Pacifica estaba muy avergonzada y sus mejillas rojas la delataban. Todo porque había acabado de besar a Dipper y al parecer había un testigo y era nada menos que Mabel Pines.

Su respiración se empezó a acelerar como sus latidos y se acercó a ella que la estaba mirando de una forma que parecía que sus ojos se iban a salir de sus cuencas y su mandíbula se iba a desencajar, detrás de esos arbustos.

— Puedo pagarte para fingir que nunca paso — Repuso Pacifica entregándole el billete que Dipper no acepto.

No obstante Mabel no hizo ninguna señal de que iba a aceptar y ella se estaba poniendo cada vez más nerviosa.

— T-tu b-besas...

— T-te daré...— Y empezó a sacar dinero de sus bolsillos, arrojándoselo en su cara— Ten todo esto y olvida lo que viste.

— T-tu besaste a Di...

— ¡Te comprare ropa! —Exclamo sin saber que decir, pero ninguna cosa que decía la detenía de intentar hablar— T-te daré, te daré…—Piensa, Pacifica, piensa— ¡Ositos de gomitas! —Refuto rápidamente.

Mabel al oír esas palabras, la miro con un brillo en sus ojos.

— Una bolsa —Añadió Pacifica al ver su atención— Una muy grande... ¿Trato?

— Trato —Contesto Mabel haciéndose agua a la boca al imaginarse tener en su boca sus anheladas gomitas de osito.

— Bien, te las comprare y tú tienes que olvidar lo que viste— Antes de darse la vuelta. Agrego— Y jamás tuvimos esta conversación.

Al ver que asintió se fue corriendo velozmente a comprar la bolsa.

...

Luego de un rato largo Dipper quien había caminado sin ningún rumbo fijo, llego a la cabaña encontrándose con su hermana devorándose los ositos de gomitas que entraban rápidamente en su boca.

— ¿Dónde conseguiste eso?

Ella empezó a hablar con la boca llena, razón por el cual Dipper no entendió nada, aunque creyó comprender que había dicho Pacifica.

— Olvídalo —Dijo de pronto y Dipper comenzó a subir las escaleras.

Sintiendo como sus mejillas se calentaban al pensar de nuevo en ella, quien sonrojado de pies a cabeza se metió en su cama y Mabel seguía comiendo las gomitas, muy feliz.