Hola. Mi primer fic en este fandom de mi OTP hetero porque son perfectos juntos, no sé, creo que sus personalidades se adaptan y no chocan, además ella lo hizo reír, él la llamó "señorita" y pues casual que coincide él con todo lo que dice ella, así bien normal. Y por eso.
Explico brevemente de que va para que no se asusten por las advertencias.
Este es el resultado de ver Twink Pinks y películas, libros y series supernaturales y misterio. Amo la ciencia ficción y el drama así que los mezcle. No es realismo mágico es pura ciencia ficción y supernatural. Romance poco pero lo hay. De por si que esta pareja es un poco complicada de desarrollar para no perder el IC.
Box Play es una leyenda urbana de la Deep Weeb donde según colocan gente dentro para ya saben… no tengo que explicar ese rumor, hasta Dross habló de eso en un vidio. Bueno vamos.
Resumen: Por casualidad, Bakugo y Camie se encuentran en una tienda departamental, después son secuestrados por un desconocido y encerrados en una habitación indestructible de la cual no pueden escapar. Y la única forma de salir de ahí es algo que no están dispuestos a negociar.
Advertencias: Angst / muerte de personajes/ malas palabras/sugerencia de parafilias / romance/ drama / supernatural y ciencia ficción.
Disclaimer: Como siempre los personajes no me pertenecen.
-o-
Caja de juegos
No recuerda el número de intentos para explotar las paredes para sacarlos de ahí. El oxígeno empezó a disminuir y ella le pidió calma. Él se deja caer pesadamente sobre el suelo, decepcionado y desesperado por no conseguir liberarse.
"Soy un fracaso" pensó al mismo tiempo que golpeó la pared a su lado derecho. "No importa lo fuerte que sea, no consigo destruir esta mierda de habitación" se dijo. Cerró los ojos y hundió su cabeza entre sus brazos y rodillas. Ella pudo ver las venas de sus brazos tensarse, así como las de su nuca. Parecía que explotaría también.
La frustración creció al recordar cómo fueron atrapados, de la forma más patética y sencilla. Como si fueran simples mortales, niños de prescolar. Por si fuera poco, era la segunda vez que lo secuestraban y esta vez dolía y ardía el orgullo.
Gritó tan fuerte que parecía un lamento desgarrador de ultratumba.
Ella lo miró compasiva. "Pobre" pensó al ver su condición deplorable. Para ella también era la segunda vez que la dejaban fuera de combate, apartada de todo el mundo. Aunque no se sintió absurda si no débil por no poder evitarlo. Y es que todo sucedió tan rápido que apenas si puede hilar los hechos.
Día libre. Fin de semana.
Ambos se encontraron en la misma calle, coincidencia y casualidad. Como todo lo que les pasaba desde que se conocieron. Entraron a la misma tienda. Ella se pegó a él por diversión. Hasta mencionó que parecía una cita y la palabra brillo sobre sus cabezas y se extendió por toda la tienda.
Él no pudo deshacerse de ella.
Al salir de la tienda ella sugirió comer, él se negó. Ella trató de convencerlo: "Sí aceptas, hago que Todoroki baile la macarena para ti o alguna otra ridiculez" Al imaginarlo soltó una risa que opacó con su mano derecha. Para ella significó un SI y caminaron hacia un restaurante de pollo frito. Camie hablaba de trivialidades y él la escuchaba sin interés. Ninguno vio la camioneta de valores blindada color negro detenerse cerca de ellos. No percibieron las agujas con anestesia que se acercaron a sus cuellos, dejándolos sin fuerzas, sin conocimiento, sin noción del tiempo.
En ese momento todo se detuvo. Los transeúntes dejaron de caminar, los autos detenidos en pleno siga. Los relojes suspendidos, las nubes estáticas.
Cuando las manecillas giraron, ellos ya no estaban en la calle. No había vestigios, ni siquiera un cabello, el zapato, no había nada. Nadie observó, no recordaron haber visto dos jóvenes caminar por la calle.
Alguien en algún lugar debió rezarle a un dios para que aquella suerte de encontrarlos a la misma hora y en el mismo lugar les diera una oportunidad de matar dos pájaros de un tiro.
Ella despertó después de quien sabe cuánto tiempo. No pudo saberlo, no llevaba reloj ni su bolso y los paquetes de compras desaparecieron. Observó a Bakugo en el suelo aun inconsciente. La habitación gris sin puertas, sin ventanas, sin una ventilación. Sólo una lampara sobre el techo que titilaba de vez en cuando.
