Disclaimer: Naruto no me pertenece, es una obra Masashi Kishimoto... Pero la historia es original de mi persona.
Este fic es dedicado a mi querida amiga Lu Lein, quien en un review en fic que no tiene nada que ver con romance me dijo que no pudo evitar shippear a Yamato/Karin. Bueno, ahora el shipping es intencional, que lo disfrutes Lu :)
Perrito Guardian.
El final de la cuarta guerra ninja prometía una época de paz, sin embargo, esto siempre resulta algo efímero y relativo en un mundo lleno de intrigas, donde ocultarse en las sombras es un estilo de vida y la confianza es tán delgada como el hilo que sobresale de una costura.
Y nada de eso que acabo de mencionar tiene que ver con esta historia, solo son bases para que entiendan este mundo. Nuestra historia se enfoca en una mujer joven, pelirroja y de ojos color rubí de unos veintiún años de nombre Uzumaki Karin, asistente fiel de uno de los criminales más conocidos de todo el mundo Shinobi, Orochimaru; quien a pesar de haber sido eso, una persona retorcida, perturbadora, excéntrica, temible… no ha cambiado mucho de verdad en los últimos años. Ha dejado de lado algo de ese aspecto retorcido, así como su vida criminal; promesa que realizó ante el Hokage de Konoha, Hatake Kakashi. Pero no cambia el hecho que sigue siendo alguien de cuidado.
¿Cómo ocurrió esto? No tiene importancia, lo relevante es que ocurrió y ahora se dedica a vivir tranquilamente en lo que fueron sus guaridas dedicándose a sus hobbies: experimentación y creación de Jutsus.
¿Qué tiene que ver Orochimaru en todo esto? Como ya mencioné, Karin era su leal asistente y compañera –y no del tipo que se están imaginando en estos momentos–, en conjunto a Juugo y Suigetsu. Sin embargo, en aquella pequeña y recluida familia de ex criminales, asesinos, y personas psicológicamente inestables; existía un integrante más que permanecía oculto entre las sombras y jamás hacía acto presencial. No porque no quisiera, sino que él desconocía ser parte de esa tan peculiar familia, sin mencionar que la única persona que lo consideraba como tal… era Karin.
¿Por qué lo consideraba parte de su familia? Para responder a esta pregunta, es necesario retroceder hasta aquella mañana donde Suigetsu, caminando por los pasillos de la guarida se topó con algo… peculiar en el aire, un extraño aroma invadió su nariz, era agradable y apetecible… quizás demasiado; no le costó mucho adivinar quién preparaba dicha comida ya que él no era el cocinero, sin mencionar que las comidas preparadas por Juugo y Orochimaru son por lo general bastante simples, y Kabuto ya no vivía con ellos.
El peli plateado se extrañó por completo, si bien era temprano, el aroma desentonaba a lo que era el desayuno típico, se sentía algo más… dedicado y exclusivo, un almuerzo quizás. Sin perder tiempo llegó a la cocina y se asomó por la puerta, ahí estaba Karin frente a una olla. Se veía pensativa.
—¿Que la falta? —la escuchó cuestionarse, Karin sonrió, abrió un gabinete y sacó un enorme y afilado cuchillo para cortar carnes. Suigetsu alzó la ceja confundido, se asomó un poco más solo para sentir dicho cuchillo clavarse en el marco de la puerta justo al lado de su rostro.
»—¿¡Se puede saber que mierda haces aquí, Suigetsu!? —vociferó furiosa la pelirroja. Suigetsu por su lado, malo para entender directas se hizo paso en la cocina.
—¿Qué-qué estas cocinando? —la mujer bufó molesta y se dio la vuelta.
—Si preguntas por el desayuno, prepárate el tuyo —replicó ella. Él peli plateado observó un par de charolas con tapas en las cercanías. Suigetsu preguntó de quienes eran aquellos platos y Karin dejo muy en claro que eran para Orochimaru y Juugo.
—¿Entonces… lo que preparas es para ti?
—No es de tu incumbencia. Y si quieres seguir en una pieza más te vale que alejes, vas a contaminar la comida con tu chakra asqueroso —y así era, Suigetsu se encontraba a solo un par de pasos detrás de Karin, no necesitaba verlo ni escucharlo para conocer la ubicación del peli plateado, su sola presencia le resultaba repulsiva a Karin ante su sensibilidad innata al chakra.
Y aun así, ignorando las muy reales advertencias de la pelirroja, él se acercó y asomó sobre el hombro de Karin para ver el guiso que preparaba.
—¿Acaso viene Sasuke? —Karin respiró tan hondo y sonoro como le fue posible, se dio media vuelta y posó delicadamente sus manos sobre el pecho de Suigetsu haciéndolo retroceder unos pasos en el proceso.
