-No puedo culparla, después de todo,
¡Cómo no enamorarse del chico más genial de todo el Omniverso!-.
Ranma.
La hermosa rubia comía en silencio, un incómodo silencio. La cena era una sopa instantánea ramen. La sopa deshidratada sabe mejor con un poco de jugo de limón y picante, todo sabe mejor con picante, fue el consejo de su acompañante.
A la agraciada mujer no le molestaba la sencilla comida que era completada con una taza de té de limón, tampoco la actitud distante del extraño convidante. Lo que la molestaba era que había desperdiciado la única oportunidad que tenía para salvar su mundo.
-El limón es un gran compañero de viaje-.
La rubia que arreglaba su cabello con dos colas largas que llegaban hasta la cintura se limitó a hacer un movimiento de cabeza, impulsado más por cortesía que por interés.
El anfitrión de la "cena" respondió sirviendo otra taza de té y regresó a su lugar que se encontraba a un par de metros enfrente de la chica a comer su sopa.
La mujer sentía frío, se acomodó lo mejor que pudo su "Haori", no era precisamente el clima el que le provocaba el fino temblor sino la sensación de haber fallado la misión, de haber fallado el salvar a su mundo y a sus amigos.
Después de todo sólo había una oportunidad de atravesar el portal dimensional. Ella usó todos sus conocimientos y logró observar otros mundos. Tenía la esperanza de llegar al mundo donde se encontraban los extraterrestres que tenían un peinado extraño pero sobre todo un gran poder; o al mundo donde los dioses de la muerte caminaban entre los hombres; o en el mundo donde los guerreros vestían deslumbrantes armaduras doradas, pero el mundo que más quería conocer era donde los héroes eran heroínas, -Estoy segura que me vería muy bien en uno de esos trajes que usan esas chicas, incluso una de ellas tiene un peinado parecido al mío-.
-Algo ocurrió mal, debe ser eso, no pude equivocarme; ni cuando he bebido demasiado sake pierdo la orientación… ¡Diablos!-.
Ésta última frase la habló provocando que su anfitrión y ella se vieran el uno al otro. El encuentro de miradas fue aprovechado por El Quinto Hokage para analizar al residente de aquél mundo. Sólo necesitó un par de segundos y continuó bebiendo su té.
Tsunade hizo un rápido pero preciso análisis gracias a su experiencia en batalla y a sus conocimientos médicos del joven que ahora comía un segundo vaso de sopa.
El joven no era nada especial, un poco más desarrollado los músculos que el ninja promedio pero nada más y una altura cercana al metro ochenta que a juzgar por su fisonomía había alcanzado en el último año. La ropa tampoco le favorecía, una sudadera azul y unos pantalones hechos del mismo material que la prenda superior le daban un aspecto de ternura e inocencia. Ella esperó encontrarse con un formidable guerrero y lo que encontró, por un falló en el viaje espacio-temporal, fue a un sujeto más corriente que común.
-Al menos es atractivo, pero tampoco es algo que no haya visto antes-. Sólo había dos aspectos que incomodaban al Hokage y uno de ellos era motivo de vergüenza.
El primero era la actitud de aquél hombre. Parecía que estaba actuando en contra de su naturaleza. Su generosidad era producto de una obligación y no tanto de un alma dadivosa. Compartía su comida con ella y lo hizo con una sonrisa, pero era una sonrisa sin emoción alguna. Todo lo contrario a la descomunal y franca sonrisa de Naruto. Él hombre pues, percibía todo lo derivado de la bondad como un conjunto de reglas que él seguía porque era su trabajo, cómo el ninja que asesina a un desconocido por la sencilla razón de cumplir con una misión.
Pero el motivo de su vergüenza era que temía mirar fijamente sus ojos. Vergüenza, increíble pero cierto. Ella vivió y combatió durante una de las edades de oro de los Uchihas; había visto al Sharingan y el Rinnegan en acción, conocía sus efectos, pero ni así se sentía intimidada ante esa vista. Era mirada profunda y penetrante que en vez de observar el mundo, lo devora, y disfruta haciéndolo.
Para empeorar la situación no eran unos raros y poderos ojos los causantes de su fascinación; eran un simples pero impactantes ojos que variaban de tonalidades de azul de acuerdo a la luz ambiental ya que sus iris azules que él poseía durante el día, se tornaron grises en la tarde, y ahora, bajo la luz de la fogata eran negros.
-Dime ¿Ranma?, ¿Verdad?, ¿existe alguien poderoso en éste mundo?, ¿Alguien qué destruya mundos, tenga el poder del universo o al menos se estire como liga?-.
-Lo siento, lo que te he contado es lo que hay-.