Buscó en las esquinas alguna cámara, pero no había nada, estaban encerrados en un cubo metálico, flotando en algún edificio. Por su mente comenzaron a pasar diversos escenarios de muerte, olvido, soledad, hambre, abandono. No pudo moverse.
Él despertó quince minutos después. Lo primero que hizo después de maldecir, fue intentar romper las paredes. No tuvo éxito. Eran de un material resistente al fuego y las explosiones. Camie comenzó a buscar algún interruptor en las paredes, en el suelo, sobre el techo. Debía estar la puerta por donde entraron, pero supuso que era alguna de las paredes. Lo que hizo complicada la búsqueda.
Enjaulados, encerrados, confinados en una caja de metal extraño, donde el aire disminuiría con el paso de los minutos. La luz era tenue, lo suficiente para conocer su entorno.
― No te desgastes, es imposible― dijo Camie dejándose caer también al suelo.
Él no respondió. Sus manos estaban llenas de callosidades y ásperas. Golpeó el suelo con desesperación sin dejar de maldecir y llorar.
Llegó un estado de desesperación donde todo humano consiente sabe que no hay nada más por hacer. Morirían, eso era la única garantía.
Camie suspiró y limpió sus lágrimas. Lamentó no ser de ayuda y lo único que pudo hacer para aliviarse un poco, fue reflejar ilusiones de los momentos más felices de su vida. Bakugo observó desinteresado, estaba cansado como para pelear con ella. Miró escenas de la infancia de Camie, sus padres, su vida en el colegio, dentro de la escuela de héroes y al final una imagen de él mirándola.
― ¿Qué es eso? ¿Por qué me muestras a mí?
― Porque eres guapo― dijo ella con sencillez.
― Este no es momento para pendejadas― bufó el rubio y tronó la boca. Intentó esconder el rubor de sus mejillas entre sus rodillas.
― Vamos a morir. Aceptémoslo.
― JA ¿Crees que es tan fácil matarme…? aunque me quede poco oxigeno seguiré luchando ― Camie borró las ilusiones y miró al muchacho que estaba listo por crear más explosiones ― Mírame. Vamos a salir de aquí. Y tú vas a tener que contar como es que yo, me convertí en un héroe y te salvé, señorita ilusiones.
Ella ya no habló más. Se limitó a observar como el muchacho que llamó su atención hace un par de meses en el examen de licencia, se desgastaba por romper la pared. Sus manos ya sangraban y su piel se agrietaba como erosión. Una y otra vez, sus manos estallaban creando pequeños juegos artificiales como los que creo cuando entretuvo a los niños aquellos.
Miraba los reflejos luminosos que se hacían en la pared a causa de sus explosiones. Los brazos cada vez se tensaban más con las venas y sudaba tanto que podía bañarse en ese líquido.
Y por eso le gustaba. Aunque si fuera menos neurótico y le bajara algunas rayas a su mal humor, sin duda… sería perfecto. Reconocía que su necedad, fuerza y orgullo, era demasiado varonil para dejarlo pasar. Era distinto al set de jovencitos encantadores que solían acercarse a ella en secundaria. Él era un molde aparte, uno interesante y divertido… porque su risa era algo que sólo ella provocaba y al sentirse especial por ese hecho, le gustó.
― Pase lo que pase, tú eres mi héroe ya me salvaste― dijo en un breve descanso del joven explosivo.
De pie frente a la pared, agotado y con la espalda encorvada, su cabeza agachada y el sudor cayendo por su rostro hasta el suelo. Escuchó la voz de la muchacha. La detesto. Aunque estaba acostumbrado a los halagos, a las flores y reconocimiento alrededor de él, en ese momento la detesto, quería callarle la boca o estrellar su bonita cara contra su pecho y gritarle que se callara la maldita boca.
Ella vio una sonrisa retorcida en sus labios. Pero no tuvo miedo, ella no le temía a un jovencito con mal carácter.
― ¿Estas confesándote o algo así? Justo en un momento como este. ¿Crees que vamos a morir y por ello lo haces? Por que crees que no habrá otra oportunidad. ¡No seas ridícula! ¡Con una mierda!
― Disculpa entonces por decir lo que pienso. Estoy asustada.
― ¡Cállate! No hables, no quiero escucharte.
Era verdad, no quiso oírla. Tuvo miedo también. Miedo de los sentimientos de una joven, miedo de no volver a ver la luz del día, de morir joven, sin conseguir sus metas. Miedo de no poder salvar a la única mujer que tenía agallas para decirle lo que sentía. Miedo de que Deku lo rebasara y él no pudiera detenerlo. Miedo de si mismo por ser incapaz de sobrevivir.