—¿Tienes hambre no es así, quieres comer? —cuestionó ella con una tierna sonrisa, subiendo sus manos alta alcanzar las mejillas del hombre. Una sonrisa picará se marcó en los labios del chico.
—Cla-claro, me gustaría; tengo hambre —La sonrisa de la pelirroja se acentuó y solo por un instante, Suigetsu creyó haber alcanzado a ver el momento en el que Karin se mostrase amable con él… solo para que la aplastante realidad, representadas por las manos de Karin; se cerraran de forma brutal sobre la cabeza del joven, aplastándola y convirtiéndola en agua al instante. Y no terminó ahí, Karin no tardó en sujetar por la camisa al descabezado Suigetsu, para bailarlo un medio paso cambiando de lugar con él, alzándolo sobre su cabeza y finalmente lanzarlo atreves de la puerta de la cocina.
—¡Y mantente lejos! —ordenó la violenta pelirroja sacudiéndose las manos, buscando quitarse la desagradable sensación de tener a Suigetsu sobre su piel. Respiró hondo, se acomodó sus lentes y finalmente giró sobre sus talones regresando a su tarea en cuestión: Preparar aquella comida especial.
Al cabo de unos minutos más, su tarea estaba completa y tenía un lindo bentou preparado, sonrió satisfecha de lo bien que había acomodado toda la comida en su interior, cerró la caja con un cordón blanco, la tomó y se puso en camino a entregársela al "guardián" de la familia.
Karin salió de la guarida con el bentou en una mano, una mesita plegable en la otra junto a una sombrilla y una sonrisa amable y animada. En las afueras de la guariada lo que se veía hasta donde alcanzaba la vista era un desierto con vegetación seca, un lugar poco agradable para pasar tanto tiempo expuesto.
—Muy bien —la pelirroja giró sobre sus talones, abrió la mesa y la colocó junto a la roca, colocó el bentou, desplegó la sombrilla para protegerlo del sol, llenó sus pulmones de aire y volvió a girarse— ¡Cuando quieras, aquí tienes algo para comer! —y lanzado su saludo se retiró de nuevo bajo tierra.
Cuando Karin volvió a salir al medio día lo que se encontró el bentou en las mismas condiciones que lo había dejado, con un poco de arena sobre la caja debido al viento. Suspiró resignada, debió suponer que no sería tan fácil sacarlo de su escondite, sin mencionar que él tenía sus razones para sospechar.
Resopló una vez más, abrió la caja y degustó algo de su comida, se encogió entre hombros al darse cuenta que la comida seguía buena. Sí él no quería su cocina, ella sí; era hora de almuerzo y tenía hambre. Recogió sus cosas y volvió bajo tierra dentro la guarida.
Ahora, esto sería algo que podría pasar por alto si fuera cuestión de un solo día, pero no; Karin era una mujer persistente y dispuesta hacer que aquel hombre aceptara su comida sin importar que, diligentemente preparando aquella comida distinta y especial todos los días, llevándola a la entrada de la guarida, dejándola para que él la tomara y llamándolo de múltiples maneras, llegando a degustar su propia comida buscando ganar su confianza al demostrar que no se trataba de veneno o bombas.
Suigetsu no pasó esto por alto, incluso llegando a informar a Orochimaru de las actividades de Karin, el albino de ojos dorados solo sonrió ante los comentarios de su asistente.
—Déjala que se divierta, no es un lujo que pueda darse a menudo.
Tras un mes de intentos y fracasos, incluso de haberse movido de una guarida a otra localizada en un bosque; la paciencia de Karin se encontraba a tope. Ese día en particular, él haría presencia y comería su comida le gustase o no.
Aquella mañana en particular Karin salió de la guarida con una mesa plegable grande, lo suficiente para que cuatro personas comieran en ella; entró y volvió a salir con un par de sillas, regresó y salió por última vez con dos bentou, un termo con té, dos tazas y un pergamino. Preparó la mesa y una vez satisfecha con esta dirigió su mirada molesta al bosque.
—Ya verás… —musitó, y con un movimiento rápido desplegó el rollo sobre la tierra, realizó un par de sellos con sus manos y las posó sobre el papel resultando en una explosión de polvo
La suave brisa no tardó en disipar el humo revelando al gigante recién invocado por Karin: de por lo menos cuatro metros de alto, de figura humana y musculosa, con una extraña piel azulada, dos brazos adicionales en su espalda, cubierto en vendajes y vistiendo únicamente pantalones morados; su boca se abría exhalando un cálido y pestilente aliento, así como revelando sus afilados colmillos.