Ranma hacía un esfuerzo formidable para no mostrar su frustración y su envidia; pero no era porqué alguien fuera más poderoso que él, sino por la pregunta significaba que él era un inútil, y Ranma odiaba ser un inútil. Trató de compensar su incapacidad ofreciendo la tienda de campaña para que descansara la rubia. El Hokage acepto de inmediato.
-Supongo que un viaje interdimensional es cansado- dijo Ranma, creía que Tsunade, así decía llamarse, evitaría dormir en la tienda de campaña de un hombre que conocía hace apenas unas horas.
-Casi mato a Jiraiya por espiarme; comparado con Jiraiya, a éste enclenque lo desmenuzo con un sólo dedo-. Así pensaba tratar a Ranma si intentaba abusar de ella.
Más que cansancio, Tsunade quería un lugar para pensar a solas. Había gastado su boleto de ida, había gastado chakra en su jutsu Byakugou y por una extraña razón le costaba reponerlo, y por tal motivo le era imposible mantener estable su apariencia juvenil.
-Eso es lo que menos importa ahora-.
Tsunade no podía encontrar una solución a su problema.
-Tantos esfuerzos para nada, tengo setenta y dos horas para regresar con ayuda, debería buscarla en vez de descansar, pero, me siento cansada. Mañana, ya repuesta, buscaré ayuda y no descansaré hasta encontrarla, lo prometo-.
Mientras tanto, Ranma pensaba en una solución también. Recordaba cada maestro, cada técnica y cada artefacto mágico que conocía y que pudiera serle útil a la kunoichi, pero siempre les encontraba un inconveniente. Al final quedó Jusenkyo, como siempre.
-Jusenkyo siempre es la respuesta, pero siempre pide algo a cambio. ¡Mierda!, debo buscarme otro lugar donde buscar ayuda-.
El día comenzaba, Ranma preparaba el desayuno, serpiente asada con jugo de limón y picante, al disfrutar del aroma, Ranma no pudo evitar sonreír. Tsunade se levantó, Ranma la saludo y señalando un árbol grande a unos cincuenta metros dijo, -Ahí está el baño, ¡ah!, por cierto, el desayuno estará listo pronto-. Al decir esto la sonrisa de Ranma era tan grande como la de Naruto, podía decirse que disfrutaba fastidiar a los demás. Al ver el baño, por un momento Tsunade recordó sus misiones ninja.
-¿Encontraste una manera de resolver tu problema?-.
Tsunade le daba pena admitir que en cuanto se recostó se quedó profundamente dormida.
-No, ¿y tú?, ¿tal vez uno de tus amigos?...-
-No tengo muchos amigos, de hecho sólo tengo uno, pero está de viaje-.
Tsunade comparó una vez más a Naruto con Ranma. Naruto tenía tantos amigos, se podría decir que cualquiera que conociera a Naruto entablaba amistad con él; pero Ranma era diferente, Tsunade creyó que era el típico arrogante que confiaba más en sus habilidades que en la amistad. Una frase de Ranma interrumpió su análisis.
-Conozco un lugar, los enemigos más poderosos que he enfrentado, provienen de ahí. Sé que mis enemigos no se comparan a los tuyos, pero es toda la ayuda que puedo ofrecerte. Es eso o esto-.
Ranma le entregó a Tsunade un mapa de la región, y continuó recogiendo su equipo de campaña.
Tsunade tenía dos opciones, encontrar por ella misma ayuda en una tierra extraña o aceptar la que le ofrecía el extraño. Recordó a Naruto de nuevo, él la hubiera convencido con un notable discurso, él hubiera comprendido las preocupaciones de los demás y su inconfundible sonrisa le hubiera dado esperanza. Por el contrario, las simples palabras de Ranma, su desinterés por los demás y su semblante serio la convenció, no por medio de la fe, sino por medio de la razón.
-¿Dónde se encuentra ese lugar?-
-En China-
-¿Está lejos de aquí?-
-Once mil kilómetros, y de ellos casi nueve mil por mar, no sé lo que signifique lejos en tu mundo-.
-¡Qué!, aun si corriera a 100 Km/h tardaría más de cien horas, y correr en sobre el agua lo complica todavía más-. Pensó Tsunade.
-Imposible- continuó Tsunade –No puedo perder tanto tiempo, debe haber una forma de llegar ahí en menos tiempo ¿no?-. Preguntó una preocupada Tsunade.
-Sí, y si sumamos el tiempo que llevas aquí y el tiempo del viaje, tenemos veinticuatro horas para encontrar una forma de resolver tu problema, ¿alguna otra pregunta?- dijo Ranma.
-Sí, ¿por qué te empeñas en ayudarme?-.
-Simple- contestó Ranma –Es mi deber ayudar a los débiles-. Y una altanera sonrisa apareció en el rostro de Ranma.
Al escuchar a Ranma decir esto último y la forma en que lo dijo, la ira de Tsunade se desató.