Volvió a suspirar cansada y obedeció. Miró de nuevo sus intentos en vano de romper la pared. La lampara seguía titilando de manera escalofriante. A veces se apagaba por segundos y luego encendía. Las explosiones de Bakugo alumbraban de pronto y parecía como si se encontrara dentro de un festival del horror.
― Confió en ti― dijo ella de pronto, en medio de una crisis de agotamiento. Cuando sus manos ya no emitían tan potentes explosiones― creo que puedes, sacarnos de aquí.
― ¡No te burles!
― No lo hago, pero… mírate, no has perdido la esperanza, aún cuando yo me di por vencida desde que llegamos. Siendo así, no podría nunca caminar a lado de un hombre como tú. Así que… ¡VAMOS! Rompe esa maldita pared y sácanos de aquí.
Él sonrió socarronamente.
― Es lo menos que podría esperar de ti… ¡tienes valor!
Las explosiones siguieron por más tiempo. Una tras otra, haciendo que las manos de Bakugo se cansaran. Sus piernas se quebraban y en ocasiones tropezaba. Su cuerpo ya estaba a punto del límite. Las explosiones cada vez eran débiles. Notó a Bakugo cansado, pero no se rendía.
Camie quiso decirle que parara una vez más pero no tendría caso, no la escucharía, así que observó y esperó a que se desvaneciera. Cosa que sucedió minutos después. Su cuerpo cayó hacia atrás y ella lo sostuvo antes de golpearse contra el suelo. Colocó su cabeza en su regazo y tomó sus manos heridas. Su rostro estaba pálido y demacrado. Acarició sus cabellos cenizos y lloró despacito.
Una melodía de violín invadió el cuarto y la lampara tubular comenzó a moverse como si el cuarto fuese llevado a otra dirección. El cuerpo de Camie se erizó. ¿Qué era eso? La melodía era entre suave y nostálgica. La desmoralizó.
― No por favor, ¿qué es esto?
Sintió el movimiento bajo su cuerpo y el violín continuaba tocando a manera de despedida o de llegada. No lo sabía. Quería que se callara. Abrazó a Bakugo cuando la lampara explotó y el sonido del violín paró. Completamente a oscuras, escuchando sus respiraciones.
― ¡Basta! ― gritó Camie ― en ese momento la habitación comenzó a mostrar imágenes de la policía movilizándose fuera de la calle donde los secuestraron.
Vio a sus compañeros de clase ir de un lado a otro, preguntando, buscando, subiendo, bajando. Así como a los compañeros de Bakugo. Los estaban buscando. ¿Pero quien en el mundo era tan despiadado para mostrarles eso? Y sobre todo ¿Cómo? Qué tipo de tecnología era esa.
El cubo donde estaban, comenzó a moverse como si fuera un bote en el mar. No entendió nada y se aferró al cuerpo inconsciente del muchacho. Las imágenes pasaban rápidamente y ella no quiso verlas más, cerró los ojos. Pero el sonido de las voces se hizo más fuerte. Oía su nombre, el de Bakugo.
― No quiero morir― dijo ella y siguió llorando― aún tenemos muchas cosas que hacer…
― Deja de llorar como puerco― la voz enfurecida de Bakugo la hizo moverse.
El muchacho se levanto con pesadez. Vio lo que sucedía a su alrededor. Recuperó un poco de fuerza y comenzó a golpear de nuevo la pared, consiguiendo el mismo efecto, nada.
― Nadie va a morir aquí… no hoy. ¡NO AHORA! ― en sus manos comenzó a juntar gran cantidad de energía, mucho más que las anteriores veces― Señorita Ilusiones, ponte tras de mí. Coloca tus manos en mi cintura… agárrate fuerte.
Ella obedeció. Inquieta miró las chispas y la luz que se acumulaba en sus manos. Si ese golpe no rompía la pared entonces nada lo haría. Cerró los ojos y apretó sus brazos alrededor de su estómago. Colocó su cabeza en la espalda ancha y pensó que saldrían disparados por la potencia de la explosión. Confiaba en él, lo había visto pelear, su determinación.
― Los chicos malos ya pasaron de moda― susurró antes de escuchar la explosión.
― ¡No debería ser así! ― gritó.
Ninguno vio que sucedió. El fuerte viento provocado por el choque hizo que se hiciera un hoyo en la pared lo suficientemente grande como para que un remolino los absorbiera. Ninguno gritó y abrió los ojos, se dejaron arrastrar entre aquel espiral. Ella se aferró al cuerpo del muchacho de tal manera que parecían una sola persona. El sostenía sus manos. Sintieron vértigo y todo daba vueltas como en un juego intenso de la feria. Lo único que percibían era el mareo y el estómago hacerse pequeño a causa de las subidas y bajadas.
