la mirada y lo encontró a unos pasos más allá de su posición, mirando con anhelo a una chica pelirroja que parecía sangresucia. Lucius sonrió y susurró. — Ése parece una buena opción.

— Sí, creo que podría servir. — Abraxas frunció el ceño en concentración y Lucius pudo sentirlo invadir la mente del muchacho sin que éste se diera cuenta. — Será un slytherin y no parece ser la clase de persona que se lleva bien con todos. Ve a por él, Lucius. Será fácil morderle. Debes asegurarte de cuidarle bien mientras te alimentes de él. — el hombre mayor le echó una mirada de advertencia y Lucius volvió a asentir.

Los Malfoy eran una familia de vampiros. Y eso era algo que sólo lo sabían los Malfoy. Abraxas había pasado largos años de su existencia inmortal, junto a su esposa, investigando para tener un hijo. Y el resultado de su arduo trabajo había sido Lucius: un muchacho mitad humano mitad vampiro. Sería mortal hasta los veinte años, había estimado Abraxas, y entonces completaría su transformación. Pero eso no significaba que él no sintiese sed de sangre: hasta ese verano no había sentido necesidad de beber sangre, lo que significaba que su transformación se estaba completando.

Lucius subió al tren de los primeros. Crabbe y Goyle le siguieron como los dos acólitos que eran y antes de que el tren arrancara Lucius ya tenía puesto su uniforme de colegio y la flamante placa de prefecto de Slytherin. La acababa de conseguir ese año y ya sabía para qué la utilizaría. Después de la monótona charla de prefectos, Lucius decidió ir a espiar a su presa.

Ataviado con su placa de prefecto y su varita, pronto dejó los pasillos del tren vacíos. Se mofó de Arthur Weasley antes de seguir buscando al niño de pelo oscuro. Despejó el siguiente pasillo y agudizó el oído, sonriendo malvadamente: ¡Bingo! Ahí estaban. Llegó hasta el compartimento en el que estaban y se retiró con cuidado para que no le vieran por el cristal. Podía escuchar la discusión sobre slytherins y gryffindors que se llevaba dentro y de repente la puerta se abrió.

— Vamos, Severus, busquemos otro compartimento. — dijo Lily, sonrojada y furiosa. Lucius la miró salir cogiendo de la mano a Severus, el chico que estaba espiando. Antes de que la puerta se cerrara, Lucius alcanzó a escuchar una burla de parte de otro niño. Luego, Lily se giró y chocó contra Lucius. Su pelo rojo revuelto le tapó la cara un segundo mientras Severus se afanaba en sostenerla para que no cayera al suelo.

— ¿Qué hacéis en los pasillos vosotros dos? — Lily le miró con enfado y Lucius le devolvió una mirada de desagrado. Todos los pelirrojos son iguales, pensó.

— Buscamos compartimento. — dijo con rudeza el niño. Lucius sonrió: así que el muchachito tenía personalidad…

— No se puede estar en los pasillos. — les informó con altivez. Severus frunció el ceño y replicó:

— No estábamos haciendo nada malo. — a pesar de ser mayor que él, el chico no se mostró ni tan siquiera atemorizado por su presencia. Lucius se acercó a él intentando meterle miedo y entonces, Lily Evans, en medio de los dos, dijo:

— Vámonos, Severus. — hizo amago de ir en dirección contraria a Lucius y de repente tropezó con dos alumnos, también de primero. La chica, de pelo castaño y nariz respingona, les sonrió mientras el muchacho, también castaño y pálido, con aspecto enfermizo, se movía nervioso. En seguida la muchacha dijo:

— Hola, yo soy Mary. Él es Remus, — dijo señalando al otro niño. Remus sonrió con nerviosismo y se pasó una mano por el pelo. — ¿Vosotros también vais a primero?— Lily sonrió, sin darse cuenta de que detrás de ella seguía Malfoy con el ceño fruncido y Snape con un gesto de fastidio.

— Sí, vamos a entrar este año. ¿No es emocionante? — comentó con familiaridad. Remus sonrió y antes de que se pusieran a hablar las dos chicas, que a ojos de Lucius parecían hijas de muggles, habló:

— Tenemos un asiento libre en nuestro compartimento, por si uno de los dos quiere venir. — Mary les miró, primero a Remus, luego a Lily y finalmente a Severus y dijo:

— Ven, Lily, siéntate con nosotros. — le cogió de la mano y con una sonrisa comenzó a andar. — No querrás juntarte con esas serpientes, ¿no? — Mary hizo un gesto extraño mientras Lily decía:

— Pero Severus todavía no tiene casa. — Mary rodó los ojos y Lily siguió hablando. — Podríamos apretujarnos y cabría él también. — propuso. Remus le dijo:

— No creo que funcione, Peter es muy grande. — Lily fue a hablar, girando la cara a Severus y mirándole con tristeza y de repente, la mano de Lucius se puso en el hombro del niño en señal de protección. Severus susurró:

— Pensé que iríamos juntos, Lily. Has dicho que iríamos juntos. — le reprochó. Lily le compuso una cara compungida y se volvió rápidamente hacia Mary y Remus para seguir hablando con ellos. Severus bajó la cabeza, desilusionado y furioso a partes iguales.

— Tu nombre. — demandó Lucius, cogiéndole del uniforme. Snape se revolvió y se deshizo de su agarre.

— Severus Snape. ¿El tuyo?

— Lucius Malfoy. — dijo con arrogancia. Severus se recolocó la camisa, dejando ver el pálido cuello, y Lucius se relamió los labios. Este año sería interesante, pensó.


N/A: Bueeeeno, esto empieza lentillo, pero prometo que dentro de poco se animará un poco. ¡Prometido! Por último, ya saben, sus reviews son mi sueldo jejeje