Karin volvió a realizar una secuencia de sellos con sus manos al tiempo que cerraba sus ojos, cientos de llamas azules de todos los tamaños iluminaron la obscuridad que le entregaban sus parpados, encontrar la flama que buscaba no le tomó tiempo alguno por más que él intentaba ocultarla. Tras seleccionar su objetivo extendió su mano hasta la pantorrilla del gigante, los gruñidos del monstruo no se hicieron esperar.
Respiró hondo, tomó asiento con la mirada fija en el bosque, alcanzó su bentou, lo destapó y procedió a tomar una fresa; dio un sorbo a su té antes para finalmente mirar de reojo a la creatura que había invocado.
—Tráemelo —ordenó firme y la bestia simplemente inclinó su cuerpo hacia adelante antes de desaparecer.
Por unos segundos el bosque seguía tan apacible como cualquier otro día… salvo por el hecho de que la melodía de aves y animales que tiende a resonar en este había sido silenciada ante la presencia de su bestia desatada. Karin volvió a dar un sorbo a su taza cuando finalmente el show dio inicio.
Lo primero que escuchó fue un rugido potente seguido por el estruendo de los puños de su creatura golpeando el suelo y levantando una nube de polvo, árboles se quebraban y el rugido de su mascota se alejaba cada vez más. Respiró hondo al darse cuenta de su error: Le había dicho que lo trajera, pero no de qué manera.
—Bueno, no es que sea tan débil para morir algo como Goro —comentó aburrida, degustando un poco del arroz que había preparado.
El combate se intensificó y finalmente parecía retornar hacia su punto de origen, específicamente en su dirección, los destrozos a la distancia se acercaban cada vez más y Karin se mantenía inmutada solo sosteniendo su taza de té para evitar que esta se derramara.
La voz quejumbrosa de un hombre finalmente resonó para que, al instante siguiente saliera de entre los árboles.
—¡Por fin apareces! —vociferó Karin potente y señalando al ninja de Konoha de cabellos castaños y ojos negros. Su mascota no tardó en hacer presencia tras derribar un par de árboles con sus poderosas manos.
»—¡En cuanto a ti! —Agregó Karin señalando a su monstruo deteniéndolo en seco, y consiguiendo su atención— ¡Te dije que lo trajeras, no que lo mataras. Aprende a diferenciar! —, una mueca que dolor se marcó en el gigante, encogiéndose entre hombros tras el regaño de su madre.
—¿Tra…? ¡un segundo! —Vociferó el hombre apuntando al gigante y observando a Karin— ¡enviaste esa cosa a buscarme! —y ante el tono de voz del ninja de Konoha, el gigante volvió a rugir amenazante, todos dos no tardaron en dirigirle una mirada molesta y asesina que lo cohibieron. Karin respiró hondo.
—No me dejaste de otra, Yamato; ya estaba cansada de que despreciaras mi cocina —y él no cabía en su asombro ante la confesión de la pelirroja. No tardó en fruncir el ceño molesto.
En primer lugar, Yamato creía que aquella comida no era para él, sino un intento desesperado de Karin por atraer a Sasuke, comentario que provocó un intenso rojo en las mejillas de la mujer, así como un extraño nerviosismo. Y en segundo lugar, aunque fuera para él como ella afirmaba; no tenía la más mínima razón para aceptarla, podría ser una trampa, una bomba, estar envenenada. Cualquier cosa menos comida como tal.
—O es que acaso crees ¿Qué soy algún tipo de perro callejero? —y la pelirroja frunció el ceño, recostándose en el espaldar de la silla cruzándose de brazos.
—Diría que uno guardián de hecho. Además, no creo que lo seas, un perro tiene mejores modales, es considerado y agradecido cuando se le ofrece alimento, en especial si es fino.
Una enorme y latente vena no tardó en hacerse visible en la sien del hombre. Karin carraspeó e inmediatamente procedió a concordar con Yamato en un punto, es decir ¿Quién se comería un bentou sobre una mesa en medio de un bosque o desierto? Pero así mismo, ella no tardó en dar un sorbo a su té, rebatiendo el último argumento de Yamato con dos deducciones bastante simples: Primero que nada, ella siempre lo llamaba a él —de manera muy indirecta, pero lo hacía— y segundo ¿Qué ganaba ella con lastimarlo o matarlo? Donde se encontraba vivía una vida bastante tranquila y sin preocupaciones. Asesinar a Yamato solo causaría que Konoha enviara algún grupo ANBU en su búsqueda para apresarlos o matarlos.
—Es bastante obvio que debes enviar informes frecuentes sobre nuestra situación y localización, siempre nos estas vigilando… bueno, no a nosotros; a Orochimaru-sama.