Camie quiso abrir los ojos, pero la presión era tan fuerte que lo impidió. Sentir las manos de Bakugo aparentando las suyas fue suficiente para sentirse segura. Él se sostenía de ella de esa forma. Si en algún momento ella se soltaba no iba a perdonárselo nunca. Suficiente remordimiento tenía con lo que sucedió con su ídolo.
Dieron vueltas por un tiempo desconocido. Hasta que un momento comenzaron a flotar, como si Uraraka les hubiera quitado la gravedad. Aun no estaban seguros de abrir los ojos, pero al menos podían hablar.
― Ilusiones… ¿estás bien? ― preguntó Bakugo apretando sus parpados.
― Sí, pero no quiero abrir los ojos…
― No lo hagas. Siento que nos observan.
A ambos se les erizó la piel y un escalofrío recorrió desde sus talones hasta la nuca. Sin saber que sucedería, permanecieron así por más tiempo. Bakugo sentía el cuerpo de la muchacha en su espalda y un poco de humedad, debían ser sus lágrimas. Seguían con vida y eso era lo que importaba.
― ¿Dónde estamos? Primero la habitación y ahora esto. ¿Por qué? ― se preguntó la mayor.
― Como carajo voy a saberlo. Pero vamos a aguantar… ¡Oíste bien! Aférrate a esa idea.
Camie lo abrazó más fuerte. Aferrarse a la idea de sobrevivir era lo mismo que aferrarse a él.
― Bakubabe, cuando estemos en casa, te invitaré a cenar. ¿Aceptas?
El joven hecho su cabeza hacia atrás, chocando con la frente de Camie. No quiso discutir por el apodo que le había puesto. Sonrió, era una pena que ella no lo pudiera ver, era una pena que él no pudiera verla a ella, el sonrojo en sus mejillas y las lágrimas.
― ¿Eso es lo mínimo que puedes hacer por quien te salvará?
― Puedo hacer las ilusiones más vergonzosas de quien quieras…
Una fuerte risotada inundó el silencio. Hubiera dado lo que fuera por verlo reír, por ver sus labios cavarse y asegurarse que se hacían hoyuelos en sus mejillas. Su risa le daba esperanza y un poco más de vida. Sí, ríe así, todo el tiempo, siempre, cuando más necesite ser feliz.
― Voy a intentar abrir los ojos― sugirió él.
― ¡No! Lo hare yo. Tu hiciste suficiente con sacarnos de ese lugar, ahora déjame a mí, hacer algo por los dos.
Bakugo no respondió. Esa era su forma de aceptar. Despacio, Camie abrió sólo la mitad de su ojo derecho, dejando que las pestañas siguieran protegiendo su iris. La luz era intensa, pero podía percibir colores, miles de colores moviéndose como en una pintura… Abrió por completo un ojo. Miró en varias direcciones.
― ¿Qué vez? Necesito saber qué vez.
― Una ilusión
― No bromees conmigo. ¿Qué ves?
Camie se dio valor para abrir el otro ojo y poder sorprenderse de lo que veía. No había conocido cosa más aterradora que aquella. Un espacio de colores con cientos de ojos vigilándolos mientras ellos avanzaban hacia al frente con lentitud, como si una soga tirase de ellos. Relató a Bakugo cada detalle y le pidió que no abriera los ojos. Él se quejó porque no le gustaba recibir órdenes, pero ella le rogó que no lo hiciera porque esos ojos, eran suyos. Él se paralizó. Apretó las manos de Camie en su abdomen.
― Esto parece como Alicia en el País de las Maravillas. Estamos como en otra dimensión.
― Quizá fue esa habitación la que puede transportar a otros espacios. ¡Que mierda!
Camie no respondió. Analizó su alrededor, los ojos eran de diferentes tamaños y estaban por todas partes, vigilándolos con fijeza. Enojados, fastidiados, hartos de todo. Como los ojos de Bakugo. Entonces ella probó algo para poder salir de ahí. Creó una ilusión dejando escapar su aliento. Una enorme donde los ojos de Bakugo expresaran un sentimiento contrario al que mostraban.
― Señorita Ilusiones… comienzo a sentir vértigo.
― Ya vamos a salir de aquí― dijo ella al cerrar los ojos.
