Introducción.
Lyssander había amanecido aquel día con un fuerte dolor de cabeza, solía pasarle a menudo, pero casi nunca se preocupaba demasiado, estaba acostumbrada a ello. Sólo que, aquel día, fue una sensación diferente, su estómago no le permitía alimentarse, y cuando trataba de estudiar, no conseguía concentrarse, incluso el aire del pueblo le parecía aun más cálido de lo que ya era. Encendió el ventilador y tomó su teléfono móvil, marcando una sola tecla, el proceso de marcación rápida comenzó al instante.
-¿Lyss?-la voz de su mejor amigo pareció calmarla.
-Doug... Me ha vuelto a pasar-murmuró asustada.
A veces, Lyssander reproducía escenas en su cabeza, como cuando rebobinas una película hacia delante, ella sabía que eso iba a ocurrir, pero, ¿por qué apenas podía comer? ¿Qué le ocurría?
-¿Ha pasado algo grave desde entonces?-se oía como el viento chocaba contra los árboles.-No te muevas, voy para allá.
Lo único que obtuvo Lyssander entonces, fue el pitido que indicaba el fin de la llamada. La muchacha lanzó el teléfono contra la cama y se apoyó en la pared de la cocina, dejándose resbalar hasta el suelo.
Hacía tiempo que sus dolores de cabeza le impedían tener visiones o lo que fuesen aquellas escenas, pero esa vez había sido distinto. Había notado frío, pánico, había querido correr pero sus piernas no habían reaccionado, y lo único que pudo apreciar en la oscuridad de la noche Italiana, fueron dos ojos rojos como la sangre, sedientos, amenazantes.
La puerta trasera golpeó contra la pared, y un muchacho moreno entró en la cocina como si de un huracán se tratase, acababa de ponerse una camiseta azul de tirantes y vestía unos jeans algo rotos, pero en cuanto la vio en el suelo, se agachó a su lado y la abrazó.
-Estoy aquí pequeña-murmuró besando su cabeza.-No te va a pasar nada.
-Tengo miedo-consiguió decir ella.-No quiero que esto se cumpla, Doug...
-Cuéntame que ha ocurrido esta vez, pequeña.