No se necesitaba ser un genio para deducir el objetivo de Yamato: Siempre que Orochimaru dejaba la guarida solo, Yamato lo seguía; cada vez que ella, Juugo o Suigetsu dejaban la guarida, Yamato no los seguía; permanecía inmóvil como… un perro guardián a la entrada de la guarida.
—Por eso decidí prepararte algo de comer, mereces disfrutar un buena comida casera cada cuánto.
—¡Sí claro! Y no se supone que hay algún tipo de plan oculto detrás de todo esto —la mujer volvió a suspirar, cansada esta vez; no era de quien le gustase repetirse una y otra vez.
—Ya te lo dije, no gano nada con matarte, sin mencionar que si quisiera hacerlo, hay formas más efectivas de intentarlo —y en eso, señaló detrás del Yamato al gigante que lo había perseguido, este giró su cabeza para observarlo y encontró una sonrisa deseosa—, no es que te puedas esconder de mí en primer lugar.
Yamato no tardó en alzar la ceja ante el pretencioso comentario de Karin, ella le sonrió y decidió exponerse para demostrar que sus intenciones no eran malas, explicándole sus habilidades sensoriales y lo sensibles que estas podían ser: Si Yamato no se dedicaba a ocultar su chakra, Karin fácilmente podía determinar su posición exacta en un diámetro de un kilómetro de distancia sin siquiera intentarlo; sí Yamato se dedicaba a ocultar su chakra, Karin igualmente podía detectarlo a la mitad del diámetro, aún de manera inconsciente.
—… hasta puedo saber con exactitud que estás haciendo en ese momento —agregó traviesa y engreída la mujer. Las palabras de Karin extrañamente no resultaba increíbles ni falsas para Yamato, no por nada Orochimaru la tenía bajo su ala; pero una nueva duda surgió ¿Por qué lo hacía? Para él, Karin y Orochimaru debían de tener algún tipo de agenda oculta que lo involucrara. Karin respiró hondo ahora molesta.
—¡Por favor Yamato, no es que seas muy diferentes de nosotros! Nos observas veinticuatro siete, no tienes un solo día de descanso, ¡no te cambian o sustituyen! ¡Técnicamente eres uno de la familia! —y los ojos de Yamato se abrieron de golpe ante las palabras de Karin. Esta negó con la cabeza—, solo quería hacer algo agradable por quien nos cuida todo el tiempo, es todo.
Karin se levantó y dio media vuelta, formó un sello con sus manos y el enorme monstruo detrás de Yamato desapareció. Sin decir palabra alguna, se retiró con un bentou vació, dejando el otro sobre la mesa. Yamato lo observó y respiró hondo, rascándose la nuca resignado.
Lo extraño para Yamato fue que Karin no regresó a los minutos que el supuso le dio para tomar una decisión, sino que lo hizo al medio día como hacía todos los días, y tan pronto observo la caja vacía, Karin sonrió y le envió un saludo a la distancia.
—¡Buen chico! —y ante las animadas y pretenciosas palabras, se dio cuenta que había caído en su trampa: ella había ganado y conseguido su objetivo, había almorzado el bentou que Karin le preparó.
Maldijo una y otra vez, nunca en su vida alguien le había tomado el pelo como lo hizo ella, sin embargo, unas nuevas palabras consiguieron su atención.
—Mañana te traeré algunas okonomiyaki, Yamato-kun.
«Esa niña…» y es que no podía evitar estar molesto… y a la vez no estarlo. Ella no mintió en aquel momento, no lo sintió así cuando ella expuso que lo sentía como parte de su familia, respiró hondo resignado una vez más. No se sentía mal el saber eso… ni tampoco podía negar que la comida estuvo exquisita y hancíaba por más.
Hola a todos, primero que nada, si llegaron hasta aquí, se los agradezco, porque se que no son muchos quienes se aventuran a leer algo crack como lo es esto XD
Para este fic quiero trabajar un romance más de humor y no un drama… ya tuve mi romance drama por un buen tiempo.
Ahora en cuanto al largo del fic… no superara de diez capítulos, pero será más de cinco, ya que tengo en mente cuatro (este, el siguiente, el final y penúltimo)aunque voy a procuarar mantener capítulos cortos y de lectura ligera
En cuanto a mi narrativa, quize intentar algo nuevo (lo digo por lo del comienzo) he estado leyendo (re-leyendo) Narnia y me gustó mucho como narran las cosas, pero es algo que solo pude mantener por un tiempo… en verdad que es difícil imitar a otro autor -.-;
En fin, todo por ahora, espero como siempre sus reviews, nos leemos :)