El espacio aquel comenzó a difuminarse como lo haría un lienzo con pintura derramada. El remolinó volvió a aparecer. Dieron vueltas de nueva cuenta. Camie pensó en su casa, deseaba con todas sus fuerzas aparecer ahí. Si esto era un bucle de espacio y tiempo, entonces podía funcionar, eso creyó. Sabía muy poco sobre ciencia, pero si sabía de la función del cerebro para crear sus ilusiones.
Sin embargo, el efecto del vértigo era cada vez más intenso, hasta sentir como chocaba con su piel y comenzaba a cortar, casi como el viento que creaba su compañero. Un giró drástico les revolvió el estómago, ambos quisieron vomitar, pero trataron de soportar al aguantar la respiración. La intensidad con la que iban cayendo era la misma con la que un meteorito caía a la tierra. Sintieron su piel arder, el viento cortar su carne. La ropa era cortada como si fuera trabajo de una navaja. Algunas gotas de sangre se deslizaron por el aire, pero ninguno las notó. Camie se aferraba cada vez más a Bakugo y este intentaba no desmayarse.
A pesar de no poder abrir sus ojos, bajo sus parpados, percibieron una luz interna y escucharon el sonido de las hojas, el pitido del claxon, una ciudad en movimiento. La respiración comenzó a regresar de manera normal, así como disminuir la velocidad. La frescura del clima de verano los hizo abrir los ojos. Vieron como caían lentamente al agujero de un edificio que Bakugo reconoció como suyo. Antes de caer en el agujero de nuevo, apartó las manos de Camie e hizo explosiones para salir disparados en otra dirección. Consiguió alejarse los suficiente hasta el bosque aledaño. Camie pudo notar como el agujero se desvanecía antes que cayeran al pasto.
El aterrizaje fue duro. Rápidamente, Bakugo giró a Camie hacia al frente, abrazándola para poder caer sobre su espalda. El golpe pudo amortiguarse gracias a las hierbas crecidas.
Camie abrió los ojos y notó las heridas del muchacho en sus manos, sus brazos y probablemente en la espalda. Ella tenía las piernas con varios cortes, sus brazos amoratados y un ligero rasguño en la mejilla derecha. Miró a su alrededor, al parecer ya estaban en casa. Vio el edificio de la UA. Bakugo despertó rápidamente.
― ¿Estás bien?
En respuesta ella lo abrazó. Lo llamó Heroe. Él colocó sus manos en sus brazos, intentando alejarla porque estaba adolorido por la caída y se sintió incomodo ante el contacto. Ella se aferró y la oyó sollozar, presionó su cuerpo contra el suyo, y sintió sus senos presionando su pecho. Afortunadamente nadie observó, nadie notó como su rostro estaba completamente rojo y brillante. Bakugo miró la noche y ya no lucho por alejarla. La dejo llorar, después de todo habían conseguido escapar. Estaban a salvo de lo que sea que los haya retenido ahí.
Sus manos temblaban por el esfuerzo que realizó para liberarse. Paso una mano por el cabello sepia de Camie. Al contacto ella se separó, limpió sus lágrimas y sonrió.
― Debemos entrar… decirles lo que ha pasado― anunció el joven y se puso de pie.
Ella lo siguió. Ambos caminaron hasta el edificio. Era de noche quizá de madrugada, no lo sabían. Lo importante es que estaban ahí, caminando, a salvo.
― ¿Qué pasa? ― Bakugo preguntó al ver que Camie no avanzó.
Ella meditó por un momento mirando el gran edificio de la UA. Sus pasos se volvieron lentos y dubitativos.
― ¿Podemos confiar en que este es nuestro hogar? Vimos muchas cosas… ¿por qué había un hoyo negro en el edificio? Si no lo hubieras visto hubiéramos vuelto a caer en el bucle. ¿Qué nos asegura que este es nuestro mundo?
― Deja de hacer tantas jodidas preguntas. Si no entramos, no lo sabremos…
― Sólo para asegurarnos… Prométeme que, si vemos algo extraño, saldremos corriendo.
― Estas paranoica. ¡Yo no huyo! Y no me des órdenes.
Camie asintió, pero eso no le quitó el mal presentimiento que tuvo al cruzar la puerta de las instalaciones de UA. Caminó tras de él. En la recepción no había nadie. La televisión estaba encendida. La noticia de su desaparición estaba como noticia principal. Bakugo volvió a tronar la boca y se adentró a los pasillos.
― ¿Por qué no hay nadie? ― preguntó Camie preocupada― Esto no me gusta.
― Deja tu maldita paranoia… ¡Me pones nervioso! ― exclamó furioso el rubio.
Escucharon pasos acercarse hacia ellos. Por instinto, Camie tiró de la camisa de Bakugo antes que las siluetas se reflejaran. Eran tres hombres desconocidos que al verlos cortaron el paso y se quedaron quietos. Su piel se tornó pálida y sus pupilas se dilataron de tal forma que hacían lucir sus ojos mas grandes de lo normal.
― ¿Qué? ¿Acaso no me reconoce…? Soy yo, idiota. Bakugo Katsuki― señaló el televisor.
Los hombres miraron aterrados a Bakugo y uno de ellos salió corriendo a toda velocidad. Camie siguió sin tener un buen presentimiento. Otro hombre miró analíticamente a Bakugo.
― ¿Qué? ¿Dónde está el Aizawa-sensei?
― Esto… esta mal, no puede, ¿cómo? ― otro hombre tartamudeó y los miraba incrédulo, como si fueran fantasmas.
― Bakugo, vámonos…― tiró de su camisa desesperada.
Antes que Bakugo pudiera quejarse y reclamar, la televisión anunció la muerte de ambos jóvenes. Camie miró la pantalla. La imagen provenía de un helicóptero y los del servicio forense sacaban dos cuerpos cubiertos en bolsas negras de un edificio derrumbado. El encabezado llevaba sus nombres y la fecha de su muerte.
El hombre que había corrido al verlos, apareció con otro mayor que parecía ser Aizawa-sensei pero no estaba seguro. Era demasiado mayor, encorvado y con el cabello canoso y escaso.
Camie notó que aquella noticia no era actual, era una especie de homenaje por el sexagésimo aniversario luctuoso de ambos. Tragó saliva. Camie se convenció más de que ese no era su mundo, era uno alterno, diferente. Había leído sobre ello en la escuela. Mundos paralelos, universos gemelos. No podía ser cierto que estaban muertos, si ella podía sentirse con vida y ellos los estaban observando. Bakugo no reaccionó, miró asombrado a Aizawa.
― ¿Esto es una especie de particularidad nueva? ¿Quiénes son? Dejen de hacerse pasar por personas fallecidas― dijo Aizawa con voz sumamente débil y cansada.
Ninguno respondió. Bakugo ni siquiera reaccionó, estaba en shock y su cuerpo no se movía. Camie pidió disculpas y creo una ilusión de ellos mismos que les ayudó a desaparecer. Tomó de la mano a Bakugo para alejarse de ellos.
― ¿A dónde creen que van? ¡Esto les costará un castigo! ― gritó el viejo profesor.
Bakugo se detuvo en seco al escuchar los gritos del profesor. Comenzó a sacar chispas de sus manos. Camie cerró los ojos y le pidió que se calmara. Que buscarían una forma para volver. Pero no pudo detenerlo, se giró y enfrentó a los hombres y al maestro.
― ¡Sáquenos de aquí! ¡Sáquenos de aquí! ¡Maldita sea! ― gritó tan fuerte que todo comenzó a derrumbarse.
Camie corrió tras de Bakugo. Todo se desmoronaba como un juego de cartas, incluso la imagen del profesor. ¡No estaban muertos! ¡No lo estaban! La imagen destruida les mostró de nueva cuenta la habitación donde comenzó todo.
Bakugo comenzó a gritar desesperado. Golpeó de nuevo la puerta. ¿Quién jugaba así con él? ¿Por qué? Porque a ellos. ¿Qué hicieron? Camie estaba aterrada en una esquina de la habitación, cubrió sus orejas, no quería escuchar a Bakugo maldecir y gritar con tanto dolor. Estaba aterrada y sólo quería que todo parara.
― ¿Aún no es suficiente? ― oyeron una voz masculina que provenía del mismo lugar donde oyeron la melodía del violín.
Guardaron silencio. Camie caminó hasta la espalda de Bakugo, como si fuera un refugió, la protección de una barrera.
― ¡Da la cara maldito! ¡Voy a explotarte en mil pedazos! ¡Hijo de perra! ¡Deja de jugar conmigo!
La risa que emitió aquel hombre fue fría y divertida. Camie estaba consternada y cansada de tantas emociones.
― Te lo voy a decir directamente― la voz era familiar, lo era, la escuchó durante un par de días, era él… ― si no te unes a nosotros, vamos a matarla.
Hubo silencio y un zumbido azorado en los oídos. Camie se dejó caer al suelo. Intentó entender todo lo que habían vivido. Había sido más que una coincidencia. Debieron conocer sus sentimientos y la reacción de él, que, aunque no los rechazó, tampoco los aceptó, dejando en el aire una posibilidad.
Al haberlos encontrado casualmente en la calle, tuvieron oportunidad o se les dio. No lo sabía. Estaba cansada como para discutir. Bakugo la miró con insuficiencia. Su mirada decía "levántate, no te rindas, no vas a morir"
― Tengo compradores para ella. ¿Qué dices?
― ¿Compradores? Que carajos estás hablando… ¡maldito!
― Esto se llama Box Play― explicó con clama Shigaraki― pero con muchas modificaciones. Estos cuartos solían ser usados para torturas psicológicas y físicas hasta la muerte, eran transmitidas vía internet, en vivo, a los compradores en diversas partes del mundo. ¿Entiendes? Sé que sí. Esta Box Play tiene modificaciones extraordinarias como te pudiste dar cuenta, fue creada como vórtice. Tiene un acelerador de partículas que hace que se mueva a otras dimensiones. El material con el que está construida es resistente a calor, frio, golpes, es casi indestructible, sólo un ácido muy potente puede romperla, pero… ustedes no tienen esas habilidades. Es por ello que fue divertido verlos viajar a otros planos dimensionales para jugar un poco con la realidad. Jugar a la realidad alternativa también es un lujo que pocos pueden pagar. Agradéceme. Este tipo de servicios son realmente caros. Los clientes llegan a ser altos funcionarios de gobierno y hasta empresarios. ― Bakugo llevó si mirada a los grandes ojos de Camie― Es por ello que conseguimos unos grandes compradores para ella. Muchos están interesados en jugar con una joven y hermosa heroína.
― ¿Crees que me importa? ― dijo Bakugo en tono retador.
― No te hagas el rudo conmigo. Yo hablo en serio. Te dejaré en primera fila para que veas como la violan, la destazan y muere, luego seguirás tú. Ya no nos sirves si decides no aliarte con nosotros.
Camie comenzó a llorar, abrazó su cuerpo tembloroso.
― Otra cosa, nadie sabe que están aquí. Este lugar esta aislado de todo aparato electrónico. Muchos metros bajo tierra, sobre un edificio gubernamental. ¿Crees que alguien sospeche?
― ¡Maldito! Hijo de perra― la sangre se agolpó en los puños de Bakugo. Fue la primera vez que no pudo pensar en nada, no había manera.
Miró a Camie, estaba completamente fuera de sí, aterrada, con las ropas roídas y las cicatrices de heridas en su piel blanca. Ella buscó sus ojos y al encontrarse todo se destruyó. Algo dentro de Bakugo se rompió o comenzó a funcionar. Fue una sensación extraña y ajena que le hizo extender su mano a ella. Al sentir el contacto, volvió a escuchar ese clikclak/trash de una cosa. Los ojos de Camie era especialmente grandes y cafés, sus labios gruesos, gruesos y carnosos. Era guapa.
― Sólo hay dos formas de salir de aquí. Muertos o aliados.
Lo aceptaron, no había forma de escapar. Ambos pensaron miles de alternativas, pero ninguna era válida. Pusieron en juego su orgullo y la moral, los principios e ideales. Ambos querían ser héroes, sería deshonroso terminar siendo malvado con tal de conservar la vida. Pero morir como un mártir tampoco estaba en la lógica.
― Si me uno a ustedes, la dejaran ir, ¿cierto?
― No, si tú vienes ella viene… Si dices que no, ambos mueren.
― Ella me agrada― la voz de Toga se hizo presente. Camie sintió un poco de rabia, pero se mantuvo callada.
― ¿Podemos pensarlo? ― Bakugo preguntó.
De nuevo un silencio incomodo y doloroso. Camie observó a Bakugo y se acercó, tomó su rostro entre sus manos.
― Bueno, les daré una hora. Piensen bien su decisión…
― ¿Quieren privacidad? Por si quieren coger o algo así― dijo Toga seguida de una risa maniática.
La luz se apagó. No podían ver absolutamente nada. Camie estaba segura que no quería aliarse a ellos, primero muerta. Bakugo lo siguió meditando un poco, pero, tampoco quería ese destino. Si una vez los había rechazado, la segunda también.
― Perdóname por ser un estorbo ahora. ― dijo Camie con lágrimas en los ojos― si no nos hubiésemos encontrado por casualidad esto no hubiera pasado.
― ¿Por qué te disculpas ilusiones?
Camie limpió sus lágrimas. Bakugo comenzó a sacar pequeñas chispas de sus manos para alumbrar el lugar y verla. Sus ojos estaban hinchados y le parecía que estaba destruida, hecha pedazos. Un poco patética pero fuerte.
Entonces con la ayuda de esa débil luz, Camie hizo su última ilusión para él. Algo que hizo sonreír a Bakugo de nuevo. No era Todoriki bailando la macarena o Deku sin pantalones llorando a mitad de la clase. Eran ellos, en medio de su boda con los botos matrimoniales, un viaje, un par de niños y la vejez en una banca fuera de una casa, donde pasarían sus últimos días.
― Que ridícula eres― respondió Bakugo tapando su boca para que no lo viera llorar― que bueno que nada de eso se hará realidad.
―Mátame y escapa. Aún puedes pelear, sin mí ya no tienes obstáculos para pelear― Susurró Camie al oído del rubio―De cualquier manera, van a asesinarnos. Yo no quiero ser su aliada y…
― Cállate maldita sea. No me digas lo que debo hacer. Sé lo que voy a hacer y nadie va a darme órdenes. ¡Yo elijo como voy a morir!
El eco de su voz retumbó en toda la habitación. Rebotó en las paredes y regresó hasta donde estaban parados.
― Yo tampoco quiero seguirlos. Pero es eso o la muerte.
Luego de unos minutos de repasar por décima vez su decisión, miró a los ojos mientras la tomaba de la cintura.
― Lo haré yo o ellos van a lastimarte― susurró Bakugo.
Camie no respondió ni asintió. Su cuerpo estaba temblando ante el agarre del muchacho. Recordó cuando lo conoció. Gritando como neuro histérico por cualquier nimiedad y lo gracioso que era coincidir en algunas ideas. Las cosas que quedaron pendientes en su escritorio. Había que entregar un proyecto la siguiente semana. Pensó en lo triste que se sentirían sus compañeros cuando no la volvieran a ver en el salón. Las redes sociales estarían desactivadas. Ya no volvería a sonar su tono de celular. No habría más amigos a los que pedirles números telefónicos. Ya no quedaría nada de glamour ni ilusiones que hicieran reír a chicos rudos. Las lágrimas salieron, sus ojos seguían en los orbes rojos llenos de desesperación e ira. Dolió más el adiós.
Y él… su madre estaría devastada, sus compañeros, sobre todo el pelo pincho, llorando hasta secarse y él, ese pequeño nerd, sería quien más sufriría, estaba seguro, lo estaba, porque ya no tendría más a quien retar. Su sueño de destacar y brillar, el éxito y la cima se derrumbaron. Cayeron un par de lagrimas de ira y desesperación. La impotencia de no haber otra alternativa. No había más que hacer.
Ese fue su destino, su castigo por ser tan jodidamente cruel. Morir en una habitación desconocida, a lado de una muchacha que recién supo que gustaba de él.
"Sí alguien nos salva, prometo ser más considerado con otros, ya no me burlare de ese imbécil bueno para nada y le diré gracias a mi madre y quizá salga al cine con esta muchacha, sí alguien nos salva"
― Bakubabe. Dame un beso. Nunca he besado. ¿Y tú?
― Este no es momento para… ― no terminó su frase, ella lo besó y al terminar de sentir sus labios carnosos y frescos, él dijo― lo siento y gracias por…
― Hacerte reír… no es tan difícil, después de todo, pensamos igual.
― Cierra los ojos.
Ella obedeció y recargó su frente entre el pecho y el cuello del muchacho. Olía tan bien, entre sudor y perfume de maderas.
La mano derecha de Bakugo se llenó de energía, de luz, potencia, la explosión los haría estallar a los dos. Desde el estómago golpearía los puntos vitales. Quizá dolería un poco pero no había otra salida.
― ¡No te daré el gusto! ― dijo en voz alta.
No escuchó respuesta. Estaba seguro que los observaban, estaban atentos y entretenidos, complacidos por el espectáculo que verían a continuación. Sólo hubiera deseado que los encontraran antes, que, si de verdad había héroes fuertes allá afuera, hubieras llegado antes. Quizá debió esperar unos minutos para ver si un milagro ocurría. Nada. Silencio, soledad, abandono. Los ojos de Camie cerrados, esperando el impacto.
-o-
Quizá fue un poco duro y agrio mi fic, pero quería escribir algo distinto y sepan que yo le doy mucho amor a mis OTPs. Más tarde subiré unas viñetas todas llenas de love y amor y cosas así monas con harto hard lemon. Porque merecen mucho amor estos dos.
No sé porque siempre que escribo por primera vez de mis OTPs hetero, siempre es algo triste y trágico.
Estoy mal de la cabeza.
Lo bueno que lo compenso más tarde con hartos fics de amor.
Y gracias por leer, claro si alguien se interesó.
Saludos =)
